Acabo de salir
de un curso de teatro para docentes al que me he apuntado voluntariamente, por
eso de aprender algo más y poder aplicarlo en el aula. Al final de las sesión,
nos tocó reunirnos en grupo de cinco docentes y diseñar un proyecto para
llevarlo a cabo.
En el grupo había una chica joven, sobre
los veintiséis, calculo, ingeniera química que decía estar preparándose las
oposiciones para entrar a formar parte del profesorado. Después de explicarnos
que trabajaba en la empresa del padre, comentó que iba a tentar suerte porque ser
funcionario era estupendo, salir a las dos y tener tantas vacaciones.
Nosotras, las
cuatro profesoras nos miramos atónitas y levantamos una ceja. Ya
esta afirmación nos deja impertérrita de tanto oírla. ¿Salir a las dos? ¿Dónde
había oído aquello? Eran las siete y estábamos allí sentadas, aprendiendo
gratuitamente para nuestro trabajo. ¿De qué horario hablaba? Casi todas las
tardes, cuando no teníamos padres teníamos que preparar clases o corregir trabajos. Este fin de semana,
sin ir más lejos, no he levantado
cabeza corrigiendo exámenes de PAU.
Todas, incluida
yo misma, le aconsejamos que lo dejara, o que al menos, se pensara lo que
estaba haciendo. Si quiere acabar a las tres que estudie para hacienda o otra
institución que tenga un horario estricto. No para esta. Porque el trabajo te
sigue a todas partes, te lo llevas a casa, al campo o lo más probable a la
cama, como bien apuntó una compañera, ella se acostaba también con su trabajo,
se llevaba a la cama lo problemas de los chicos, daba vuelta para resolverlos,
se desvelaba, despertaba a su pareja…en fin..díganme de qué puto horario estamos hablando.
El pedagogo Tucceti,
estuvo aquí en las Palmas impartiendo una conferencia y comentó algo que nos debería
hacer reflexionar. ¡¿ Por qué esta profesión que podría ser la más vital y alegre de todas es en la que hay más
accidentes laborales y más bajas por depresión ?.
¿Que tenemos
muchas vacaciones?.
Las justas para
no suicidarnos, respondió otra. Nadie que no haya trabajado en esto, no puede
saber el nivel de estrés y de ansiedad que acumulamos. Todos lo allí presente
coincidimos en lo mismo, es duro, muy duro, estar en la trinchera.
Acaso alguien
duda de que somos los parachoques de estos jóvenes desganados, sin futuro,
productos de una sociedad corrupta y sin valores.
Estamos a merced de niños consentidos y
padres agobiados. Se ha protegido y sobredimensionado tanto a la infancia y a la
juventud que, hemos creado una legión de hijos sobreprotegido, despostas,
pequeños emperadores, con todos los derechos y ninguna obligación, faltos de
disciplinas y capacidad de esfuerzo.
Y los profesores,
vamos a tientas en un túnel sin salida intentado capear el temporal como
podemos, frutados en su mayoría porque el esfuerzo que hacemos no redunda más
que en más burocracia y más trabajo inútil. Estamos a merced de las estadísticas y de lo que la
inspección nos ordene, es decir, hay que aprobar a la mayoría para que las cifras nos cuadren
con Europa. Así que, si alguna vez has pensado en ser coherente, justo y dignificar
tu profesión, vete olvidándote ya de esta.
Luego, está la
parte de aguante personal, de resistencia a la frustración o a los insultos, cuando
te acostumbres a oír “puta” tres veces, ya luego todo va mejor. La muchacha, la
aspirante a docente, nos miraba con los ojos my abiertos, de verdad pasa eso en
el aula. Nos reímos porque la risa redime y acabamos bromeando y preguntándole sino había trabajo para
nosotras en la empresa de su padre.
¿De verdad es un
chollo se profesor hoy en día?
El otro día me
encontré por la ciudad a un compañero recién jubilado. Parecía mucho mayor de
la edad que aparentaba. Me saludó efusivamente y me contó que había tenido el
día anterior una pesadilla. Había soñado que la Consejería de Educación lo
había llamado para decirle que le faltaban aún unos años para jubilarse. Me levanté entre sudores fríos, me
contaba con aspavientos, como si aún estuviese saliendo de la pesadilla.
Por todo esto y
más estoy hasta los mismísimos ovarios. Pase que la ignorancia es atrevida, y
la inocencia hay que, finalmente, justificarla. Pero, a veces, cuando oigo
comentarios en los blog y discusiones sobre el profesorado, sus muchas vacaciones
y demás, digo lo mismo que alguna vez algún alumno mío me habrá oído decir en
la clase….”estoy hasta lo cojones ….y no tengo”