miércoles, 30 de noviembre de 2011

Primer capítulo

A simple vista la isla Bananaria podría ser una isla cualquier del mal llamado caribe atlántico, con sus soberanos y sus caciques de medio pelo, con sus operaciones fraudulentas, sus pelotazos urbanísticos y sus corrupciones y corruptelas. Pero bajo esta falsa apariencia de tranquilidad y de eslóganes turísticos que pregonan una primavera eterna se esconde un tumultuoso y bravío volcán que algún día estallará.

La isla Bananaria tiene el honor de ocupar la segunda posición en toda Europa, seguida de la isla de Reunión, y el insigne número uno en el ranking español de Comunidades con mayor desempleo. Este lustroso honor, ganado a pulso gracias al buen hacer de sus gobernantes, comerciantes de medio pelo y aspirantes a nuevos ricos, ha hecho de ella un paraíso para los chorizos, quienes aprovechándose de su poder y posición social han hecho del ladrillo un pelotazo, de la ignorancia una baza y de impunidad una oportunidad.

Así, la principal industria se ha basado en la recalificación urbanista, el reparto de licencias o el cobro de comisiones desde los ayuntamientos y demás organismos. Pero también sobreviven los pequeños autónomos, principiantes de políticos que reparten sus votos a cambio de favores en la puerta del colegio electoral y luego está el resto.

Esta forma de actuar, de sus propios gobernantes y próceres se ha extendido como un reguero de lava por toda la población y de esta forma, es el más listo el que más desfalca o el más astuto el que más roba.

Entre tanto la justicia, lenta como elefante y amordazada por los poderes políticos, avanza cercenada e impotente ante tanto desmán.

La isla como cualquier isla Bananaria que se precie tiene su grupo independentista, que sustentándose en el maltrato sufrido en las conquista y en otras cuestiones a cual más peregrina, como la lejanía del estado o la cercanía con Marruecos, reclaman la independencia para que gobiernen los mismos que ahora la expolian.

Aquí vivo yo, Quijote sin fortuna atizando con mi lanza de libros a una juventud amodorrada como la propia isla. Cada mañana me levanto y grito contra los molinos de la ignorancia y la incultura. Pero mis alumnos están perfectamente adiestradazo en la inopia del desconocimiento. No hay más mundo que el de la caja tonta, lo irreal se vuelve realidad y la realidad ficción, por eso aunque esto parezca una isla fantasma en una novela de García Márquez juro por mi honor que vivo en ella y existe.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La piedad peligrosa

¿Alguna vez te ha sucedido que por sentir pena por alguien te hayas envuelto en una historia de la que no sabes salir? ¿Alguien ha confundido tus sentimientos de pena por los de amor? ¿Es la piedad un sentimiento de amor hacia los otros o es más un sentimiento de vanidad, de debilidad, de poder embriagador? ¿No nos convierte el sentimiento de piedad en superior? ¿No es la ayuda que ofrecemos una concesión interesada a nuestro propio ego?

Sobre esta base, la piedad, reflexiona el autor en esta trepidante novela “La Piedad peligrosa” de Stephan Zweig

El argumento, un joven soldado que siente lástima por una joven inválida y se ve envuelto en una serie de acontecimientos de los que no puede escapar y que le llevarán inevitablemente a un dramático final, es simple; las consecuencias se ven venir, pero el lector no puede más que permanecer angustiado e impaciente hasta saber el desenlace.

La novela se lee sin descanso, nos vemos inmerso en la vida del protagonista, en el magnifico embrollo en que se está introduciendo y, tenemos la angustiante sensación, de no poder hacer nada para evitarlo. Esta es la genialidad de Zweig describirnos con tal suma de detalles los sentimientos y pensamientos del protagonista que asistimos, impotentes al declive o la catástrofe del mismo. Pues “La piedad- como la morfina- sólo es buena al principio para el enfermo, un medicamento, un auxiliar, pero si no se sabe dosificar y retirar adecuadamente, se convierte en un veneno mortal (…)el organismo, tanto el cuerpo como el alma, posee una inmensa capacidad de adaptación; igual que los nervios necesitan cada vez más morfina, el sentimiento necesita cada ve más piedad, y por último más de la que es posible darle. Es inevitable que llegue el momento, tanto en un caso como en otro, en que hay que decir, “no” sin importar que el otro le odie más a uno por es última negativa que si nunca le hubiera ayudado (…) hay que sujetar las riendas a la compasión, de lo contrario, causa peores daños que la indiferencia (…) Es algo peligro la piedad, muy peligroso ¡

Ya digo, una novela que pone en tensión, produce por momentos angustia. No podemos dejar de sentir lo que el mismo autor rechaza, un sentimiento de lástima por ese joven y débil soldado.

