A tenor de lo escrito anteriormente sobre el auge
de la literatura testimonial, biográfica o la nueva tendencia a exhibir la
intimidad, voy a lanzar un dardo
por la necesidad de literatura de ficción.
Hace unos días me
sorprendió, gratamente, un compañero de trabajo, de especialidad decSociales con una recomendación
literaria- siendo profesora de lengua no hay nada más triste que alguien de tu
especialidad que no lea, y los hay. Luego andamos detrás de los chicos
azuzándolos para que lo hagan. Suelo tener feeling intelectual con los
profesores de historia e incluso con los de matemáticas, y casi ninguna con los
de educación física o de inglés, a saber porqué.- Perdón por la digresión, pero
de esto tiene mucho también el libro de Karl Ove. Me comenta mi entusiasta
compañero si conozco “El hombre enamorado”. Una maravilla, me dice. Soy la de
las que pide prestado leer rápido y encima, los devuelve, le digo. Espero me lo
preste cuando lo acabe.
Esta semana he
compartido jacuzzi con una joven chica de 24 años, no, no es lo que se
imaginan, acudíamos las dos a rehabilitación de las cervicales y coincidimos
allí algunos días. Debe ser por mi origen árabe que tengo “horror vacui” así que ando siempre
haciendo preguntas tipo socrático; no me es difícil, hacer como que no sé nada cuando
tengo curiosidad por todo. Me contaba la joven, juro que no sé cómo derivó la
conversación en aquel tema, sus usos sexuales con los chicos, meros objetos
sexuales a los que dejaba nada más servirse de ellos. Por otro lado, me confesaba le encantaba las novelas
románticas. “ A tres metros sobre el cielo” y toda esa seudo literatura juvenil
romántica machista de Moccia y compañía. Se había leído los tres ejemplares de
“las sombras de Grey” y aseguraba que estaba basado en un hecho real- Vaticinio
que este va a ser un grave problema en el futuro, al que no sabremos como
abordar los educadores, cómo hacerles entender, a esta generación mediática, la
diferenciación entre realidad y ficción- Vuelvo a salirme del tema.
Le pregunté a la joven cómo compatibilizaba
sus relaciones con los hombres y su necesidad de romanticismo que buscaba
fervorosamente en las novelas que leía.
Alzó los hombros. “ yo ya aprendí que eso sólo estaba en las novelas “
“Sólo en las
novelas” esa, la clave, tenemos necesidad de ficción, desde tiempo inmemoriales. Las “Las mil y una noche” es un ejemplo de cómo necesitamos desde tiempos inmemorable de la ficción, leer, de imaginar, de creer en hadas, en contra de lo que dice Richard Dawkins. Yo, al menos, no podría vivir sin ella.