De
nuevo grandes dosis de espectáculo y morbo mediático, que alimenten al pueblo
con el terrible asesinato y su final de película. Una vez servida la cabeza de la bestia negra
del monstruo, en el que poder volcar toda la rabia y desprecio del que somos
capaces, ya respiramos tranquilos.
Ocasión
para que la derecha aproveche de nuevo para insuflar el discurso del recrudecimiento
de las condenas o la pena permanente revisable, y para que VOX se haga notar hablando alto y claro, porque ellos dan la cara.
Pero
a Laura no la mató sólo Bernardo Montoya, el gitano ex convicto.
No
te dejes engañar, no reduzcas todo el
problema a un solo hombre, porque de la
simplificación nace el fanatismo. Eso es lo que desean los de siempre, los
reduccionistas, los que buscan culpables en lugar de asumir su parte de
responsabilidad, y la dejan al
azar, al hecho fortuito y desgraciado de que Laura estuviese sola en
aquel pueblo, y se encontrara cara a
cara con su asesino.
Pero
a Laura no la mató un asesino, la mató
el machismo que anida en todos los pueblos y en todas las ciudades; a Laura la asesinó esta lacra que ha pervivido
con nosotros durante siglos, y que se ha
transmitido de generación en generación en la mentalidad de tantos hombres y
mujeres.
Sí,
a Laura la mató Bernardo Montoya. Pero el gran error es creer que es un despiadado
monstruo, o un loco suelto. A las mujeres que mueren en España las matan los jóvenes agradables, los tipos normales; incluso los buenos maridos, hasta que de
pronto son noticia nacional y acaban con la vida de su mujer, porque no
aceptó un no por respuesta, o porque era “su mujer”, su posesión, y podía hacer con ella lo que quisiera, incluso
asesinarla.
Que
no te engañen: es la desigualdad y el
machismo lo que acaba con la vida de las
mujeres. Pero en este país es más fácil
buscar un monstruo en el que derramar todo el odio y el fanatismo del que somos
capaces, en lugar de asumir nuestra parte de responsabilidad.
Nieves
Rodríguez Rivera
Foto
de Lola Cáceres
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