martes, 16 de noviembre de 2010

El tesoro secreto



En una ocasión recibí en mi consulta a la escritora X. No daré su nombre, no sólo por el secreto profesional que me asiste y que es congénito a mi profesión sino porque en libros posteriores he sido retratado con suma precisión y total acierto. Por lo que la llamaré Sr Dolloway, como licencia poética, si me lo permiten.

La escritora, acudió a mí en un fuerte estado de ansiedad y postración una mañana de mediados de otoño. Mentiría si no dijese que sentía cierta curiosidad por aquella mujer, a las que admiraba por su versatilidad y su creación artística. En alguna ocasión había leído con placer alguno de sus libros, encontrando en ellos no sólo gran profundidad sino lo que es más inusual, cierta elocuencia teñida de un humor que pocas veces he vuelto a encontrar en un escritor, ya sea hombre o mujer. Por lo que llevado, más por la curiosidad de conocerla que por hacerle el favor a su médico y mi colega, de vacaciones en Melbourne, no tuve ningún inconveniente en hacerle un hueco en mi apretada agenda.

La Sr Dolloway apareció esa mañana envuelta en un grueso abrigo de lana negra, llevaba el pelo recogido en un sencillo moño y unas gafas negras, por lo que supuse que esa era su manera de pasar desapercibida por el resto, pues no hacía ni tanto frío ni tanto calor para ir así vestida.

La escritora esbozó una sonrisa rápida y ambigua y tomó enseguida asiento, por lo que deduje que, o tenía prisa o era una mujer acostumbrada a tomar decisiones por sí sola. Sin embargo, este aire de seguridad desapareció en el momento que le pregunté, después de algunas preguntas formales, cuál había sido el motivo de su visita.

- Tengo miedo. Un miedo que me nace en el fondo del estómago. Un miedo sordo como si la carne se devorase a si misma en una angustia que me deja paralizada en mi propio miedo. Y no puedo hacer nada para evitarlo, sólo esperar angustiada a que se me pase. Entonces no hay salvación posible.

- Pero ¿Por qué cree Ud. que necesita salvación?

- ¿Salvación? ¿He dicho salvación?- La Sra Dolloway me miró como si no me reconociese.

- Sí lo ha dicho.- respondí con calma.

- No lo sé. Mis palabras son otra muralla más contra el miedo- sentenció.

- Podría usted especificar algo más sobre ese miedo.

- No- me dijo tajante, esta vez mirándome desde algún lugar lejano donde había se había recluido, más allá incluso de sí misma, pero intuía, en algún lugar insondable de su mente- No puedo. No es ningún miedo específico a nada. Nunca he sido una persona temerosa, no temo a nada, ni a la tormenta, ni a los bichos, ni a muerte, ni a nada de lo que normalmente se suele tener miedo. Es sólo miedo. No es un miedo concreto. Es todos los miedos.

- Miedo del miedo, quizás, - concluí- interesante. ¿Cree acaso que si siente miedo será más vulnerable a los otros?

- Puede. Cuando venía hacia aquí recordé un sueño que se repetía mucho en mi infancia y no sé porqué pensé que se lo debía contar a Ud.

- Adelante, entonces.

- Cuando era pequeña solía tener este mismo sueño. En mi sueño soñaba que me dormía en un profundo sueño. Luego, me levantaba de la cama y salía de mi casa. Caminaba, sin ser vista, descalza por un morro solitario y empedrado que hay frente a la casa de mis padres. Caminaba hasta llegar a un trecho para detenerme en un punto exacto en medio de aquel paraje desolado. Entonces me agachaba en la tierra ocre y blanda y escarbaba en ella. Como ya lo había hecho tantas veces, sabía lo que iba a encontrar allí. Era un tesoro, alguna vez en forma de chocolatinas o golosinas, otras en forma de monedas de oro. Mi alegría y mi sorpresa siempre eran la misma, suprema, por lo que me apresuraba a llenarme los bolsillos antes de que nadie lo descubriese y llevarme mi tesoro a casa. Volvía a la cama y los escondía debajo de la almohada para que cuando me levantase pudiera volver a recuperarlos del sueño. Cada mañana hacía el mismo gesto, pasaba la mano debajo de la almohada esperando encontrarlo allí escondido. Pero no había nada. Nunca había nada.

Sonreí e intenté arriesgarme en mi análisis.

- Ha cambiado algo su situación emocional en estos días.

La escritora pareció titubear, se revolvió en su asiento y me miró con una sonrisa ladina.

- Sí, he conocido a una mujer hace poco.

- ¿Podría eso tener algo que ver con su miedo?

- No sé a qué se refiere.

- Quizás usted considera a esa persona un tesoro, por alguna razón tiene miedo a perderla. Tal vez en su subconsciente usted tenga miedo a que cuando despierta se encuentre de nuevo con las manos vacías como en su sueño.

La mujer me miró sorprendida. Noté un brillo en sus ojos de una sagacidad cálida. Luego se levantó como impelida por un resorte. Recogió su abrigo y sus gafas y me dio las gracias mientras me pagaba. Volvería, dijo desde la puerta. No supe qué decir. No había pasado aún la hora.

