Para llegar al barrio de los
olvidados hay que atravesar la ciudad y serpentear dentro de sus arterias desgastada.
A esas horas, y a solo dos días de Navidad, las calles permanecen calladas y solitarias. Casi nadie a estas
hora pasa por ellas, como si sus moradores se refugiasen de un viento frío y
húmedo al que no están acostumbrados.
Una mujer de mediana edad camina
esa mañana con paso decidido por entre sus calles. A cada trecho, se detiene y
contempla lo alto de las casas para buscar los nombres en ellas escrito. Interrumpe
su paso frente a un edificio nuevo de tres partes que no ha acabado aún de
construirse ni probablemente lo hará nunca. Han arrancado las puertas y las
ventanas y desde el exterior se ve
sólo los pisos vacíos y desmantelados. El aspecto de abandono, de ciudad en
guerra le parece extrañamente desolador y atrayente. Un hombre se detiene a
contemplarlo como ella.
- Ha
visto lo que han hecho- se dirige hacia ella- Han arrancado hasta los cables, se lo llevan todo.
La mujer asiente, desconfiada, pues el hombre tiene una
aspecto tan descuidado que podría
ser mismo el autor de todo aquello.
- Se
lo llevan todo, eso son los moros- dice reanudando su paso.
Si el mundo se acabará un día
seria como este barrio , piensa. A lo lejos, en un descampado, los chicos
juegan al balón. Misia que así se llama, contempla el horizonte, el cielo se ha coloreado de rosa y violeta. De pronto se encuentra con la
calle y la casa que busca. La puerta de hierro verde del portal está cerrada y
el telefonillo hace tiempo que dejó de funcionar. A pie de calle, hay una
ventana con rejas y cortinas
sucias por donde se oye una a televisión encendida.
- Nicolai-
susurra la mujer hacia la ventana- Nikolai.
Nadie responde, pero está segura
de que es ahí, así que decide esperar a que algún vecino le abra la puerta. Misia
se sienta en el borde de la acera, entre dos coches, y espera. Desde allí puede ver el final de la
calle si mira a la derecha o el cambiante malva del cielo si lo hace a la
izquierda.
No espera demasiado porque después
de unos minutos un hombre se acerca desde el final de la calle con paso
vacilante. La mujer se levanta decidida y camina hacia él. Tiene el mismo aire
desgarbado y perdido de siempre, se dice con ternura. Cuando piensa esto se da
cuenta de que el hombre ha desaparecido en el cruce de la calle. Era él, estaba
segura, no podía haber sido otro. Camina angustiada uso paso y luego, se tranquiliza, pues se da cuenta de que
en la esquina hay un bar y se debe
haber metido en él.
Allí está Nikolai, desde la
puerta lo observa, reclina la cabeza en señal de reconocimiento, en un gesto
dulce, como si fuese la última vez que lo contempla. Pero Nikolai permanece
absorto frente a la máquina de cigarrillos. De pronto, se da la vuelta y le sonríe
sorprendido mostrando una amplia
sonrisa.
Nikolai camina hacia la mujer
tendiéndole los brazos, le ofrece
sus mejillas pero ella lo estrecha
contra su pecho.
- Nicolai,
Nicolai. . – qué has hecho – le dice en tono lastimero.
- ¿
Qué haces aquí? ¿Cuándo has llegado? Vamos Invítame a una cerveza. – le
dice contento de verla.
Misia se sienta junto a él, en
una de las mesas del bar vacío.
Sólo hay un anciano, sentado en una banqueta junto a la puerta y la camarera,
que sostiene a una niña pequeña encima de la barra.
- Cómo
estás Nikolai- le dice mirándole a los ojos la tía Misia.
Nikolai guarda aún la belleza de
su juventud, tiene un rostro de flecha, de ángulos simétricos y equilibrados, y
una sonrisa infantil siempre dispuesta. Tiene aún la mirada abierta
y perdida de un niño, se dice.
- Cómo
estás tú, qué delgado estás, querías adelgazar ¿no? –le dice finalmente.
- Sí,
un poco, invítame a una cerveza, anda.
- Pero,
no puedes, Nikolai.
- Sólo
a una.
