Este fin de semana aproveché el día de Canarias, como muchos canarios, o al menos aquellos que aún pueden, para irme de puente a Barcelona.
Allí viví, (imposible eludirla) la victoria del Barça y la celebración entusiasta que se llevó a cabo poco después en sus calles principales. Muy cerca de allí y, casi confundiéndose, los indignados resistían formando parte del espectáculo circense en la Plaza de Cataluña.
En medio de la muchedumbre victoriosa me dio por pensar que hay manifestaciones, como esta del Barca, que por alguna razón que me cuesta entender, arrastra a multitudes enfebrecidas llevándoles a una especie de comunión exaltada de todo un pueblo, pero que indudablemente este fenómeno forma ya parte de su idiosincrasia.
Todo esto me llevó a reflexionar en cómo elementos como este tienden inevitablemente a cohesionar a un colectivo y los hace formar parte de una bandera y un mismo sentir. Este pensamiento me llevó a otro más triste, a la constatación de la distancia planetaria que nos separa a los canarios de los catalanes.
Así, mientras hablaba con algunas amigas y conocidos, me llamó fuertemente la atención una frase dicha en medio de la conversación pues proyecta de manera precisa, a mí entender, la imagen que se tiene en la península de los canarios: no se os oye. Y es que es cierto.
Cuánta razón tenía. El canario no protesta, no se queja, no reclama, aunque sea la autonomía donde exista el mayor nivel de paro y donde los niveles de exclusión social están llegando a límites alarmantes. Y esto es así porque, como bien dijo Manuel Alemán, hace ya más de veinte años, en “psicología del hombre canario” dentro de las características del hombre canario están la del servilismo, la resignación o lo que es peor, el complejo de inferioridad ante lo foráneo, elementos todos propios de un pueblo que fue colonizado y que llega aún hasta nuestro días.
De esta forma, no es raro que el día de Canarias pase sin pena ni gloria y sea una mera celebración sin importancia a golpe de timples, sancocho y papas arrugadas, como mejor ejemplo de nuestra identidad canaria.
“No se os oye” repiten, “pero os sentís españoles, preguntan algunos osados. “Las Palmas, Le canaries, pas Palma de Mallorca” oigo decir a una francesa mejor informada en el avión.
Sí, señora, nos sentimos españoles, pero de segunda fila, o de tercera, somos sol y playa, turismo y buen clima y eso es lo que exportamos cara a la galería. Y como bien saben, el turismo es una industria fluctuante que enriquece a unos pocos y hace servil a muchos. La explosión turística en Canarias allá por los sesenta llevó a que muchos canarios optaran por el dinero rápido, abandonando la formación, como consecuencia ahora tenemos a un pueblo con el mayor índice de paro, motivado a su vez por la explosión de la burbuja inmobiliaria y, poco o nada formado. Si sumamos a esto pueblo sin educación y resignado obtendremos un pueblo sumamente manipulable, pero también con poca capacidad de acción y de reacción ante los problemas.
Entonces, cómo haremos para levantar esta maltrecha economía nuestra sino hay una conciencia social de identidad clara. Seguiremos probablemente a base de subvenciones, como siempre, para no llegar a ningún lado. Precisamente porque falta lo principal: a saber, ese espíritu emprendedor que mueve a los catalanes, una conciencia clara y elevada de su diosincrasia, una voluntad integradora de expansión, una concepción positiva y orgullosa de su propia esencia, en definitiva, un orgullo patrio que nos faltan.
¿Podrán los políticos encontrar fórmulas para que esto ocurra o seremos capaces entre todos de proyectar nuestro cultura más allá del atlántico, más allá del gofio y las papas arrugadas?
Pero esto que digo no es nuevo, ya lo dijo antes el escritor y periodista canario, Alonso Quesada, o el universal Pérez Galdós hace muchos años, al primero se le permitió en cuanto utilizaba el humor y el cuento para describir la idiosincrasia del hombre canario en la prensa, al segundo no se le perdonó jamás que nunca volviera a Canarias.
Pintura: "Retrato mujer en Roma " de Oscar Dominguez, pintor surrealista canario.