miércoles, 27 de agosto de 2014

Lo inútil



Lo inútil

 En realidad
Todo lo aprendes después
cuando ya nada se puede hacer
 aprendes que la belleza
de aquel amor
Era su trágica brevedad
su inútil pasión
su desolada imposibilidad
Ocurre así
casi siempre aprendes después
Pero uno ya está anclado en lo imposible
en  ese   amor
que nació para morir
o  para enseñarte lo inútil 
del esfuerzo humano
Porque el amor no nace ciego
sino sordo
a nuestras súplicas
Lo repito
No aprendemos sino cuando ya es muy tarde
Dioses pensamos ser
Cuando  en realidad

fuimos simples mendigos.

martes, 19 de agosto de 2014

Lecturas terapéuticas


Últimamente me cuesta leer novelas. Incluso, la última de Volpi “la memoria del desengaño la llevo a trompicones.  Leo sobre todo poesía, mucha poesía, de Buenos Aires me traje algunas buenas recomendaciones de gente que lee poesía y algunas joyas de librerías de segunda mano. Encontré en ediciones viejísimas los clásicos de siempre, Juana Ibarbourou, Alfonsina Storni, Sor Juana Inés de la Cruz, pero también nuevos, al menos para mi, neófita en leer poesía,: Fabio Morabito, Leónidas Escudero, Ida Vilariño, Roberto Juarroz, etc…Tal vez la poesía lo que necesita es tiempo, tiempo para llegar hasta ella y tiempo para aprender a deleitarse con ella. Pienso si ahora no habrá llegado mi tiempo de maduración para la poesía.
 Lo que sí reconozco que  no he leído nunca es un libro del tipo de auto ayuda, pero tuve que ir a Buenos Aires, curiosear en los estantes de mi hospedadora para encontrar las mujeres que aman demasiado y leérmelo de un tirón. Por qué, porque desde la primera página me vi reflejada. Somos muchas las mujeres de familias desestructuradas o con traumas de infancia y acostumbradas al sufrimiento que repiten en su vida adulta los mismos esquemas y patrones de conducta con su pareja, intentando reparar lo irreparable, somos las mujeres salvadoras, las que se ocupan más de los demás que de sí mismos, las que aman demasiado. Un libro sencillo y clarividente para quien se reconozca sufridora en el amor y quiera cambiar esto. Reconocer el problema, saber por qué elegimos un determinada pareja y amamos tan mal, siempre es un buen comienzo. El libro, escrito por una psicóloga Robin Norwood, abunda en ejemplos de relaciones de parejas y los paralelismos con otras adicciones. Momentos de reflexión y de reparación, a veces basta una palabra directa, un ejemplo lúcido para transformar tu mundo, si quieres hacerlo, claro. Nadie puede cambiar a nadie, ni a fuerza de amor, tan sólo si reinvertimos ese esfuerzo que ocupamos en cambiar a los demás lo invirtiéramos en nosotras mismas, tendríamos mayor bienestar.

 Este libro es un buen comienzo. Se lo he recomendado a muchas mujeres ya, es lógico que lo haga aquí también, aunque con ello muestre mi lado más vulnerable, que sea para bien,  si por ello ayudo a otras tantas mujeres enfermas de amor.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Como escribo




Yo escribo sobre mis rodillas y la mesa de escritorio nunca me sirvió de nada, ni en Chile, ni en Paris, ni en Lisboa.
Mientras fui criatura estable de mi  raza y mi país, escribí lo que veía o tenía muy inmediato, la carne caliente del asunto. Desde que soy criatura vagabunda, desterrada voluntaria, parece que no escribo sino en medio de un vaho de fantasmas.
Escribo sin prisa, generalmente, y otras veces con una rapidez vertical de rodados de piedras en la Cordillera.
Escribir me suele alegrar; siempre me suaviza el ánimo y me  regala un día ingenuo, tierno, infantil. Es la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi suelto antojo, en mi libertad total.

La poesía me conforta el ánimo y eso que llaman el alma, pero la ajena mucho más que la mía. Ambas me hacen correr mejor la sangre; me defienden la infantilidad del carácter, me aniñan y me dan una especie de asepsia respecto del mundo.

La poesía es, sencillamente, un rezago, un sedimento de la infancia sumergida. Aunque resulte amarga y dura, la poesía que hago me lava de los polvos del mundo y hasta de no sé que vilezas esencial parecida  a lo que llamamos el pecado original, que llevo conmigo y que llevo con aflicción. Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antiarrítmica  a la cual bajó el género  humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano.


Extracto de “Páginas en prosa “ de Gabriela Mistral.