martes, 31 de marzo de 2009

Microcerebros

La consejera de educación y cultura ha inaugurado una sede en Madrid para que los canarios expresen allí su arte, “una mezcla de queso, vino gofio y tecnología, sin complejos“ según sus palabras; de lo que se deduce que eso es para ella la cultura canaria: una mezcla de folklorismo y nuevas tecnologías, sin complejos. Me pregunto a qué o a quién van a promocionar en Madrid si la cultura no la generan aquí. Que digo yo que primero tendrá que existir para ser promocionada.

Las subvenciones, se destinan para el maquillaje de una gestión nula o para congresos, festivales y demás ferias donde el personal de la administración se da, con la excusa de representar a no se sabe bien qué la vida padre entre fiesta y fiesta; ya sea para la promoción del gofio en la china o el calamar sin tinta en Polonia. El dinero sobrante es para dietas, viajes, y demás representaciones con gastos pagados a todas las ferias existentes desde Mongolia a Tanzania, pasando por Pekín.

Una partida importante va a la televisión autonómica, que pagamos todos y a quien se destina, la otra parte, para así, hacerla a su antojo y medida de su cerebro. Si no miren lo que ha aparecido en la prensa esta misma semana: la tele canaria anda buscando canarios con micropenes como última oferta cultural. Y lo curioso es que aún no ha aparecido ninguno, oiga, que por aquí el personal va bien surtido, y sino que se lo pregunten a sus señorías que andan con risotadas tabernarias, ellos tan machos, ante los ripios machistas de un compañeros de filas a una diputada socialista. Ellos sí que tienen lo que hay que tener.

Casos y cosas de la República Bananaria, más cultura y menos representación. Que educación también es cultura, justo la necesaria para no sucumbir y confundir los micropenes con los microcerebros.


viernes, 27 de marzo de 2009

GARA Y JONAY



En la Gomera, llamada también la isla del agua por las innumerables fuentes que manan del interior de la tierra y de sus montañas, vivía Gara, hija de Menceyes. Cuenta la leyenda, que en el interior de la isla existía una fuente a la que acudían todos los jóvenes a mirarse pues sus aguas eran mágicas. Ocurría que si al mirar en ellas se reflejaba su rostro con claridad, la fortuna te sonreiría en el amor, pero si las aguas se enturbiaban éste sería desdichado.

Un día acudió Gara a la fuente a mirarse a las aguas descubriendo en ellas el agua transparente reflejar su hermoso rostro. Pero a lo pocos minutos el agua comenzó a enturbiarse. Gara salió despavorido a consultar al oráculo quien le dijo estas palabras: “lo que tenga que ser será. Huye del fuego”. Gara ante el temor de que estos presagios se confirmaran se hizo vestal o diosa, por lo que su amor fue prohibido a todo mortal. Pero nada puede poner barreras al amor, ni hay fuego o mar que lo detenga, y por más que se trate de ocultar bajo cien capas de tierras, éste crece como una raíz profunda con fuerza poderosa. Sucedió en la fiesta de Beñesmén, adonde acudían todos los jóvenes casaderos de las demás islas.

Jonay, hijo de Menceyes, procedente de la isla de Tenerife, llamada también la isla del fuego, por el ingente volcán que allí dormía llegó un día a la isla. Se adentró con sus guerreros en el bosque y descubrió a Gara, reflejándose en las aguas turbias de la fuente. No fue necesario hablar. Los jóvenes se miraron y comprendieron que sus corazones les pertenecían. En ese mismo paraje se amaron sin conocerse pero con la certeza de que sus amor era eterno. Entonces el volcán rugió y comenzó a lanzar fuego por su boca durante días. La lava comenzó a desbordarse por la montaña hacia el mar provocando el temor de la gente. Entonces los Menceyes recordaron la profecía, Jonay era de la isla del fuego y Gara de la isla del agua. El fuego y el agua no pueden estar juntos. Aquella unión estaba condenada. Entonces prohibieron a los enamorados amarse, aquél amor era imposible. Cuando el Mencey comunicó esto a Gara el volcán se detuvo. El joven tuvo que volver a la isla de fuego. Pero su corazón destrozado se lanzó una noche al mar, y cruzo a nado hasta la isla de la Gomera para encontrarse con su amada. Cuando las fuerzas desfallecían pensaban en los ojos de su amada que lo llamaban desde la distancia. Jonay llegó a la isla y se encontró con Gara, pero ya los guerreros habían ido en su busca, temerosos de que el volcán irrumpiera de nuevo provocando la muerte de todos. Los amantes, en su desesperación y sabiendo que la muerte no era peor que la separación de sus cuerpos, se lanzaron al abismo abrazados.


