El bosque de Garajonay en la Gomera. Su nombre procede de una leyenda popular canaria.
Narra lal historia que existió en la Gomera una hermosa muchacha llamada Gara que en el día de fiesta, El Beñesmén, acudió con unas amigas a unos chorros mágicos donde se predecía como sería el amor.
Cuando se acercó a mirar al agua esta primero se mostró tranquila pero luego se puso turbia y apareció un sol en medio. Gerián, el sabio del lugar interpretó aquellos signos como mal presagio y le dijo "lo que tiene que ser será. Huye del fuego"
Ese día para las fiestas vino un apuesto joven de la isla vecina, Tenerife, llamado Jonay quien se enamoró de Gara perdidamente. Cuando ambos se iban a declarar su amor
Estalló el volcan, El Teide, llamado también el Echeyde," el infierno"que expulsó fuego y lava y aterrorizó a toda la población .
La amiga que había ido con Gara al pozo le contó a su padre lo que había sucedido en las aguas. Los ancianos del lugar prohibieron que los enamorados se volvieran a ver, de esta forma se detendría el volcán..
Jonay fue expulsado de la isla pero su amor era tan fuerte que se cuenta que cruzó el atlántico sobre dos vejigas de de cabras infladas y llegó nadando hasta a la Gomera.
Allí se encontró con Gara, su amada, en aquel bosque se amaron y dando rienda suelta a su pasión.
Pero el padre de ella se percató de su huída y avisó a todo los vecinos para que fueran en busca de los amantes.Cuando Gara y Jonay se sintieron acorralados y no deseando separarse nunca, colocaron una vara de cedro afilada por ambos lados en su pecho dándose un abrazo mortal.
sábado, 31 de agosto de 2013
lunes, 26 de agosto de 2013
Lisboa revisada
Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta
cosas al mismo tiempo.
Ansío con una angustia de hambre de carne
lo que no sé
qué será
—definidamente por lo indefinido...
Duermo inquieto, y vivo en un
soñar inquieto
de quien duerme inquieto, mitad soñando.
Me cerraron todas las puertas abstractas
y necesarias.
Corrieron las cortinas de todas las hipótesis que podría ver en
la calle.
No existe en la travesía hallada el número, de la puerta que me
dieron.
Desperté a la misma vida a la que me
había dormido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños
se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta —hasta
esa vida...
Comprendo a intervalos
inconexos;
Escribo en lapsos de cansancio;
y un tedio que lo es hasta del tedio
me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro, compete a
mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan
náufrago;
o qué palmares de literatura me darán al menos un verso.
No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa
alguna...
Y, en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos
últimos del alma donde rememoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de
lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse
mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos
soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en
Dios.
Otra vez te reveo,
Ciudad de mi
infancia pavorosamente perdida
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí
¿Yo?
¿Pero soy yo el mismo que aquí vivió, y aquí volvió,
y aquí volvió a venir, y a
venir,
y aquí de nuevo volvió a venir?
¿O somos todos los Yo que estuve aquí o
estuvieron,
una serie de cuentas-entes unidas por un hilo-recuerdo,
una serie
de sueños de mí de alguien de fuera de mí?
Otra vez te reveo,
con el corazón más
lejano, el alma menos mía.
Otra vez te reveo —Lisboa y Tajo y
todo—,
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas
partes,
casual en la vida como en el alma,
fantasma errando por salones de
recuerdos,
al ruido de los ratones y de las tablas que crujen
en el castillo
maldito de tener que vivir...
Otra vez te reveo,
sombra que pasa a
través de sombras, y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida,
y entra
en la noche como se pierde un rastro de barco
en el agua que deja de oírse
Otra vez te
reveo,
pero, ay, ¡a mí no me reveo!
Se rompió el espejo mágico en que me reveía
idéntico,
y en cada fragmento trágico veo sólo un pedazo de mi —
¡un pedazo de
ti y de mí!...
Fernando Pessoa.
(1926)
lunes, 19 de agosto de 2013
Relaciones
Así comienza el juego. Dos deciden jugar, uno lanza la pelota
y el otro la recoge y viceversa. Se establecen las normas, la raya que separa, el limite
que no debe cruzarse. El juego no es fácil. A veces se gana, a veces se pierde, pero aunque lo olvidemos y parezca otra cosa, sigue siendo un juego.
jueves, 8 de agosto de 2013
La tórtola
En cierta
ocasión una tórtola herida apareció al borde de mi casa. La recogí, la guardé
en una caja de zapatos y la alimenté durante unos días. Mi novia en aquel
entonces me dijo los mayores improperios, amenazándome con dejarme si no dejaba
aquél pájaro moribundo, fuente de toda clases de infecciones en la calle. No le
hice el más mínimo caso, lo alimenté como pude y la resguardé del frío en el
jardín. La novia se acabó yendo,
como tantas otras, el pájaro, también.
Comenzó a dar saltos pequeños, de rama en rama y un día ya no estaba en
el jardín. Alguien me dijo que las tórtolas son pájaros que viven en pareja
durante toda su vida y que hasta el final de sus días siguen con la misma
compañía.
Sin embargo,
juraría que hay veces que veo a una tórtola sola, se atraviesa volando frente a
mí para que la vea, me sigue en mis paseos con los perros, se posa en una rama
del olivo en el jardín, y me hace notar su presencia. Pero puede que sea otra
tórtola o que yo quiera pensar que
es mi vieja tórtola, tan solitaria como yo misma.
viernes, 2 de agosto de 2013
Romance del gato negro
Al caer la tarde
la inquietud viene de improviso como una lluvia suave de verano que anuncia más
verano. Y ahí se arrima a ti, se posa en ti y ya no puedes salir de ella.
Al caer la noche viene alguien que te
ama y te dice que no pasa nada, estoy aquí, sólo tienes que hablarme, antes
eras una y ahora somos dos. Acaricia tu vientre su mano caliente y piensas, quieres
hablar pero las palabras no vienen, sería tan fácil. Te levantas te sientas en
el baño y de pronto ves un gato negro correr en el salón y piensas si no has
bebido demasiado, o si comienzas a tener alucinaciones porque vas al salón y descubres
que no hay ningún gato negro.
Vamos al cuarto
amor, quieres leerme poesía. Pero
la niña titubea, no sabe lo que le
pasa más que algo le pasa y duda. Y qué tal al juego de los besos, sí ese me gusta. En el combate de los
besos es vencida por la piel y el
deseo, y todo se olvida en el instante en que los cuerpos se encuentran, se
entrechocan, se retuercen, se succionan, se devoran, vida, y ya no piensas siquiera
que, como mejor forma de evasión no hay ninguna que se la pueda igualar. La noche cae, el viento no cesa, el
cuerpo de la amada duerme, y el
gato negro, en alguna parte,
acecha.
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