Y es que, “Lo peor de este mundo no viene provocado por la maldad y la brutalidad, sino casi siempre por la debilidad”. Una obra altamente recomendable, a quien ame de Zweig, de sus profundas reflexiones y conocimiento del ser humano, de su romanticismo y sentimentalismo, amén de célebres frases que ya pertenecen a nuestro acerbo cultural. Sirva de muestra esta. “…en cuanto se sabe que también se es algo para otros, se percibe el sentido y la misión de la propia existencia”

miércoles, 23 de noviembre de 2011

pan con chocolate

Pensaba que era el otoño, el cambio horario, de biorritmo, yo qué sé, cualquier excusa vale. Pero es que estoy tan, tan cansada. Me levanto cansada, me acuesto cansada, vivo cansada y es que no puedo más, estoy exhausta. Llego de clase, invento qué hacer de comer, para luego derrumbarme en el sofá donde me pesan hasta las pestañas. Sólo aspiro a que llegue el fin de semana para descansar, descansar, descansar.

Pero si mal de muchos es consuelo de tontos yo lo debo ser mucho porque me consuela que otras blogueras que leo estén igualmente cansadas. Sin embargo, no me alegro tanto cuando compruebo que todas tenemos una cosa en común: todas somos docentes.

Compruebo que todas contamos las mismas experiencias, la misma desazón, el mismo terrible esfuerzo cotidiano de lidiar con adolescentes desmotivados, irreverentes, retadores, malcriados. Y es esta inversión energética en el aula cada mañana la que nos deja desfallecidas. No es para menos visto el esfuerzo psíquico que debemos hacer para controlar al grupo cuando hay cuatro o cinco expertos en hacer boicot, porque no quieren estudiar ni aprender sino pasárselo bien y molestar al resto.

Pero esto nadie lo ve, la mayoría de la gente suele tener una visión idílica del profesor fomentado quizás en las vivencias de su infancia, pero nadie que no trabaje en esto puede comprender el enorme esfuerzo psíquico, la inmensa capacidad de autocontrol que se requiere para no “perder los papeles” y explotar. Y aún así lo hacemos. Esta misma semana Kika, profenovata y yo hemos acabado la jornada con deseos de llegar a casa y llorar, de impotencia, de rabia, porque no hemos estado a la altura o no hemos sabido gestionar un conflicto, o te ha podido el carácter y acabamos pensando si realmente esta profesión es la nuestra.

No obstante, el gobierno continuara rebajándonos los sueldos otro año más, el gobierno catalán ya ha comenzado, los funcionarios, ya se sabe, somos unos vividores y una presa fácil.

Me tiro en sofa y escucho a Lula Pena cantando esta canción de Rodrigo Leao “Pasión” imaginando que tú me cantas…..Ay abrázame esta noche…. Mientras mordisqueo mi pan con chocolate.

foto de Roberto Marquina
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lunes, 21 de noviembre de 2011

Los ojos amarillos de los cocodrilos son los ojos azules del PP

El éxito. He ahí el principal baluarte de nuestra sociedad contemporánea. Tener éxito es el culmen al que puede aspirar cualquier persona para sentirse victorioso ante los demás. Pero para ello deberá enfrentarse a las muchas trabas y condiciones que la sociedad le pone en el camino. El hombre ya no es un lobo para el hombre sino un cocodrilo, dice la autora de este best seller, un cocodrilo que devora sin piedad al más débil.

Este libro “Los ojos amarillos de los cocodrilos” nos habla de esto, de gente de mucho éxito y de gente que no lo tiene tanto, de lo que son capaces de hacer algunas personas para conseguirlo, del dinero como medio, de las mentiras que llevamos a cabo para soportar un estatus. Pero también de madres que no soportan a sus hijas y de hijas que no soportan a sus madres porque no se parecen a ellas, sino todo lo contrario.