martes, 24 de marzo de 2009

Tias a la fuerza



Lo menos que hubiese imaginado yo cuando me casé con Esther era esto. Alguien me lo tenía que haber advertido. Pero quién podía hacerlo, eso lo aprende una sola y para siempre, a saber, que uno no se casa con quien creía, sino que arrastra, como esa cola de novia que nunca llevé, una ristra de familiares adosados al paquete.
No sé como no me percaté de que la familia de Esther era como una extensión de ella misma multiplicada por diez. Siempre la consideré alguien más bien excéntrico y peculiar, eso era parte de su encanto, pero aquello desbordaba todos los límites.
Afortunadamente, la mayoría de ella no vivía en la isla, por lo que eran escasas las ocasiones en las que nos reuníamos. Navidad, bodas y bautizos era uno de esos momentos temidos e inevitables donde hubiese preferido no haber asistido o que la tierra me devorase por unas horas antes de tener que enfrentarme a la horda de hermanas ansiosas por saber de mi vida y vicisitudes. Yo era la extraña, la peninsular, la nueva, a la que había que diseccionar, estudiar, analizar y nada de esto se hacía de forma sutil. Esta palabra jamás existió para ellos. Yo era devorada ansiosamente y sin respiro por la curiosidad inminente de las hermanas, de las sobrinas…
Lo peor de todo era que en esas reuniones de familia siempre se bebía de más, se hablaba de más, se comía demás; y al final, alguien llorando. Era esos momentos, de descanso del ring, en los aprovechaba para escabullirme en retirada, deslizándome hacia la banda de los hombres.
Pronto encontré un refugio en ellos, pobres desalmados que al igual que yo huían al fumadero como podían. No había otra salida, los que no fumaban acababan fumando y los que ya lo hacían multiplicaban sus visitas al jardín o a donde se terciera el fumadero del evento para poder salir unos minutos de allí.
En realidad, eran ellas quienes llevaban los pantalones, no podía ser de otra forma; ellos habían aceptado desde el inicio su posición de flaqueza. En estas reuniones memorables eran ellos los que cocinaban, los que servían la mesa, los que permanecían callados, los que tenían derecho a voz pero no a voto. Era un verdadero matriarcado.
Pero, si aprendí a capear, como buenamente pude a las hermanas, me fue imposible hacerlo con las sobrinas. Cómo permanecer inalterable cuando venían a casa: pletóricas, salvajes, iguales a Esther, pero intensificadas por la energía y la vitalidad de sus pocos años. A todo esto, añáe el efecto que hace su presencia, por alguna extraña razón, Esther les insufla aún más ese estado de exaltación continua y arrebato. Porque si con sus madres guardan algo de cordura y saber estar, en nuestra casa saben que hay siempre veda abierta al disparate. Y no es precisamente que yo lo permita, tú me conoces, sabes lo maniática que soy del orden, pero quién le pones vallas a al mar. A través de ellos veo lo que un día me espera si tenemos un hijo, te lo aseguro en ellos, en sus sobrinos, está el germen del caos, de la revolución, no exagero. Si, ya ves, yo tan ordenada y celosa de mi orden. Por esa razón me ves de esta guisa; Esther y las sobrinas están ahí delante, yo recogiendo las toallas, la ropa, la sombrilla, la comida que se calienta, el agua que se termina. Lo que te digo, desde que me casé, me han aumentado las canas y la familia.

viernes, 20 de marzo de 2009

Humor canario




Felicita tiene un afición. Pasear mirando casas por el campo. No sé cuando empezó esta afición pero yo sucumbo sin concesión a esta modalidad del paseo que se vuelve contagiosa. Simplemente le nace, tiene un gusto desarrollado del espacio y hace de cualquier sitio un lugar agradable. Por lo que, en muchas ocasiones me veo arrastrada por ella a parajes insólitos en el campo. Es casi una enfermedad, no puede ver una casa que le guste que no la describa con toda suerte de detalles. Y como es tan expresiva y minuciosa en su relato, pues casi sin darte cuenta, ya estás viviendo dentro.

