viernes, 30 de julio de 2010

Presencias

De pronto siento que el pulso se me acelera y, el corazón, débil y malgastado por la espera se detiene. Entrecierro los ojos para discernir mejor la figura que se acerca de lejos. No puede ser, después de tanto tiempo, aquella manera de andar, aquella melena al viento…ahogué un quejido en el pecho.

La mujer, ausente de la angustia que acaba de provocarme, pasa de largo. Continúo andando, intentando sobreponerme al descalabro que acaba de sufrir mi alma. Me acordé de las palabras de mi padre cuando iba quejándose de una herida, “duélele tú más”.

Llovizna. Empieza anochecer y decido volver a casa, trastornada aún por la presencia.

Cuánto tiempo ya…

Demasiado. Y la herida aún sigue ahí. Tan fuerte como siempre.

Había empezado olvidando los buenos recuerdos, ya apenas me quedaban. Así, cuando algún amigo me recuerda algo que he vivido junto a ella, siempre creo que habla de otra persona, que le ha pasado a otra en un pasado, a otra de misma edad, con mi misma voz, pero no a mí. Pero asentía, sin sonrojo, mentía, sí, sí me acuerdo. Pero no me acordaba de nada, había decidido quemar todos los recuerdos, todo lo que oliese o viniese de ella, para poder sobrevivir sin ella.

Pero en cada rincón de la isla había una piedra, una esquina, una barca que la traía de nuevo a mí. Tenía que salir de allí, donde su presencia era constante.

Viajé sin rumbo, ebria de rabia y dolor, convulsa y deshabitada, hasta que un día, como hoy, creía ver a una mujer de espaldas que me recordaba a ella, que era ella. Y aunque la razón sabía que mentía, el corazón se desbocaba tras la desconocida, deseando que fuese ella en la irracionalidad de la desesperación.

Me dediqué a acumular sólo recuerdos crueles, mezquinos, busqué lugares comunes donde aprender a odiarla, donde ignorarla, quería aniquilarla en mi cerebro. Pero todo quedaba en el deseo, en el impulso que se deshacía antes de conformarse. No se deja de amar a nadie porque sepamos que será nuestro asesino. Ella era como las raíces de un viejo árbol que crecía, con más fuerzas, hacia abajo, hacia abajo.

Llegué a creer que todo desaparecería un día cualquiera, cuando me enamorase de nuevo. Amaría como entonces y ella acabaría diluyéndose. Pero esta misma obsesión me impidió amar, las raíces del viejo árbol había acabado por agrietar el suelo. Sentía mi vida como un pozo muy negro y muy hondo. Si se me alongaba a él podría precipitarme.

Así anduve durante mucho tiempo, habitada por su presencia, sin recuerdos. Toda mi fortaleza se desmorona en una única certeza, su presencia constante en mí. No siempre fue así.

Muchas me quisieron, con ese aspecto desvalido y terrible que confiere un mundo interior atormentado, me dejé amar. Ellas, intentaban llenar las urnas de amor nunca llenas, y yo, experta en tristezas, las complacía, las miraba dentro de los ojos y les sacaba la tristeza del fondo, también las tiranizaba, las adoraba, les decía la verdad y las engañaba. Las quise, pero sólo hasta dónde podía.

Porque en cualquier momento, sin quererlo, su presencia se imponía. Una palabra al azar, como si viniese de muy lejos, de otro tiempo o dicho por otra boca, una imagen similar y todo se volvía informe, quebradizo.

Cuando después de hacer el amor sentía un profundo deseo de llorar sabía que era por ella. Si me levantaba en medio de la noche, si odiaba, si negaba. Nunca conseguiría deshacerme de ella. Y la rabia me crecía por dentro como un órdago.

Vendrá, algún día vendrá, pensaba.

Y me odiaba porque hipotecaba mi presente en una esperanza inútil.

“Estúpida soñadora, sabes bien que no vendrá, ella nunca te quiso, Despierta, sigues esperando, consumiéndote, fingiendo que vives, que amas, que sientes, y que no te importa nada”.

Todo esto me decía aquella noche camino a casa, como si volviese de una vieja borrachera. Entré en silencio, sin encender las luces y me tumbé en la cama.


