domingo, 29 de noviembre de 2015

El candidato


Terrorismo a la inteligencia o como lobotomizar aún más al imbécil, debería llamarse la televisión pública. Hago zapping, tratando de encontrar algo que valga la pena. Hay un programa donde las mujeres quieren cambiar de imagen, una especie de coaching las instruye para que estén guapas y perfectas para los hombres. Zapeo. Un hombre y una mujer desnudos se intentan cortejar luciendo sus atributos en una isla desierta. No. Nos hemos alejado demasiado del mono. Zapeo, en la pantalla del televisor aparece un cocinero sádico persiguiendo a futuros cocinillas estresados. Zapeo. Un casposo cantante de medio pelo entrevista  a una promesa política en medio de la campaña electoral. Me detengo.
El periodista y el político hablan de cosas de hombres, de piernas de mujer, de cómo ligar. Están sentados,  tomando  una cerveza en la cocina. El candidato a la presidencia lleva camisa blanca, juegan al pin pon, ríen y se divierten. Bertín Osborne le pregunta a Pedro cómo es su vida diaria. Parecen estar encantados de haberse conocido. Pedro Sánchez, el hombre de buen ver, el político de  mediana edad, casado padre y de dos hijas, reflexiona un instante, luego hace un recuento de sus numerosos actos, sus viajes, sus reuniones en despacho, sus mítines, pero no hay mención alguna a su familia, a su mujer y a sus hijas.  El periodista se lo recuerda. Pedro rectifica, se encoje de hombre y responde. No tiene mucho tiempo, es lo más que echo de menos, pone cara de circunstancia, aunque reconoce, de vez en cuando “salgo con mi mujer a cenar fuera”.
El candidato sabe que gana su sonrisa, podría ser un actor del cine español. Por eso sonríe y cautiva y habla de cosas de hombres, pero no hace ni una sola mención a hacer la compra, a recoger la mesa, a poner la lavadora o atender a las hijas. Para ese tipo de tareas,  nos suponemos, que está Begoña, que lo espera en la casa mientras lo ve por la televisión junto a sus hijas.
Hablar de la vida cotidiana revela más que todo un programa político. Esto lo han entendido bien los jefes de campaña. Por eso, los políticos se vuelven locos por aparecer en los programas de entretenimiento y mostrar su lado más cercano. Quieren televidentes pasivos, no votantes inteligentes. Aunque en la distancias cortas se cuele algún gazapo y entonces descubramos, como ahora, el  lugar que ocupa el hombre y cuál la mujer, siguiendo con la programación cotidiana y  sexistas que inundan la televisión  pública.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Hola, soy Victor.
















 Hola me llamo Victor, soy canario, ingeniero y  tengo 32 años. Me considero una persona normal, de mi generación, sobradamente preparado y comprometido con mi sociedad. Seguramente, tan igual como cualquier hombre de mi edad y circunstancias. Sin embargo, hay en mí un hecho diferencial: Soy homosexual.
Normalmente olvido esta minucia, pero el otro día, al solicitar el carné para que mi novio pudiera acceder a las instalaciones del club Naútico me dijeron que no lo permitían porque no admitían a  parejas   homosexuales.
No supe qué decir, probablemente si no me hubiese enfadado tanto les habría contestado que hubiese preferido haber nacido heterosexual, aunque sólo fuera por ahorrarme tanto comentario gilipollas, que la homosexualidad no se elige, señores,  sino que se nace. En fin, y pensar que todavía hay gente que piensa que tenemos todos los derechos adquirido. Una cosa es lo que dice la ley y otra cosa lo que vivimos a diario..
Por suerte, no tengo signos externos que puedan indicar que soy gay, ni ademanes ni gestos, ni una voz especial con la que algunos incautos identifican a los gays. Gracias a que mi aspecto es bastante varonil he podido pasar por la vida con bastante disimulo. Qué quiere que le diga, soy un hombre tranquilo y sólo quiero vivir en paz, sin hacer bandera de nada. Sí, es triste pero es así. Conozco a muchos que no han tenido la misma suerte y ya más de uno ha recibido insultos y  bromas de mal gusto. Así que, si lo puedo evitar, lo evito.
En mi trabajo no hablo de mi vida personal, no porque me avergüence de ello, en absoluto, sino porque sé que no me volverán a tratar igual.  Sobre todo si es un hombre. Me evitarían, y yo no tengo necesidad de provocarme un daño innecesario. Aunque reconozco que en ocasiones me gustaría gritar a más de uno, oye, que la homosexualidad no se pega - a no ser que tengas ganas de que se te pegue-claro. En una ocasión me pasó, con Pedro, me gustaba hablar con él, reírme con él, era el principio de una buena amistad. Sólo eso sin más, pero cuando le comenté que era homosexual, levantó un muro insalvable frente a mí. Nunca más volvió a ser lo mismo.
¿De verdad es tan difícil de entender que simplemente mi opción sexual es diferente? Y siendo así…. me tienen que gustar todos los hombres ¿ Acaso a los hombres heterosexuales le gustan todas las mujeres o a las lesbianas todas mujeres? Por favor, grábenselo en la frente.
Qué harto estoy de todas tantas mentiras, prejuicios y arquetipos. Ese no soy yo. No soy  promiscuo, puedo contar mis amantes con los dedos de una mano y me sobrarían dedos. No soy consumista, ni voy más a la moda que mis compañeros. Soy sólo Victor, joder.
 Y ahora el club náutico que me niega el pase para mi novio. Pues que se queden con su club de fachas y niños pijos para ellos. Como si no tuviese yo otra preocupación.
¿Saben lo que me pone realmente triste? haber perdido a Pedro. Me gustaba como amigo, sólo amigo. ¿Alguien puede entenderlo? Me acuerdo de esto y me entristezco. Luego pienso que no es culpa mía, que el problema lo tenía él.  A fin de cuentas, fue él quien levantó un  muro de piedras entre nosotros.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Bajo el cielo de Paris