-mira esa de ahí que bonita, mira que jardín tiene, has visto la mesita que tiene justo debajo del árbol...

- sí, es verdad

-mira qué bonitos los cactus en la ventana, te imaginas ahí por las tardes tomando un té o leyendo en esa hamaca.

Me imagino, inevitablemente, me imagino. Por lo que son tantas las casas donde hemos vivido en nuestra imaginación cada día que, ya hemos adaptado una expresión o una fórmula fija para indicar que nos imaginamos ya viviendo dentro.

- “lo veo” “lo veo”

Y así pasamos el día viéndonos en diferentes casas, unas cerca del mar, otras en la montaña, otras bajo un barranco. Hoy hemos ido justo a preguntar por una casa en el pueblo de Tara. Le hemos preguntado a la primera mujer que pasaba por las callejuelas desiertas. La señora comía tranquilamente un tomate. Reflexionó unos instantes nuestra pregunta.

- me suena, me suena... pero no me sale ahora.

En ese momento pasaba por allí un lugareño al que llamó para que se acercara. Éste enseguida dijo que sí, y la mujer le dio paso al hombre para que hablara. Esta fue nuestra curiosa conversación:

- claro- dijo el hombre amable y contento de poder ayudar- ésa es la de la mecánica...

-Y habrá alguien allí?- le pregunto-

-No, pero la familia vive allí.

El hombre señala un enjambre de casas a más de quinientos metros de donde estamos. Es imposible divisar a esa distancia, Hay en medio una autovía, una rotonda, y luego un grupo de casas.

-¿Detrás de la rotonda?- pregunto sin dar crédito.

- Sí… ¿Tú ves aquella casa blanca de allí?

Todas las casas son blancas, pero el hombre parece tan amable y tan dispuesto a ayudar. Felicita parece que está tan entusiasmada por haber encontrado a los dueños que ya “la ve” “la ve”

- Sí… ¿Por donde están pasando los coches?

- Sí… por allí... – dice el hombre señalando.

- La casa grande de dos pisos ¿la ves?

-Si - dice Felicita- Pues olvídate de ella.

- ¿ves la que está al lado de ella?

Es imposible ver nada desde aquella distancia, pero ya esbozo una sonrisa socarrona.

- Sí.- le digo.

- Pues olvídate de ella, ésa tampoco es, la segunda no, la tercera que ves que tiene una parra delante de la puerta…

Ya a esta altura no puedo contener la sonrisa. Asiento.- Pues olvídate de ella... Sigues todo palante y es la otra.

- Ahh…. - responde Felicita con la cara a cuadros.

Agradecemos la ayuda. Yo me he tenido que volver al coche sin poder contener la risa.

- olvídate de ella- le digo a Felicita.


miércoles, 18 de marzo de 2009

El gran salto


Algunos los han visto llegar a una reunión atolondrados, buscando su sitio, desconcertados. Avanzan despacio mirando algún lugar lejano donde nosotros no divisamos nada. A veces han podido incluso oírle susurrar por lo bajo exclamaciones del tipo:

- anda, han cambiado algo.

Y siguen buscando su sitio, el de siempre. Luego los ves sentarse, difuminados, en los asientos de otros o mirar reconcentrados. Pero ya no están. Dicen que es porque algunos no saben que ya se han ido, que siguen repitiendo los mismos gestos que hacían cada día, y vuelven para pasar por aquellos lugares donde debían haberse ido.

En ocasiones, se extrañan de ver a la gente llorar a su alrededor y se limitan a contemplar este acontecimiento. Sin hacer nada, sin decir nada, como si inmiscuirse en el dolor de los otros fuese un acto obsceno e indelicado que debieran evitar, y siguen de largo, ausentes, de su misma partida.

Mi hermana me lo contó así. Ella estaba en el sofá tendida, quizá adormilada, entonces lo vio entrar, con su misma camisa sahariana. Andaba fatigado, con aire reconcentrado. En un gesto muy suyo, se quitó las gafas y las limpió con el borde de la camisa azul, luego continuó a lo largo del pasillo hacía la calle. Nada hubiese sido diferente a de otro día, salvo, por la extraña circunstancia, de que mi padre llevaba varias horas muerto.

