viernes, 26 de julio de 2013

El perdón



El hombre que aparentaba no menos de ochenta años giró su cuerpo hacia los altos edificios esquivando el rostro de la mujer. Esta por su parte, mostraba el gesto inquieto de alguien que quisiera a escapar de un momento a otro. Sentados, frente a frente en aquella terraza, formaban una extraña pareja. La mujer conversaba sin cesar sobre asuntos banales, como si temiese dejarse caer en una  grieta, en un hueco en su discurso donde pudiera introducirse algo de verdadera importancia.
El anciano, en cambio, llevaba rato sin decir nada,  apenas miraba a la mujer concentrado como estaba en la contemplación de aquel paisaje urbano. En realidad, trataba de buscar las palabras apropiadas con que comenzar lo que tenía que decirle.
Por fin habló.
-       Sólo quisiera, que antes de morir, si pudieses, me perdones.
La mujer observó la piel cetrina del cuello del anciano a la altura de sus ojos. Se dio cuenta de que si la miraba bien, parecía casi azul, con esas venitas rojas como surcos en una  tierra ajada y mortecina. Se concentró en esa tierra muerta y trató de no pensar nada, tampoco fue capaz de decir nada, al menos, no inmediatamente, permaneció en silencio, mirando el mismo paisaje urbano.
- No odio a nadie.- dijo de manera casi inaudible
El hombre asintió  y siguió hablando.
-       Era joven, el alcohol... me volví loco. Todos cometemos errores de juventud..
La mujer se removió incomoda en su sitio, torció el gesto en una sonrisa amarga.
-       Errores de juventud, seguramente tú también…- continuó.
Los pensamientos se agolpaban en su mente, hubiese querido decirle tantas cosas, pero apenas podía articular palabra.
-       Sólo siento que a tu hija le pasara lo mismo.
-       Oh, pero aquello no fue lo mismo. En realidad, yo sólo... era muy joven...
El hombre sostenía la taza de café mientras hablaba con energía renovada. Los labios amoratados por el frío se concentraban y articulaban palabras que la mujer ya no oía. Ella permanecía silenciosa, sin inmutarse, mirando ahora el paisaje desolado de edificios a punto de ser derruidos.
Nunca lo perdonaría. Lo supo tiempo después cuando estuvo a su lado, junto a su lecho mortuorio. Nadie podría convencerla de que debía hacerlo. Hay cosas que se no perdonan nunca, se olvidan, se fuerzan a desaparecer para seguir viviendo, pero no se perdonan.
La mujer había comprendido finalmente que él quería seguir formando parte de su vida, incluso, a través del perdón. Era su manera de poseerla. Si hubiese sentido de verdad deseos de ser perdonado, pensaba,  habría respetado su silencio.
Finalmente, el hombre se levantó satisfecho, ella lo había perdonado, precisamente porque nunca podría perdonarle.
La mujer se incorporó también, había venido a decirle que se iba, empezaba una nueva vida fuera de la ciudad. El moriría pronto, si embargo,  a ella le quedaba mucho camino por delante, exento del perdón, lleno de rabia y dolor para siempre, pero también de alegría  y superación. Esta vez no, no iba a caer en sus trampas, ya no era una niña.
Arrancó el coche y emprendió rumbo a su casa. Atardecía, por el movimiento de los árboles al borde de la carretera supo que era la hora en que la brisa de la tarde da vuelta a la esquina y cambia el tiempo.

7 comentarios:

yo misma dijo...

No sé cuál es el fondo..pero de igual manera lo conozco..el final es perfecto. Un saludo.

ISA dijo...


Aunque es un relato podría haberlo escrito yo casi todo como parte de mis "memorias". Tremendo.
Y yo ni perdono, ni olvido y el de "80" años se murió, unos cuantos años después y solo como un perro.
De esto ya hace años y no he sentido remordimiento jamás. Pienso muy seriamente y es mi "consuelo" que el/la que la hace la tiene que pagar. Y en esta vida, que de la otra no ha vuelto nadie ha decirnos cómo es.

ISA dijo...


Aunque es un relato podría haberlo escrito yo casi todo como parte de mis "memorias". Tremendo.
Y yo ni perdono, ni olvido y el de "80" años se murió, unos cuantos años después y solo como un perro.
De esto ya hace años y no he sentido remordimiento jamás. Pienso muy seriamente y es mi "consuelo" que el/la que la hace la tiene que pagar. Y en esta vida, que de la otra no ha vuelto nadie ha decirnos cómo es.

LaCuarent dijo...

¡¡¡A sus pies maestra!!!

Un besote

ISA dijo...


que bestia soy. Eso me pasa por escribir deprisa y corriendo (como lo hago todo, por otra parte):

A DECIRNOS CÓMO ES

(voy a flagelarme un rato)

TORO SALVAJE dijo...

Dejà vu.

Prefiero no pensar.

Besos.

Esilleviana dijo...

Casi inconscientemente el perdón acaba reinando y prevaleciendo en los últimos momentos.

Siempre es un gusto leerte :))

un abrazo