Los chicos me
preguntaron como era aquél lugar en el que había estado. De pronto todos los
ojos me miraron y el silencio se hizo en la clase. No supe qué decir.
-
Triste- respondí.
Entonces imaginé
los estrechos pasillos grises, las celdas cerradas con muchachos, la mirada
desahuciada, el llanto ahogado en mitad de la noche. El sonido metálico de los
cerrojos al cerrarse sobre ellos.
-
Y ¿ A quién conocía allí?- preguntó el chico con
curiosidad.
-
Hace muchos años de eso- le dije -los chicos de
antes ya son hombres ahora.
-
Pero a quién- insistía mi alumno.- Yo conozco a muchos allí.
-
No sé quiénes eran, sólo sé que eran niños,
adolescentes como ustedes que se derrumbaban cuando entraban en la celda.
Tendría que
haberle dicho que cuando se vive eso nunca se olvida, siempre se quedará ahí en
un lugar donde el dolor no tiene nombre. Entonces se toma conciencia de que
este mundo no tiene sentido, de que todo es incierto y lacerante como la mirada
de un niño encarcelado. Pero no podía decirle aquello, yo era la profesora de
ética.
-
y ¿cómo eran?
-
Como ustedes, adolescentes. Espero que ninguno de ustedes acaben nunca allí.
El silencio se
hizo en la clase. Un silencio ínfimo, desolado. Había entrado en la clase y me
habían recibido como se espera de ellos, como chicos malos, lo peor de todo el
centro. Dos muchachas se apoyaban en la
puerta, tuve que pedir permiso para entrar. Cuando la cerré detrás de mí
el grupo seguían hablando, ruidoso.
Al principio
pensé que no advertían mi presencia, pero luego supe que era un plan
estratégicamente diseñado, practicaban su especial rebeldía contra el sistema.
Yo era el otro y me ponían a prueba.
Aquel era el rito de iniciación. Profesora nueva, y ellos, la basura del
instituto. Su propio nombre los etiqueta, diver, diferentes, la escoria del
Centro.
-
Alguien podría decirme lo que significa ética-
pregunto.
-
No-
responde una voz baja.
-
Dígalo
usted.- me pide alguien.
-
Alguien sabe lo que es ser una persona ética- continúo.
-
Una
persona correcta- responde una alumna.
-
Eso es. Alguien que hace lo correcto. ¿Pero qué
es lo correcto? ¿ cómo diferenciarlo?
Luego vino la conversación distendida, el debate sobre sus intereses, sus
ilusiones, sus sueños y posibilidades. No sé cómo acabamos allí, en las
cárceles de menores que tanto interés suscitaba.
- Triste- sólo pude decir- no hay nada más triste que un niño desesperado
de dolor en una celda.
6 comentarios:
He visto muchos menores ingresados en centros de reforma y es lo más triste que uno se pueda imaginar.
También en centros de protección, abandonados, maltratados, y ciertamente también duele.
He visto adultos en cárceles y es un horror.
Los submundos de este inframundo.
Besos.
nada más triste que un niño abandonado a su suerte..un beso.
Actualmente y, usted sabe mucho sobre este tema, la secundaria obligatoria supone una especie de cárcel, obligada para muchos alumnos/as, desmotivados, desinteresados por toda clase de aprendizajes, solo necesitan dar con una guía y una persona experta como usted, profesora. Enhorabuena, por hacer lo que hace y hacerlo tan bien.
un abrazo :)
Las celdas son tristes para todos. No puedo evitarlo:
no hay nada más triste que un niño/hombre desesperado de dolor en una celda.
Abrazo gigante!
Eso amiga mía es conectar, aunque sea por lugares tan sombríos
Besos
No creo que tus alumnos puedan olvidar fácilmente esa chalra, y a muchos puede que les haya enseñado un camino.
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