miércoles, 18 de septiembre de 2013

Quién soy: presentaciones



En mis clases rara vez me siento. Ando de un lado para otro. Yo también soy hiperactiva, les digo a los chicos que se presentan como tales, y debe ser cierto, sólo que en mi época no se trataba, las madres nos llamaban “demonio” o “desinquieta” y le pedía a la profesora que nos atizara si nos portábamos mal. Esa era la disciplina. En mis clases intento mostrar mi carácter inquieto, educar con las emociones. Cómo podría ser de otra manera, en el fondo soy una sentimental. Pero nadie nos ha educado para hablar de las emociones.  Hablar en el aula tiene un riesgo que cuesta controlar, al menos, al principio. Hay que controlar a la masa, enseñarles a levantar la mano, a escuchar al otro, a pedir permiso. A veces, quieren hablar todos a la vez. Otras les cuenta salir y hablar en público. Debo andar mediando, animando a que hablen, les indico que la competencia lingüística es también saber hablar, saber expresarse. A algunos esto les suena esto a chino. A estos chicos casi nadie les escucha, así que les conmino a que hablen, a que piensen.
-        Qué tal si nos presentamos y nos vamos conociendo. Si decimos algo de nosotros mismos- les reto desde el primer día.
A algunos les cuesta mucho hablar de sí mismo, decir las cualidades de su carácter.  
-        No sé, seño…
-        Algo sabrás de ti, piensa un poco. ¿ Cómo te ven los demás?
Piensan, buscan, rebuscan en su interior.
-        ¡Venga ya, empieza¡- les grita otro desde el fondo.
-        Tranquilidad, cada uno tiene su tiempo. Déjalo que piense.
El muchacho de brazo escayolado mira al techo, luego al suelo, después arranca.
-        Soy inquieto, soy travieso, soy malo…- comienza.
-        Bueno, algo bueno tendrás..
El chico se balancea sobre un pie, sostiene su cuaderno recién estrenado en las manos.
-        No sé.
-         Bueno ¿ Qué tal si te digo que eres humilde?
-        ¿Eso qué es?
En educación se habla poco de sentimientos. Nadie nos enseñó a educar en sentimiento y menos a hablar de ellos. La educación debía ser académica, científica, formal. Que alguien les pida hablar de sí mismo y en publico debe ser un acto extraño. Algunos profesores van ya por el tema uno, el verbo “parler”, los instrumentos de la tecnología. Yo ando aún insistiendo en que hablen de sí mismos.
Los escucho, observo sus necesidades, algunos casos más patentes, esa chica desamparada que busca llamar la atención obstinadamente, sus realidades más profundas, el muchacho que quiere decir lo que nadie quiere saber. Educar las emociones con la emoción.
-   seño…
-   qué pasa ahí atrás , alguien me cuenta qué pasa, Noel,
-    soy Joel, seño..
-   Pues Noel, qué fue, qué te da tanta gracia.
-   Nada- pero sigue riendo a carcajadas.
-    Entonces, podemos seguir oyendo a los demás hablar – le respondo acercándome.
-    Es que… me da risa- me dice el muchacho nervioso y risueño…
-    Pues cuenta, qué te da tanta risa.
-   Este- dice señalando a su compañero de atrás- lleva 20 meses con una chica y aún no lo ha hecho.
Risas. Ya tenemos tema. El compañero mencionado, un muchacho de mejillas rojas y gesto fruncido, hunde su cabeza en los hombros. Avergonzado.
-  ¡¿Hacer qué?- pregunto con sorna.
-    Pues eso- responde abriendo mucho los ojos.
Risas…
El alumno, un muchacho negro, de apenas medio metro de altura,  debe de  andar por los trece, si contamos que está repitiendo.
- Follar – se oye desde una mesa al fondo.
-   Ah… eso… - digo enigmática
-   Yo sí lo he hecho- dice Joel.
-   En unos cartones.- salta como un resorte  el compañero ofendido.
-   Al menos lo hice. – responde enojado.
-   ¿En unos cartones?- le pregunto.
-   Sí, en un solar.
-   Bueno, y qué, ¿Te sientes diferente ahora?- me acerco a él.
El muchacho no sabe qué responder.
-  
-   Pues yo te veo igual que el curso pasado..- le digo.
-   Sabes, yo creo que tenías ganas de que los demás lo supieran, bueno,  un aplauso para Joel.
Todos aplauden. El muchacho se desarma.
- Bueno Joel, creo que aún eres un niño para eso, un adolescente, pero bueno ya hablaremos de sexo en otro momento. Ahora vamos a oír a los demás compañeros ¿De acuerdo? 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

