En una
entrevista reciente un periodista le preguntó a Maribel Verdú por qué no había
sido madre y si pensaba serlo. La actriz de cuarenta años y harta de responder
en cada entrevista a la misma pregunta le respondió molesta si esa misma pregunta
se la haría al actor Luis Tosar. Evidentemente no. El periodista es sólo un
reflejo de lo que aún muchos piensan:
que para realizarse una mujer necesita ser madre.
Hace unos días
saltó a las redes el encarcelamiento de Josefa Hernández la mujer de
Fuerteventura de 63 años de edad. En los medios se refieren a ella como “la
abuela” o “la anciana”. ¿Se hablaría en esos términos se nos referimos a un
hombre? La respuesta es evidente: no.
¿Es una anciana una mujer de 63 años? ¿Por qué se refleja sólo su rol
parental de abuela? ¿Se le llama anciano a un hombre de 63 años? Aunque la
noticia apela al sentimentalismo evidente hacia esta mujer no hace otra cosa
más que reducirla al rol que ocupa en la familia, lo mismo que el entrevistador
a la actriz Maribel Verdú.
Hace una semana
saltó la polémica por la contratación de Ylenia Padilla famosa lucir su
explotar su cuerpo en Gran Hermano para las fiestas de Yaiza como reclamo para
un público juvenil.
Hace nada hemos
descubierto una guía elaborada por la Fundación de mujeres del PP que dice
explícitamente que ser promiscua aumenta el riesgo de violencia contra las
mujeres. ¿Deberíamos ser castas, no salir de nuestras casas, no acostarnos con
los hombres que queramos para no sufrir violencia de género?
Este uso común y
cotidiano de la mujer como objeto sexual en la publicidad y en los medios de
comunicación no es sino el reflejo del desprecio que destila nuestra sociedad
patriarcal hacia la mujer. Los mensajes sexistas y profundamente misóginos que
vemos todos los días en publicidad, la mujer como reclamo y objeto de disfrute
del varón ( (Ylenia) la reducción de la mujer a la función reproductora (madre)
o al rol de sostenedora y cuidadora dentro de la familia (abuela)o no es sino
una prueba más de que todavía hay mucho que hacer para eliminar la violencia
machista, punta del iceberb que esconde la invisibilidad, el sexismo, la desvaloración y la cosificación a la que
la mujer se ve constantemente sometida por el hecho de serlo.
Despreciar,
minusvalorar a la mujer como persona, como ser público, reducirla sólo al entorno
privado y a la función reproductora o sostenedora es violencia machista. Todo
lo que suponga, reducción y anulación de la mujer como ser humano es maltrato
de género y no hace más que reflejar la condición de ciudadana de segunda clase
a la que el patriarcado nos
quieren relegar.
La mujer es por
sí sola y agente y gerente de su vida y no debe estar a expensas de los intereses
de nadie ni debe servir a nadie más que a sí misma. Exactamente igual que el hombre,
pero esto nadie se lo plantea, claro.