- Lo siento- me respondió- Necesito escribir de lo que hemos hablado. – En realidad- me respondió desde la puerta- . El miedo sólo se me pasa escribiendo

Y salió de mi despacho, tan rauda y sonora, como un vendaval en pleno verano.



Imagen: El sueño de Henry Rousseau

20 comentarios:

Victoria Dubrovnik dijo...

Uops, veo qu han habido cambios en la casa ;-)... Me gusta mucho, mucho la nueva cabecera ,-)...

Dicen que detrás de cada miedo, hay un deseo... será cuestión de que se cuestione qué es aquello que verdaderamente anhela...

Incógnita dijo...

El tesoro desaparecía porque lo que guardaba era volátil y efímero. Así te evitaba tu subconsciente sufrir por una historia que dañaría tu fragilidad. El auténtico tesoro de tu vida no está en tus sueños, ni siquiera en un cofre. Mira en tu corazón, seguro que encuentras algo que sacuda todos tus miedos.

alicia dijo...

Es curioso. Hoy he leído esto:
http://puzzlessinguion.blogspot.com/2010/11/codigos-secretos.html
Parece que las letras son una buena forma de conjurar el miedo!
Besos

felicitat dijo...

Ay...el miedo. Mal compañero del alma. Cuántas cosas nos hace hacer ese caballero.

Tienes un trabajo interesante, seguro que aprendes mucho!

Saludos.

Anónimo dijo...

Miedo, desatino del sentido común..

Maga h dijo...

Cuando escribo se me pasan los miedos propios, aunque sin duda puedo sentir los del personaje.
Pero claro, siempre es mucho mas fácil poner afuera.

"El que escribe no sabe"...hasta que se da cuenta de todo lo que realmente sabe.

Abrazo!

De tu mano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Isabel Gil Jiménez dijo...

Eres capaz de hacer que vuelva a leer relatos. De momento solo me gustan los tuyos.
El miedo, ese miedo inconcreto, el puro miedo, no es más que el miedo a perder, a volar, a vivir que no a morir, a sentir que no a ser sentimientos de alguien, es el miedo al tener que luchar por dejar atrás los miedos.
Creemé, sé bien de lo que hablo.
Un saludo.

emejota dijo...

Lo que para un@s es miedo para otr@s puede ser ansiedad y dejarla patinar sobre una hoja de papel en blanco o sobre un teclado, relaja. Un fuerte abrazo.

Alma dijo...

Que linda se ve la entrada nueva!!

Se ve muy animada! Diferente!
No porque la otra no lo fuera.
Pero excelente cambio!

Saludos
Alma

Alma dijo...

... me gustaria una foto mia en ese efecto... como se hace???

Sorry por mi "ignorancia"
jaja

:D

Belén dijo...

El miedo a la pérdida siempre es un miedo que paraliza... no hay que amarrar pero si, encandilar ;)

Besicos

Rosario Libertad dijo...

sabes, me gusta ese cuadro, creo que era de un miedoso :))

stelios dijo...

Aferrarse, como lo vivimos y luego lo duro que resulta pasar sin ello. Es difícil no hacerlo y sentir el apego de lo que rodea, arduo trabajo.
Un beso

Luis dijo...

No hay como leer a quien saber escribir. Me gusta como me has contado esto.
Por cierto, yo siempre escondía en sueños unos chiclets dentro del cajón de la mesa de noche. Y luego me desengañaba en la vigilia... Jeje.
Saludos.

Ico dijo...

Alma me lo hice un primo con un programa del iphone yo no tengo ni idea de cómo hacerlo, me pareció curiosa y original y lo colgué.. un beso a tod@s

Anónimo dijo...

Mis miedos empiezan apenas termino de escribir.


besos

Anna SB (Labrysmoom) dijo...

¡Qué buena eres!
Vale la pena dedicar tiempo a leerte.
¡Gracias!

Es casual, que vine por aquí al postear el escrito que me comentaste.
Viajé de arriba a bajo, pero no me pare en tus letras.
Lo hice en tus risas y gestos.
Me alegró que compartieras esos momentos.
Renovación. Eso es lo que vi.

Un abrazo
Anna

Anónimo dijo...

Un relato muy bien logrado. Enhorabuena.

oliva dijo...

Es cierto que mientras escribes dejas de ser tú para transformarte en otra persona (hablo como si fuera una experta, solo estoy en pañales...), pero ayuda a liberar y asimilar pensamientos e ideas que de otro modo no conseguiría afianzar. Entiendo que la Sr. escritora utilizase la escritura para sentirse sin ese desasosiego que muchas veces nos invade.

El significado de su sueño... en la mayoría de veces, los sueños son vacíos, lagunas que quedan por rellenar y tal vez, se suplen con nuestros deseos nocturnos... jejeje. Eres tú la que entiende de ambiciones y anhelos.

ME gustó mucho tu lectura.

Un saludo.