sábado, 30 de enero de 2010

alguien allí



Ese día hacía un sol de domingo y había decidido hacer unas cuantas coladas. Subía en dirección al cuarto de baño en buscar del detergente cuando tropezó con ella.
Quien eres le preguntó al espejo.
Tu misma, respondió éste bostezando.
Mientes, gusano traidor,
Te atreves a llamarme mentiroso, yo soy quien te ha llevado siempre. La mujer en un arrebato de ira corrió a visitar cada uno de los espejos de la casa, pero en todos veía la misma cara.
Habrase visto. Semejante sinvergüenza.
En ese momento llamaron a la puerta. Era el cartero.
Buenos días. ¿Es usted Eufrasia Bueno López?
¿Tengo yo cara de llamarme Eufrasia?
El cartero la mira impávido.
Entonces lo devuelvo - responde el hombre sin inmutarse.
Haga usted lo que quiera. Le he dicho que no soy ésa.
La mujer malhumorada continúa con la faena que había comenzado durante toda la mañana. A mediodía suenó el teléfono.
¿Qué haces?
¿Por quien pregunta?
Estas de guasa.
No.
Vale, lo que tú digas.
No me ha dicho quien es.
Venga ya, Eu.
No sé por quien pregunta.
La mujer cuelga. Respira profundamente, el pecho agitado. Se levanta. Se sienta de nuevo, marca un número.
Oye….
Qué te pasa.
No sé. La gente se ha empeñado en preguntar por una tal Eufrasia.
Se habrán equivocado.
Luego está el espejo.
¿Qué le pasa al espejo?
La mujer camina hacíaa el baño mientras habla.
Hay una mujer que me mira furiosa.
¿Te has tomado las pastillas?
No sé quien es.
Bueno, a mí a veces me pasa, nos pasa a todos en cierta forma.
¿Pero qué quiere en mi espejo?
Bueno, quizás seas tú, el tiempo pasa tan deprisa.
Me mira como desde el fondo de un pozo.
Ya.
El pozo está muy oscuro.
Tómate la pastilla. Luego voy.
Tengo miedo. Creo que hay alguien allí, en el pozo.


Imagen: mujer ante el espejo de Picasso.