Es también característico el gesto concentrado, quienes los han visto en estas horas reciente lo afirman, como si sus pensamientos anduviesen ya en otra parte, en otra escena de la que no formamos ya parte. Y así es, ellos ya han dado el gran salto. Sin embargo, en ocasiones, y por alguna desconocida razón el cuerpo queda unas horas rezagado.

El tiempo de duración de este fenómeno es limitado, luego desaparecen para siempre jamás. Aunque, también hay algunos que afirman que, en realidad, lo único que desaparece es el cuerpo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Deja los pantalones en casa


No había sido una buena semana. En realidad, no había sido un buen mes ni un buen año. Pero los cosas iban a cambiar, hoy mismo podían cambiar. Mientras su pensamiento divaga en éstos y otros asuntos, su mirada se detuvo en un cartel publicitario que unos operarios colgaban a duras penas en la avenida marítima. Una mujer en ropa interior, joven y extremadamente delgada anunciaba algo que no pudo llegar a leer. De dónde sacarían a esas mujeres pensó. Se miró las manos sobre el regazo y observó sus brazos magullados. Debió ponerse manga larga, aunque hubiese sido peor, andar con manga larga y casi treinta grados de temperatura. Una adolescente se sentó a su lado. La saludó. Pero la chica no dijo nada, continuó oyendo su mp3 en su burbuja. La mujer suspiró. La muchacha abrió una revista que llevaba doblada en forma de tuvo en la mano. Quedaban todavía cuatro paradas. Por encima de su hombro leyó lo que la chica leía: Diez consejos para estar guapa para tu novio. Dejó de mirar y se alisó la falda. El chofer le hizo una señal.
- Es aquí señora.
Lo saludó al bajar, era simpático el hombre, quizá lo volviera a ver a la vuelta. La mujer miró de nuevo el papel arrugado del bolso. Miró a un lado y otro de la calle y no vio a nadie. Solo inmensas naves industriales que parecían desiertas. Un hombre en mono azul salió de una de las naves.
- Al final de la cuesta.- le dijo éste, y siguió su camino.
Cuando llegó hasta el final de la calle unas gotas de sudor le corrían por la frente. Se detuvo delante de la puerta. Una mujer escribía en un ordenador detrás de una ventana de cristal.
- Buenas, vengo por el anuncio. Por el puesto de trabajo
La mujer levantó la vista sin comprender. Se alzó de hombros y levantó una mano para señalar.
- Atraviese el almacén y al fondo a la izquierda, subiendo las escaleras está la oficina del encargado.
El hombre miró sorprendido a la mujer de anchas caderas que entró por la puerta. Llevaba un ridículo bolso en la mano y un gesto asustado. El hombre se preguntó qué hacía allí. La mujer pareció coger resuello, luego habló.
- Buenas, vengo por el puesto de trabajo.
El hombre arqueó las cejas.
- ¿el de mozo de almacén?
- Sí, ese mismo.
- Pero es un trabajo para hombres.
La mujer permanecía de pie. Tenía los pies hinchados, y el corazón le palpitaba cada vez más.
- En el anuncio no dice nada de eso - respondió
El encargado se llevó la mano hacia el cabello. No aparentaba más de treinta años y seguramente nunca se había encontrado en una situación como aquella.
- Bueno, en realidad, se usa maquinaria, es un trabajo bastante duro, por eso no es indicado para…
El rostro de la mujer se encendía por momentos. Una vena se le hinchaba en el cuello.
- Yo soy fuerte… puede hacerlo…
El hombre se movió en su sillón incómodo.
- Lo siento, señora, pero no es la política de la empresa, nunca hemos tenido mujeres para este trabajo… porque le aseguro que es realmente duro.
- ¿Sabe usted lo que es realmente duro? Levantarse a las cinco de la madrugada, coger el sacho, trabajar en el campo de sol a sol por una limosna. ¿Usted ve estos aruñazos?- la mujer muestra los brazos al hombre- son de coger piñas en el campo, sabe usted, las hojas cuando las arranca son como cuchillas. He cogido tres guaguas para llegar hasta aquí, y no me pienso ir sin que por lo menos usted me de una razón de peso a porque yo no puedo trabajar levantando cajas en este almacén o levantando la palanca de una máquina. No señor… no me pienso ir.