Sólo nuestra heroína, quien me recuerda inevitablemente al Ignatius de “La conjura de los necios” parece apartarse de esta clasificación. Josephine es el elemento distorsionador, la romántica e idealista que no comulga con estos valores, por lo que entra en constante conflicto con los demás. A esto se le suma que ha echado a su marido, en paro, de la casa, debe soportar una pobre autoimagen de sí misma, y entra en continuos conflictos con su hija, una adolescente, depredadora y materialista, pero completamente adiestrada sobre lo que debe hacer para ser alguien en la vida.

La novela ambientada en el Paris actual nos lleva a un divertido entramado de relaciones sociales, madre, abuela, tía, cuñado, sobrino, vecinas, amigas se mezclan y enredan en el devenir cotidiano. Escrita en un presente actualizador y con un humor muy francés, la novela se lee rápido y consigue su propósito, levantarnos una sonrisa.

Diálogos abundantes y vivaces, personajes que todos reconoceríamos en nuestras propias vidas, se unen en un glamoroso ambiente parisino, a veces, convertida en una jungla.

Se ha tachado esta novela de femenina, escrita por mujeres y para mujeres. La autora no se molesta por ello. No le interesa el mundo de los hombres, tal como dice en la entrevista. Los hombres se han quedado atrás, agazapados y retraídos, le interesa la vida de las mujeres, qué piensan y qué desean, aunque esta se parezca cada vez más a la de los hombres.

Entretenida, amena y fácil de leer. Se entiende que haya sido el libro más vendido más en Francia desde hace mucho tiempo. Se echa en falta mayor profundidad en algunos personajes y eliminaría algunos acabados demasiado literarios, pero en definitiva una novela recomendable si sabemos sacarle una enseñanza: El dinero puede ayudar a tener éxito pero no asegura la felicidad. En esta de resaca de desbordante éxito del Partido Popular, no está de más recordarlo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La voz dormida

Les marco como tarea a mis alumnos de 3º de la ESO que vean el debate televisado entre los dos candidatos a la presidencia. Para qué protestan aireados, si no podemos votar aún, qué nos interesa a nosotros la política. Les respondo que hay que estar informado de lo que pasa en el mundo, que ellos son el futuro y deben saber lo que ocurre en él.

Esta misma actitud hostil y cerril suelen tener algunas personas cuando se les habla de la necesidad de conocer nuestro pasado. Para qué, la guerra civil queda muy lejos y el franquismo ya pasó, responden algunos con igual actitud infantil. Sin detenerse a pensar que la historia, tal como la conocemos, fue contada por los vencedores. La voz de los vencidos, de los derrotados siempre fue acallada, de ahí la necesidad de recobrar la memoria histórica con novelas como estas.

Y es que en los libros de historia jamás nos contaron nada sobre los maquis, los guerrilleros antifranquistas españoles que organizaban las partidas desde la montaña; de ellos trata “donde nadie te encuentre” jugosa novela de Alicia G. Barlet. La historia contada a dos voces, nos narra la vida de su protagonista, el último de los maquis, Pastora, hermafrodita, que pasó toda su vida escondida-o y aislada-o en la más absoluta soledad de los montes. Paralela a ella transcurre la historia en tercera persona de una curiosa pareja, dos personajes antagónicos, un médico y un periodista en la búsqueda de este mítico personaje.

La autora catalana, experta en novelas policíacas sabe mantenernos en una expectativa creciente, en una sostenida tensión hasta el final donde nos esperará otra vuelta de tuerca más. Una narración ágil y amena donde sólo eliminaría algunos pasajes sobre los asaltos por demasiado repetidos y sabidos, pero, en conjunto, una novela bien escrita.

Sobre el sufrimiento, la soledad y el silencio de un grupo de mujeres de la posguerra española trata la novela de Dulce Chacón “La voz dormida”. Es la historia de las mujeres “rojas” de la posguerra, quienes a causa de su ideología política sufrirán torturas, encierros y fusilamientos después de alzamiento franquista. Curiosa novela si conocemos por la Wiki que su autora, Dulce Chacón, fallecida tempranamente en 2003, nació en una familia de derechas. Sin embargo, la autora siempre estuvo vinculada a movimientos de izquierda, “ni rencor ni olvido” reclama, defendiendo la necesidad de que no fuesen silenciadas la historia de los vencidos sino que fuesen expuestas a la luz pública.

