Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta
cosas al mismo tiempo.
Ansío con una angustia de hambre de carne
lo que no sé
qué será
—definidamente por lo indefinido...
Duermo inquieto, y vivo en un
soñar inquieto
de quien duerme inquieto, mitad soñando.
Me cerraron todas las puertas abstractas
y necesarias.
Corrieron las cortinas de todas las hipótesis que podría ver en
la calle.
No existe en la travesía hallada el número, de la puerta que me
dieron.
Desperté a la misma vida a la que me
había dormido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños
se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta —hasta
esa vida...
Comprendo a intervalos
inconexos;
Escribo en lapsos de cansancio;
y un tedio que lo es hasta del tedio
me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro, compete a
mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan
náufrago;
o qué palmares de literatura me darán al menos un verso.
No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa
alguna...
Y, en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos
últimos del alma donde rememoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de
lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse
mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos
soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en
Dios.
Otra vez te reveo,
Ciudad de mi
infancia pavorosamente perdida
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí
¿Yo?
¿Pero soy yo el mismo que aquí vivió, y aquí volvió,
y aquí volvió a venir, y a
venir,
y aquí de nuevo volvió a venir?
¿O somos todos los Yo que estuve aquí o
estuvieron,
una serie de cuentas-entes unidas por un hilo-recuerdo,
una serie
de sueños de mí de alguien de fuera de mí?
Otra vez te reveo,
con el corazón más
lejano, el alma menos mía.
Otra vez te reveo —Lisboa y Tajo y
todo—,
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas
partes,
casual en la vida como en el alma,
fantasma errando por salones de
recuerdos,
al ruido de los ratones y de las tablas que crujen
en el castillo
maldito de tener que vivir...
Otra vez te reveo,
sombra que pasa a
través de sombras, y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida,
y entra
en la noche como se pierde un rastro de barco
en el agua que deja de oírse
Otra vez te
reveo,
pero, ay, ¡a mí no me reveo!
Se rompió el espejo mágico en que me reveía
idéntico,
y en cada fragmento trágico veo sólo un pedazo de mi —
¡un pedazo de
ti y de mí!...
Fernando Pessoa.
(1926)
5 comentarios:
No sé si las ciudades son tristes y alegres.
Me temo que somos nosotros.
Ellas se dejan querer.
Besos.
"Cosas que leo" dice tu etiqueta... qué buenas cosas lees Ico.
Besos.Lenteja
Buena escogencia, Ico, me encanta Pessoa, sobre todo "El poeta es un fingidor", lo tengo de cabecera, nunca me canso de releerlo...
Un abrazo desde Caracas.
Recién reveía la ciudad que fue de mi hija y mía y ya no lo es...ya no es.
Que casual y encontrarte en esto!
Abrazo
Lisboa y Pessoa es pura saudade como «bem que se padeçe y mal de que se gosta».
un abrazo :)
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