viernes, 13 de marzo de 2009

El plan del gobierno




Los pobres de canarias están de suerte. El gobierno canario ha ingeniado un plan para resolver sus problemas. ¿Reducción del salario en representación oficial para destinarlo a aumentar el presupuesto en Servicios Sociales? Frío, frío.¿Una medida urgente para paliar el creciente desempleo en las islas? Más frío aún. ¿Qué el dinero que se ahorran los empresarios en impuesto gracias al R.I.P se invertirá en la creación de empleo? Frío que te hielas. ¿Reducción en los gastos de la Administración? Helado
¿Qué va a retirar el presupuesto destinado a la policía autonómica, llámese guanchancha, para destinarlo a servicios sociales? Congelado.
El plan del gobierno de Canarias consistirá en distribuir entre los pobres la comida que esté a punto de caducar y que sobre de los supermercados...
Sin palabras.
Hoy somos más república bananaría que nunca.
Porque si el gobierno canarias se convierte en una ONG, ¿quien tomará las medidas de gobierno?
Par saber más:

http://www.canarias7.es/impresa/articulo.cfm?Id=1175746


jueves, 12 de marzo de 2009

Otra tarde gris



Amor mío:
El sol no ha acabado de salir y ha habido todo el día una fuerte ventisca. Te escribo, como siempre desde mi dormitorio mientras miro por la ventana la marea baja y a las gaviotas revoloteando en la orilla y pienso en ti. Hoy hace un día triste
Las niñas están haciendo los deberes en su habitación e Iván está en salón delante del televisor. Le dije que me dolía la cabeza para retirarme aquí, a solas y pensar libremente en ti.
Odio los domingos, este día se me hace eterno. El resto de los días, con la agitada agenda que me impongo, el trabajo, las niñas, la asociación de padres del colegio, Iván que a veces es como un niño más… llego a casa agotada y sin fuerzas para seguir, pero sigo imparable, como si cada urgencia, como si cada acción que me impongo, fuera una penitencia que debo pagar por amarte de esta manera y no poder estar contigo.
Hoy la casa me aprisiona, quisiera salir a la playa y correr sobre la arena a espantar a las gaviotas que comen tranquilas en la orilla. Pero las niñas seguramente se apuntarían, o Iván, lo más probable; y hoy, en este instante, sólo necesito estar a solas y gritar, gritar hasta romper el cielo y liberar esta angustia que aprisiona mi corazón.
A veces creo que me estoy volviendo loca, que no podré soportar tu ausencia y esta gran mentira en la que vivo. Hay momentos como hoy en los que pienso que no podré resistirlo mucho más, me ahogo, me falta el aire y no puedo respirar. Hay noches que me despierto en una pesadilla terrible, no recuerdo el sueño, pero sé que me caigo, me caigo por un precipicio y me levantó aterrada y bañada en sudor.
Mi amor, mi amada, eres el único asidero que me queda, no me sueltes, no me dejes. Me ahogo en este mar de sentimientos que me lanzan y me frenan hacia ti, espérame, dame tiempo, y si por cualquiera de los motivos la balanza no se inclina hacia ti. No me dejes, no me dejes caer. ¿Me dejarás caer?
Tuya siempre.