Así, como Giménez Bartlett sabe aprovechar los recursos de la novela policiaca para su novela, Chacón hará lo mismo con sus dotes como poeta, presentándonos los hechos de algunas escenas como actuales o anunciándonos un fatal desenlace, de esta forma consigue darle un acertado lirismo y dramatismo según convenga. Aún así, la estructura de la “Voz dormida” es mucho más endeble que la de “donde nadie te encuentre”, la trama adolece de un ritmo vivo, volviéndose por momentos monocorde. No obstante, esta ingenuidad novelística estará acorde con la sencillez de las vidas de unos personajes truncados por la guerra.

El valor añadido de ambas novelas está en que sus autoras aprovechan la información real de fuentes de documentación histórica sobre los personajes, algunas testimonios son extraídos incluso de primera mano.


foto de la guerra civil española mujeres guerrilleras de las tropas antifranquistas

viernes, 4 de noviembre de 2011

Todo se derrumba


Todo se derrumba. Achinua Achebe. Creo que así se llamaba el autor. Una vez leí el libro, ahora no recuerdo de qué trataba. Es curioso cómo recordamos algunas cosas y otras, sin embargo, desaparecen en el olvido para siempre. Todo se derrumba en mi cabeza, dentro de mí, como si las lianas que sostuvieran mi cordura hubiesen empezado a ceder y mi propio equilibrio hubiese comenzado a resquebrajarse, y de pronto, desaparece esta doble piel que me protegía. El vestido del emperador pero al revés. Mientras todos piensan que estaba desnuda andaba vestida, cubierta, escondida, incluso de mí misma. He sabido representar mi papel con esmero, hasta con cierta genialidad. La artista fui yo, te acuerdas hermana cuando le dijiste a mamá que querías ser actriz y ella te dijo que eso era de puta. Bueno, finalmente fui yo la actriz, la que quería irse de misiones a los ocho años. Ya ves, qué injusto es todo, tú te tragaste las lágrimas y prometiste odiar a mamá cada noche y yo me enfrasqué en mis libros. Otra manera más de ocultarse.

Y así fuimos creciendo tú con la ponzoña del olvido y yo intentando olvidar la ponzoña. Sí ya lo sé, no debería hacer estos juegos de palabras estúpidos, pero me salen solos. Qué quieres, siempre me gustó el juego, siempre fui rápida en hablar, en caminar, en esconderme. Tú, en cambio no, tú te orinaste en la cama hasta los doce y yo me levantaba empapada de tu orín. ¿Recuerdas? Y por la noche la misma letanía siempre, te acuerdas lo que rezabas antes de dormirnos “que mamá se muera mañana, que mamá se muera mañana”. Yo no, yo no decía nada, yo sólo cerraba los ojos y soñaba con que era otra mi madre, una madre dulce, hermosa y buena. La pobre, mírala ahora, mil arrugas en su rostro quizás ella también vivió otra vida que no quiso. Tú eras más como ella, más práctica, en cambio yo, siempre tuve demasiada imaginación, eso me salvó, o no. Ahora no sé, por eso es que todo se derrumba dentro de mí mientras miro la cara del color de la cera de mamá y me despido de ti para siempre. ¿Te has fijado en que el rostro de mamá parece ahora el de un buda milenario y ciego? Ya no da miedo, ahora tú sí, con tu rostro de princesa dormida para siempre.

Aún puedo recordar, cerrar los ojos y verte durmiendo a mi lado como cuando niña, tienes el mismo rostro, el color del trigo en tu pelo cayendo ondulando sobre tu frente y esa capa de vello melocotón cubriendo tu rostro. Puedo ver tu labio superior levemente levantado hacia arriba mientras respiras dormida y tu pecho sube y baja. Eras tan guapa, todos los decían, incluso delante de mí que sólo te llevaba dos años. Eras la más guapa, la más coqueta, yo sólo era la más lista, la que te engañaba con las cuentas, 12 pesetas para ti y 13 para mí, la que se escapaba por el muro y se iba a la calle. Tú, en cambio, eras el ojito derecho de mamá, tan guapa, tan coqueta, tan trabajadora, y tan orgullosa, sobre todo después de lo de Andrés. Cuánto sufriste por ese hombre y cómo te tragaste tu orgullo y seguiste viviendo, sólo ahora entiendo tu sufrimiento, te casaste con otro, tuviste dos hijos preciosos, un marido encantador. Cómo te adoraba ese hombre que pensó que serías de él para siempre y qué disgusto le diste a mamá cuando le dijiste que te separabas, que dejabas a ese marido modelo porque querías vivir, vivir y que con él no lo hacías.