La mujer se resigna y pide a la
muchacha frente a la barra dos cervezas. Busca los ojos de su sobrino, ahonda
en ellos. Se da cuenta de que tiene la mirada encendida y perdida de un loco. Las
manos le tiemblan, levemente, como un cuervo aterido de frío sobre un cable eléctrico.
- ¿
Cómo has llegado a esto?
El hombre alza los hombros y deja
de sonreír. Los ojos pardos y vacíos se hunden en un vacío lejano, eléctrico y desolado, dos órbitas perdidas en el firmamento de
sus ideas.
- No
sé.. Fueron sólo tres días, me
volví loco, la puta coca, pero ya
estoy mejor.
Tiene los hombros caídos hacia delante, parece a punto de
quebrarse. Con una mano pequeñas de dedos infantiles bebe un largo trago y
sonríe a la mujer que lo mira con ojos tristes.
- Ahora
voy a hacerme una cura de sueño, una semana o diez días durmiendo y luego me
levanto nuevo, te lo juro, ya pasó. Sólo estoy esperando a que pasen estas fiestas
y abran el centro, luego cobraré
el paro y me iré lejos de aquí, al
Perú…
- Al
Dorado…- responde con sarcasmo Misia- Lo tenías todo, trabajo, novia..por qué..
- la
gente aquí es basura- responde con rabia y altivez.
- nunca
lo dejaste. Nikolai
- La
gente del trabajo me rechazaba,
las tías si no te costaban con ellas te apartaban. Son un asco., no lo
soporto a la gente de aquí. Tengo que largarme.
- En
cualquier sitio vas a ser tú.- le dice Misia
- No,
pero allí será diferente. Te lo prometo, me voy a ir, sólo quiero entrar y
limpiarme, ella me está esperando, pero tengo que hacer la despedida hoy y luego, ya me quedo tranquilo en mi cuarto, te
lo prometo… -
Nikolai dice esto de un tirón como si se lo hubiese aprendido
de memoria, como si en realidad, los demás fuesen a creerse sus propias
historias
- Dejame
treinta euritos para la despedia , y luego ya me quedo tranquilo.
Tía Misia lo mi consternada,
advirtiendo que esta vez ha tardado
menos de lo habitual en pedirle
dinero. Parecía tan cambiado hacia
tan solo unos meses estaba tan bien. Cuándo había vuelto a recaer de esa manera.
Y cada vez de forma más atroz, más agresiva y dura la caída. Hasta cuánto, hasta dónde.
- No,
no he traído dinero porque sabía que ibas a hacer esto.
Nikolai la mira con pánico intentando buscar en su mente aturdida
un ardid con el que convencer a la mujer que ha venido como una luz salvadora
hasta su puerta.
- ¿Quieres venir a mi casa? Está aquí, no
es mucho, está hecho una mierda el apartamento, pero me van a cambiar pronto a otro. Pero para que veas que me voy
a quedar aquí tranquilo, sin salir, con mis libritos. De verdad, sólo que
hoy necesito la despedida, en
serio, esta última vez, y ya me quedo en mi casa tranquilo, pero necesito
despedirme.
Misia quiere creer pero ya no
puede. Por eso a veces le dice frases lapidarias o mordaces, a veces asiente antes sus propias
mentiras como si fuese la última concesión. Acaban la cerveza y caminan en
silencio hasta la vivienda. El bloque de apartamentos esta compuesto por varias
pequeñas viviendas compartidas en dos pisos. Casi todas tienen las puertas de entrada abiertas a los demás vecinos.
Hay gente en los pasillos de entand o a las otras casas.. Misia piensa en una
cárcel sudamericana donde los guardianes se mezclan con los presos.
- Este
es el apartamento- le dice Nikolai abriéndole la puerta.
Misia debe ahogar el gesto de
asco que le provoca lo que contempla. En el salón cocina hay unos sillones
viejos ya sin color y roídos por la mugre, sobre este y sobre los estante se agrupan sin orden ni
concierto la ropa esparcida. La tia
Misia se detiene frente a unas botas que hay sobre la mesa, piensa
inmediatamente en quitarla porque es supersticiosa y sabe que eso da mala
suerte, pero se refrena ante la inutilidad de un gesto.
- Mira
tengo comida, lo ves- y le señala una bolsa repleta de alimentos.
- Si.
.. pero está todo …asqueroso- dice observando unas cucarachas muertas en el
frigorífico abierto.