inventando que es gerundio



Arranca de nuevo el curso. Vuelvo de nuevo a mi antiguo centro, un CEO de chapa y aluminio en un barrio periférico Lanzarote. Sigue haciendo un calor espantoso, no bajamos de los treinta grados. Anhelo la lluvia, y el invierno que no llega. Los compañeros, profesores nuevos en su mayoría andan por los pasillos y la sala de profesores tan despistados como lo estaba yo el año pasado.
La consejería de Educación, tal como viene siendo habitual en ella desde hace unos años, nos obsequia nuevamente con más trabajo burocrático, y atareados y sufridos compañeros, andan intentando rebuscar en su mente la clave del curso pasado para acceder a las aplicaciones informáticas que les pongan al día de tantas novedades.
Desde altas instancias la orden está dada: hay que adaptar, de nuevo, (esto es como el mito de Sísifo, cada año arrastramos la misma piedra) las programaciones.  Esto quiere decir, reelaborar, redefinir, con nuevos nombres y mismos conceptos, lo que los  pedagogos tienen a bien inocularnos cada comienzo de curso. “Como si no tuvieras bastante con aguantar en las clases” oigo a alguien decir detrás de mí en el claustro. Y es que este descontento no tiene otra razón de ser que la certeza de que aquí, lo único que interesa es elevar el número de aprobados para que, en el informe PISA, no estemos a la cola de todas las comunidades.
 Sea por esta razón o porque realmente se quiere evitar el abandono escolar y el fracaso, el caso es que cada año aparecen innovadoras nomenclaturas que debemos aprender y manejar para ajustarnos a las exigencias de la Consejería de Educación. Uno no acaba de dominar las anteriores cuando ya debe olvidarlas para volver a aprender nuevas fórmulas. La sensación de ser conejillos de indias de algún iluminado pedagogo no nos abandona fácilmente. Miro a mis nuevos compañeros, encadenados a los escasos ordenadores del centro, tratando de asimilar tanta información antes de que lleguen los alumnos y ya los veo estresado y abatidos. No se asusten, les animo, “es el mismo perro con distinto rabo”
Y no es que no esté de acuerdo, a fin de cuentas, lo que nos piden es algo tan lógico que da risa, adaptar los conocimientos a la vida real, hacer las enseñanzas más cercanas al alumno. Algo en lo que creo y que intento llevar a la práctica, pero mi pregunta va más allá. ¿Cómo es posible ponerlo en práctica  cuando la mayoría del profesorado está aún anclado en el libro de texto y los contenidos de los mismos están muchas veces alejados de la realidad del alumnado? Todo esto es más complejo, claro está. Yo, por si sirve de algo, ya me he quejado aquí. Ahora es el momento de dejarse de teorías y empezar a trabajar con ellos, a fin de cuenta, víctimas y depositarios de tanto invento. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

todos los mares



Estoy en el barco
siempre hay un avión o un barco que me lleva a alguna parte
donde no quiero ir
donde ansío llegar
no tengo camarote y tengo que dormir en el suelo,
Acomodo mi mochila en forma de almohada, extiendo la esterilla sobre el suelo y cierro los ojos.
Dormir, si pudiera dormir con el balanceo del mar dejándome llevar a alguna parte.
no ser más que piedra inmóvil,
 no remolino, mar fluyendo dentro de mí.
Dormir, descansar
no ser más yo,
olvidar
olvidarme  de ser y sólo parecerme al musgo que trepa por el árbol
pero soy savia
fluente que navega por este mar
que me lleva de nuevo de vuelta de donde nunca debí salir
Siento nausea, todos los mares dentro de mí a punto de estallar.
estoy tan cansada,
si pudiera dormir
cerrar los ojos y desaparecer durante días o años
y levantarme ya curada y vieja,
tan vieja que sea amiga de la muerte,
tan vieja que ya solo pese mi cuerpo,
pasto pronto de los gusanos.
Pero tengo en mi todos los volcanes que rugen por salir
Todos los mares
me levanto 
borracha de vida
sobre el viejo cascarón de proa
y apenas alcanzo a coger la bolsa para el mareo.