¿Qué lleva a
un grupo de jóvenes, todos menores de veinticinco años, a violar a una chica?
¿Qué le pasa a estos chicos educados en la democracia, en la igualdad? ¿Son
monstruos o tipos asociales sin ningún tipo de empatía?Todos los
estudios demuestran que no; que son chicos normales, hijos de esta generación,
pero, sin lugar a dudas, producto de la dejadez que hemos hecho tanto padres
como educadores en torno a la educación sexual de los niños y adolescentes.Hace unos días
salió un informe estremecedor con cifras alarmantes sobre el consumo de
pornografía por parte de los niños. Relataba este informe que muchos de ellos
comenzaban a la edad de diez u once años, y se incrementaba al 90% a la edad de
catorce años.Esto es
alarmante para una sociedad que se precie de justa e igualitaria, y ya nadie
cuestiona la relación directa entre este consumo de pornografía y la violencia
sexual.La
pornografía, libre, gratuita y asequible a todas las edades a través de
internet, llega a estos niños y adolescentes, en proceso de formación, que
acaban normalizando actitudes violentas hacia la mujer y adquiriendo una visión
de la sexualidad desvirtuada, donde la mujer es un mero objeto sexual para uso
y disfrute del hombre, y la violencia es muchas veces un componente esencial de
las relaciones sexuales, y el placer es identificado con el dolor.Esta es la
educación sexual que reciben los chicos y chicas de nuestra era ¿De qué nos
extrañamos entonces?
En una
sociedad donde el acceso a la pornografía es gratuito y asequible a cualquier
edad, en una sociedad hiper sexualizada y de democracia digital, las madres y
padres no pueden obviar el papel fundamental que deberían ejercer a la hora de
educar en la sexualidad y de control del uso de los dispositivos móviles y
ordenadores por parte de los menores.Por nuestra
parte los educadores poco podemos hacer porque en la escuela y los institutos
ha desaparecido la educación sexual, propiciada en parte por la gazmoñería de
la derecha. En la la época de Aznar la educación se centró en “la cultura del
esfuerzo”, poniendo el acento en los buenos resultados académicos y en una
enseñanza basada en la producción, donde los alumnos pasaron a ser clientes. Lo
que vino después ya lo sufrimos: el desprecio de las humanidades, las artes o
la filosofía, precisamente las más propicias para transmitir valores; y la
ausencia total de una educación moral o sexual.Urge
reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo, porque todos somos
responsables en parte de lo que sucede. Tal vez, cuando hablemos sin prejuicios
ni rodeos de sexo con nuestros hijos, comenzaremos a cambiar, pero mientras la
pornografía siga formando a nuestros niños y adolescentes nada cambiará.Un dato
escalofriante más: ayer anunció el Ministerio de Interior que en España se
comete una violación cada cinco horas. Ahí lo dejo.Nieves
Rodríguez Rivera
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