A simple vista la isla Bananaria podría ser una isla cualquier del mal llamado caribe atlántico, con sus soberanos y sus caciques de medio pelo, con sus operaciones fraudulentas, sus pelotazos urbanísticos y sus corrupciones y corruptelas. Pero bajo esta falsa apariencia de tranquilidad y de eslóganes turísticos que pregonan una primavera eterna se esconde un tumultuoso y bravío volcán que algún día estallará.
La isla Bananaria tiene el honor de ocupar la segunda posición en toda Europa, seguida de la isla de Reunión, y el insigne número uno en el ranking español de Comunidades con mayor desempleo. Este lustroso honor, ganado a pulso gracias al buen hacer de sus gobernantes, comerciantes de medio pelo y aspirantes a nuevos ricos, ha hecho de ella un paraíso para los chorizos, quienes aprovechándose de su poder y posición social han hecho del ladrillo un pelotazo, de la ignorancia una baza y de impunidad una oportunidad.
Así, la principal industria se ha basado en la recalificación urbanista, el reparto de licencias o el cobro de comisiones desde los ayuntamientos y demás organismos. Pero también sobreviven los pequeños autónomos, principiantes de políticos que reparten sus votos a cambio de favores en la puerta del colegio electoral y luego está el resto.
Esta forma de actuar, de sus propios gobernantes y próceres se ha extendido como un reguero de lava por toda la población y de esta forma, es el más listo el que más desfalca o el más astuto el que más roba.
Entre tanto la justicia, lenta como elefante y amordazada por los poderes políticos, avanza cercenada e impotente ante tanto desmán.
La isla como cualquier isla Bananaria que se precie tiene su grupo independentista, que sustentándose en el maltrato sufrido en las conquista y en otras cuestiones a cual más peregrina, como la lejanía del estado o la cercanía con Marruecos, reclaman la independencia para que gobiernen los mismos que ahora la expolian.
Aquí vivo yo, Quijote sin fortuna atizando con mi lanza de libros a una juventud amodorrada como la propia isla. Cada mañana me levanto y grito contra los molinos de la ignorancia y la incultura. Pero mis alumnos están perfectamente adiestradazo en la inopia del desconocimiento. No hay más mundo que el de la caja tonta, lo irreal se vuelve realidad y la realidad ficción, por eso aunque esto parezca una isla fantasma en una novela de García Márquez juro por mi honor que vivo en ella y existe.