Vivimos en un mundo de hombres. La igualdad real está aún lejos de llegar, y no me refiero con esto a los países tercermundistas donde la situación de la mujer es de semiesclavitud o de completa sumisión a los hombres. Me refiero a este, nuestro primer mundo occidental y bienpensante.
El caso de Straus-Kahn es una muestra más de este hecho. Un hombre poderoso, en los primeros puestos para ser próximo presidente de Francia, presidente del F.M.I se cree y así lo hace, con el poder de violar a una camarera en un lujoso hotel en Nueva York. Pero esto no es lo peor, lo verdaderamente nauseabundo es la defensa que hacen de él sus propios compañeros de filas, socialistas franceses, hombres a fin de cuenta, esgrimiendo ideas tan peregrinas como la defensa de la privacidad, del honor o la destrucción de la imagen pública del Presidente. Ni una sola palabra para la víctima. Ni una palabra de adhesión para esta mujer, salvo, claro está, la de algunas mujeres, la ministra de Exteriores de España, por ejemplo.
Sobresalen más, al menos en la prensa de este lado del atlántico, los ataques al país que ha sido capaz de encarcelar al tipo de una forma “humillante” como dijo la primera secretaria del Partido Socialista francés. Llueven los reproches por parte de los franceses en su línea más cínica cuando critica al país que lo encarceló tachándolo de puritano, como si este hecho fuese un encuentro consentido por ambas partes, como si no fuese un delito la violación.
Para el violador todas las condolencias y exculpaciones, insinuaciones sobre su gusto por la buena vida y las mujeres, su carácter de “latín lover”, su dificultad para contener sus impulsos, todo dentro del marco de la más absoluta permisividad, como si estos lances o abusos de poder fuesen inevitablemente necesarios en una personalidad así y con un poder tal.
Nadie contaba con que la camarera, negra, inmigrante, viuda, madre, con más dignidad que ninguno de ellos, se atreviese a denunciar a la seguridad del hotel los hechos; pese que ahora, que sabe el poder que ostenta el violador tema por su vida y la de su familia.
En el fondo de esta historia subyace tristemente la idea aún patente en muchos algunos hombres de que la mujer es un objeto de placer para el hombre, que se puede coger cuando y cómo quiera, y si es una persona poderosa un Berlusconi o un Straus Khan con más derecho. De ahí esta falta de pudor moral de sus compañeros de filas al aceptar hechos inaceptables.
Esta idea es la que lleva a la violencia machista, al asesinato de tantas mujeres al año, hechos excusados, permitidos por altas autoridades o sufragados por grades empresas. Hoy sin ir más lejos podemos ver en la prensa que la firma Munich Re ha pagado a prostitutas como incentivos para sus cien comerciales.
Straus- Kham ya ha dado ya un millón de dólares por salir bajo fianza, hoy dormirá en un lujoso apartamento de lujo, deberá pagar cinco millones más en concepto de fianza. Sin embargo, para la camarera que tuvo el valor de denunciar el abuso, no hay dinero que la indemnice del horror vivido o de la dignidad perdida.
Pintura: La violación de Magritte.