No soy nada, no valgo nada, más que para esperar silenciosa y pintada a que un hombre entre por la puerta y me horade.
Debo permanecer así, estática y quieta para que otros vivan. Soy el cadáver del que se alimentan los buitres en el desierto. Este es mi sacrificio.
Pero una vez creí, creí con la fuerza y la convicción del que espera algo de Dios y le reza frenéticamente con los ojos clavados en el cielo ante el hijo muerto.
La tarde y su quietud no son un reflejo exacto de mi corazón que palpita desenfrenado, pájaro encarcelado, aleteando ya en su último aliento.
No me importaría morir aquí mismo si no estuviera ya muerta.
Una vez, fue hace mucho tiempo, tanto que olvidé los nombres, pero no las heridas clavadas como cuchillos en mi frente, creí.
Ya no espero. Sólo a los hombres que me reclaman.
Despiadada soy como el acero antes de hundirse en tu vientre.
No. Ella no vendrá más. Vino vestida de luz y de esperanza pero yo la arrojé de mí para no amarla más, para no convertirla en una estatua de sal como yo misma. He doblegado mi corazón hasta convertirlo en este guiñapo sangriento que palpita porque no sabe otra cosa más que hacerlo. Ya no siento este órgano inerte y duro como una piedra, que me recuerda que existo. He quemado ya todas las naves y me quedo en esta tierra extraña que me acoge en su vientre.
Ella se arma para no sentir, para no ser otra vez corazón desangrado, feroz alimento del amor. Ella, la que se cubre con el desprecio que me arroja a la cara. Yo permanezco ya estatua de sal, lava seca, país quemado, mirando a sus ojos fieros y tristes, como el acero.
Pero yo vine a ella con el corazón de un niño, con las manos abiertas y el mundo acuesta. Me quiso, sí, para despreciarme mejor luego, a mí, que quise amarla y lamerle cada una de sus heridas. Pero ella me clava insistente una vez más el cuchillo para morirse en mí y olvidarse como olvida un volcán que un día fue fuego.
Ella, el alimento de la tierra, mancillada, ultrajada, malpaís de su dolor que guarda el fuego secreto empuña el alma contra mí.
La quietud de este mar reposado me sumerge en mi pensamiento. No puedo amar, se secó toda esperanza. Pero ¿acaso no la dejo porque la amo?
El amor es dolor, por eso debo arrojarte de mí.
Mis pensamientos van a la deriva y yo soy la tormenta.
Un día se acabará esta raza despiadada y sanguinaria y ya no habrá asomo de su desdicha.
Cuando la vi supe que ella era yo, la solitaria en el desierto, ella arrastrando la cruz de su belleza. Hay seres así, perdidos que un día se encuentran. Pero es demasiado tarde. Ya no podía hacer nada por ella.
Mi corazón se desangra, pero no muero, tan sólo discurre como esta lava que un día será piedra.
Nada espero más que al hombre que quiere mi cuerpo y al que yo le ofrezco los rastrojos de mi sangre. Debo vivir para que otros vivan de mí. Este es mi sino. Alimento y carroña soy. Mi carne envenenada acabará con esta especie corrupta. Soy fango y deshecho y aún así tú me ves bella.
Lo recuerdo todo, me dijo, cada puñal, cada herida, cada garra atravesando mi herida. Yo le rezaba a mi dios para que me llevase y no venía.
Ahí, ¿lo ves? en ese edificio de ventanas cerradas un viejo pustulento desangraba cada noche mi herida. ¡Mira este camino terregoso¡ Por ahí anduve, llorando, desgarrada, gritando su nombra para que no me dejase, pero ella corría y huía más fuerte de mí. No, no olvido nada, llevo cada rostro, cada humillación clavada en mí. Y ahora llegas tú, demasiado tarde, demasiado igual a mí para sanarme.
¿Dónde estaba cuando dormí al raso entre las barcas, en la arena fría de esta playa? ¿Donde estaba cuando él, todos los él saciaron sus ansias febriles en mi cuerpo virgen? No, ya no duermo en la playa al abrigo de esta barca carcomida, ya no paso hambre ni frío.Sólo soy la mujer que espera. Nadie soy, ni rastro de la india inocente que un día llegó a esta isla.
Yo no recuerdo nada, te dije, acaso el eco de quien fui, por eso te reconocí, como dos animales heridos que se encuentran con el mismo dolor acuestas.
