sábado, 31 de agosto de 2013

Gara y Jonay

 El bosque de Garajonay en la Gomera. Su nombre procede de una leyenda  popular canaria.
Narra lal historia que existió en la Gomera una hermosa muchacha llamada Gara que en el día de fiesta, El Beñesmén, acudió con unas amigas  a unos chorros mágicos donde se predecía como sería el amor.
Cuando se acercó a mirar al agua esta primero se mostró tranquila pero  luego se puso turbia y apareció un sol en medio. Gerián,  el sabio del lugar interpretó aquellos signos como mal presagio y le dijo "lo que tiene que ser será. Huye del fuego"
 Ese día para las fiestas vino un apuesto joven de la isla vecina, Tenerife, llamado Jonay quien se enamoró de Gara perdidamente. Cuando ambos se iban a declarar su amor
 Estalló el volcan, El Teide, llamado también el Echeyde," el infierno"que  expulsó fuego y lava y aterrorizó a toda la población .
La amiga que había ido con Gara al pozo le contó a su padre lo que había sucedido en las aguas. Los ancianos del lugar prohibieron que los enamorados se volvieran a ver, de esta forma se detendría el volcán..
 Jonay fue expulsado de la isla pero su amor era tan fuerte que se cuenta que cruzó el atlántico sobre dos vejigas de de cabras infladas  y llegó nadando hasta a la Gomera.
 Allí se encontró con Gara, su amada, en aquel bosque se amaron y dando rienda suelta a su pasión.
Pero el padre de ella se percató de su huída y avisó a todo los vecinos para que fueran en busca de los amantes.Cuando Gara y Jonay  se sintieron acorralados y no deseando separarse nunca, colocaron una vara de cedro  afilada por ambos lados en su pecho dándose  un abrazo mortal.

lunes, 26 de agosto de 2013

Lisboa revisada




Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al mismo tiempo.
Ansío con una angustia de hambre de carne
lo que no sé qué será
—definidamente por lo indefinido...
Duermo inquieto, y vivo en un soñar inquieto
de quien duerme inquieto, mitad soñando.
Me cerraron todas las puertas abstractas y necesarias.
Corrieron las cortinas de todas las hipótesis que podría ver en la calle.
No existe en la travesía hallada el número, de la puerta que me dieron.
Desperté a la misma vida a la que me había dormido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta —hasta esa vida...
Comprendo a intervalos inconexos;
Escribo en lapsos de cansancio;
y un tedio que lo es hasta del tedio me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro, compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan náufrago;
o qué palmares de literatura me darán al menos un verso.
No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa alguna...
Y, en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma donde rememoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.
Otra vez te reveo,
Ciudad de mi infancia pavorosamente perdida
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí
¿Yo? ¿Pero soy yo el mismo que aquí vivió, y aquí volvió,
y aquí volvió a venir, y a venir,
y aquí de nuevo volvió a venir?
¿O somos todos los Yo que estuve aquí o estuvieron,
una serie de cuentas-entes unidas por un hilo-recuerdo,
una serie de sueños de mí de alguien de fuera de mí?
Otra vez te reveo,
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez te reveo —Lisboa y Tajo y todo—,
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
casual en la vida como en el alma,
fantasma errando por salones de recuerdos,
al ruido de los ratones y de las tablas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir...
Otra vez te reveo,
sombra que pasa a través de sombras, y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida,
y entra en la noche como se pierde un rastro de barco
en el agua que deja de oírse
Otra vez te reveo,
pero, ay, ¡a mí no me reveo!
Se rompió el espejo mágico en que me reveía idéntico,
y en cada fragmento trágico veo sólo un pedazo de mi —
¡un pedazo de ti y de mí!...
                                      
                                                            Fernando Pessoa. (1926)

lunes, 19 de agosto de 2013

Relaciones




Así comienza el juego. Dos deciden jugar, uno lanza la pelota y el otro la recoge y viceversa. Se establecen las normas, la raya que separa, el limite que no debe cruzarse. El juego no es fácil. A veces se gana, a veces se pierde, pero  aunque lo olvidemos y parezca otra cosa, sigue siendo un juego.

jueves, 8 de agosto de 2013

La tórtola



En cierta ocasión una tórtola herida apareció al borde de mi casa. La recogí, la guardé en una caja de zapatos y la alimenté durante unos días. Mi novia en aquel entonces me dijo los mayores improperios, amenazándome con dejarme si no dejaba aquél pájaro moribundo, fuente de toda clases de infecciones en la calle. No le hice el más mínimo caso, lo alimenté como pude y la resguardé del frío en el jardín.  La novia se acabó yendo, como tantas otras, el pájaro, también.  Comenzó a dar saltos pequeños, de rama en rama y un día ya no estaba en el jardín. Alguien me dijo que las tórtolas son pájaros que viven en pareja durante toda su vida y que hasta el final de sus días siguen con la misma compañía.
Sin embargo, juraría que hay veces que veo a una tórtola sola, se atraviesa volando frente a mí para que la vea, me sigue en mis paseos con los perros, se posa en una rama del olivo en el jardín, y me hace notar su presencia. Pero puede que sea otra tórtola o que yo  quiera pensar que es mi vieja tórtola, tan solitaria como yo misma. 

viernes, 2 de agosto de 2013

Romance del gato negro



Al caer la tarde la inquietud viene de improviso como una lluvia suave de verano que anuncia más verano. Y ahí se arrima a ti, se posa en ti y ya no puedes salir de ella.  
Al caer la noche viene alguien que te ama y te dice que no pasa nada, estoy aquí, sólo tienes que hablarme, antes eras una y ahora somos dos. Acaricia tu vientre su mano caliente y piensas, quieres hablar pero las palabras no vienen, sería tan fácil. Te levantas te sientas en el baño y de pronto ves un gato negro correr en el salón y piensas si no has bebido demasiado, o si comienzas a tener alucinaciones porque vas al salón y descubres que no hay ningún gato negro.
Vamos al cuarto amor, quieres leerme  poesía. Pero la niña titubea,  no sabe lo que le pasa más que algo le pasa y duda. Y qué tal al juego de los besos, sí  ese me gusta. En el combate de los besos  es vencida por la piel y el deseo, y todo se olvida en el instante en que los cuerpos se encuentran, se entrechocan, se retuercen, se succionan, se devoran, vida, y ya no piensas siquiera que, como mejor forma de evasión no hay ninguna  que se la pueda igualar. La noche cae, el viento no cesa, el cuerpo de la amada duerme,  y el gato negro,  en alguna parte, acecha.