domingo, 24 de enero de 2010

La brecha




Era un pueblo pequeño, demasiado pequeño quizás para la medida de su corazón. Porque ella estaba destina a ser alguien importante. Al menos eso es lo que pensaban todos los que la conocían en aquella época. Sin embargo, no podía recordar cuando empezó a desmoronarse las inmensas expectativas que todos tenían en ella. Incluso algún profesor se habían acercado hasta su casa para hablar con una madre esquiva y severa. No debe usted dejar que este talento de su hija se malogre le dijeron en una ocasión. Pero la madre agradeció tan sólo lo que creyó un cumplido educado, no en vano la niña estaba en la cama con anginas, pero se sintió aliviada cuando el profesor desapareció por la puerta. Cómo iba ella a hacerse cargo de los estudios de su hija. Era una pena, se dijo, pero probablemente no podría seguir estudiando, quién le iba a pagar la estancia fuera de la isla. Era imposible, imposible, se decía.
A pesar de ello, durante todo el día no pudo olvidar las palabras del profesor. Mientras cortaba las verduras que iba echando en la caldera no podía apartar esta idea de la cabeza. El desembolso económico era excesivo, pensaba, apenas llegaban a fin de mes. A estos pensamientos se unían el recuerdo de su propia frustración al no poder estudiar. Su madre más pobre de lo que era ella ahora, la había puesto a trabajar cuando apenas tenía ocho años, le reconcomía el estómago imaginar la repetición del mismo destino para su hija.
En un momento hizo el repaso de todo lo que había conseguido desde que salió del pueblo para casarse cuando apenas tenía tres vestido y un par de zapatos viejos. Miró los muebles de la cocina que había adquirido a base de préstamos y pensó que nada de lo que tenía valía la pena si su hija mayor no podía estudiar por falta de dinero.
La niña se levantó al tercer día, con el rostro más afilado a causa de la fiebre y la pérdida de peso. La miró pensativa mientras desayunaba sin dejar de pensar en todo aquello.
Por otro lado, Marita, había sabido que su profesor la había visitado mientras estaba enferma y estaba ansiosa por llegar al instituto. Le gustaba especialmente la asignatura de lengua y literatura y su manera de impartirla. Se bebió la leche caliente y salió dando pequeños saltos hacia casa la de su amiga, quien le contó por el camino lo que había dado en aquellos días de ausencia.
Ese día el profesor explicó con entusiasmo el papel de la Celestina en la obra de teatro, pidió voluntarios para hacer una interpretación en clase. Marita supo entonces que el profesor había esperado a que ella se recuperase para hacerlo, le encantaba ese personaje, descarado y salvaje que se deleitaba con el placer de los demás. Aunque aún no entendía el significado de aquellos sentimientos, la vieja alcahueta se le antojaba una mujer llena de experiencia y sabiduría, alguien a quien un día le gustaría parecerse.
Levantó la mano para prestarse voluntaria. Cuando leía sentía que el corazón se le encendía y que en el pecho se le abría un infinito de perspectivas futuras que la lanzaban a un vuelo cálido y ligero donde su cuerpo no pesaba. La clase le aplaudió con enardecimiento. Cuando salió del instituto no sabía nunca más volvería a sentirse así, pletórica y ligera, como si tuviese alas en los pies.
El viento de la ribera llevaba un leve olor marino que parecía descender desde las nubes a las casas y a sus gentes. Quizá, era la primavera que olía a sal o que el mundo, a esa edad, era perfecto y bien hecho.
La madre la escuchaba en silencio, auscultando el rostro de la niña que le decía exaltada que el profesor de literatura le había pedido que hiciera de canguro esa tarde porque iba a salir con su mujer. La madre la miró de frente y pensó en cuánto había crecido la niña, ya tenía cuerpo de mujer y era muy guapa, aunque ni ella misma lo sabía. Suspiró y consintió, recordaba su propia inocencia mancillada por las penalidades de la vida y el duro trabajo que había tenido que llevar para seguir adelante siendo viuda. En un instante temió por ella y por esa exhuberancia oculta que asomaba y que, como una sombra se cernía sobre ella. No es bueno para una niña. Ojala no sufra.
Marita llegó a la casa de los profesores e hizo todo lo que le indicaron, jugó con los pequeños a perseguirse por toda la casa y luego los puso a ver un video, para así poder curiosear por toda la casa, cuántos libros en las estanterías y qué bonito lo tenía todo y qué grande nada que ver con su casa. Leyó cada uno de los lomo de los libros en las estanterías intentando retenerlos en su memoria para un día poder leerlos.
El profesor la encontró así de píe frente al estante de la biblioteca ladeando la cabeza hacia la izquierda. Marita se sobresaltó pero el sonrió acariciándose las barbas como recordó que hacía el Cid también cuando algo le agradaba. No sabía qué decir, debía haber estado con los niños. No los oyó entrar, debía haberse abstraído tanto. Pero su mirada la tranquilizó. Siéntate le dijo, y los dos ocuparon un lugar entre cojines en el suelo. Siempre recordaré estos momentos, esta atmósfera se decía, esta familia de niños tan inteligente, y a éste mi profesor de literatura en particular.
Eres una chica muy especial, le dijo el profesor. Marita se sonrojó, nunca nadie le había dicho aquello. En realidad, ella pensaba que eran ellos los especiales, con aquella casa tan grande con aquella belleza por todas partes. Pero no dijo nada, sonrió sin saber qué decir. El profesor tenía algo que decirle, conocía aquella forma de hacer esperar a la clase, antes de decir algo, nunca sabía si meditaba demasiado o era un recurso teatral para crear mayor expectación en el público.
Entonces Marita oyó aquello que nunca antes había oído, aquello que había tantas veces había soñado antes de dormirse en la penumbra de su habitación, o quizás aquello que soñaría un día cuando de verdad se enamorase. Pero que nunca esperó oír de la voz de su profesor, porque una niña nunca espera que un adulto le diga que está enamorado de ella.
Por esa razón no supo qué responder ni hacia donde mirar, ni qué sentir, tan sólo una embarazosa sensación de ahogo y de calor que le inundaba por todo el cuerpo. Y aunque el profesor le dijo que nunca la tocaría, que había formas de hacer el amor sin tocarse, que el taoísmo era así y otras sandeces, ella sintió que algo crujía en su interior que el mundo se había inevitablemente dividido en dos para siempre y que, de alguna manera brutal y simple, nunca más regresaría al lugar en donde había estado hacía unos segundos.
Sintió lástima del profesor que lloraba a su lado sin rozarla y una sensación oscura de culpa imprecisa la invadió de repente. Entonces el peso de la culpa, de una culpa inmensa, abisal, intangible y aún no definida, porque no sabía bien si era el culpable su cuerpo o su manera de ser la que había despertado esa pasión inusitada en el profesor, la devoró lentamente. Por eso se levantó, sin decir palabra sin mirarlo, deseando no herir al hombre que lloraba a sus pies. Temblando aún y siendo consciente de la pasión que despertaba odio poco a poco y de forma lacerante esa parte de sí que desconocía, y que había provocado ese sentimiento en él y que, de alguna forma, y sin saberlo ella había provocado.
Cuando llegó descompuesta y trastornada a la casa sólo deseo que su madre no advirtiese esa mancha oculta que la oprimía. Mientras le calentaba la leche para la cena pensó que el lunes podría ir al banco, tal vez le dieran un préstamo para que el próximo año pudiera ir a la universidad. La miró de reojo mientras bebía el tazón de leche caliente y, aunque percibió la mirada huidiza de la muchacha, suspiró y no dijo nada