Ella sólo espera a la carne y sus réditos. No sentir para que no le duela más la vida, sólo así podrá resistir que cada día los buitres desgarren su cuerpo. Ella, la mujer más triste entre todas, no puede querer, permanece sentada y te espera a ti hombre incierto del mañana que vendrás por su cuerpo.
Y sin embargo, debo decirme que ella nunca me quiso. Sino cómo podría despreciarme así. Y ahora sé que ella es la sombra de otra sombra.
La noche se acerca. Hay una luz tras los cristales.
Ella está esperando. No por mí. Llora en silencio, quizás por ella. La noche cae y siento su corazón latir en mi vientre dolorido. Quisiera dormir. Morir. Dormir.
Imagen: malpaís, volcán de Timanfaya (Lanzarote)
20 comentarios:
Ojalá sea literatura.
Tanto dolor no cabe en el pecho.
Besos.
He sentido el desasosiego tan denso...
Una prosa trepidande y palpitante. Aprendo o por lo menos lo intento, gracias.
Besos desde el Duero
Ahora lo llaman 'realismo espiritual', creo que es algo así como esto que acabo de leer.
Me ha gustado,una voz que habla por dos voces, aunque siempre me queda el vuelo de la mosca detrás de la oreja...
Un abrazo.
Ico, te has supereado a ti misma. es fantástico de principio a fin. Inteso, desgarrado como nuestro timanfaya, como los pueblos que yacen bajo sus cenizas... Chapó
Demasiado para mi.
Tanta intensidad desasosiega.
Y eso ya lo hace la vida, cuando toca.
Tu historia aviva recuerdos
No se me ocurre sino repetirme como Toro, hoy no estoy demasiado aguda, sino algo malucha. Un fuerte abrazo.
Vaya... Cuantas cosas dichas!
me uno... yo tambien soy una de esas mujeres...
Pero con otro tipo de "tristezas"
...Creo...
Me erizo la piel tu escrito
Esta Mujer duele en el pecho de toda Mujer.
Besos Querida Ico, buen trabajo!
(Noche de pesadillas, desagradable, me impide dormir, prefiero escribir).
Si, la misma sombra se repite dos veces en un alma portadora de una única e hiriente daga; Pienso que, este ser desgarrado por el dolor de su corazón, hecho piedra por el líquido de la daga y convertida en carne de carroña; ¿Será que no sabe o no desea otra manera de vivir El Amor?.
¿Pesadillas o realidad?...Qué mas da!
Vivir Sentir Vivir.
Concha
Hay muchas penélopes que esperan sin saber bien el qué...
Besicos
comparto tu tristeza, ese vacio que se genera cuando ves que alguien se te va, que pierdes, que la ilusión y la magia se desvanecen...quizás por no saber decir las cosas a tiempo por poner una coraza para no sufrir, por decir cosas que quizás no piensas pero quieres que la otra persona se active a tus peticiones....asi es el amor, egoista en muchas ocasiones.
espero un relato feliz, alegre... y romántico
jjs
¡Cómo desgranas el dolor!
Espero que sea literatura.
¡Qué duro es el dolor!
Un saludo.
Efectivamente, ese dolor, esa desazón, esa tristeza compartida por tantas y tantas mujeres. Besos.
La literatura y la vida tantas veces unidas
Que uno no sabe a veces dónde empieza la literatura y donde acaba
la vida
¡Buff¡...sales desconsolado....si es real, lo siento y si es literatura, tambien lo siento, entiendeme.
Duele. Porque sé lo que es estar muerta.
Y a mi derecha leo una lista de libros de los que puedes pasar, y estoy de acuerdo en tres, que son los que he leído.
Molas.
Qué dolor el texto, sí. Pero molas.
No como el niño con el pij...
Biquiños.
Ya, me hago cargo.
Es cierto que cuando escribes, a veces, no sabes cuando estás imaginando y cuando estas plasmando realidad. Duro es todo lo escrito, pero más duro sería si no estuviera escrito. Una vez mi psicóloga me dijo : Carmen, si no escribieras lo que te tienes en el corazón y en el alma, te hubieras vuelto loca!!. Y eso que me dedico especialmente al relato corto, pero sé que lamitad de mi va en ellos.
Felicidades Ico.
Carmen
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