- Sí
me lo dieron así, pero mañana me cambian a otro mejor.
- Ya-
dice desolada
- Venga,
Zaza dame treinta euritos, de verdad que sólo quiero darme la despedida, ahora
estoy tranquilo, mira voy a quedarme aquí, tranquilo, hasta que abran el
centro.
- Como
te puedes engañar tanto. En serio piensas seguir destruyendo la vida de todo el
que te rodea- le dice con la voz quebrada- Tu madre, no te da pena de tu madre,
mírala. Sólo piensas en ti, en tu puta droga, como has hecho esto de tu vida. ¿Vas a hacerle daño también
a esa chica?
- No. En serio, estoy enamorado, nunca lo
había estado, pero lo estoy, te lo juro, voy a ir a Perú a vivir con ella, allí
todo será diferente, aquí no puedo
vivir la gente, todo el mundo me juzga.
La tia Misa o Zaza como la
llamaba él de pequeño apenas acierta a pensar que aquel temblor de sus manos
pequeñas, el brillo encendido de sus ojos sin vida, sólo delatan que su única
pasión desenfrenada es la muerte. Cómo podía mentirse así. Acaso todos nos
mentimos, piensa, mirando tras las cristaleras del ventanal sucio.
- Mira
mi analítica- Nikolai mantiene un
documento médico entre las manos.
- Fracaso renal agudo...¡ fracaso¡ como yo
mismo.
Misia no responde No sabe qué
decir ante tanta destrucción y dolor. Sus ojos se posan en los muebles mugrientos
de la casa, en los objetos esparcidos por todas partes, en la cama de mantas
asquerosas y tiesas de tanta suciedad, en la cocina cubierta de polvo y telaraña.
- ¿
me vas a dejar esos treinta euritos para la despedida?
Cuánto tiempo lleva despidiéndose
de la vida, cuántas veces, mientras se clavaba la aguja en el brazo se diría a
sí mismo que esta vez sería la
ultima. Misia permanece en silencio intentado buscar respuestas a algo que no
entiende, cómo puede llevar esa vida de aniquilamiento. Sabe que no puede hacer
nada por él, nadie puede hacer ya nada por él.
- Cuándo
vas a madurar y a dejar de echarle la culpa a los otros…- le dice después de
abandonar el apartamento.
Nikolai la acompañará un trecho
de vuelta a casa, ya ha empezado a oscurecer y el aire ha refrescado.
- Te
acompaño hasta el cajero, entonces.
- No.
No te voy a dar dinero- le dice tajante.
- Por
fa, es sólo hoy, de verdad para la despedida, si no lo voy a conseguir por ahí,
como sea- le suplica.
- Nikolai,
es que no quieres vivir, es que quieres morirte.
- A
veces sí- responde
Misia no dice ya nada, sigue
caminando dejando atrás las casas bajas, el barrio humilde y pobre. Nikolai
seguirá insistiendo una cuadra más, luego desaparecerá ya para siempre. La
figura de Misia, en la oscuridad, a lo lejos, ya saliendo del Barrio de los
olvidados, parece aún más pequeña.
8 comentarios:
Nikolai murió hace mucho.
Ahora falta enterrarlo.
Cada vez hay más como él.
Una pena.
Besos.
Es como un cuento triste de navidad, me gusta ese topónimo, 'El barrio de los olvidados',y es un acierto empezar el cuento precisamente con el nombre.
Feliz año.
Un beso.
Cuanto dolor, cuanta impotencia......pobre madre, pobre de aquellos que rodean al "muerto en vida",.....lo se, Misia.
cualquiera puede tener mala suerte, pero el juego no se acaba hasta que nos morimos. Quizá lo logre, quizá después de todo se vaya a Perú
besos,
el barrio de los olvidados.. para q no te olviden, tienes q ser como el resto y vivir una falsa vida, y no te olvides....
Creo que Nikolai vive en muchos, que como él, van muriendo cada día un poco.
Tremenda realidad.
Abrazo!
No quiero comentar tu escrito, porque esas "realidades" son demasiadas...
Que tengas un Feliz año por estrenar
Esta es la triste existencia o realidad de muchas personas, controladas y dirigidas por cualquier sustancia química y externa... da miedo!
Muy bien escrito, profesora :))
un abrazo
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