FIN


Imagen "Therese revant" de Balthaus.
Construído a partir de la frase de Isabel(http://cosasdeciudad.blogspot.com/) "adolescentes sin futuro"

miércoles, 20 de enero de 2010

Palabra, imagen y acción



A veces las palabras no bastan.
En este mundo de imágenes las palabras han perdido la batalla. Las imágenes se suceden a un ritmo vertiginoso, donde lo fútil y banal se funden con el horror humano y lo trivial se mezcla con la tragedia diaria.
Las imágenes nos acercan y nos alejan haciéndonos testigos mudos y pasivos de lo que le sucede a los otros.
La palabra pocas veces dice lo que somos. Habla el predicador, el arribista, el manipulador, hablamos de más, hablamos por hablar.
Antiguamente decir “soy una persona de palabra” equivalía a decir “soy una persona en la que se puede confiar, una persona que cumple sus promesas” hoy ya no es así, incluso puede connotar el hecho de ser una persona demagoga, a un artesano de la mentira, a un embaucador.
Las palabras han perdido el valor ante el dolor humano, porque las palabras nada prueban. Sólo tal vez señalan o insinúan la posibilidad de una acción, la probabilidad o la hipótesis de un deseo, no la acción misma.
Esta reflexión viene a raíz de que M y yo nos hemos planteado qué hacer ante Haití que no fuera efímero, que no desapareciera cuando la imagen no sea noticia, cuando una tragedia similar o más mediática, ocupe su lugar.
Entonces pensamos en acoger a un niño. Y buscamos información en Internet y encontramos que: la comunidad de Extremadura, por el momento, ha sido la única que ha solicitado este procedimiento. Enviamos un email y la respuesta ha sido que están a la espera de las conversaciones entre los gobiernos de España y Haití.
No obstante, indagando por Internet he visto que hay otros países como el caso de Holanda donde se ha podido realizar una “adopción Express”. Mi pregunta es por qué si en algunos países se ha realizado aquí no, aún sabiendo que se han colapsado las centralitas con peticiones de acogimiento.
Y entonces pienso en los burócratas, en los hacedores de palabras, en algunos expertos que, quizás justificando la no acción, declaran que no es favorable que un niño salga de su entorno ¿De qué entorno? ¿Del de las ruinas, el de las enfermedades y hambre? ¿El de los orfanatos y los centros de acogida?


