lunes, 11 de abril de 2011

La fiera

La angustia se apresa a mí como un animal furioso y ávido de carne en la noche. Comienza lentamente a devorar mi carne, recorre mis venas y mis miembros, con paciencia ilimitada, incesante, hasta llegar al centro de mis vísceras. Ahí, se detiene. Se ceba detenidamente en mi estómago, se alimenta de mi sosiego y yo, asisto silenciosa al derrumbe, a esta antropofagia de mi propio cuerpo. He olvidado todo lo que había que hacer para no oír a la fiera, para no volverme loca, pero ella está ahí royendo sin denuedo mi vientre. Si afino mi oído puedo oír el cric cric corrosivo de sus dientes en mi cuerpo.

Deambulo por las estancias como una fiera enjaulada, el cabello desmadejado, los ojos encendidos. Temo ver mi reflejo alterado en el espejo pues hasta las criadas me rehúyen asustadas. Debo intentar, hacer, entretener mis horas, no pensar, pero todos mis actos se vuelven inútiles y sin sentido.

Desde la ventana he visto al mensajero de Sir. Drake entrar en el jardín. No lo he dejado llegar siquiera. He bajado las escaleras corriendo, apresándome los faldones para recoger la nota negra antes de que pudiera servírmela el criado en bandeja. He rasgado el papel y he leído su caligrafía segura y regia.

No he esperado a que el mensajero se perdiera en su caballo negro para llamar al cochero, le he pedido que prepare los caballos para un largo viaje y que lo haga presto. Sin reposo he dispuesto a los criados y a las doncellas, he dado órdenes para mi ausencia. Me he alisado yo misma el cabello pues no soportaba las manos lentas de mi doncella y me he puesto unos afeites para aplacar el calor de mi rostro. Las doncellas me siguen hasta el carruaje cubriéndome con una capa mi cuerpo. Le he dado presurosa unas monedas al cochero para que corra como si mil demonios lo siguieran. Pero nada es tan rápido como mi deseo, por eso le grito con una voz que desconozco desde la ventana de la diligencia, más fuerte, más fuerte.

Siento crujir las piedras del camino bajo las ruedas, y a la fiera rugir a cada enviste de las cascos de los caballos. Hay aún un largo trecho hasta la mansión de Sir Drake, llegaré antes de medianoche. Para entretener la angustiada espera, imagino su rostro en medio de la estancia iluminada por el fuego de la chimenea, las rojas alfombras, el terciopelo negro. Lo veo frente a mí, con su rostro virginal, mientras me sirve la roja copa de vino. ¿Quién es el que tanto poder sobre mí ejerce? ¿Quién él, cuando recostado en mi pecho sus cabellos cubriendo mis senos, deja caer sus lágrimas sobre mi cuerpo? ¿Quién, cuando su mirada hiriente y fría me olvida y me arroja fuera de su lecho llamándome concubina?¿ Es un ángel o un demonio?

Pues yo, la Condesa sangrienta, como así me llama el pueblo, estoy a voluntad y merced, de aquél que hechiza mi voluntad y mi deseo. ¿Quién es y qué poder tiene sobre mí aquél que es capaz de llevarme al abismo o al séptimo cielo? ¿Quién al que me arrastro entre las sombras y al que no puedo dejar de acudir a su llamada?

¿Por qué esta ansia insaciable de verlo, por qué aúlla mi corazón desgarrado y sólo descansa cuando mis ojos alcanzan a verlo? ¿Quién por el que soy capaz de atravesar esta distancia, a galope si hiciera falta, y reventar a los caballos para llegar hasta a su encuentro? Más deprisa, más deprisa, cochero.

Tengo que llegar, he de llegar, allí, donde la sangre y la piel me llama.

Yo, la Condesa sangrienta, corro desatada en medio de la noche, furiosa conmigo misma por mi deseo, perdida la razón de mi linaje, corro como una criada arrebatada en fuego a deshacerme entre sus besos.

Mientras oigo restallar la fusta sobre los caballos, mi cuerpo se eriza, mi cerebro refulge, deliro, ansío su presencia. La sangre me posee insaciable y debo acudir y comer y beber en los pastos de sus senos.

¿Ha de ser así el furor del guerrero, el ardor del deseo? Más fuerte, más fuerte voy a curar su herida con mi boca insaciable, voy a regar su huerto con mis entrañas, he de fundirme en su carne y apaciguarme. Más fuerte, más fuerte. El cochero es demasiado lento y viejo. La fiera es rápida, rápida, le grito, la fiera no teme a la muerte.

Sir Drake también me espera, lo sé, sin embargo, él viene de otra batalla, él ha desatado los abismos que encierra mi cuerpo, él regresa de otras guerras que no imagino, rugiendo como un león, bravo, de embalsamar muertos. Todos lo temen, menos yo que estoy hecha de su misma esencia.

