martes, 27 de septiembre de 2011

el teatro de la vida


Un día serán hombres y mujeres, hoy son niños, sentados frente a mi, expectantes. Tú en el teatro de la vida los miras y te preguntas qué puedes enseñarles que les sirva, que les ayude en su proceso de crecimiento. Piensas en ti, en qué fue lo que te salvó o te hizo ser lo que eres.

Primera pregunta metodológica: partir de ti misma como modelo para ser honesta con tu trabajo, sabiendo que no importa el qué sino el cómo.

Media mañana, calidez en el aula. Una carita te mira esperando, titubeas. Quizás…

Otro rostro parece desganado. Que no pierdan el interés, piensas mientras meditas en que medida tu asignatura puede serviles de instrumentos para sus vidas.

Piensas: la creatividad, el uso de la imaginación, que puedan encontrar siempre soluciones alternativas, divergentes para resolver conflictos. Sí, la creatividad, esa arma cargada de futuro.

Entonces los pones a pruebas y compruebas con decepción que no son capaces de poner en práctica ese ejercicio de libertad que es la imaginación, que no son capaces de inventar, de despegarse de san google. Prefieren copiar, ser dirigidos, memorizar, nada de pensamiento divergente, nada de creatividad.

Hablas con E acerca de si no serán los medios audovisulaes los causantes de esa apatía, de esa desgana ante el acto de enfrentarse ante un papel en blanco y dejar discurrir la imaginación por cauces nuevos.

E dice que son los valores que se han perdido, los padres ya no son los mismos, hemos pasado de una autoridad estricta a permisividad peligrosa. Coincidimos en que no son los medios audiovisuales los negativos para la educación sino la poca supervisión que hacen los padres de los mismos. Esa misma mañana tengo una prueba de ello.

- ¿ Qué te pasa? ¿Estas cansado?- Le pregunto a Samuel

- Sí- responde.

- ¿A qué hora te acostaste anoche?

- A las dos.

- ¿ y eso?¿ Jugando a la play?

- No, viendo la tele.

- ¿Pero hay tele a esa hora?

- Claro en el canal XXX.

- Y tú madre dónde estaba a esa hora.

- Trabajando.

- ¿Y tu padre?

Mueca del alumno. Silencio.

-¿Están separados?

-Sí.

-vale.


Mimetismo, 1960, óleo. De la pintora Remedios Varo

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Olvido frecuente

Ocurre con ciertos escritores que pasan injustamente al olvido, sin saber bien cómo o cuales fueron las nefastas fobias y filias que se cruzaron en su camino y marcaron este cruel desenlace.

Cuando la casualidad sucede siempre del mismo lado una se plantea si el hecho de que sean precisamente mujeres, y sobre todo de cierta generación las olvidadas, pudiera ser causa de un descuido intencionado. Así, ocurre, que yacen olvidadas en viejas estanterías de la biblioteca autoras de la talla de Carmen Laforet o Elena Quiroga y de quien apenas casi nadie ha oído nombrar.

Extraña este olvido porque algunas de estas mujeres fueron personajes relevantes e importantes en su época, o quizás por eso, como sucedió con quien nos ocupa, miembro de la Real Academia después de Carmen Conde. De esta forma y debido al machismo (esa palabra tabú y políticamente incorrecta) autoras de la talla de Elena Quiroga permanecen injustamente olvidadas, a la espera de ser rescatado por alguna editorial que se precie.

Podría también pensarse en esta clase de olvido como un hecho fortuito y pesaroso más de la historia de la literatura española, pero tiendo a ser terriblemente perspicaz cuando compruebo que esta omisión no se llevó a cabo con buena parte de mediocres escritores masculino de medio pelo que, todavía hoy y por desgracia, son ampliamente conocidos y reconocidos.

