sábado, 18 de mayo de 2024









Ocaso y decepción

En realidad, no tengo idea de literatura. Al menos, de los criterios en que se basan algunos críticos literarios para otorgar premios y menciones a la novelística actual. Pero pecaría de ingenua si no supiera que el marketing comercial, la publicidad, la imbricación entre crítica, editorial y medias es tal que, en esta selva libresca, se hace cada vez más difícil no caer en la tentación de leer una crítica y creérsela, e inclus algunas veces, las menos, de atreverme a comprar el libro pensando que es “el fenómeno literario del año” tal es el autobombo y fanfarria con que lo anuncian. 
Me ha sucedido con el último libro de Eva Baltasar “Ocaso y fascinación” que me regalaron bajo petición, junto a otros que ya comentaré, por mi cumpleaños. 
Eva Baltasar (Barcelona 1978) procede del mundo de la poesía, confieso no haber leído ningún poemario de ella.  Su primera novela Permafrost, ganó el Premi Llibreter en 2018 y realmente me dejó indiferente, con una sensación de ¿y esto era todo?  
Pero ya les digo, debe ser que no sé nada de literatura. Uno puede perder el rastro o la intuición después de enseñar y de releer a los clásicos durante tanto tiempo.
Analizando qué es lo que podía haber llevado la novela a tal grado de éxito, al menos por quienes lo reseñaban, pensé si acaso no será el hecho o la novedad de que la historia fuera lésbica, su autora también y hubiese un poco de la tan traída y llevada “auto ficción”. A esto habría que añadir que estaba escrita en catalán y que el premio era en Cataluña, donde se cuida y se premia, como en ningún otro lugar, a sus autores nacionales. Su segunda novela “Boulder” ganó el premio Òmnium a la mejor novela de 2020. Nada puedo decir de esta novela, que al final, formaba una trilogía con “Mamut “porque no las leí. Por esta razón, viendo su trayectoria, su éxito editorial y mi interés creciente en la literatura catalana, pedí por mi aniversario su última novela “Ocaso y fascinación”. 
Bueno, he de decir que el tema de entrada, una mujer que se queda sin casa y que se dedica a buscar un lugar donde vivir mientras sobrevive limpiando casas, no es que me matara, pero pensé que por su pasado poeta podía ser una metáfora o una alegoría de algo más: la soledad, la aporofobia, la incomunicación del mundo actual, la lucha de clases. 
Y quién sabe, tal vez, su primera intención fue esa, pero a mi parecer, se quedó simplemente en el intento. En el texto abundan las frases cortas y los enunciados simples cayendo a veces en la bobería, como vemos en este tipo de frases: “Encajar es un sentimiento agradable”.
La protagonista, que no está muy bien de la cabeza, como descubriremos al final, hace una disección de los trabajos del hogar y de la limpieza (“la madera ama los aceites. El vidrio y el cristal el vinagre”) con un tono muy de andar por casa, en una prosa que quiere ser profunda (“se mata conscientemente. El mal no es una fuerza es un concepto (…) el compromiso que te pide la vida, la muerte te lo exige”) pero que se queda en la enunciación de frases, a fuerza de su simpleza, en irrisorias y absurdas. 
Tal vez, todo se deba a mi rechazo a las sentencias en medio de una trama novelística, una manía eyaculatoria que detesto, que no aporta nada y que desvela un deseo de pontificar de la que rehúye la buena novelística.
Por otro, el único personaje, la protagonista no es nada interesante, en su deambular nocturno en busca de un sitio donde dormir o en su estancia en las casas donde trabaja limpiando, va filosofando sobre la vida y el destino (Eva qué vas a dejar para cuándo seas mayor) pero que acaba en simples y manidas sentencias (“El mundo es un pecado. Un error. El mundo es un enfermo que requiere cuidados constantes. El mundo se pudre donde no hay manos”)
Continúo la lectura, a mi pesar, y sobre todo porque es una novela corta y me la han regalado, esperando a ver qué pasa en la segunda parte en “fascinación” Pero no ocurre ni cambia nada mi primera percepción. 
Continúo leyendo esta historia vacua y plana, esperando llegar a algún clímax, pero todo es previsible, somero, abundan las elipsis en la trama que no ayudan a la línea narrativa y que parece solo prefabricado para lanzar frases de este tipo: “El discurso, el discurso es al silencio lo que el pájaro al tejado”
En fin, juzguen ustedes por sí mismos. Feliz lectura. 

sábado, 14 de octubre de 2023


Querido blogs: 


Cuánto tiempo sin vernos ni hablarnos. 

Nosotros que fuimos tanto, que tanto nos quisimos, y ahora, ya ves, pasamos cada uno por su lado como si nunca hubieras existido. 

Y con todo lo que me diste:  noches febriles de creación, debates inacabables, viajes, solsticios y equinoccios   envueltos en delirios. 

Aquí, mi alma creativa, encontró su hueco, su espacio de encuentro y de huida. 

Aquí empezó “Piel de cebolla” antes de que hubiese existido y “Tierra quemada” en sus inicios y tantos que guardo a la sombra. Te abandoné por el Facebook, y luego por Instagram y al final, nada era lo mismo. 

Porque este blog era como ese diario que tenías de pequeña, rojo con un candado y una llave dorada, que esperabas que nadie leyera, o que alguien lo leyera y cambiara tu vida. 

Como si la literatura fuese a cambiar algo, como si la vida no se desenvolviese caótica y nueva a cada vuelo, ausente de tus deseos.

Y ahora vuelvo de nuevo, más vieja y más sabía, con mi nuevo libro a cuesta, igual de soñadora que esas nubes que ves ahí arriba, volando siempre, de sur a norte y de isla en isla, multiplicada en otras vidas y llevada por la pasión de escribir.


