Me tomé la pastilla contra el mareo,
apagué luz individual de mi litera y cerré los ojos. Pero no pude dormir. El mar parecía en calma, pero la pareja
del camarote contiguo no. A través de las paredes las voces iban en aumento. No
sé cuanto tiempo siguieron así, discutiendo. En un momento de la noche oímos a
la mujer pedir auxilio. Unos niños pequeños se unieron al grito desesperado de
su madre. Encendí la luz y me puse en pie de un salto.
- ¿Están
escuchando? - les dije a mis compañeras de camarote.
Las mujeres adormiladas, asentían.
Habían encendido la luz también. Una de ella me miraba preguntándome qué hacer.
- ¡Voy
a tocarle en la puerta¡ No quiero ser cómplice de lo que esté pasando ahí - y
salí corriendo hacia el camarote contiguo.
Aporreé la puerta. Un hombre de
mediana edad me abrió la puerta.
- Oye
¿Qué es lo que está pasando?- le dije- voy a llamar a la policía.
- Llama
a quién quieras- me respondió con acento extranjero y cerró la puerta de nuevo.
Descalza y en pijama, corrí por los pasillos del barco con el
corazón en vilo. Algunos pasajeros dormían en las butacas. En el bar encontré a
un miembro de la tripulación. Le conté lo que estaba sucediendo en el camarote
612. El joven llamó al sobrecargo y a dos tripulantes más que se unieron en la
carrera por el pasillo detrás de mí. Cuando tocaron a la puerta, los ruidos
habían cesado. El mismo hombre abrió la puerta de nuevo. Pero esta vez su respuesta fue más
calmada. Por la abertura de la puerta observé cómo un niño, de unos ocho años, desde
lo alto de la litera, me miraba asustado.
- ¿
Ha habido ruidos en este camarote?- Le preguntó el sobrecargo.
Entonces regresé a mi camarote. El
mar estaba en calma. No volví a oír nada durante toda la noche. Pero la mirada
asustada del niño se me había clavado dentro y no podía dormir.
A las seis y media y m el
megáfono anunció a los pasajeros que atracaríamos en media hora. Abrí los ojos,
pesadamente, me vestí, cogí mis cosas y me dirigí hasta el sobrecargo para
preguntar qué había sucedido.
- Bajamos
al hombre a la planta baja, le quitamos la llave y le prohibimos que subiera a la habitación donde estaba la
mujer y los niños- me respondió.
- ¿
Nada más?- dije atónita.
- Le
preguntamos a la mujer y dijo que se encontraba bien, que no quería que
llamáramos a la guardia civil.
- ¿
Y ustedes ? ¿ No van a tomar otras medidas?
- Bueno,
la cosa se quedó tranquila. Al parecer él estaba algo borracho.
- ¿Y
ya está?
- Bueno,
nosotros no vimos nada, realmente.
- Pero
las demás pasajeras del camarote y yo misma, sí. Oímos cómo la mujer y los
niños gritaban pidiendo ayuda.
El sobrecargo,
un chico joven de apenas treinta años, se alzó los hombros.
- ¿Saben
que por la nueva ley tienen la obligación de denunciar los hechos aunque la
mujer no quiera?
Ahora el sobrecargo me miraba
como si la loca fuera yo. Simplemente, no querían problemas. La cosa se había
arreglado entre hombres. Él estaba un poco borracho, se había puesto algo violento
y ya está. Eso era todo. Qué más podían hacer.
- No
se preocupe- le dije secamente- Voy a estar en la isla unos días. Yo misma haré
la denuncia.
Aún era de noche cuando el barco
atracó en el muelle de los Mármoles. La ciudad parecía dormida. Atravesé las
calles solitarias de Arrecife y llegué a la comisaría. Le conté al policía de
guardia lo que había sucedido. El policía tomaba nota de todo.
- Quiero
también denunciar la pasividad mostrada por la compañía naviera Armas en este
asunto- concluí.
El policía asintió y siguió
tecleando en el ordenador. Luego, conduje despacio hasta la casa de mi madre.
Cuando llegué, la mirada del terror del niño, aún no había desaparecido de mi
retina.
4 comentarios:
Si así actuara todo el mundo esta lacra dejaría de existir en poco tiempo.
Muy bien.
Mi aplauso para ti.
Besos madrugadores.
Frente a la violencia machista, si no haces nada te conviertes en cómplice.
Un cariño, profe.
Bien hecho. Así deberíamos obrar todos.
Hay qlgo nocivo en esta forma de afrontar el tema que se está proponiendo/imponiendo como la idónea. La mujer dijo que no quería que se llamara a la guardia civil, por qué una persona que no sabe nada ni de ella ni de sus circunstancias habría de estar más capacitada para decidir sobre su vida? Creo que hiciste bien en atender su llamada de auxilio y presentaros en el camarote. Pero que hiciste mal en denunciar cuando ella dijo que no quería hacerlo. Ni siquiera sabes por qué no quería. Y en todo caso se trata de empoderar a las mujeres no de seguir tratándonos como si fueramos incapaces de decidir por nosotras mismas y alguien hubiera de velar por nuestro bien. Aparte de que denunciar no es ninguna panacea, incluso puede ser contraproducente.
María
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