miércoles, 26 de junio de 2013
El fin de las ideologías
Cuando el presidente del gobierno constató hace unos días que “aquí no hay ideología, solo ser eficaces” dijo en voz alta una verdad que ronda peligrosamente la cabeza de nuestro políticos. La eficacia es la panacea. Unámonos todos para ser eficaces. No importa la ideología. Como siempre, por la boca muere el pez. Sin embargo, es precisamente eso, la falta de ideas lo que nos está llevando a la ruina, pero a la ruina moral porque a la otra ya nos llevaron hace tiempo.
Porque la ideología, la cual se empachaba Rajoy en abandonar, es, sencillamente, las ideas y pensamiento de un grupo, lo que separa precisamente a la derecha de la izquierda, lo que fundamenta el que se priorice los derechos sociales frente al neoliberalismo.
Esta falta de ideología, de principios, tan peligrosa, es lo que nos está haciendo cada vez más permeable y tolerantes a todo tipo de disparates y de abusos por parte de nuestros gobernantes. Porque las ideas, y ahí está la clave, sobre todo, las basadas en el bien público, deben sustentarse en una base ética.
Ya el ministro de educación, el polémico señor Bert, ha ido deteriorando, poco a poco, esta concepción en nuestro país al priorizar réditos y beneficios frente a igualdad social, siendo el encargado de hacer desaparecer la filosofía de los planes de estudio o de beneficiar rendimientos frente a equidad.
Las ideas, los principios son peligrosos si se oponen frontalmente al libre mercado. No obstante, no puede existir economía sin ética, o un grupo político sin ideología. A pesar de eso, hay muchos lobbys económicos que ejercen mayor poder que el estado. Rajoy es sólo un engranaje más de esta ideología de derechas que promulga el fin de las ideologías, así se podrá, impunemente, priorizar el mercado, la deuda, frente a los avances sociales y los derechos adquiridos.
Y ahora busca la aquiescencia de los demás partidos para seguir llevándola a cabo. Pretende con este gran pacto de estado el gobierno vacío de principios y de ideas, dar mayor autoridad a los desmanes del poder, siempre en defensa de la eficacia o de la seguridad, palabras siempre en boca de nuestros dirigentes.
Al no existir ideología sino eficacia, todo es posible porque se inocula en la población la concepción de que lo principal es la eficacia de los mercados y la eficiencia.
Consecuencia de la falta de ideología y de la adoración al dios Eficacia, siempre huero de contenido y de principios éticos y morales, es la situación actual donde vivimos, el esperpento del señor Montoro pidiendo perdón treinta y cinco veces o de la excarcelación de Blesa.
El pacto de estado que están a punto de firmar PP Y PSOE vacío de ideología tal como anuncio Rajoy es peligroso, en cuanto se sustituye las ideología por la eficacia, el valor por el precio. Ahora nos quieren vender la eficiencia. Sí, eficiencia sí, pero con ideología, con principios, con derechos sociales y por para el ciudadano, no para el mercado.
sábado, 22 de junio de 2013
La escritora y yo
Me encontré con
ese artículo a veinticinco metros de altura y después de haber desechado dar
una cabezada en aquel incómodo asiento de vueling. La escritora, decía el artículo, había publicado recientemente un libro sobre la época de la
transición. Era el tema y el contexto en el que llevaba tiempo interesada, incluso
había garabateado algunas páginas de una eterna y futura gran novela basada ene
algunos acontecimientos negros de aquella época.
La escritora, una
mujer de mediana edad y no mal parecida, con cierto aire cándido miraba al
lector tras una mirada de miope que escondía tras unas finas gafas y auguraban
más de un secreto que le hubiese encantado contar.
Esa misma semana fui a la biblioteca y
buscó en los anaqueles de literatura española, el O60, la inicial de su
apellido. Allí había un ejemplar de Negro. Leí la
contraportada, era una novela negra. No era la que buscaba, pero me serviría
para saciar mi curiosidad. Seguí leyendo, la autora, anunciaba, rompía con el
encasillamiento del género y cuestionaba la vacuidad en que había caído el
mismo. Su sinceridad, en la entrevista recordé, no sin cierto matiz de soberbia
que le daba probablemente el título de profesora en alguna conocida universidad,
me gustó, aunque denotaba de una llana candidez.
Antes de irme a la cama, abrí el libro.