Sin embargo, nuestros pueblos se detestan, nuestras mentes nobles se aborrecen. Tantas son las distancias que no separan que la menor distancia es la muerte.

Veo la luz en sus aposentos, sé que me espera y me río, como una cascada, mi risa gorgojea en la noche como un animal asustado. Oigo bajo mis pies el crepitar de las hojas secas y mi suerte que se acerca. Sólo tengo que ser paciente, sentarme en su mesa y beber de su vino, halagar sus sentidos, ser dulce y embriagadora como una serpiente, someterme a su desprecio, si así hoy lo quiere. He de ser sigilosa, sinuosa en mis defensas, esperar a que deshaga la cárcel de largas esperas a las que me somete.

Estaré al acecho como un animal herido, y será entonces, cuando Sir Drake olvide las batallas cruentas que le embargan, cuando comenzará nuestra guerra. En el lecho de seda roja, mi cuerpo se desnudará perfumado sobre el suyo y seré yo en ese momento quien domine al que me vence. Y será ahí, entre caricias de huríes y las palabras más dulces, henchida de la sangre inocente de las doncellas, en delicioso combate cuerpo a cuerpo, tu renunciando ,yo atrayéndote, cuando te devoraré lentamente. Nuestra sangre estallará para mezclarse y reconocerse, y entonces, sólo entonces, se aplacará la fiera, y del mundo ya olvidados, sólo oiré a nuestros cuerpos restallando como posesos entre los pastos y las reses.

Imagen: la condesa sangrienta Erzebet Bathory

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres una loca delirante, una loca maravillosa y desquiciada.
Te juro que te leía y te veía tal y como te imaginaba.
Tan pérfida y maldita, tan genial, tan erudita.
Una resonante carcajada que estremece, que da miedo y que hipnotiza.

Buenas noches Sra. Condesa,
una vez mas me quedaré hasta tarde refregando sus vísceras sanguinolentas.

TORO SALVAJE dijo...

La fiera que escribe me ha helado la sangre.
Vive en una dimensión superior y consigue todo lo que se propone.

Besos.

maslama dijo...

hola guapa;
primero decirte que te leo cada vez que me conecto, aunque algunas veces no encuentro la tranquilidad y el tiempo de contestarte.. sobre esta última entrada, ¡qué tormentosa! evoca paisajes siniestros y elegantes, de seda, candelabros y fluidos oscuros, en la mejor tradición gótica :)

besos,

silbante dijo...

Cómo llega. Brutal. El instinto animal ocupando todos los recovecos.

Susana Peiró dijo...

Erzsébet Bathory, Gabriella Erzsébet, Alžbeta Báthory-Nádasdy de Ecsed ó simplemente Elizabeth Bathory...quizás estas letras sean tu radiografía.

Poderoso y "fiero" trabajo Ico! Un abrazo Amiga!

Esilleviana dijo...

Mañana termino... es muy tarde.

hasta luego.

LaCuarent dijo...

Has conseguido que mi sangre palpite como si fuera uno de los caballos de ese carruaje,
¡Por dios que bien escribes!
Mil besos

Capitán Tormentas dijo...

Poderoso post Ico. Siempre es un gustazo entrar con tiempo en tu blog, me acabo de zampar de una atacada los veinte derrames neuronales de las mujeres manos-patas.
Un beso

alejandra dijo...

Es una delicia.. "Tantas son las distancias que no separan que la menor distancia es la muerte."

Esilleviana dijo...

vaya manera de escribir!! envidiable (me río, supongo que sana, no? jjaj).
Me acordé que dejé pendiente esta lectura y ahora que la he devorado (como la condesa devoraba lentamente el cuerpo de Sir Drake), me he sentido algo culpable por no venir antes.

Es una maravilla, es embriagadora y compulsiva como la obsesión de la condesa sangrienta por este hombre, que solo le perjudica, pero que le produce toda esta vorágine. Es un gustazo leerte.

un abrazo.

Belén dijo...

Pero eres una especie de Dr Jeckyl y Mr Hyde, ¿no?

No me creo que estés tan bipolar :P

Besicos

Estela Rengel dijo...

Qué texto tan poderoso, Ico, tan bipolar... Me encanta, lo he leído rápidamente, frenéticamente casi como los caballos que llevaban el carruaje. Increíble.

Anónimo dijo...

Una amiga me recomendó tu blog, y veo que no se equivocaba al cantarme sus virtudes.... .Sencillamente, sublime a la vez que con fuerza.
Enhorabuena Ico, espero seguir leyendo cosas tan bellas como "la Fiera".
Soy Bohème,hasta la próxima lectura.

almena dijo...

Ata, inquieta, estremece, aprisiona, de principio a fin.

Besos!