viernes, 19 de agosto de 2011

La vida por delante II

“Me has apoyado en todo” comienza la nota de Juan. Visualizó su rostro, la tez pálida, sus facciones delicadas, surcadas por trazos firmes, al igual que su letra, redondeada, pequeña, aniñada.

Juan había sido un alumno difícil, inteligente, sensible. Estaba lleno de rabia, de una rabia sorda contra el mundo, pero sobre todo con el que él consideraba su principal causante; su padre, quien no sólo había abandonado a su madre dejándola en la más absoluta miseria sino que además se negaba a pasarle la pensión correspondiente a él y a su hermano. Por esta razón, porque sabía que su padre vivía como un maharajá mientras que su hermano y su madre apenas podían subsistir le embargaba fuertes sentimientos destructivos que le habían llevado a flirtear con las drogas.

Por aquél entonces, la profesora, que se había percatado de tal asunto en una acampada, se había visto en la obligación de contárselo a la madre. Esta, una mujer menuda, el rostro picado por la viruela, los dientes cariados y negros, había asistido en silencio a la información que la profesora le daba. La mujer sin mostrar excesiva sorpresa levantaba los hombros de vez en cuando modo de desánimo, impotente, incapaz, de hacerse con las riendas de la vida de su hijo.

La visita de la madre había dejado a la tutora más consternada aún. Durante todo el día no dejó de pensar en aquella mujer acabada, que podía tener su edad o probablemente menos incluso, y ya le parecía tan derrotada. La madre se había centrado en los xplicado problemas económicos que le acuciaban y ella no pude más que prometerle que por supuesto le conseguiría los libros que le hicieran falta para el curso, que no se preocupara por el dinero, pero que por favor pusiese cuidado con su hijo, era tan sensible.

La soledad y el abandono de Juan no tardaron en reflejarse en su comportamiento. Pronto comenzó a tener problemas de conducta en el aula llegando a perder el control en las formas y a enfrentarse con el profesorado. Esto casi nunca sucedía en sus clases donde se sentía relajado y bien dispuesto, pero, si en alguna ocasión esto ocurría, la profesora aprovechaba la ocasión para que todo ese torrente de emociones que surgían en el muchacho se expresasen.

Juan, quien no sabía aún que forma ni contenido dar a su rabia acumulada, había concentrado su principal objetivo de odio en los homosexuales, no los soportaba, no entendían porque tenían que estar en todas partes, en las discotecas, en los bares.

La maestra silenciosa, con una media sonrisa expectante, lo escuchaba dejando que el muchacho se expresase. Una vez que este callaba más tranquilo le inquiría:

- ¿Yo te gusto Juan? Quiero decir, ¿Piensas que soy una buena profesora?

- Sí- responde enérgico el joven- eres guay.

- Y qué pasaría si te dijera que yo soy lesbiana, ¿Te seguiría cayendo igual de bien?

El muchacho mira alternativamente a su cuaderno y a la profesora, ofuscado, sin querer caer en ninguna trampa.

- Claro, las mujeres no me importa son los tíos los que me dan asco.

La discusión continuaba durante el tiempo que fuera necesario. Mientras los alumnos se exaltan, opinan, se quitan la palabra unos a otros, refutando de una y otra manera las ideas homófobas de Juan.

Mientras, la profesora ,mirando ya sin ver, cavila pensativa, oyendo las voces cada vez más distantes, mirando el rostro encendido de Juan, los cabellos rizados cayéndole por los hombros, dilucidando, si ese mismo odio enconado no será fruto del rechazo de su propias pulsiones sexuales o si, por el contrario, se deben a la atracción evidente que siente por Elena, pues toda la clase sabía que esta era lesbiana.

La profesora, se da la vuelta, baja la cabeza, disimula ante el resto de la clase, pues una lágrima apremia, se precipita y quiere inundar sus ojos cuando lee “Has sido para mi un claro ejemplo a seguir”.


Pintura: La siembra de Van Gogh

9 comentarios:

Anónimo dijo...

L#s maestr#s siempre han sido un ejemplo a seguir, para bien y para mal. Vuestra labor marca la diferencia.

TARA dijo...

yo recuerdo mas de una maestra... seguro que a ti te recordaran, no lo dudo

Te leo Ico...
Besos

Ramón María dijo...

Me gustó, seguiré el relato con interés.

Saludos

Chaly Vera dijo...

Yo tuve la suerte de ser querido por algunas profesoras y una que otra maestra.


Besos

Isabel dijo...

Es que tienes mucho tirón cacho guapa, no me extraña que enamores a tus alumnos. Un beso

Belén dijo...

Pues es una suerte que al menos alguien le caiga en gracia a este niño, y los maestros son muchas veces esas personas...

Besicos

Shubhaa dijo...

He aprendido más y mejor de alguno de mis profesores que de mis padres, y no me refiero a conocimientos teóricos, sino a vivir.
Gracias por seguir dignificando la profesión.

Anónimo dijo...

Prosa serena...

Alf. dijo...

Yo también soy lesbiana.