Imagen: "El grito"de Edvard Munch.

jueves, 14 de enero de 2010

La soledad de los incomprendidos




¿Te gustó "La soledad de los números primos"? Me pregunta a la salida de clase la de matemáticas.

No.

Ah, dice con gesto displicente, pero tú eras rara. ¿No?

Sí, respondo sonriendo.

A saber, se es raro cuando no te gusta un libro que está de moda y que, a todo el mundo gusta. Aún así, puedo entender porqué mecanismos le gusta a la mayoría:

a) Porque habla de lugares comunes, de la infancia y de los traumas no superados.

b) Porque los personajes encarnan la íntima concepción que posee todo mortal de sentirse diferente al resto.

Aparte de esto, una historia previsible, (y yo que la leí hasta el final llevada por la opinión de algunos de que el final era sorprendente).

El estilo, bastante mediocre, (para ejemplo un botón, “quería quitarse cuanto antes aquellos leotardos llenos de caca”. Los personajes poco trabajados y faltos de la hondura necesaria para ser creíbles.

Y lo peor de todo, la constante impresión de estar leyendo uno de esos libros juveniles de adolescentes (a los que, la profesión obliga) de diálogos insulsos y superfluos.

Todo lo contrario, gracias a dios, me ocurrió con un glorioso hallazgo: “Fama” de Daniel kehlamn. Lo leí de un tirón. Encuentro que es una novela original, se puede leer como colección de cuentos o como una novela envuelta en una polifonía de voces enlazadas por un mismo tema: una llamada telefónica; un hecho fortuito que desencadenan una serie de acontecimientos y que irá desentrañándose hasta el final.

El autor, muy celebrado en Alemania, juega con la realidad y la imaginación, lo real y lo probable, los distintos mundos y alternativas que la imaginación puede crear. Nos sumerge en personajes cotidianos. El escritor paranoico y superfluo, el enganchado a Internet, la cooperante, el actor y su doble, etc… para hacernos reflexionar sobre nuestro propio mundo, lo lejos que estamos, a veces, de nuestra realidad circundante, en un mundo cada vez más global, y sin embargo, más incomunicado y solitario.

Creo que se entiende bien la diferencia entre ambos, el primero pasará sin pena ni gloria cuando pase la moda, en cambio, el segundo, tiene el añadido de hacernos reflexionar y cuestionar sobre el mundo en que vivimos,a la par que nos deleita con una inteligente estructuración de la trama.

- Bueno, a ver si me recomiendas uno que te guste- me dice.

Le llevaré éste.