BAJO EL CIELO DE PARIS


La conocí  hace más de veinte años y me enamoré de ella. Era la ciudad del amor, de la luz y la belleza  y todo era posible “bajo el cielo de Paris” como cantaba Edith Piaff. Por entonces yo era una muchacha triste y extranjera que se refugiaba en la belleza y  quería formar parte de la ciudad de los escritores, de la boheme, de la libertad que se respiraba en sus calles. Fue un romance intenso el que viví  con esa ciudad y como a las viejas amantes, siempre la recuerdo con cariño y vuelvo más de una vea a ella.
Anoche  al llegar a casa oí por la radio que Paris había sufrido un ataque cruento por parte de terrorista. Pensé en mi mejor amiga que vive allí, pensé en la locura en la que estábamos inmerso y en la creciente destrucción del lema que gritaron de los republicanos franceses:  “liberte, egalité, fraternité”
 Libertad de un pueblo para vivir como quiera y que  ahora perderemos un poco más con la excusa de incrementar las medidas de seguridad. Nuestros derechos fundamentales serán subrogados a favor de la seguridad.
 Igualdad, los informativos comentan que los terroristas, eran jóvenes  nacidos en Europa que se vengan de lo que sucede en Siria.  A nadie se le escapa la exclusión social que vive los barrios marginales de esta gran ciudad. La separación de ricos y pobres cada vez es mayor. Cuando la pobreza y miseria llega, la  exclusión y el odio que se instala en aquellos que no tienen nada y que serán fácilmente seducidos por ideología totalitarias y terroristas.
Fraternidad, la hermandad de los pueblos, los republicanos sabían que sin la solidaridad de los pueblos era imposible la revolución. Estos atentados redundarán de nuevo en los más miserables, en los refugiados que huyen de las guerras y el hambre. Se incrementarán las vallas que impedirán la llegada masiva de refugiados, precisamente por aquellos países que están mejor situados económicamente.
Sin embargo, Paris es un antes y un después.  Estos atentados nos dicen que imposible huir de la barbarie, del terror. Mañana será Londres, Madrid, o las Palmas. Nadie está a salvo del horror.  Si no resolvemos el problema desde la base,  disminuyendo la desigualdad social , la pobreza,  los que no tienen nada se verán con el derecho de arrebatarles  la vida a los que lo tienen todo.

 Sin fraternidad, la hermandad y solidaridad de los pueblos, estamos perdidos.  Quizás habría que comenzar a instalar el lema de la revolución francesa: liberté, egalité, fraternité.

sábado, 7 de noviembre de 2015

No mates al mensajero













Una breve reflexión a propósito de la propuesta del señor Marina acerca de que los profesores debemos ser evaluados y cobrar según el rendimiento que tenga en las aulas. Hacía mucho tiempo que no oía un disparate de tal calibre ¿Igualmente se pedirá a los demás funcionarios del estado esta medida? ¿Se evaluará de igual manera el trabajo de los médicos, jueces y políticos para pagarle según sus resultados? 
Señor Marina, actúa usted como un pirómano cuando intenta enfocar el problema en los profesores, cuando son los más castigados de este sistema obsoleto que llamamos escuela. Si su propósito fue dignificar nuestro trabajo no entiendo cómo comienza por cuestionarlo. No sé cuánto tiempo hace que usted no pisa las aulas o si estuvo dando clase a más de treinta alumnos, por hora, en secundaria pero, si así fue, seguramente ya olvidó lo que es impartir clase hoy en día.
Le aseguro que el problema educativo es mucho más complejo y no está cuestionar el trabajo de los profesores. Como usted bien sabe el problema educativo es multifactorial y no se soluciona matando al mensajero.
Todos los días hablo con madres separadas, que cuidan a sus hijos solas, que me piden ayuda porque no pueden con ellos; están exhaustas, trabajadoras que no tienen tiempo material de atenderlos porque ya los chicos se les ha ido de las mano. 
Todos los días veo padres que pasan de la educación de sus hijos, hombre que piensan que la educación es cosa de mujeres y que de eso se ocupan sus madres. Todos los días hablo con muchachos y adolescentes totalmente desmotivados, con situaciones familiares y económicas precarias, o con todos los miembros de la familia en paro. 
Cuando las circunstancias económicas, sociales no tienen unos mínimos, cuando la igualad entre los sexos no es real, cuando la cooperación entre los parejas no existe, cuando no hay conciliación familiar para el cuidado de los hijos, pasa lo que está pasando: desmotivación, falta de respeto, desorden y fracaso escolar. 
La escuela es sólo el reflejo de la sociedad, ni más ni menos. Quizás podría usted empezar por hablar de justicia social para que así se refleje en el aula o de cambiar las programaciones caducas y encorsetadas, o de implementar en la política asignaturas tan necesarias como la educación en la igualdad entre géneros y la no violencia. Quizás podría usted haber empezado por aconsejar la eliminación de la excesiva carga horaria de los profesores, o rebajar el número de alumnos por clase. Podríamos haber empezado por situarnos en la realidad y no evaluando al docente que sólo hace lo que puede con los medios que puede. 
Mientras las condiciones mínimas de igualdad, respeto, solidaridad no existan no habrá educación que valga. Y por favor, no dispare al mensajero.