En mis clases rara vez me siento. Ando de un lado para otro. Yo también
soy hiperactiva, les digo a los chicos que se presentan como tales, y debe ser
cierto, sólo que en mi época no se trataba, las madres nos llamaban “demonio” o
“desinquieta” y le pedía a la profesora que nos atizara si nos portábamos mal.
Esa era la disciplina. En mis clases intento mostrar mi carácter inquieto,
educar con las emociones. Cómo podría ser de otra manera, en el fondo soy una
sentimental. Pero nadie nos ha educado para hablar de las emociones. Hablar en el aula tiene un riesgo que
cuesta controlar, al menos, al principio. Hay que controlar a la masa,
enseñarles a levantar la mano, a escuchar al otro, a pedir permiso. A veces,
quieren hablar todos a la vez. Otras les cuenta salir y hablar en público. Debo
andar mediando, animando a que hablen, les indico que la competencia
lingüística es también saber hablar, saber expresarse. A algunos esto les suena
esto a chino. A estos chicos casi nadie les escucha, así que les conmino a que
hablen, a que piensen.
-
Qué tal si nos presentamos y nos vamos
conociendo. Si decimos algo de nosotros mismos- les reto desde el primer día.
A algunos les cuesta mucho hablar de sí mismo, decir las cualidades de su
carácter.
-
No sé, seño…
-
Algo sabrás de ti, piensa un poco. ¿ Cómo te ven
los demás?
Piensan, buscan, rebuscan en su interior.
-
¡Venga ya, empieza¡- les grita otro desde el
fondo.
-
Tranquilidad, cada uno tiene su tiempo. Déjalo
que piense.
El muchacho de brazo escayolado mira al techo, luego al suelo, después
arranca.
-
Soy inquieto, soy travieso, soy malo…- comienza.
-
Bueno, algo bueno tendrás..
El chico se balancea sobre un pie, sostiene su cuaderno recién estrenado
en las manos.
-
No sé.
-
Bueno
¿ Qué tal si te digo que eres humilde?
-
¿Eso qué es?
En educación se habla poco de sentimientos. Nadie nos enseñó a educar en
sentimiento y menos a hablar de ellos. La educación debía ser académica,
científica, formal. Que alguien les pida hablar de sí mismo y en publico debe
ser un acto extraño. Algunos profesores van ya por el tema uno, el verbo
“parler”, los instrumentos de la tecnología. Yo ando aún insistiendo en que
hablen de sí mismos.
Los escucho, observo sus necesidades, algunos casos más patentes, esa
chica desamparada que busca llamar la atención obstinadamente, sus realidades
más profundas, el muchacho que quiere decir lo que nadie quiere saber. Educar
las emociones con la emoción.
-
seño…
-
qué pasa ahí atrás , alguien me cuenta qué pasa,
Noel,
-
soy
Joel, seño..
-
Pues Noel, qué fue, qué te da tanta gracia.
-
Nada- pero sigue riendo a carcajadas.
-
Entonces, podemos seguir oyendo a los demás hablar – le
respondo acercándome.
-
Es
que… me da risa- me dice el muchacho nervioso y risueño…
-
Pues cuenta, qué te da tanta risa.
-
Este- dice señalando a su compañero de atrás-
lleva 20 meses con una chica y aún no lo ha hecho.
Risas. Ya tenemos tema. El compañero mencionado, un muchacho de mejillas
rojas y gesto fruncido, hunde su cabeza en los hombros. Avergonzado.
- ¡¿Hacer qué?- pregunto con
sorna.
-
Pues eso- responde abriendo mucho los ojos.
Risas…
El alumno, un muchacho negro, de apenas medio metro de altura, debe de andar por los trece, si contamos que está repitiendo.
- Follar – se oye desde una mesa al fondo.
-
Ah… eso… - digo enigmática
-
Yo sí lo he hecho- dice Joel.
-
En unos cartones.- salta como un resorte el compañero ofendido.
-
Al menos lo hice. – responde enojado.
-
¿En unos cartones?- le pregunto.
-
Sí, en un solar.
-
Bueno, y qué, ¿Te sientes diferente ahora?- me
acerco a él.
El muchacho no sabe qué responder.
-
Sí
-
Pues yo te veo igual que el curso pasado..- le
digo.
-
Sabes, yo creo que tenías ganas de que los demás
lo supieran, bueno, un aplauso
para Joel.
Todos aplauden. El muchacho se desarma.
- Bueno Joel, creo que aún eres un niño para eso, un adolescente, pero
bueno ya hablaremos de sexo en otro momento. Ahora vamos a oír a los demás
compañeros ¿De acuerdo?