martes, 12 de enero de 2010

Dispara al pianista



Nada. Absolutamente nada. Eso es lo que salía de su cabeza. La más absoluta nada. Miró intensamente la pantalla en blanco. Esperando, inútilmente, pero las palabras habían huido de él negándose a acudir en su ayuda.
Encendió un cigarrillo. Podía llamar a su amigo Esteban, de él había sacado algunas buenas historias. Después de cinco timbrazos se dio por vencido.
Con gesto lánguido, observó el jardín a través de la ventana. El sol de media tarde cubría parte del césped y los pájaros piaban alegres. Eso es lo que necesito, salir al sol, qué hago en esta sombra con el sol que hace afuera. Acaso cualquier persona normal haría esto. Eso es lo que me hace falta, hacer lo mismo que la gente normal.
Sacó una cerveza de la nevera y encendió un nuevo cigarrillo, con ésta en una mano y el portátil salió al jardín. Un galgo de largas patas y costillas marcadas dormitaba en el sofá, lo apartó con cuidado y se dispuso a comenzar la gran obra. Ajustó la pantalla al sol y colocó los dedos en el teclado como lo haría un pianista. Pero la música no llegó.
Miró a su perro que dormitaba feliz en el sofá y sintió un terrible deseo de ser él. Tendería ahora mismo mi cuerpo al sol y dormiría como tú, le dijo en silencio. Pero un escritor debe escribir, escribrir, aunque no le salgan las ideas. Con rabia aporreo el teclado. Rfgfukasdmknmasmd kladskldklqweijioqwenklfncklasdjwekldm.
El teléfono sonó dos veces seguidas. Cogió el inalámbrico de su mesa de estudios. Qué haces le dijo la voz de su amigo. Nada, preparaba algo de comer. Cómo llevas la novela. Bien, bien. Y tú que te cuentas. Nada, lo normal, trabajando.
El amigo le contó un sueño extrañísimo que había tenido esa noche. Imaginó cada una de sus palabras y sin querer se encontró sonriendo. Nadie cómo él tenía tanta habilidad para dibujar con palabras todo tipo de detalle, contaba con tanto entusiasmo, hilvanando las historias unas detrás de otras que le resultaba siempre ameno oírlo.Su amigo era, a fin de cuentas, alguien por quien se cambiaría ahora mismo sin dudarlo. Porque, a ver, qué era él. Tan sólo un tipo oscuro, un ser solitario y callado y, ahora, sin una pizca de inspiración.
Bueno no tendrías la comida en el fuego, le dijo Estefan a modo de despedida. No, no te preocupes. Aún no había empezado.
Colgó. La habitación se quedó muda, el galgo levantó la cabeza y lo miró con los ojos muy pequeños.
Vámonos, le dijo. El animal alzó las orejas ladeando el hocico y de un salto se puso a su lado moviendo la cola enérgicamente. Antes de salir echó un último vistazo a la pantalla vacía del ordenador. En el espejó observó el reflejo difuso de un hombre sin ideas o lo que era lo mismo, de un escritor acabado.

lunes, 11 de enero de 2010

Dualidad



Cuando me miro yo no me percibo.

Tengo tanta manía de sentir

Que me extravío a veces al salir

de aquellas sensaciones que recibo.

El aire que respiro, este licor que bebo

Pertenecen a mi modo de existir,

y nunca sé cómo he de concluir

las sensaciones que a mi pesar concibo.

Ni nunca, realmente, comprobé

si en verdad siento lo que siento. ¿Yo

seré tal cual parezco en mí? ¿Seré

tal cual me veo verdaderamente?

Hasta en las sensaciones soy un poco ateo;

Ni sé bien si soy yo quien en mí siente.

“ Poemas de Álvaro de Campos “

F. Pessoa.


sábado, 9 de enero de 2010

Tierra II



Como las serpientes, las mujeres manos patas comienzan su hibernación en invierno. Se enroscan y duermen, o meditan que, a fin de cuentas, es lo mismo.
En ese estado de aletargamiento liban la esencia del fondo de la tierra durante el largo letargo invernal. Hay quienes dicen que es a través de los sueños de donde adquieren las respuestas.
Ellas conservan el fuego que está debajo de la tierra. Por eso suelen nacer cerca de los volcanes o volver siempre a ellos.
El fuego la vincula a la tierra como la tierra a sí misma. Duermen y esperan, replegadas en la espiral.
Cuando el sol calienta la tierra las mujeres manos patas salen al sol y cuando la luna brilla en la noche se repliega en la sombra.
Esos constantes cambios en la mujer manos patas producen con frecuencia cierta estupefacción en su pareja.
Si embargo, ella comprende que su naturaleza bimórfica es incorregible, por lo que, como las espirales tienden al infinito, siendo la indefinición su estado natural.

miércoles, 6 de enero de 2010

El jardín de las hespérides


Sirva como preámbulo de este post dejar constancia de que no es mi intención suscitar ningún tipo de aversión hacia mi persona ni levantar ningún sentimiento en contra de la autora.

Mi propósito no es otro, como siempre, que es constatar una realidad, salvo cuando hago algún relato que entonces me voy al otro extremo.

