lunes, 13 de diciembre de 2010

El juego


Marcos fue el último en apagar las luces de la oficina. Iba a abrir la puerta del ascensor cuando sonó su móvil. Era Raquel. Su voz sonó excitada y más baja de lo normal. Esta noche lo hacemos, le dijo en un susurro.

-¿Cómo?- Marco sintió que se le aceleraba el corazón. Quizás se refería a otra cosa. Pero antes de que pudiese preguntarle le respondió de nuevo.

- Tu juego, tonto.

No le dio tiempo a responderle. Había colgado.

El ascensor se abrió en ese momento. Apretó el botón y se vio reflejado en el espejo. Una sonrisa idiota le afloró en el rostro. Se sentía dichoso. Frente al espejo del ascensor se sonrió de nuevo. Se acarició el pelo con un gesto pensativo. Unas finas arrugas le surcaban la comisura de sus ojos.

El termómetro de la calle marcaba tres grados. Sin embargo, no sintió frió. Doblo la esquina la calle de la Palma y fue dirección Fuencarral. Había deseado tanto que llegara ese día que cuando entró en la lencería le temblaban los pies. Dudó entre el corsé negro o unas bragas y sujetador rojo. Finalmente se quedó con el corsé negro de encaje que resaltaría sus pechos.

En la casa cenó de pie y frente a la nevera. Estaba nervioso. Se bebió una cerveza en apenas dos tragos. Dejó el vino sobre la mesa de la cocina para cuando Raquel llegara. Tenía una hora para arreglarse. La ducha caliente le calmó un instante, lo justo hasta llegar al dormitorio y abrir el envoltorio de la lencería. Miró con detenimiento las braguitas negras, y el corsé, tocó su tacto fino, luego muy despacio, se las puso. Con cuidado colocó su pene hacia atrás, doblado entre sus piernas. Se enfundó las medias beige y los ligueros. Se acaricia con orgullo el nuevo tacto de sus piernas. De la parte inferior del armario saca una caja de zapatos de tacón.

Siente como su corazón palpita desenfrenado. Pero sabe que tiene que guardar la calma. Todavía le queda ponerse el vestido negro y entallado. De la parte superior del armario saca una peluca rubia.

Las manos le tiemblan cuando se enfunda el collar, los pendientes y las pulseras. Está deseando verse, pero aún le falta el maquillaje, una base no muy fuerte, luego el carmín, rojo encendido que marquen los labios. Se pinta los ojos con esmero, como hace siempre que está solo. Pero esta vez no será así. Ahora vendrá ella.

En el espejo del armario ve a una mujer sexy y guapa, con un brillo especial en los ojos. Llaman a la puerta. Anda con paso decidido y febril hacia la puerta. El sonido de sus tacones le hace sentir bien, se siente tan bien. Adora sentirse toda una mujer. Una mujer completa y sexy para ella.

Raquel la miraba de hito en hito desde la puerta.

- No puedo, hostia, no puedo.

Y sale corriendo. El ascensor se traga su último gemido. Detrás de la puerta Marcos se acaba desinflando como una muñeca de feria.


Pintura: autorretro de Francis Bacon

7 comentarios:

LaCuarent dijo...

Joder! pero que bueno!!!
Besitos

frida dijo...

ls miedos y los prejuicios no nos dejan hacer segun qué cosas...Me jor atreverse que arrepentirse de no haverse atrevido...

Elena dijo...

Me ha recordado a "El amante lesbiano", de Sampedro.
Desde luego, no hay nada como el tacto de las medias.

emejota dijo...

Todo un placer de lectura. Un fuerte abrazo.

De tu mano dijo...

Impresionante y desgarrador!
Ella miedo,él desesperación...
Saludos.

Belén dijo...

¡Pobre! ella lo intentó pero...¡pobre!

Besicos

TARA dijo...

Prefiero fracasar, que morir sin haberlo intentado, una y mil veces...
Cuantas veces me habre desinflado como una muñeca, para despues volverme a inflar con mas fuerza!!

Me gusta mucho