sábado, 7 de marzo de 2009

Un relato que no va a gustar a nadie


La doctora, después de oír los síntomas, le dijo que debía hacerse una analítica. Fue rápido. Pasó a la consulta contigua y un enfermero le extrajo un bote de sangre. La chica leía con el gesto concentrado cuando el hombre le puso un volante en la mano. Leyó una y otra vez el papel sin entender el significado de la palabra: Positivo, positivo, positivo.
Cuando entró en la consulta no pudo más y se derrumbó en un mar de llantos. La doctora le preguntó si tenía pareja y ella negó, sin poder decir palabra.
-Para todo hay solución- le dijo. Entonces la mujer se desahogó como una fuente, había sido un rollo de una noche, estaba sola y no tenía trabajo.
Salió de la consulta como una autómata. Se había levantado viento y al caminar calle arriba y contraviento su pequeña figura parecía andar con dificultad entre la ventisca. Si pudiéramos oír su interior, oiríamos su angustia restallar como una ola en la roca repetirse: Tengo que tomar la decisión más importante de mi vida, tengo que tomar la decisión más importante de mi vida.
El psiquiatra le preguntó lo que sentía. Pensó unos instantes.
- Es como si tuviera un ser extraño invadiendo mi cuerpo y creciera, creciera a parte de mí y yo no tengo ningún dominio sobre él. El hombre asintió y escribió, luego le habló sobre las muchas probabilidades de que sucediese de nuevo lo mismo si no se cuidaba. Esa era la función de la naturaleza recalcó al final. Se sentía como una niña que hubiese hecho algo malo. Esa misma noche en la cama no pudo reprimir las lágrimas cuando se encontró hablando con una parte de sí misma que nunca conocería.
En la sala de espera descubrió que las mujeres apenas se miraban entre sí. Imaginó que, al igual que ella, todas guardaban una consternación callada.
Una enfermera le preguntó si había venido acompañada. Mintió. En el camino al quirófano observó a las mujeres tendidas en las camillas, solo una fina cortina blanca separaba un recinto de otro. Se desnudó y se cubrió con una fina bata. A través de las cortinas oía a las mujeres respirar, alguna se quejaba o quizás lloraba. Un camillero se llevó su cama con ella dentro.
- Piensa en algo bonito- le dijo el anestesista.
Divisó una playa de arena amarilla. Cuando abrió los ojos le preguntó a la enfermera cuando empezarían. Ella le sonrió y le dijo que ya habían acabado. Espero una hora en la camilla y luego se incorporó dolorida. El médico le dijo que ahora debía reposar.
Al salir de la clínica el viento había amainado.Ccomenzó a caminar despacio hacia la casa.

jueves, 5 de marzo de 2009

Los premios


No suelo leer a los autores premiados. Cuestión de economía de tiempo, me ahorro leer obras pésimas. Alguien puede decir que tiendo a la generalización, sí, es cierto. Pero hay tantos libros por leer que, leer alguno premiado es casi sinónimo de pésima calidad literaria. Lo que por otro lado, me ahorra el esfuerzo de descubrirlo cuando ya es demasiado tarde. Si alguien duda de lo que digo, basta con que eche un somero vistazo a los últimos premios Planetas. Escritores en su mayoría, mediocres y famosos a la par. Entiendo, por otro lado, que quien otorga los premios son las editoriales, y que éstas deben buscar la venta de los libros como finalidad principal y única pero lo que no concibo es que asalten nuestra inteligencia y pretendan revestir de un valor literario a obras que no la tiene por el mero hecho de recibirlo,

No todos los premios tienen igual desprestigio, el Nobel, hasta ahora ha sido uno de los que han dado mayor fiabilidad. Claro que, también podrían existir opiniones contrarias y sostener que es un galardón que premia sólo a ciertos autores políticamente correctos. Y, si miramos su historiografía, podemos vislumbrar más sombras que luces, recuérdese el premio otorgado a escritores tan malos como Echegaray o Darío Fo, y que jamás fue concedido a escritores tan excelsos como Borges o Tolstoy.

Pese a todo, suelo prestarle más atención que a otros y darle cierta consideración. Fue por esta razón, y porque me asaltó a la vista en los cada vez más cuidados estantes de nuestra biblioteca pública, por lo que escogí a J.M Le Clezio, último premio Nobel de literatura. El libro en cuestión era El atestado. Por la noche, en la cama, comencé su lectura. No me enganchó de principio, aunque reconocí una prosa cuidada pero excesivamente florida. Lo dejé de lado, esperando retomarlo al día siguiente con menos cansancio. Por la mañana leí algo sobre él en Internet, considerado defensor de lo indígena y de la ecología, aventura poética y del éxtasis sensual, o algo por el estilo que dijo la Academia Sueca en el momento de la entrega. No descubrí nada de eso, el único éxtasis que obtuve fue caer de nuevo y con más ímpetu en los brazos de Morfeo. Por lo que descarté finalmente seguir leyendo obra tan soporífera, por mucha percepción minimalista que indagase. En su defensa, fue su primera obra a los veinte y tres años. Vale. Pero por el momento no me animo a seguir indagando en este premio Nobel.