Todo esto para decir: ¡qué alegría vivir en Canarias¡

Después de quince días por tierras peninsulares a dos y tres grados, con lluvia casi perpetua, desde las alturas y medio adormilada en la avión siento un leve calor de primavera que me anuncia que falta poco para llegar.

Cuando por fin se abren las puertas del avión y descendemos por la escalera ¡qué alegría de tiempo¡. El dios sol nos abraza dándonos la mejor bienvenida. Veintitrés grados.

Cuando contrasto la diferencia de temperatura con Madrid o Lisboa olvido de pronto las corruptelas isleña, los desvaríos urbanísticos, la mala política, el mayor índice de paro de todas las comunidades y sólo puedo decir que tal como dijo Homero en sus escritos, vivimos en la Islas afortunadas.

Y mientras recibo el cálido sol a las nueve de la mañana por mi ventana mientras escribo este post ,me olvido de lo que no tenemos, y me pregunto si es este cálido clima es el que nos conforma en este carácter tan tranquilo, tan acomodaticio y, ay, a veces, tan poco crítico.

Pienso en la lluvia constante de Madrid, en el frío polar que impide ser amable cuando alguien tropieza contigo en la calle, en las malas caras, en las respuestas mordazas de quienes están hartos de la lluvia y del frío, y comprendo que los dioses nos han favorecido con este clima.

Voy a buscar a los perros a la guardería que está en las Breñas, un lugar alto de mi municipio. Contemplo que con tres lluvias y el sol, el campo está completamente verde. Desde esta altura el cielo y el mar se unen dando la sensación de que vivimos en el aire, en un pedazo de tierra en el Océano Atlántico, en el jardín de las hespérides que antiguamente se creía estaba en estos lugares, donde el clima era benigno y la diosa Gea (la Madre Tierra) había hecho brotar manzanas de oro de sus árboles, tal como dice la leyenda.

lunes, 4 de enero de 2010

la mujer madura



Estupidez llevada a la máxima potencia. “Firmin” de Sam Savage, dios, qué cúmulo de idioteces concentrada en tan poco espacio. ¡Cuánto de frases trilladas, estereotipos y sofrito literario.¡
Receta para fabricar un bestseller: comience en tono personal y autodegradante. Si es usted una rata mejor.Continúe con unas cuantas sitas literarias que vengan al pelo, si es del Quijote mejor. Añada usted al relato un aire de cuento infantil y de ñoña nostalgia del pasado. Aderécelo con unas cuantas gotas de apelaciones al público para que se ría, aunque el humor brille por su ausencia. Y finalmente, usted tendrá delante de sus manos un libro de “más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo”
Si, reconozco, me lo leí, pero porque no me quedó más remedio. Fue el libro del mes en el club de lectura. Tenía que acabarlo para criticarlo. Ahora allá tú si decides leerlo con estas breves pinceladas.
Lo único bueno que tiene un mal libro es que el empacho se te quita fácilmente con un buen libro y para ello nada mejor que acudir a un clásico.
“En brazos de la mujer madura” de Stephen Vizinczey es una deliciosa obra que recomiendo a partir de ya a todo el mundo. Desde ahora la tengo entre mis libros favoritos, imprescindible para todo el que quiera leer una novela ágil, amena, inteligente, bien escrita, con un humor perspicaz, con diálogos inteligentes, sin concesiones a la moral bienpensante ni a las formas.
En definitiva, una biografía novelada del autor. Análisis brillante, pedagógico, magistralmente contado de porqué el amor de una mujer madura debe ser la mejor enseñanza para un joven inexperto. Alabanza de la mujer liberada, de la sabiduría que el amor concede y que es sólo adquirida con la edad y los años.
Un canto también a la sexualidad libre de prejuicios, a la búsqueda del placer, a la educación a través de las experiencias amatorias.
En definitiva, entre otras muchas cosas, una crítica a la guerra y una descripción de las enseñanzas a través de la mujer madura, y a la libertad necesaria que precisa el amor y el sexo.