sábado, 27 de septiembre de 2014

Digresiones fantásticas


A tenor de  lo escrito anteriormente sobre el auge de la literatura testimonial, biográfica o la nueva tendencia a exhibir la intimidad,  voy a lanzar un dardo por la necesidad de literatura de ficción.
Hace unos días me sorprendió, gratamente, un compañero de  trabajo, de especialidad decSociales con una recomendación literaria- siendo profesora de lengua no hay nada más triste que alguien de tu especialidad que no lea, y los hay. Luego andamos detrás de los chicos azuzándolos para que lo hagan. Suelo tener feeling intelectual con los profesores de historia e incluso con los de matemáticas, y casi ninguna con los de educación física o de inglés, a saber porqué.- Perdón por la digresión, pero de esto tiene mucho también el libro de Karl Ove. Me comenta mi entusiasta compañero si conozco “El hombre enamorado”. Una maravilla, me dice. Soy la de las que pide prestado leer rápido y encima, los devuelve, le digo. Espero me lo preste cuando lo acabe.
Esta semana he compartido jacuzzi con una joven chica de 24 años, no, no es lo que se imaginan, acudíamos las dos a rehabilitación de las cervicales y coincidimos allí algunos días. Debe ser por mi origen árabe que tengo  “horror vacui” así que ando siempre haciendo preguntas tipo socrático; no me es difícil, hacer como que no sé nada cuando tengo curiosidad por todo. Me contaba la joven, juro que no sé cómo derivó la conversación en aquel tema, sus usos sexuales con los chicos, meros objetos sexuales a los que dejaba nada más servirse de ellos. Por otro lado,  me confesaba le encantaba las novelas románticas. “ A tres metros sobre el cielo” y toda esa seudo literatura juvenil romántica machista de Moccia y compañía. Se había leído los tres ejemplares de “las sombras de Grey” y aseguraba que estaba basado en un hecho real- Vaticinio que este va a ser un grave problema en el futuro, al que no sabremos como abordar los educadores, cómo hacerles entender, a esta generación mediática, la diferenciación entre realidad y ficción- Vuelvo a salirme del tema.
 Le pregunté a la joven cómo compatibilizaba sus relaciones con los hombres y su necesidad de romanticismo que buscaba fervorosamente en las novelas que leía.  Alzó los hombros. “ yo ya aprendí que eso sólo estaba en las novelas “

“Sólo en las novelas” esa, la clave, tenemos  necesidad de ficción, desde tiempo inmemoriales. Las  “Las mil y una noche” es un ejemplo de cómo necesitamos desde tiempos inmemorable  de la ficción, leer, de imaginar, de creer en hadas, en contra de lo que dice Richard Dawkins. Yo, al menos, no podría vivir sin ella.

