lunes, 26 de agosto de 2013

Lisboa revisada




Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al mismo tiempo.
Ansío con una angustia de hambre de carne
lo que no sé qué será
—definidamente por lo indefinido...
Duermo inquieto, y vivo en un soñar inquieto
de quien duerme inquieto, mitad soñando.
Me cerraron todas las puertas abstractas y necesarias.
Corrieron las cortinas de todas las hipótesis que podría ver en la calle.
No existe en la travesía hallada el número, de la puerta que me dieron.
Desperté a la misma vida a la que me había dormido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta —hasta esa vida...
Comprendo a intervalos inconexos;
Escribo en lapsos de cansancio;
y un tedio que lo es hasta del tedio me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro, compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan náufrago;
o qué palmares de literatura me darán al menos un verso.
No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa alguna...
Y, en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma donde rememoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.
Otra vez te reveo,
Ciudad de mi infancia pavorosamente perdida
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí
¿Yo? ¿Pero soy yo el mismo que aquí vivió, y aquí volvió,
y aquí volvió a venir, y a venir,
y aquí de nuevo volvió a venir?
¿O somos todos los Yo que estuve aquí o estuvieron,
una serie de cuentas-entes unidas por un hilo-recuerdo,
una serie de sueños de mí de alguien de fuera de mí?
Otra vez te reveo,
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez te reveo —Lisboa y Tajo y todo—,
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
casual en la vida como en el alma,
fantasma errando por salones de recuerdos,
al ruido de los ratones y de las tablas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir...
Otra vez te reveo,
sombra que pasa a través de sombras, y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida,
y entra en la noche como se pierde un rastro de barco
en el agua que deja de oírse
Otra vez te reveo,
pero, ay, ¡a mí no me reveo!
Se rompió el espejo mágico en que me reveía idéntico,
y en cada fragmento trágico veo sólo un pedazo de mi —
¡un pedazo de ti y de mí!...
                                      
                                                            Fernando Pessoa. (1926)

5 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

No sé si las ciudades son tristes y alegres.
Me temo que somos nosotros.
Ellas se dejan querer.

Besos.

Lenteja dijo...

"Cosas que leo" dice tu etiqueta... qué buenas cosas lees Ico.
Besos.Lenteja

maria candel dijo...

Buena escogencia, Ico, me encanta Pessoa, sobre todo "El poeta es un fingidor", lo tengo de cabecera, nunca me canso de releerlo...

Un abrazo desde Caracas.

Maga h dijo...

Recién reveía la ciudad que fue de mi hija y mía y ya no lo es...ya no es.

Que casual y encontrarte en esto!

Abrazo

Esilleviana dijo...

Lisboa y Pessoa es pura saudade como «bem que se padeçe y mal de que se gosta».

un abrazo :)