Mi 1ºD es el tormento de este curso. Cuando veo entrar en la sala de profesores a algún profesor frenético, hablando sólo y con un parte en la mano, sé que viene probablemente del primero D. Cuando dos profesores nos encontramos, acelerados y con pintas de estar a punto de un colapso, sé, a ciencia cierta, que acaba de dar clase, al 1º D.
Algo bueno. Este año el grupo educativo de primero D está más cohesionado que nunca, nos desahogamos en los recreos, nos escuchamos, sólo con la intención de poder hablar y descargarnos pues siempre tenemos alguna queja que dar del 1ºD. Y nos es para menos, en el 1º D han puesto a todos los alumnos disruptivos y repetidores del centro, con lo cual es una bomba de relojería que está a punto de estallar.
Dejando de lado los criterios pedagógicos, discutibles, que ha llevado a cabo tal segregación, mi 1º D se ha convertido en un reto, una posibilidad de cambio, una continua renovación de la metodología, donde me pongo a prueba cada día. Con ellos de nada valen los antiguos métodos, los cuadernos de clase o los libros. Muchos llegan sin desayunar, como para traer un lápiz dos días seguidos. Algunos no saben estar en clase sin insultar al compañero, o permanecer sentado veinte minutos. Así que, cada día cada, cada tarde, cada semana, ando volviéndome loca pensando qué hacer con esta clase.
Y sin embargo, siempre tengo la sensación de que aprendo yo más de ellos que ellos de mí. Por ejemplo, he aprendido a identificar los distintos grupos de rap del momento, a improvisar versos rapeando, a escuchar sus versiones destroyer sobre la poesía de Miguel Hernández, a entender que hay días imposibles y no pasa nada, a volorar lo que les llega y lo que no, a respirar veinte veces antes de decir nada, ,a mediar en más de una pelea, a entender sus razones, a entender las mías y no desesperarme.
En fin, entro en el aula como Santa Teresa, nada me afecta todo me influye, casi voy camino de ser un buda feliz. A veces, me siento como Colón ante un territorio virgen. Mi primer descubrimiento. ¡¡Eureka, ¡¡ ante el ordenador se hipnotizan. Así que cuando me toca a última hora nos vamos a la sala de ordenadores.
Hoy he descubierto que les gusta el teatro, meterse en los personajes. Uno ha hecho de mujer con voz de falsete, otro se ha metido tanto en el personaje que se ha levantado, ha ocupado el centro de la clase y ha recitado su diálogo con verdadero entusiasmo. Ante tanto éxito, (dios casi veinte minutos leyendo e interpretando). Les he propuesto que hagamos nosotros un teatro. Entre todos inventaremos el guión, crearemos los personajes, e intentaremos interpretarlos. Todo eso sin matarnos. Que dios me coja confesada.