Comencé a leer los primeros párrafos. Me gustaba, tenía estilo y no carecía de cierto
atrevimiento en las formas. Esa noche empecé a enamorarme de ella en esa
especie de admiración y celos que siente un escritor por otro. La imaginé en su
estudio, frente al ordenador, ensamblando un capítulo tras otro. Miré su foto
en el interior de la solapa. Tenía cierto aire soñador, de maestra de pueblo.
La imaginé frente a su taza de té, absorta, mirando la hora violeta tras los cristales,
mientras buscaba o se demoraba en la búsqueda de palabras precisas y justas. La
volví a mirar según iba leyendo, entre el arrobo y el desprecio que siente el
que lee contra el que escribe. Era un amor odio.
Por eso la
desprecié cuando comprobé que su estructura se repetía y dejaba de ser original
en el segundo capítulo. Entonces comencé la búsqueda inconsciente de los
chirridos, de los desengranajes. Como una experta observadora descubría las
fallas y me regodeaba, con cierta vergüenza ajena, en la enumeración retórica.
Estilo poético, bufaba, que forzado, se deja ir, no se contiene. Ahora la repudiaba
por no estar a la altura, por aquella muestra de debilidad artística. Me
enfadaba porque habría preferido, extrañamente, que no cometiera aquellos
errores de neófito, que me mantuviese en vilo. En cierta manera, me estaba
negando la posibilidad de tener con ella una entretenida charla en el salón, frente
a la chimenea. Me la imaginaba apasionada y con cierta represión de mujer
instruida y poco vivida. Reí maliciosamente, pero si le daba miedo hasta decir
polla, lo decía de refilón y con
la boca pequeña, y ni un coño en todo el libro. Disfrutaba en mi cuarto de
soltera de esos mezquinos hallazgos que me desvelaban la relación entre novela
y vida.
A mitad del
libro, la escritora cambió de registro y comenzó la narración en primera
persona. Brillaba en el texto de nuevo con una fuerza vital, inusitada, de
mujer frustrada y triste. Lo veía claro, el carácter del
protagonista reflejaba el suyo propio, el de una mujer aislada y pura que no se
atrevía a ser decepcionada en sus fantasías. Prefería las relaciones esporádicas
y exclusivamente sexuales para poder seguir soñando.
En esta segunda
parte la escritora se volvía, de pronto, oscura y asesina, dando significado al
título de la obra. La protagonista, como una justiciera social mataba a los
deleznables vecinos. Demasiado fácil como recurso. Engaño de idiotas. Capté fácilmente
por su escritura que todo era falso. Desde el comienzo supe que sólo era la imaginación
desbordada de una mujer frustrada, pero que ella no
había sido la asesina. Estratagema de la escritora que trata de colárnosla,
pero no cuela. Como si dijera: tú lo has captado, pero no otro. Guiño.
Concesiones a mí. Empiezas a abandonarla. Por querer halagar tu inteligencia de
lectora voraz, se ha vuelto para ti mezquina, mediocre. No me gustan las mujeres, dice en un
párrafo, como si eso interesase a alguien. Se parapeta, de nuevo, se esconde detrás del halago en la
última parte. Ha renunciado al diario negro con ciertos atisbos de ella misma.
La última parte
me decepciona aún más, citas cultas, referencias cinéfilas, blow up, Cortázar.
La desprecias ya tanto que apenas lees las últimas páginas, o lo haces de
corrido, más bien, las ojeas, intentando saber quién es el asesino. Finalmente, lo sabes, y reprimes la
sonrisa sardónica por esa solución fácil,
absurda, sacada de la manga o tal vez, entretejida tan sutilmente que
nadie más lo supo, salvo la escritora, lo cual es lo mismo. Desprecias el libro
porque se acaba y se afila en un final exiguo y gris, ni siquiera negro. Apagas
la luz y todo se ve negro. Negro. Y entonces, te duermes.
martes, 18 de junio de 2013
Final de curso
Queridos padres de alumnos:
Les aseguro que
no somos magos, aunque a veces hagamos malabarismo. No tenemos soluciones
milagrosas e inmediatas, por más que algunos de ustedes lo crean. Tampoco somos
psicólogos ni hemos estudiado para ello, a pesar de que, en ocasiones, hagamos
de terapeuta en las largas sesiones de visita de padres. Somos simplemente
maestros y profesores, inmersos en el día a día de sus hijos y el futuro que le
espera.