Pero yo sabía que era por Andrés, tu primer novio, a quien nunca olvidaste y del que siempre habías seguido enamorada. Cómo no iba a saberlo si compartimos doce años la misma cama. Yo estuve allí cuando permaneciste tres días encerrada llorando porque él te dejó, y cuando te casaste al año con Julio por despecho. Ahora pienso que de alguna manera tú también has sido una buena actriz durante muchos años, madre modelo, esposa fiel, empresaria arriesgada; guardando, escondiendo tu amor por Andrés, tragando lágrimas de desprecio por quien destrozó tu corazón, agarrándote a tu orgullo cuando lo veías en un baile o en una calle para no salir corriendo tras él porque era eso lo que te pedía el corazón. Por eso cuando mamá me dijo que dejabas a tu marido y volvías con Andrés me alegré. Veinte años eran muchos años ya para guardarle rencor. Que sólo se vive una vez, ay hermana, sólo vivimos una vez y tú ya la viviste, justo ahora que dejabas de ser todo eso en que te ocultabas para ser tú, para no ser más lo que los otros esperan. Justo ahora que eras más tú que nunca te desconectan de la vida. Me tengo que ir ya, ahora vendrán los otros a despedirse, yo he querido entrar sola para decirte sólo esto, que siempre fuiste una mujer valiente, más valiente que yo, buena y valiente, sólo eso, no quería despedirte sin que lo supieras.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Valor de gente

Este fin de semana ha venido a verme alguien a quien he conocido desde hace muy poco pero que ocupa un lugar ya muy importante en mi vida. Debo confesar que tenía miedo, un miedo que ahora veo absurdo e injustificado pero que imagino fue producto de lo mucho que me importa esa persona y de la buena impresión que quería darle. Temía tantas cosas, que no le gustase la isla, que no se sintiera cómoda en mi casa, que no comprendiera mi entorno, mi modo de vida…en fin. Estaba nerviosa.

Pero he aquí que no sólo le ha encantado todo esto sino que se ha ido con mucha pena pero con ilusión y ganas y pensando en un día poder trasladarse a vivir aquí. Le ha encantado no sólo la naturalidad, cercanía y afecto de la gente de la isla sino además las buenas relaciones y el buen clima que rodea mi vida.

Esto me ha hecho pensar y detenerme a reflexionar en alto sobre algo que pocas veces me detengo, en la gente que me rodea. Y es que son tan importantes el bienestar y la armonía en tu entorno con una buena convivencia para mantener tu bienestar emocional.

Me explica que le ha maravillado las situaciones como las que vivió este fin de semana y a las que está tan poco acostumbrada, por ejemplo, a que se reúna de improviso tanta gente en casa sin avisar, que alguien que sólo te conoce de un día te ofrezca su coche, que comparta con tanta naturalidad y alegría momentos, y sentimientos sin tantos formalismos ni códigos sociales, que se pueda vivir de otra manera las relaciones afectivas y amicales...

Largo e intenso fin de semana. He visto en sus ojos la soledad y hemos hablado de lo mucho que sin saberlo necesitamos de los otros, del amor de los otros. Somos seres sociables, necesitamos sentirnos rodeados de gente que nos quiere como somos, de forma incondicional. Entonces hemos hablado de soledad de las grandes ciudades y del refugio que supone las familias. ¿Pero y cuándo no se tiene familia o cuándo vivimos alejada de ella? La respuesta estaba allí: los amigos son muchas veces esa familia que construimos con los años.

La gente, el cariño de las gentes es un valor añadido del que muchas veces no nos percatamos. Pasamos la vida quejándonos y deseando tener lo que no tenemos, anhelando bienes materiales o grandes éxitos cuando el mayor bien, el mayor tesoro es la gente, gente que te rodea, que te quiere y a la que querer.

Estas y otras reflexiones dieron buena cuenta de unos días intensos. Ella también me enseñó algo; de lo poco realmente necesitamos para ser felices.