Elena Quiroga, obtuvo el Premio Planeta en 1950 con viento del norte. Pertenece esta autora a esa generación de prolíficas escritoras de los cincuenta que como Ana María Matutes o Martín Gaite narraron la vida social e íntima de la sociedad en que vivían. Nacida en Cantabria pero criada en Galicia, es en este entorno rural donde se desarrolla esta obra. Se celebra de inmediato su prosa elegante y su amplio vocabulario. Los personajes se describen con un hondo conocimiento del ser humano, deambulan entre sus páginas, parcos en palabras, e incapaces de expresar los más hondos e íntimos sentimientos que ocultan siempre bajo soterrados y ocultos pensamientos.

Historias mínimas y cotidianas en un ambiente rural, impregnadas de ternura pero también de brutalidad, de una imaginería mágica y ancestral, expresión de la más pura alma gallega. Leyéndola, deleitándonos en la exhuberancia de un lenguaje precioso y detallista, nos parece estar reviviendo la frondosidad de los paisajes gallegos, todo ello sin perder el interés en la historia que mantiene siempre la tensión y emoción en el desarrollo de la acción.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Dialogo de las amantes

Ella lee detrás de la pantalla un cuento para su amada.

Mientras, la mujer manos pata, escucha el suave sonido de su voz melodiosa, siente que mirarla le duele, como una laceración de bisturí, con un fragor de alas agitando el ansia.

De pronto, desea con la urgencia de los ahogados una señal, una caricia, una mirada que la salve.

Pero la fría pantalla impide cualquier contacto.

Su voz, su rostro, verla y no poder tocarla, la sume en una tristeza inabarcable que ahoga todos los otros actos reales y cotidianos.

Nada es superior a esta inmensa distancia que se cierne ahora sobre su corazón rebosante.

Necesita oír una caricia impaciente, necesita sentir susurrantes palabras de amor como el arrullo cálido de una bestia en la fría noche.

Pero la amante no escucha el pensamiento de la mujer manos pata pues está sumida en el relato.

-dime que me quieres, le pide de nuevo suplicante.

Los ojos de la amante la mira, comprende su desesperar y le explica que sólo quería decírselo con otras palabras; porque las palabras ya se han vuelto pobres, gastadas, inservibles para expresar un sentimiento que se desborda, que la invade, que la estremece.

-Dímelo.- Le pide de nuevo.

Entonces hablan en silencio, se dicen tequieros sin palabras, se abrazan con los ojos sin tocarse y se prometen, entre arrumacos y esperas, inventar un nuevo lenguaje que las contenga.


Fotografia de Anne leivobitz

martes, 13 de septiembre de 2011

ternura

“No tenía ganas de dormir. ¿Dormir para qué? ¡Tenía tanto en qué pensar¡ Por ejemplo, en que hace dos meses bailar con Marcela hubiese sido imposible, dada la confusión de los sentidos, y hoy bailar con Marcela fue enternecedor. Simplemente esa había sido la sensación; ternura. (...)

La vio desvalida, y deseó acariciarle el ensortijado cabello: “criatura”. La amaba, sí; lo supo en el momento mismo. No era ya el ardor de los sentidos soliviantados ante la carne joven; no era el deseo punzante, obsesionante y torturador. Era un sentimiento dulce y conmovido, como el sonido de la gaita. ”

“Viento del Norte” de Elena Quiroga

Pintura de Gaugin Fatata te mipi (aguas deliciosas).

viernes, 9 de septiembre de 2011

No me llames amor


No compres libros, no hagas caso de las recomendaciones de los libreros, no me hagas caso a mí si quieres. Pero por dios no llames literatura a la basura. Las librerías están llenas de libros de consumo rápido pero infumable para alguien que aprecie la buena literatura. Si lo que buscas es un entretenimiento pasajero mejor será que mires una serie de televisión y no confundas consumo publicitario con literatura. Y es que últimamente rebosan los estantes de las librerías de novela hechas por guionistas o payasos de turno tipo “Maldita Karma” una mezcla de libro de autoayuda para amas de casa estresadas y pseudonovela rosa y que encima dicen que es entretenida. A mí en cambio me produjo una constante sarna, ya sé soy rara, creo producto de mis rabieta al comprobar cómo se puede escribir tan mal tantas tonterías juntas y conseguir encima que en el boca a boca se hable bien de este libro.

