sábado, 7 de marzo de 2009

Un relato que no va a gustar a nadie


La doctora, después de oír los síntomas, le dijo que debía hacerse una analítica. Fue rápido. Pasó a la consulta contigua y un enfermero le extrajo un bote de sangre. La chica leía con el gesto concentrado cuando el hombre le puso un volante en la mano. Leyó una y otra vez el papel sin entender el significado de la palabra: Positivo, positivo, positivo.
Cuando entró en la consulta no pudo más y se derrumbó en un mar de llantos. La doctora le preguntó si tenía pareja y ella negó, sin poder decir palabra.
-Para todo hay solución- le dijo. Entonces la mujer se desahogó como una fuente, había sido un rollo de una noche, estaba sola y no tenía trabajo.
Salió de la consulta como una autómata. Se había levantado viento y al caminar calle arriba y contraviento su pequeña figura parecía andar con dificultad entre la ventisca. Si pudiéramos oír su interior, oiríamos su angustia restallar como una ola en la roca repetirse: Tengo que tomar la decisión más importante de mi vida, tengo que tomar la decisión más importante de mi vida.
El psiquiatra le preguntó lo que sentía. Pensó unos instantes.
- Es como si tuviera un ser extraño invadiendo mi cuerpo y creciera, creciera a parte de mí y yo no tengo ningún dominio sobre él. El hombre asintió y escribió, luego le habló sobre las muchas probabilidades de que sucediese de nuevo lo mismo si no se cuidaba. Esa era la función de la naturaleza recalcó al final. Se sentía como una niña que hubiese hecho algo malo. Esa misma noche en la cama no pudo reprimir las lágrimas cuando se encontró hablando con una parte de sí misma que nunca conocería.
En la sala de espera descubrió que las mujeres apenas se miraban entre sí. Imaginó que, al igual que ella, todas guardaban una consternación callada.
Una enfermera le preguntó si había venido acompañada. Mintió. En el camino al quirófano observó a las mujeres tendidas en las camillas, solo una fina cortina blanca separaba un recinto de otro. Se desnudó y se cubrió con una fina bata. A través de las cortinas oía a las mujeres respirar, alguna se quejaba o quizás lloraba. Un camillero se llevó su cama con ella dentro.
- Piensa en algo bonito- le dijo el anestesista.
Divisó una playa de arena amarilla. Cuando abrió los ojos le preguntó a la enfermera cuando empezarían. Ella le sonrió y le dijo que ya habían acabado. Espero una hora en la camilla y luego se incorporó dolorida. El médico le dijo que ahora debía reposar.
Al salir de la clínica el viento había amainado.Ccomenzó a caminar despacio hacia la casa.

3 comentarios:

Mari Triqui dijo...

Una cuestión muy polémica ésta.
Una cosa es la opinión que tenemos sobre cualquier asunto, y otra cosa bien distinta el que estés pasando por esa situación... no siempre tenemos realmente interiorizado lo que pensamos...
En el caso del aborto, considero que las leyes tendrían que permitirnos elegir, luego, cada una que haga lo que quiera...
Un beso.
(A mí sí me ha gustado).

Anónimo dijo...

Esta es una historia que no le va a "gustar" a las mujeres y muy apropiada con respecto al 8 de marzo.
Una vez más nos conviertes en protagonista, me ví flaca, pequeña aturdida por el viento y con un gran problema de conciencia.
Conciencia social que tu misma justificas contandonos que esta sola y sin trabajo.
La mujer es libre de equivocarse.
Este tema es muy frágil para tratar aqui.
Gracias, a mi también me ha gustado.

Ico dijo...

Si, las mujeres debemos decidir siempre sobre nuestro cuerpo, por supuesto, pero he querido reflejar el debate interno, el sufrimiento que supone siempre tomar una decisión como esta. pero como decimos: "nosotras parimos, nosotras decidimos"