Queridos padres,
tenga consideración con el maestro y no mate al mensajero. No lancen contra
nosotras todos sus dardos. Los docentes no tenemos la culpa del estado de
desidia, de la falta de valores de esta sociedad y del poco esfuerzo de sus
hijos. Pero si de algo debe estar
seguro, es de que queremos lo mejor para sus hijos. Sepa esto por su bien, los profesores
no tenemos “mania” a su hijo, si le reprendemos varias veces su conducta o le
suspendemos en una asignatura.
Cómo hacerle
entender que el profesor tiene y debe ser siempre su aliado. Por favor, no dé crédito
a todo lo que su hijo le cuenta, los niños también mienten para su
conveniencia. Los chicos no son siempre ángeles, manipulan, engañan y saben
perfectamente hacerse las víctimas cuando algo no sale como ellos quieren. A
fin de cuentas, es lo que han aprendido de nosotros, es el regalo que les hemos
dado.
Como pasamos
menos tiempo con ellos y nos carcome la culpa, los sobreprotegemos en exceso
y les consentimos cuando estamos
con ellos. Y así nos va. Pues sepa que, educar no es dar todo lo que pide,
tampoco educar es dar crédito a su hijo en detrimento de la palabra del profesor,
pues si lo hace nos desbanca de la autoridad necesaria para poder enseñar.
Hay mucho
silencio alrededor de esto, el profesor se siente avergonzado de contar lo que
sucede en el aula, como si esto presupusiera ser un “mal profesional” y callan haciéndonos
a todos cómplices de este ignominia.
Pero hay que
decirlo bien alto para que la sociedad se entere: Los maestros y profesores
estamos expuestos e indefensos no sólo a la violencia verbal de alumnos
consentidos o malcriados, sino además, a la ejercida por padres, desbordados
por las circunstancias, quienes han encontrado un blanco fácil y a mano contra
quien destinar su rabia.
Bien sabemos que
ser padres no es una tarea fácil en un mundo convulso y caótico como este. Pero
en este maremágnum de desidia y confusión, la educación no debe ser una isla
pues es lo único que puede salvarnos.
Piense que, a
fin de cuentas, nosotros, los maestros y profesores estaremos aquí durante un
breve espacio de tiempo, pero no pierda el norte, porque el timón de la educación
de sus hijos está, finalmente, en su mano.
viernes, 7 de junio de 2013
Si te comes este libro harás muecas
La civilización del espectáculo es un
librito de ensayo, un popurrí de preocupaciones que comparte su autor, Vargas
Llosa, sobre la deriva de este siglo XXI. El escritor analiza muy sobriamente
las razones del desprestigio de la cultura debido a la superficialidad e
insustancialidad en que se encuentra sumida la misma esta época. Despotrica el Nobel,
ya asentado en la autoridad moral que le da este título, sobre las razones del
“todo vale” en el arte y la escasez de talento de músicos, escritores, pintores
y demás ralea de artistas de nuestro tiempo. Navega para fundar o derribar la tesis de varios autores que han
tratado el tema desde para acabar sosteniendo la teoría de que es la
popularización de la cultura, el acceso a las misma por parte de la masa, la que ha traído la perdida de valores
y de calidad de la misma.
Aunque acierta en muchas aspectos,
imposible no hacerlo cuando se trata de “boutade” consabidas porque ya otros las apuntaron antes, y arremete Vargas Llosa contra la falta de
criterio y al mercantilismo consumista en el que se sustenta la cultura actual.
Sin embargo, patina, porque se le ve el plumero más rancio y derechoso, cuando
apologiza y asocia gran cultura con elitismo social, dejando para el populacho
la “cultura basura”. En fin, un
librito de fácil lectura que
adolece de aquello mismo de lo que se queja: insustancialidad y
superficialidad, pero a buen seguro le habrá dado, a su autor, buenos
dividendo.
