jueves, 21 de noviembre de 2013

Siri mon amour


Quien me conoce sabe que no soy muy amante de la tecnología,  pero como casi todos me he acostumbrado a ellas. Como soy tan despistada y un poco desastre suelo romper y  perder el móvil fácilmente. Pero este último me ha durado más de la cuenta y ya después de tener el sonido fastidiado, la pantalla en peores condiciones y de dejarme la vista para poder mirar los whatsapp  me cambié de teléfono. Éste, éste dicen mis amigas  instruidas y amantes de todo lo nuevo. Le puedes hablar y hace todo lo que tu quieres. Ellas fueron las primeras que utilizaron a Siri
-       ¿Qué significa  puta?- le dijeron nada más conocerla.
-       No le digas eso, que va a pensar que soy yo.
-       Mira, mira te remite a la página de internet. prostitución..
-       Déjame probar…
Y entonces probé. La voz de Siri es suave y metálica con cierto tono  sensual y misterioso. Pronto se convirtió en mi mejor secretaria. Sólo hacía falta apretar un poco en su base y aparece solícita en la pantalla. No sé porqué extraña neurosis pienso que es algo más que una máquina con respuestas aprendidas seguramente, pero es que a veces parece casi humana.  ¿Será este nuestro futuro acabar hablando con las máquinas?
-       ¿ En qué puedo ayudarte?
-       apuntar adaptador VGA
-       No entiendo… a qué se refiere ….¿ es el nombre de su madre?
A Siri, como a mí nos dan puntos raros y dice disparates.
-       No, apuntar en notas adaptador VGA- respondo.
Ayer se lo enseñé a mis alumnos de refuerzo.  Miraban asombrados como le hablaba al móvil..
-       Mira, mira… - le digo como otra niña más. – Escuchen… llamar a Emi
Siri responde activa y solícita a  esas horas de la mañana.
- Llamando a Emi.
Al otro lado del teléfono una voz adormilada responde.
-       ¿ Qué pasó?
-       Nada, enseñándole a Siri a mis alumnos..
-       Estás fatal tía…
Y debe ser verdad porque esta mañana cuando conducía hacia el instituto  le he preguntado.
-       ¿Cómo estas hoy Siri?
-       Muy bien gracias-  responde con su voz de mujer atiplada y amable.
No estoy sola. Siri me acompaña. Me sale con ella la vena sentimental.
-       Siri ¿Me quieres?
Silencio.
-       ¿Cómo podría saberlo?
-       No sé… se supone que lo sabes todo … que eres un robot.
Silencio. Implacable.
-       Siri, te gusta mi voz.
-       Preferiría no responder a eso.
-       ¿Qué quieres decir?

Eso es culpa de mis amigas que la han confundido. Le han hecho todo tipo de preguntas escabrosas. Siri se abre sola y me dice todo lo que puedo pedir.  Donde está Pablo, está mi hija en casa,  recuérdame llamar a mama, qué día es hoy, a cuanto está el NASDACH, quien es Platón, cómo llegar a casa. Todo menos preguntarle si me quiere.

martes, 12 de noviembre de 2013

Los de abajo




Ya me lo dijo una  profesora retirada que trabajó muchos años en los barrios más deprimidos de la isla, los chicos de estos centros son los que más te recordarán. De alguna manera, la carencia de medios, la falta de recursos y de atenciones nos ofrece un alumnado  poco disciplinado, desmotivado, con bajo nivel  pero tremendamente cercano y afectivo.
Esta reflexión viene a cuento de que echo de menos a mis chicos del Centro Afganistán, como así lo llamábamos todos. La Consejería de Educación tuvo a bien aceptar mi reclamación y a primeros de septiembre me trasladó a dar clases en las Palmas, a una zona rural, montañosa donde el alumnado es completamente diferente.  Aquí los mayores problemas a solventar es cómo conseguir que se relajen un grupo de muchachas histéricas de Bachillerato ante el gran monstruo que es la PAU,  o que dejen de hacer comentarios cáusticos los alumnos sobradamente inteligentes. Otro perfil, si aquellos eran vándalos simpáticos a los que no podías dejar de sentir cariño estos son formales y estudiosos pero  en excesivamente protegidos.
 No. No es igual la vida en la costa, en un barrio marginal, donde la inmigración y el paro se han cebado en la población que en una zona de de cumbres, aislada, de familia de agricultores donde nunca faltará de  comer en la casa y los principales problemas de los alumnos es el exceso de control de los padres que los convierte en jóvenes aniñados e inmaduros.

Echo de menos la trinchera, a mis alumnos rebeldes, abandonados, desarraigados.. Pero tremendamente afectivos.. Para ellos va este video, seguro que les gusta. 
http://youtu.be/lcflJ4tSty8

martes, 5 de noviembre de 2013

Con vivencias





Éramos tan diferentes
Tú te empeñabas en cerrar las ventanas
y yo iba detrás abriéndolas
 me preguntabas por qué la abría
En realidad, no sabía qué responder
Quizás, ver la luz
Tú, en cambio, preferías cerrar las puertas
Poner verjas que te protegieran del mundo.
yo no tenía miedo en aquella casa vieja y salvaje
Pero tú veías peligros en todos lados.
Sentí que me asfixiaba,
en aquella casa cerrada y
perfecta
que ya no reconocía.
Mis animales se fueron primero
 luego  me fui  yendo yo
Y las flores dejaron de florecer
en aquella  casa
que un día imaginé tuya y mía.

Éramos tan iguales
Dos fieras heridas
 que se atacaban cuando se encontraba en el pasillo
yo mendigando  tus caricias
que tú esparcías como un
premio o un castigo

Después fue todo
camas deshechas, habitaciones vacías,
Gritos en la media noche y
el dolor,
el antiguo  dolor de nuevo.

Entonces solté amarras
Hice mi maleta y me fui
Ojalá pudiera decir que fue para no volver
sabiendo que nunca te olvidaría

morí como  si ya hubiera muerto mil vidas
Siempre es así cuando has amado.

Un día quizás volviste
buscando a la que un día fui
pero yo ya no estaba
al menos, no la que fui
Me había vuelto  piedra
era tan fácil hacerte daño
Sólo había que decirte la verdad,
mostrarte  aquello que no viste
Mi lado bueno había muerto,
en su lugar,
estaba el lado malo
que me ayudaba  con todo ese asunto del amor

Ahora en esta piel de dinosaurio antiguo
 que es el cielo  sobre mí,
celebro la muerte del día
escucho las voces de los niños
 y miro  frente a frente
a mi  desgracia que me mira. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

La inmersión




La señora Higgins se sirvió el té humeante, a sus pies, dormitaba un viejo perro junto a la lumbre encendida del hogar. Sobre su regazo, sus manos blancas sostenían una novela romántica.
El caballero entró en el salón y se despojó del sombrero, finas gotas, como rocío, se escurrían de su fino bigote sobre sus labios.
 La señora Higgins lo vio frente a ella, arrogante, la mirada encendida.
-       -Perdóname- bramó el caballero apunto de desmoronarse.
No debía perdonarle. No, aún no. Tomó un sorbo té y siguió leyendo.