jueves, 27 de septiembre de 2012

Inquietudes juveniles




Este año  a causa de la ampliación de horarios he tenido que dar Ética. Siempre optimista, he pensado qe es una oportunidad que me da la vida para repasar filosofía. El primer tema trata sobre la moral y la ética. He tenido que empezar explicando qué era la filosofía y de qué se ocupa. Le dije que la base está en hacerse preguntas acerca de la vida, del ser y del sentido de la misma. Es importante hacerse preguntas les expliqué, dudar de todo, cuestionarse todo e intentar buscar una explicación.
Les pedí que me escribieran en el folio una pregunta y que luego la intercambiaran con el compañero y trataran de responderla en sus casas. Estas han sido las preguntas de los alumnos y alumnas de 4 de la ESO (15 Y 16 años):
1. ¿ Por qué tenemos uñas?
2. ¿ Por qué los hombres no valoran a las mujeres que tienen al lado?
3. ¿ Por qué nacimos?
4. ¿ Por qué se lleva mal los aficionados del Madrid y del Barça?
5. ¿ Por qué Aythami no se calla?
6.¿ Por qué los negros la tienen más grande?
7. ¿ Por qué las mujeres cuando se cortan el pelo dicen que son lesbianas?
8.¿ Por qué los chinos son amarillos?
9.¿ Por qué cuándo los chicos se acuestan con muchas son "el puto amo" y si lo hacen las chicas son unas zorras?
10. ¿ Por qué hay gente que vive debajo del puente y gente que tiene casa?
11. ¿ Por qué hay guerra de religiones si todos somos iguales?
12. ¿ Por qué tengo rabo?

martes, 25 de septiembre de 2012

Un paseo por la ciudad

 
Un paseo por el mágico charco de San Ginés, por la playa chica, por el muelle y sus barcos fantasmas con perros marinero, por el Castillo de San José... caminando y recordando lo que fué y lo que era.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Instrucciones para leer un libro



Sitúese a ser posible en un lugar cómodo, mejor si es  un sofá, una cama o un lugar a la sombra de un árbol en medio de una pradera.
Procure que no haya ruidos que lo distraigan o que estos sean tan leves como el canto de un pájaro o el arrullo de las olas.
Si ya está acomodada, prepárese para abandonar su cuerpo físico por unas horas.
Observe el objeto que le va a transportar a ese estado: sujételo entre las manos o contra su pecho como si fuera un bebe recién nacido o un cachorro abandonado. Ojéelo sin miedo, sienta su piel y su textura. Voltéelo una y otra vez,  admire sus letras, huela sus páginas si así lo desea.
Abra el libro como si en él fuese a encontrar un tesoro. Déjese sorprender por la primera frase. Degústela como un caramelo o una fruta deliciosa. Oiga como suena en su interior.
Comience a deleitarse con la música de las palabras y sienta como éstas van entrando por todo su cuerpo.  Déjese llevar. Prepárese para volar.
Pronto empezará a no ver ni a percibir nada de lo que suceda a su alrededor. Su cuerpo misteriosamente ha desaparecido de este mundo. Ha entrado usted en un universo nuevo.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Una madre es sagrada