lunes, 15 de septiembre de 2014

La sinceridad en la escritura


“Mi caso no es único: tengo miedo a morir y me desgarra estar en el mundo. No he trabajado, no he estudiado. He llorado, he gritado. Las lágrimas y los lamentos me han llevado mucho tiempo. La tortura del tiempo perdido en cuanto reflexiono en ello. No puedo pensar mucho tiempo, pero puedo complacerme ante una hoja de lechuga marchita ante la cual no tengo más que penas para rumiar. El pasado no alimenta. Me iré como he llegado: intacta y cargada con los defectos que me han torturado. Hubiera querido nacer estatua, y soy babosa en mi propio estercolero. Las virtudes , las cualidades, el valor, la meditación, la cultura. De brazos cruzados, me he destrozado ante esas palabras.”
Así comienza “La Bastarda” de Violect Leduc, un libro biográfico, se encarga de prologarlo su amiga Simone de Beauvoir, de ella dice la escritora “cuando comencé a leer el manuscrito d Violect Leduc- “mi madre nunca me dio la mano” - me sentí de inmediato sobrecogida, estaba ante un estilo, ante un temperamento.
La lúcida mirada de Simone de Beauvoir es implacable con ella “Violect Leduc no quiere agradar, no agrada y hasta aterroriza (…) no es ni una ermitaña ni una exilada; su desgracia está en no conocer una relación de reciprocidad con nadie, o bien el otro es para ella un objeto, o bien ella se convierte en un objeto para él. Los interlocutores hablan frente a frente pero no se responden; cada uno tiene su lenguaje y no se comprenden. Aun en el amor, sobre todo en el amor, el intercambio es imposible, porque Violect Leduc no acepta una dualidad en la que se incuba una virtual amenaza de separación”
Me gustan las novelas en primera persona, aunque sea ficción.  Ahora que la ficcionalización de la propia biografía está en boga no estaría  de más señalar que ya existía hace muchos años, y que fueron algunas mujeres arriesgadas como esta la que le dieron fuerza y coraje al género.
Me pregunto si este auge de lo que se ha dado en llamar “extimidad”, la inclinación a exhibir la intimidad en la novela, es producto de nuestros tiempos o tal vez  sólo la causa de la extenuación de la ficción. El autor más representantito de esta tendencia es el noruego Karl Ove (“un hombre enamorado” editorial Anagrama) El autor señala “La sinceridad total no es posible, (…) pero hay una necesidad casi compulsiva de leer cosas verdaderas, (el País, 06.09.14). Debe ser cierto, ante el éxito aplastante de este tipo de novelas.
“Todo escritor que habla de sí mismo aspira a la sinceridad: cada uno tiene la suya que no se parece a ninguna” como señala en el prólogo Simone de Beauvoir. “ No conozco ninguna más integra que la de Violect Leduc”.




lunes, 1 de septiembre de 2014

Revolución neuronal




Dicen que hay momentos así,  lo extraño es cuando dura todo una vida. Me refiero al acelerón neuronal que padezco desde chica. Los calificativos preferidos de mi madre era “parece endemoniada” o “tiene el mal de San Vito” sólo descansaba cuando leía. Sigo igual, debe ser porque escribir me produce una especie de efervescencia incontrolada que alivia mis neuronas.  He oído decir en más de una ocasión a algún escritor que cuando escribían no leían a ningún otro autor para no ser influenciado. A mí esto me parece inconcebible,  como si me impidiesen oler mientras como.¡Qué insulsez¡  Y qué tiene que ver lo que uno escriba con lo que otros hayan escrito, si al final todos estamos interrelacionados, influenciados e intertextuados. 
Ayer limpiando la estantería se me cayó a los pies Henrí Michaux “modos del dormir, modos del despierto” y decía esto “en el origen de la voluntad del escritor (…) sólo hay frustración. Escritor porque no se puede ser aventurero, pirata, aviador o vagabundo a secas. Se carece de potencia nerviosa necesaria. Escritor que traiciona lo que de mejor hay en uno, que minimiza las imágenes tratándolas (encerrándolas ) en palabras ” Cioran, a su lado en el estante ahonda en el mismo principio “ cuando se rechaza el lirismo emborronar una página se vuelve un sufrimiento, qué sentido tiene escribir para decir exactamente lo que se tenía que decir” Aplastante.  
Mientras tanto, escribo y todo lo que leo me sirve, y por eso comienzo, “Algo va mal”  de Tony Judt, un ensayo sobre nuestra sociedad capitalista que me regaló un viejito, compañero de avión, en mi largo viaje a Buenos Aires.
 Escribo, sin cesar, continuamente, aunque  no escriba. La mesa noche llena de libros, a medias, por leer, releídos. Mi querido león Felipe a instancia de Ariadna me concilia con la escritura; escribir para soltar la rabia, para dar la palabra a los que no la tiene, para redimir las injusticias, escribir con una finalidad. Al final, hasta el pesimista Cioran claudica: “sólo se deberían escribir libros para decir cosas que uno no se atrevería a confiar a nadie