Un ejemplo a
pelo de este vacuidad literaria en la que estamos inmerso es la obrita, Si te comes un limón sin hacer muecas,
de Sergi Pàmies, un libro de relatos de una insulsez y majadería
espeluznante. El autor, un remedo
malo de Quim Monzó, relata, por decir algo, 20 cuentos breves de una trivialidad
insoportable. Y no es porque el relato de estas historias cotidianas sea
absolutamente prescindibles, ni porque esté escrito en un presente actualizador
carente de toda gracia u originalidad, sino porque sus desnudez y
esquematización resulta tan vacua y carente de contenido que se queda en lo
anecdótico, en los clichés o en un
ejercicio inocuo e insulso de escritura. Eso sí viene prologado por el snob de
los snob, el adalid de este estilo del “no escribir” pero que se ha ganado un
buen puesto en los círculos literarios por ser capaz de escribir cientos de
páginas y no decir nada, el gurú de las letras catalanes, el enfant terrible que necesitaba España
para ser moderna y más necia aún si cabe, sí ya sabes de quien hablo, de
Enrique Vilas Matas. Off course.
domingo, 2 de junio de 2013
Terrorismo de género
Según la R.A.E se denomina terrorismo “ a la
dominación por el terror. A la sucesión de actos de violencia ejecutados para
infundir terror”. Me planteo sino seria conveniente denominar como “terrorismo
de género” los continuados asesinatos de mujeres por partes de sus parejas o ex
parejas.
Este cambio de nomenclatura supondría la
consideración de este hecho como un problema de estado y, de este modo, el
terrorismo de género sería tomado en cuenta como un acto que menoscaba las
libertades y derechos de las mujeres, pero también como un acto que descalabra el
fundamento de derecho en el que nuestro sistema democrático se basa.
Y es que los últimos asesinatos de mujeres nos
obliga a una reflexión más profunda de este hecho, no podemos seguir cerrando
los ojos a este feminicidio como si fuese un grieta más del sistema, porque en
ello nos va la vida a la mitad de la población.
El estado debe garantizar la seguridad y la
protección de los más débiles y en este caso, los débiles, son todas esas
víctimas del machismo que mueren cada día. Sin embargo, esta debilidad de las víctimas no está
sustentada en una menor capacidad de la misma sino en la inferioridad social en
la que ha estado sometida durante mucho tiempo a causa del machismo imperante en
nuestro sistema patriarcal.
El gobierno debe actuar ya desde todas las
instituciones y solventar lo que a
fuerza de reducciones presupuestarias y aumento de la crisis se perfila como
uno de los problemas más importante de este momento.
La condena de estos delitos y la puesta en
marcha de una plan de acción urgente contra el machismo debe ser una prioridad imperante para nuestros
gobernantes.
Hay que erradicar de nuestra sociedad los
resquicios de la era franquista, donde la mujer era considerada un ser inferior
y dependiente del marido. De aquellos barros vienen estos lodos.
Aconsejo
a quien no lo haya visto el interesante documental “las Constituyentes”
homenaje a las primeras mujeres que trabajaron en la creación de la
Constitución, pioneras que tomaron por primera vez en democracia la palabra
para exigir la igualdad legislativa. Sobre todo, porque es revelador constatar
como las políticas actuales, cuarenta años después, se quejan de las
diferencias políticas y sociales aún existente entre ellos.
Así,
mientras la cuota ha llegado a los partidos a regañadientes e impuesta
por una justicia reparadora, ésta no se ha reflejado en iguales conquistas
sociales para la mujeres. Baste como ejemplo la ley del aborto donde todavía
ser dirime si un derecho único y exclusivo de la mujer debe ser politizado a
instancias de la influencia de la iglesia en el grupo que gobierne.
El machismo domina todas las capas sociales, acecha
escondido o latente en nuestra sociedad revestido de modernidad y europeismo.
Sólo hay que echar una ojeada a la caja social, la televisión, y observar en
qué lugar del ranking social y de prestigio aparecen hombres y mujeres, quienes
aparecen en las grandes gestiones económicas y políticas y quienes permanecen
aún en la vida privada.
No obstante, peso a todo, las mujeres no van a
retroceder un paso atrás en la conquista de sus derechos, en la igualdad
efectiva, en la toma del poder que les pertenece por derecho y valía, desde cualquier
punto del planeta. El grito de protesta de la feminista tunecina, Amina Tyler, representa gráficamente lo que digo, la
palabras dibujadas en su piel “Mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiera” que le ha valido la condena del
fundamentalismo, pero la activista tunecina sigue resistiendo.
Difícil y ardua tarea que debemos sostener cada día las mujeres en la consecución de la
igualdad efectiva y real, más complejo aún por el sistema patriarcal en el que
vivimos, a no ser que alguien sea tan inocente para pensar que Angel Merkel,
domina el mundo, o al menos esta parte de nuestro mundo.
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