 Mircea Cărtărescu, lo dice mejor:


“Como escritor, te irrealizas con cada libro que escribes. Siempre quieres escribir sobre tu vida y siempre escribes solo de literatura. Es una maldición, una Fata Morgana, una forma de falsificar el simple hecho de vivir, de ser verdadero en un mundo verdadero. Multiplicas mundos cuando tu propio mundo debería bastar para llenar millones de vida”


Mi propio mundo no basta. Escribir lo suplanta. No sé vivir en un solo mundo, aprendí demasiado pronto a escapar en las páginas de un libro. 

Querido diario no te olvidé realmente, te repartiste en los libros que escribí, te dejé en todas las novelas, cuentos, y poemas que nunca leíste.  Me diste el aliento, la respuesta, la mano tendida que ahora tomo para presentarte mi nuevo libro.

“Tierra quemada” partió de la necesidad de hablar de lo impredecible, del fuego y la violencia, de renacer de las cenizas y guardar, de alguna manera, la memoria de lo que fuimos.

Pero una escribe una cosa y los lectores, casi siempre, ven otra. 

Ese es el juego mágico de los espejos imposibles. 



Fotos: La autora y Lana Corujo (creadora de la portada)

Nubes desde el avión dirección a mi isla, Lanzarote. 

y Tierra quemada de Ediciones remotas.







domingo, 6 de octubre de 2019


Si el horror

Si el horror se normaliza,
no es menos horror
sino más profundo aún si cabe,
pues entonces es que se ha instalado
definitivamente en las cloacas de nuestras miserias humanas.

Si el horror se hace  cotidiano
y uno se acostumbra a vivir 
en la constante putrefacción de la carne
y en el  minuto de silencio.

Si el horror se vuelve el pan de cada día
y se anuncia en televisión como una muerte anunciada.
Si se apodera de nuestras palabras
e invade por completo todo nuestro vocabulario,
y ya todas las palabras son horror, horror, horror:
pájaro horror, montaña horror,  roca horror,
y ya no existe más que horror empañando la tarde.
Es hora de que levantemos  a los muertos de los cementerios.

Porque si el horror se vuelve cotidiano,
hay que sacar el hacha,
atravesar la jungla,
emprender  el vuelo,
y conquistar de nuevo las palabras.

Que el horror  no sea más que una palabra
con demasiadas oes y demasiadas erres,
una analfabeta palabra
que nadie escuche,
que nadie cante.

Para que se vaya el horror
te nombro:
horror,  horror, horror  cotidiano,
y gasto tu nombre para que no suene más,
y que sean  sólo palabras limpias 
las que digamos.

lunes, 16 de septiembre de 2019

El silencio


Describir el silencio
Nombrar lo que no se puede nombrar
Buscar el nombre
la palabra no dicha.
Nombrar el dolor
Escribir sobre el silencio.
El complejo bosque del silencio.

martes, 30 de julio de 2019


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El hombre perro de la Habana

Querida amiga:
Después de recorrer tanto, de llegar hasta playa Girón, de dormir en Playa Larga o en la Costa de los Mosquitos, de atravesar Cienfuegos y la bella Trinidad, regresamos a la Habana para encontrarnos de nuevo con el “hombre perro”. 
 Allí estaba, se lo aseguro, entre la calle L y la Veintiuno, rodeado de perros (treinta y cinco para ser exactos) y  una montaña de libros  que llegaba al techo,  en medio de aquel almacén oscuro y trancado con una cancela de madera baja para que no se escapasen los perros pequeños. Y heme aquí con este  Quijote  revivido y mortal,  que me hizo recordar a usted. 
Se lo aseguro, que no miento ni exagero. Fue tal la fascinación que ejerció sobre nosotras aquel hombre humilde y sabio  que volvíamos a aquella librería, albergue de perros abandonados, rastrillo de libros imposibles y almacén de las maravillas, todos los días restantes que permanecimos en La Habana. No sólo porque en aquel lugar  podíamos encontrar todos los libros que quisiéramos– el hombre perro podía encontrar debajo de aquella montaña de ejemplares cualquier autor que nombraras–,  sino porque en medio de ese  perfecto caos,  en aquella biblioteca soñada, entre canes expectantes de toda clase y cachorrillos recién nacidos, estaba él, el hombre perro, mirándote, como si te preguntase con aquellos ojos, los  más dulces que jamás vi. ¡Con qué delicado amor agasajaba a sus amigos perros! ¡Con qué cariño les hablaba  a las abandonadas criaturas! Todos tenían su hogar allí, todos tenían una historia: el perrito cojo, el sarnoso albino, el viejito ciego, la celosa perra madre de cachorros ajenos... Todos viven y moran en aquel almacén de otro mundo.
No deje de visitarlo si se decide finalmente a pasar por aquí. No se arrepentirá, no sólo porque este Quijote viviente es capaz de encontrar entre esa torre de Babel cualquier ejemplar, inédito, firmado,  descatalogado, que usted desee encontrar,  sino porque es el más hermoso, disparatado, lúcido y encantador ser humano que pueda usted llegar a conocer. Él fue el culpable de que dejase la mitad de la ropa en ese almacén de libros para hacerle espacio a los libros en la maleta. No me arrepiento,  me llevo a Pedro Juan  Gutiérrez, el autor de la trilogía sucia de la Habana,  unas cuantas novelas de Padura, cuentos completos  y poesía  de Virgilio Piñera, cuentos eróticos de autoras cubanas, y otros tantos escritores cubanos desconocidos para mí y recomendados  por el hombre perro.  Porque,  amiga mía, Cuba, como todos estos libros que esperan en mi mesilla para ser leídos,  es un país que nunca se acaba de descubrir.