Mi admirado Houlllebecqu me ha defraudado. Voy a tener que pensar seriamente que el éxito
afecta gravemente a los procesos de escritura. Me gustaba cuando era
irreverente y crítico. Debe ser que el
exceso de buena críticas y su éxito, más fuera de Francia que en la misma
Francia, lo ha vuelto opaco y gris. En el mapa y el territorio hace algo que
no había hecho hasta entonces, aburrirme. Su lado más ácido se dulcifica y el
autor no reseña un país, su amada Francia, como el mejor agente turístico, encontrándonos
con lo que debería darse en llamar: un libro pastiche. Es cierto que el autor,
sociólogo por afición gusta de los datos, de las causas y consecuencias
sociales de nuestro siglo, era casi su sello darnos unos apuntes sociales en
sus novelas, pero esta vez ha priorizado el ensayo/pastiche
sobre la novela.
Así, nos encontramos con reseñas dispersas y superficiales acerca de
los hechos del mundo, sus ideas sobre la sociedad capitalista actual, las
nuevas tecnologías, modelos de coches más caros del mundo, mejores cámaras del
mundo, objetos que describe y detalla como un niño con un juguete valioso el
día de navidad. En esa admiración por las ofertas y novedades que nos ofrecen
el capitalismo es imposible ver una crítica seria sino más bien una rendición
condicional a todas esas maravillas tecnológicas que alguien, con dinero, es
capaz de adquirir. Podríamos decir que el escritor escoge o ha escogido el
género novelístico como podría haber escogido el formato ensayo moderno y no
habría ninguna diferencia. Es decir, una
reflexión huera sobre el arte y la nada, debe ser este el sello de los
nuevos escritores, eso sí con su dosis de intertextualidad, su personajes
reales, su pléyade de autores admirados, algunos críticos vilipendiados, en
fin, parece que se aprovecha y se venga
así de unos cuantos en esta novela. Sirva este libro pues como documento para
conocer personajes mediáticos de la actualidad francesa como, Jean Pierre
Pernaut, o escritores amigos, como Fréderic Bigbeder o incluso sus artistas
despreciados entre ellos, Picasso.
En el mapa y el territorio, no hay trama ni argumento. Tampoco hay personajes redondos sólo vacios y superfluos porque lo que realmente
importa es mostrar las reflexiones del autor acerca de la vida. El
protagonista, alter ego del escritor artista que fotografía o pinta mapas de
carretera de Michelin, es un ardid simple para hablar del arte, según la contraportada del libro. Ni siquiera el
recurso de encontrar al autor, Michel Houllebecqu, como personaje en la novela,
ameniza la obra, pues repite incansablemente que es el autor de Las partículas
elementales o Ampliación del campo
de batalla, magníficos libros, es cierto, pero nada que ver con este. El
escritor, como en su ridícula novelita, Lanzarote,
en esta ocasión, se ha salido del mapa.