Pintura: "Raices" de Frida Kahlo



miércoles, 28 de julio de 2010

A la expectativa


Hoy se decide en el parlamento catalán si se prohíbe los toros en Cataluña. En Canarias, por la ley de protección de animales, están prohibidos desde el 1991. Hoy estaremos a la expectativa, esperando gane la mayoría civilizada. Quién sabe, quizás un día se prohíban no sólo esta fiesta sangrienta sino los zoológicos, el circo con animales, la caza… Todas las barbaries que cometemos contra los animales bajo el nombre de arte, deporte o fiesta.


lunes, 26 de julio de 2010

Tarde o temprano


La publicación de las fotos para el concurso manos patas, y la urgencia de algunas blogueras por ver publicadas sus fotos (saldrán todas, sólo que hay algunas en cola y sigo el estricto orden de llegadas) ha retrasado la salida de otros post como el comentario sobre las lecturas que voy leyendo. Como no me gusta dejar ningún libro que lo merezca sin comentar ahí va mi recomendación.
Tarde o temprano es la antología de la poesía de José Emilio Pacheco (ciudad de México, 1939) una cuidada obra poética que se ha convertido en ese libro de cabecera que abro al azar, buscando respuestas, palabras mágicas, o tan sólo certezas.
Para los no iniciados en poesía les recomiendo este volumen que no defraudará por su profundidad, su llaneza y porque para Pacheco en cada hombre hay un vagabundo, pero también, un descendiente directo de los reyes aztecas, y así lo narra.
Pacheco es sobre todo, un poeta comprometido, capaz de ver desde la distancia de los tiempos y desde la cercanía del ser doliente. No se halla situado en la una urna de cristal de algunos vates, sino, que emprende el compromiso de hablar desde los que no tienen voz, haciendo del poema una denuncia constante, una palabra alzada en contra del afán destructor del ser humano, de lo que queda tras la devastación que realizamos día a día en la tierra.
“El otro soy yo, yo soy el otro” dice el poeta, y se transmuta en un autor ya muerto o en la voz de los animales, porque todos somos hijos de la vida, y es, en la descripción de sus atributos o sus símbolos donde hallamos la belleza poética que sólo él sabe desentrañar, otorgándole así la dignidad que un día perdieron.
El poeta es así, “el que canta el cuento de la tribu”.
Si la poesía de Pacheco es universal, solidaria, comprometida; El incesto de Cristhine Angot, es una novela ombligista y delirante, pero no es literatura, es el delirio personal egocéntrico y neurótico, de un marketing anunciado.
Ya se sabe, los franceses tan amantes del naturalismo zoliano llevado a la máxima potencia, adoran hablar sin pudor de todo lo relacionado con la sexualidad, léase el Marqués de Sade o Bataille. Sin embargo, hace falta más que falta de pudor, valga la redundancia, para que una novela sea buena.
No obstante, en estos tiempos ávidos de emociones, de show televisivos, de mostrar las miserias propias y ajenas, por qué iban las editoriales a escapar de este afán de lucrarse atrayendo el morbo ajeno.
Pongamos a una mujer joven, que no tiene pelos en la lengua, que va a experimentar con su vida y nos la cuenta, hablará de homosexualidad, de incesto, nos contará su pensamiento más absurdo y abyecto, pondrá hasta nombres reales, y verás que habrá hasta alguien que confunda esta neurosis con literatura.
De su estilo nada que decir porque no existe, su escritura no es pulida, frases simples, confusos párrafos, donde la Angot deja fluir su mente, como en un ejercicio de clase, (escritura automática, le llamaron los surrealista) donde sólo hay que dejar libre la mente, sin detenerse en el tamiz de la conciencia, de la reflexión, solo asociaciones, a cuál más procaz o más descarnada. Sirvan de ejemplo las primeras líneas del libro:
“Durante tres meses fui homosexual. Mejor dicho, durante tres meses creí que estaba condenada a serlo. Me había alcanzado de lleno, no me hacia ilusiones. El test daba positivo. Había quedado cautivada. Las primeras veces no. A fuerza de miradas. Inicié un proceso de desmoronamiento.”
Afortunadamente, en este caso y como dice Pacheco, si el signo de las cosas es gastarse el de los humanos es morir, ser nada, tierra, tarde o temprano no quedará nada, quizás en medio del camino, se salven las obras de arte, la literatura, la belleza de las palabras. Lo que, a buen seguro no quedará, es este producto del marketing en el que se han convertido algunos libros.

viernes, 23 de julio de 2010

Amores por internet


Simpatíabc entró en mi pantalla una noche de insomnio. Que utilizara las haches a su antojo y las uves donde no correspondía me echó de entrada hacia atrás. Ya sé que lo normal es que todo el mundo escriba en los chat como indios, pero yo soy un tanto purista en este aspecto, seguramente a mi me descartarán aquellos frikis del chat que no vean conveniente o incluso desconozcan el uso correcto de las palabras en castellano. Pero, en mi defensa diré que la noche era avanzada y sin un ápice de sueño me encontraba aburrida y cansada de hacer solitarios en el ordenador.

