lunes, 5 de noviembre de 2012

la tienda del viejo


Llueve, cae una lluvia tenue y constante que sólo trae más calor. Vista así con sus astas relucientes la ciudad parece un calidoscopio cambiante. El tiempo ha construido edificios de tres y cuatro plantas donde antes había pequeñas viviendas. En ocasiones descubres una pequeña casa con su postigo y su puerta verde como resistiéndose al olvido de lo que un día fue esta ciudad africana. Casandra pasea por la ciudad recordando cómo era entonces antes de que cayese en mano de los especuladores de la época de bonanza.

Desde un portal abierto una mano ennegrecida y sucia se asoma. Detrás de ella está un hombrecillo acechando con  unos ojos pequeños y tristes como ratones.

-  Un cigarro, un cigarro- repite con un quejido lastimero.

Casandra se vuelve y ve la boca torcida, el gesto suplicante de Rivaldo.

- ¡ Casandra¡-  ¡no te había reconocido¡-  exclama sorprendido.

¡Pobre  Rivaldo. cuánto ha cambiado¡ Si no lo conociera pensaría que es un vagabundo que ha pasado muchos  días en la calle. Tiene el aspecto avejentado de quien ya no espera nada.

- ¿ Cómo andas ? - le dice tendiéndole los cigarrillos.

- Bien, bien, …-estoy fumando coca, pero sigo con la metadona.

- vaya- le dice mirándolo- bueno…

Casandra se aleja moviendo la cabeza en un gesto de reproche y de lástima.

-  Pero voy a ir a la península a ver si me curan.- le grita desde la puerta.

Casandra alza la mano en señal  de saludo y continua su paso sin mirar al hombre menudo de gesto constreñido. La buena gente lo esquiva en las calles porque en su mirada hay siempre una petición, una pregunta. A la gente le incomoda las preguntas, sobre todo cuando no sabe las respuesta. Pero Rivaldo no se cansa y siempre tiende su mano y te pide unas monedas y te cuenta que está enganchado, que está feo pedir, pero que no puede hacer nada, y le das algo o pasas de largo y dices otro día.

 Casandra no recuerda cuántos años lleva Rivaldo pidiendo en las calles con esa mirada lastimera de perro abandonado que te obliga a mirarlo. Su padre era el viejo, como lo llamaban los niños, porque tenía el pelo blanco y andaba arrastrando una pierna.

En aquella aún no estaba asfaltada su calle y se formaban riachuelos donde los niños jugaban a ver correr las piedras que el barranco arrastraba. En aquella época Rivaldo era ya un chico apocado y parecía siempre asustado. Seguramente él sabía lo que se decía de su padre, el viejo de la tienda. Todos los niños temían al "viejo" porque contaban que en la trastienda tocaba a los niños que venían a comprar chucherías.

La tienda, la única dulcería del barrio era en aquella  época  un sitio de atracción y repulsión, un lugar tenebroso y delicioso donde el placer de las golosinas se convertía en el miedo de la manos que apresaban.

La tienda ya ha desaparecido, en su lugar se han construido nuevos edificios, pero Rivaldo sigue allí, en el portal, con la mano tendida. El viento ha abierto una ventana a aquel oscuro y polvoriento recuerdo y Casandra no sabe cómo cerrarla. Sólo sabe que tiene que marcharse, por eso acelera el paso  mientras repite en voz baja.

-  Ojalá viejo, ojalá no descanses ni en los infiernos. - y diciendo esto abre la puerta de su casa y se aleja del viento.

7 comentarios:

LaCuarent dijo...

Mala combinación viento y lluvia para traer recuerdos

Como siempre es un placer saborear tus letras cielo

Un besote

maslama dijo...

una historia evocadora, podría estar ambientada casi en cualquier lugar.. en todas partes hay quien perdió esa batalla, la de la vida

besos,

Beelzenef dijo...

Ventanas que se abren a los recuerdos. Nunca lo había visto así. Pero sé lo difícil que es incluso atraverse a querer cerrarlas

TORO SALVAJE dijo...

Malditas manos criminales.
Deberían ser amputadas.

Besos.

Maga h dijo...

Pienso a Rivaldo allí sosteniendo un tiempo que ya no es, resistiendo al olvido que sólo deja nada...

Abrazo!!!!

Susana Peiró dijo...

Así narrada esta historia, nos permite compartir los sentimientos de Casandra a medida que avanza en los recuerdos. El lugar “tenebroso y delicioso” , el miedo, esas manos que asquean. El viejo no descansará ni en los infiernos, por deseo de ella y de todos los que leemos este relato. Buen trabajo Querida Amiga. Mi abrazo guapa!

Esilleviana dijo...

¿Casandra sentía una pena especial y cercana hacia Rivaldo porque en alguna ocasión ella fue a comprar golosinas a la tienda del Viejo de pelo blanco?

Una historia muy bien contada; siempre es un muy entretenido leerte y aprender de ti.

Un abrazo :)