Sí, en cambio me reí y me entretuve, si la cosa va de entretenimientos pasajeros con “La hija de Rober Poste” de Stella Gibbons, hilarante novela por momentos. Cuenta la llegada de una señorita de ciudad a principio de siglo a un entorno rural y embrutecido. Diálogos rápidos e inteligentes que no ahorra esfuerzos en criticar a novelistas pedantes de la época.

Así que, insisto, no compre libros que estamos en crisis, acuda urgentemente a su biblioteca de barrio, a sus círculos de amigos, a sus compañeros de trabajo que le prestarán buenos e irremediablemente malos libros.

Los mejores libros se encuentran olvidados en bibliotecas o en tiendas de segunda mano. La verdadera literatura no es fácilmente consumible porque nos golpea directamente a los sentidos o a nuestro cerebro anquilosado, nos plantea dudas, nos trastorna el universo, nos hace pensar y meditar sobre nuestra vida. Como sucede con Resurrección de Tolstoy, una genial novela. Un hombre de clase media alta toma conciencia después de conocer las consecuencias nefastas que ha producido un error de juventud en una mujer, de la vacuidad de su vida, de la decadencia de ésta y decide repararla. Se dedica entonces a visitar cárceles y a contemplar la vida de los miserables que allí viven. Una reflexión moral y crítica sobre la sociedad y el sistema que genera, un ejercicio de comprensión sobre las motivaciones humanas y el cinismo en el que se fundamentan nuestros principios éticos. Temas claro está, la moral, la ética, que no están de moda, que no se plantea en las novelitas publicistas de medio pelo, tal como los principios morales, el compromiso del ser humano con los demás y con su entorno.

Este riesgo del autor, este dejarse la piel en la defensa de sus ideas, esta audacia y sobre todo esta profundidad y compromiso es lo que diferencia, sin entrar ya en la calidad literaria, a una gran novela de un simple entretenimiento o un marketing publicitario.

martes, 6 de septiembre de 2011

Elefante blanco



La mañana despertó gris y lluviosa. Algunas gotas de lluvia cayeron sobre la luna de mi coche cuando conducía camino al trabajo. Entonces sentí que era el estado justo y apropiado para mi corazón. Gris y lluvioso.

De nuevo la Realidad me despierta sobre este elefante blanco donde me voy sumergiendo. Es la misma sensación de irrealidad que me atrapa desde hace unas semanas cuando aterrizo en la isla.

Hace sólo unas horas estaba en otro lugar, en otro mundo.

La distancia insondable me hace tomar conciencia del vacío en que cae mi corazón cuando me alejo de ti y recuerdo con asombro que fue sólo ayer cuando me senté sobre tus rodillas a horcajadas o cuando el niño se subió a caballo sobre mis espaldas.

El tiempo amplia o reduce a su antojo los sentidos. Debe ser por tanto real la extraña idea de que te conozco de toda la vida, o de que tus palabras resuenan en mí desde siempre. Es una percepción más allá de lo racional, que contradice el hecho de que hace sólo unas semanas que te conozco, más allá de mi cuerpo que se funde en tu abrazo y engloba al mundo, más allá del sentimiento que me dice que te amo sin conocerte. Más allá del viento que azota las ramas del árbol y me dice que tú también, tú también.

Y entonces sé, con el corazón en sosiego que aunque todas las coordenadas del tiempo y del espacio se confundan e intercambien ya no busco más…

Entonces lo desconocido se vuelve clarividente.


Pintura: Mujer sola frente al sol de Edward Hoper.

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿....?

- ¿Ya no escribes?

- No.

- ¿Y eso?

- Vivo. Intensamente.

- Bueno, ya contarás luego, entonces.

- Sí, creo que sí.



Pintura: la alegría de vivir de Matisse