-Soy de Barcelona, me dijo, ¿quieres hablar?

- ¿Por qué no? Respondí.

Siempre me han gustados las historia que cada uno fabrica de sí mismo, casi nunca tiene que ver con lo que realmente es, y aunque aquella me iba a exigir un doble esfuerzo de comprensión, (es la traducción al castellano, me decía) era lo que había a esas altas horas de la noche. Simpatíabc, me dijo estaba casada, su marido dormía en esos momentos a pierna suelta mientras ella hablaba conmigo, además tenía una niña de seis años, aún así confesaba se sentía sola y sólo un poco de cariño.

- No me gusta el sexo por Internet, detesto a esas personas que sin conocer a alguien son capaces de practicar el sexo o excitarse sólo por la voz. Lo odio- me escribía.

-Tienes razón- le decía, era cuestión de se aquiescente en todo no ser que se espantara pues se le veía con ganas de hablar de sí misma- si lo miras bien es bastante ridículo.

-¿Oye que si quieres podemos hablar por teléfono me dijo al fin?

- ¿por qué no?, respondí liberada al fin de aquel galimatías de escritura.

Entonces oí su voz, melosa y dura con aquellas “d” finales que parecían “t” y aquella abertura de vocales que me dejaba extasiada. Alguien dijo alguna vez que a las mujeres se les conquista por el oído y aquella voz de tonalidades áspera me conquistó al instante.

Simpabc, ausente de mi deleite me contó aquella noche mientras me dejaba mecer por su voz en un duermevela cálido, cuál era su situación. Perteneciente a la burguesía catalana dedicada desde tiempos inmemorables al comercio, había vivido una vida alocada y ligera en su juventud. La naturaleza la había dotado con un físico agradable y debido a un trabajo agenciado por su papá como comercial en una de las grandes distribuidoras de ropa de marca en Barcelona, había llevado un tren de vida bastante disoluto. Por lo que, me decía mientras caía en una modorra ligera, no había fiesta donde no fuera ni eventos de dónde no la llamaran.

Un día, cansada de tanta nocturnidad y con los treinta que se le echaban encima, decidió tener un hijo, por lo que escogió como padre y futuro marido al más persistente de ellos. Estos hechos de su vida me los contaba con tanta naturalidad y candidez que no pude menos que creerla a píes juntillas. Simpabarna pensó que después de aquello su vida cambiaría, pero sucedió, que en sus correrías nocturnas había conocido el amor lésbico y se acabó enganchado a él como un heroinómano a su dosis. Sin embargo, me confesó, y eso la hizo a mis oídos tremendamente seductora, (qué le vamos a hacer me encantan las debilidades confesadas) su carácter extremadamente celoso acaba por finalizar toda relación mucho antes de empezar. No lo puedo evitar, me decía, soy maravillosa e insoportable. (¡Qué razón le daría más tarde a estas palabras).

Pero sigamos, mi confidente nocturna no pudo prescindir de sus aventuras extramatrimoniales con mujeres ni de buscar el amor . El sexo con su marido había finalizado hacía ya muchos años.

-¿y por qué sigues con él? –le pregunté cada vez más despierta y absorbida por su historia.

- Bueno es un buen padre, la niña lo adora, pagamos los gastos de la casa a media y ha amenazado con suicidarse si yo lo abandono.

Esta respuesta no me dejó indiferente, el que se sincerara de aquella forma y a aquellas horas de la noche evidenciaba un drama de difícil clasificación. Empecé de inmediato a sentir cariño por aquella mujer de treinta y ocho años que se declaraba romántica empedernida y buscadora de un amor hasta el infinito.

Seguimos hablando los días siguiente, por el teléfono siempre, al otro lado del teléfono escuché las demandas de su hija para que dejase el teléfono o la voz apagada del marido hablando en catalán. Entre tanto, a ella le gustaba contarme las incidencias de su día como un parte meteorológico que daba la señal cada hora.

- Hoy me ha dicho un cliente que soy irresistible, me decía.