Un alumno me preguntó un día para qué servía la imaginación. Le había puesto como tarea realizar un cuento y les había pedido que utilizaran su imaginación. Uno de ellos se resistía, para qué sirve la imaginación gritó despectivamente en medio de la clase. La imaginación puede salvarte la vida algún día, respondí. Y para que viesen que no inventaba nada nuevo no tuve más remedio que contarle mi historia.
No recuerdo bien por qué, sólo sé que ese día estaba triste. Llovía y me sentía menos que un gusano, menos que una piedra en el camino, menos que nadie. Aún así, llovía sobre mí. Me encontraba en una ciudad desconocida, no tenía amigos ni a nadie a quién acudir. Esa tarde anduve por las calles de la ciudad más sola que la luna, más triste aún que mi propia sombra triste.
Entonces oí una voz, eran unos muchachos que me llamaban. Oye, te estás mojando me dijeron, quieres subir. Sonreí mientras me acercaba al coche, parecían simpáticos. Quieres entrar y resguardarte, preguntaron. Entré, no tenía nada que hacer, y parecían  agradables. Me ofrecieron un cigarrillo y charlamos animadamente dentro del coche. Comencé a sentirme mejor. Al poco, uno de ellos me preguntó si quería venir a una fiesta con ellos. Por qué no. Hacía mucho tiempo que no iba a una fiesta. 
El muchacho que me había invitado arrancó el motor y comenzó a conducir atravesando la ciudad.  De pronto, algo cambió. Algo extraño estaba pasando y no supe qué nombre darle. Los chicos ya no hablaban como si tramasen algo oscuro y sucio.  Entendí de golpe que no iba a llegar a ninguna fiesta y comencé a tener miedo y me puse a hablar sin tino, quizás para demostrarles que no tenía miedo.
Pensé que todo se acababa cuando detuvieron el coche en un descampado. No había nadie. Entonces empecé a llorar porque mi madre había muerto ese mismo día. No sé cómo se me ocurrió aquella terrible historia. Los muchachos me oyeron asombrados. Luego empezaron a discutir. Uno de ellos decía que no podían hacerme aquello el mismo día que mi madre había muerto. Yo no paraba de gimotear por mi madre muerta mientras, entre ellos cada vez más airadamente. 
Finalmente el conductor viendo que no podía convencer a su amigo en un gesto de rabia arrancó el coche violentamente y me llevó de vuelta a la ciudad. Sabe dios de qué buena  me había librado.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Aires de idiota



Hay dos tipos de escritores: lo que nadan a través de las letras en el alma humana sumergiéndose en sí mismo o en el mundo que les rodea; y los que prefieren nadar en la superficie.  Vilas- Matas pertenece a estos.
 Siguiendo a la corriente de escritores modernistas que aman el cómo, no el qué,  gustan de los juegos literarios, mezclar géneros, interrumpir los textos con iconografías  cinéfilas,  inventar citas o hacer suyas las de otros, el autor chapotea como nadie en la cresta de la ola de las últimas novedades extraídas de internet.
 En Aires de Dylan, podemos ver esto que cuento. Y es que leyéndolo me fue imposible abandonar la incómoda sensación que me tomaba el pelo a cada paso. Basta saber que lo comencé a principio de veranos y lo acabé en septiembre. Debe ser que pertenezco a esa clase de lectores a los que gusta que le cuenten historias.
 Aún así, y como la red te permite este dialogo interactivo en este mundo infra leve me he permitido la osadía de formular dos hipótesis al respecto. 
Primera hipótesis
En "Aires de Dylan" el  autor se repite, por enésima vez, en viejas fórmulas narrativas que alguna vez le dieron cierta relevancia. Pero su talento secó, acomodado en un pesimismo acorde a los tiempos, arremete con lo que él llama novelas burguesas (novelas con historia ) para embarcarse en una historia absurda y vacía. El escritor, hundido en una apatía y desidia tan vieja como el mundo, pasa largas horas frente al ordenador buscando en google páginas que hablen sobre él. En medio escribe plúmbeas y soporíferas ¿novelas? dictada por los efluvios de los vahos etílicos.
Segunda hipótesis
El autor intenta en una ¿novela? reflejar la superficialidad y el vacio que rodea su mundo, mediante un texto igualmente superfluo y vacío. Lo consigue. La inconsistencia del argumento, los personajes irrisorios y planos nos remiten a una ficción vana. Nada es creíble y nada es digno de contar, de ahí que sean obras de cartón piedra donde pululan personajes absurdos e irreales, mientras, el lector hace un esfuerzo para no dimitir de sus página. La autenticidad está desfasada. En la era del plástico y del neón, como ya está todo dicho, sólo queda el absurdo como reflejo y la no acción como camino.

