Escribir este blog fue un reto que me lanzó mi amiga y compañera de fatigas Emilia, quería comprobar si era capaz de acabar algo. Yo misma lo dudaba, soy de las que empiezan a escribir y les cuesta acabarlo, no por pereza, sino por exceso de perfección. Nada me parece lo suficientemente bueno o bien hecho para finalizarlo y ponerle el punto final. Hasta entonces, lo que más había hecho era reescribir una y otra vez sobre lo ya escrito.
Con este blog he podido alcanzar el objetivo: acabar al menos más de cien relatos. Pero ya no voy a continuar. La razón es bien simple, los blog tienen sus propias reglas y, la brevedad es una de ellas. Muy pocos lectores se detienen ante un cuento de más de dos páginas, por lo que el propio medio condiciona el texto. Y me gustan poco los condicionantes.
La blogosfera exige también intercambio y reciprocidad, no escribes sólo para los demás, quieres conocer a los demás y lees lo que escriben los demás; es por lo tanto una comunicación virtual, fluida, periódica, compleja que ocupa un tiempo que últimamente no tengo.
Me voy, pero me voy con cierta nostalgia por lo que no podré leer. Pero necesito este tiempo entre mi trabajo y mi ocio para mí (habrían tantos post que escribir, tantas amig@s de los que hablar; la realidad social y política es tan interesante….).
Ahora es el momento porque ya sé que puedo, pero lo haré en silencio, no prometo no pasearme por las ventanas de sus casas alguna vez. Pero esta vez toca escribir en soledad como siempre lo he hecho, pero con otro propósito: acabar (quizás) una novela.
Escribimos siempre para los demás, por eso, las opiniones y comentarios de los lectores son tan importantes. Me enorgullezco de que en estos años de este cajón de sastre que es este blog jamás he recibido ningún comentario zafio o hiriente sobre algo que haya escrito. Si acaso alguna respuesta intempestiva de un airado escritor porque no le gustó la crítica que le hice de su libro, qué le vamos a hacer.
Hoy sé que puedo, y todo gracias a ustedes, quienes con sus comentarios y críticas recibidas me han dado la posibilidad de elevar mi autoestima como escritora.
Me voy pero no cierro el blog. Ahí les dejos mis cuentos, mis reseñas literarias, mis diarios, por si alguien quiere asomarse alguna vez a este blog.
Esa mujer libre, rebelde, irracional, salvaje, indómita e incivilizada que es la mujer manos patas que soy, hoy se siente más segura de sí misma, consciente de que un poco de racionalidad y tranquilidad en su vida es necesaria para trabajar y crear.
¿Se acuerdan amigos del aquel cuento o fábula infantil de león herido que se le clavó una púa en la pata? El final es un final feliz. El león fiero y el niño se convierten en amigos. Ustedes han sido el niño y yo la leona herida.
Un abrazo y hasta siempre.