lunes, 10 de septiembre de 2012

la guardiana del saber



Nada más abandonar la ciudad, dejando los viejos cuarteles militares a la izquierda y el nuevo hospital a la derecha, nos encontramos con el Centro. Así, visto de lejos, podría parecer una cárcel o un centro de reformas de adolescente problemáticos. Pero es sólo un Centro de Educación Obligatoria. Si nos asomamos al interior, mirando tras su rejas, vemos un patio central alrededor del cual se distribuyen las aulas, o al menos, eso creo, porque es la primera vez que entro aquí. Me encamino con paso firme  hasta la recepción y el conserje me reconoce.
- ¿ profesora nueva?.
- Sí - respondo, y me señala la sala de profesores.
Unos treinta profesores y maestros se saludan, el grupo se mira, se observa, los que van llegando se incorporan a este nueva rueda de presentaciones.
-  No me gustan los besos, doy a todos por saludados- comento desde la entrada con una amplia sonrisa. Todos me miran.
El director nos convoca para una reunión, lo que me salva de tener que presentarme. No dura mucho, lo justo. hay que examinar. A la salida, algunos alumnos esperan ya en los pasillos para hacerlo. Alrededor de una mesa están todos los de raza negra, hay una mayoría de chicas. Alumnos y profesores nos miramos por primera vez.  Ellos nos miran directamente, nosotros, hacemos como que no miramos.  
A las once menos diez abrimos las aulas y separamos las mesas. Abro los sobres blancos donde están los exámenes, dos hojas grapadas con preguntas. Leo algunos epígrafes por encima. Observando el tipo de examen puedes saber qué tipo de profesor es. Este era tradicional, formal, y ajeno la realidad del alumno: las categorías gramaticales, la rima, sintaxis, la literatura Medieval, obras de Gonzalo de Berceo…
Siento una rabia sorda que me nace en el estómago. No me imagino a ningún alumno inteligente interesándose por las obras de un monje del siglo XIII.
 Pienso, mientras leo, que yo tampoco yo sé lo que un serventesio, ni quiero saberlo.
Los alumnos empiezan a llegar, cogen el examen y lo miran con la misma cara de aburrimiento. Comienzan a escribir, algunos no han traído ni bolígrafo. Los miro con compasión, no me extraña que detesten esta asignatura: los grados del adjetivo, los hiperónimos,  los hiatos, los conectores narrativos…
Me siento en mi mesa a leer, soy la guardiana de esta cárcel del saber. Ellos, encadenados al pupitre escriben, o no.  Algunos ya se han elevado por encima de la hoja y piensan en otra cosa, fuera del aula cárcel, lejos de aquellas palabras extrañas y sin significados.
En el clase de al lado hay follón, oigo a mi compañera invitar a salir un alumno de la clase. El director asoma la cabeza por el aula, hace una señal de saludo y continúa, todo va bien, detrás entra una alumna despistada. Al lado se oyen las voces de algunos chicos, deben ser que se rebelan contra el alejandrino, contra el adverbio, contra las palabras invariables, contra las funciones del lenguaje y los complementos indirectos...
 Los primeros comienzan a salir, miro los exámenes por encima y sé que están todos suspensos, apenas han escrito unas líneas, luego comienzan a salir en cascadas, cabizbajos, liberados, felices. Un alumno se acerca, qué son las figuras literarias, me pregunta. No se lo debería decir pero se lo digo, no es la llave de la prisión.
La chica que entro al final me entrega el examen, huele a pobreza, a hacinamiento, a paro. No quieres escribir más, le pregunto, niega con la cabeza. Todos se van marchando, va quedando el aula vacía. Sólo estamos el alumno que me ha preguntado y yo, frente a frente. Se levanta dubitativo, me mira, finalmente me pregunta.
- Manrique fue el que escribió el Lazarillo.
- No, respondo, Ese es el de la Coplas por la muerte de su padre, el Lazarillo es una obra anónima.
 Se sienta de  nuevo, escribe,  duda se levanta, me mira.
- Entonces, Fernando de Rojas fue el que escribió  el Lazarillo, insiste.
- No, le digo, te dije que era anónimo, eso quiere decir que no se conoce el autor.
Se lleva la mano a la cabeza sorprendida. Se sienta de nuevo y escribe como un amanuense medieval.
- Ya es la hora-  le digo
Me entrega el examen, noto cierta vergüenza en sus ojos, le echo un vistazo. Apenas ha escrito unas líneas.
- Cuántas te quedaron, le pregunto.
- Cinco, responde.
- Bueno, pues nos vemos este curso.
- ¿Qué cursos va dar usted?
- Aún no lo sé - le digo.
 Cierro la celda detrás de él y salgo.