A mi, poco me importaba ese dato, pero ella disfruta contándolo. Sin embargo, esa candidez y ternura desaparecían tan pronto escuchaba el tono peculiar que ponía para preguntarme:

- Y tú ¿qué estás haciendo?

-Pues mira, ahora mismo pagando una multa, así que ya hablamos luego.

Porque a Simpabc le gustaba, sobre todo hablar. Imaginaba que estaba bastante sola y disfrutaba contándome las pequeñas anécdotas del día.

- Dímelo en catalán- le pedía.

- Pero si no sabes. – Precisamente por eso, pensaba yo. Había momentos en que era excesiva.

No obstante nunca me habló en catalán, su nacionalismo nunca salió a la vista, salvo el día que ganó la selección la copa del mundo.

- Visca España- me gritó al teléfono. Gracias a los catalanes ganamos, ¡somos los mejores¡- me decía.

- Perdona, si no fuera por Casillas, nos habrían metido tres goles.

Yo no entendía nada de fútbol, pero mi espíritu, amante de la contradicción me hacía contradecirla y así entrar en dialéctica.

-Cuando vengas a Barcelona te voy a llevar al Camp Nou.

- ¿Para qué?- le decía yo horrorizada.

- Para que lo veas.

- Pero si a mi no me gusta el fútbol

- No puedes venir a Barcelona y no visitar el Camp Nou.

- Pero a ver, ¿para qué quiero ver un campo lleno de césped con unas gradas?. Prefiero ir a las ramblas o a la parte antigua de Barcelona, la verdad- protestaba.

Pero ella no entendía mi propuesta, quería que cuando yo la visitase todo fuese perfecto.

- Voy a coger el mejor hotel de Barcelona, ya verás, hay uno que… y comenzaba a contarme las innumerables ventajas de un hotel de cinco estrellas.

- A mi la verdad, me da igual, si es sólo para dormir, pienso estar caminando y paseando el resto del día.

Pero debe ser que ella era de Venus y yo de Marte, porque jamás entendía lo que le decía. En el fondo, yo sabía que aquella historia no iba a ninguna parte, pero como sucede que el roce hace el cariño, aquella mujer inestable y caprichosa despertó en mí una ternura inusitada, además me hacía reír, y eso sólo dios sabe lo difícil que resultaba a veces.

- ¿Sabes qué? Me decía entusiasmada- Te voy a recoger en el aeropuerto con limusina. Yo reía a mansalva.

- Pero ¿tú estás loca? – le decía yo entre lágrimas de risa, con qué cara voy salir yo de esa limusina.

Pero ella no cejaba, barna empezó a ser cada vez más asfixiante, ni siquiera sus conversaciones nocturnas lograban excitarme, se empeñaba en querer utilizar, cuando nos encontráramos, toda la repostería para esparcirla por mi cuerpo.

- Odio estar pegajosa- le decía yo- desde pequeñita.

Pero ella a lo suyo, que si nata, que si caramelo líquido. Bar llegó a un grado de posesión que me dejaba poco margen para vivir tranquila, me llamaba más de diez veces al día, me mandaba alrededor de cuarenta mensajes. Si no respondía alguno de ellos con la urgencia requerida se enfadaba, si lo hacía también, decía que me quería, pero inmediatamente amenazaba con romper la relación para luego volver a retomarla en los diez mensajes siguientes. En un mismo día amenazaba con dejarlo, con no responderme más, con borrar mi teléfono de su móvil para inmediatamente pedir perdón implorante. En breve si hizo realmente insoportable, si salía por qué salía, si iba con quien iba.

Un día me amenazó con enviarme un pedido de camisetas, todas de marca claro, dónde no se viese tanto mi escote.

- No lo puedo evitar decía, me pongo celosa, ¿Por qué tienes que enseñar tanto?

Mi paciencia llegó a su límite. Por ahí no entraba. Eso sí que no, hasta ahí podíamos llegar. Fue la última vez que hablamos.

- Ni hablar de eso. Esto es patrimonio público. Este canalillo es patrimonio nacional, tanto como la Sagrada Familia.

Mensajes y pataletas, nuevas amenazas de olvido. Tuve que cambiar mi número de teléfono y desaparecer del chat por unos meses.

lunes, 19 de julio de 2010

Amplitud de miras y visión de futuro

De vacaciones por Lanzarote me informan de que el sábado día 17 se celebra el Festival del Orgullo de Lanzarote en Puerto del Carmen (Tías). Acudo al evento y no deja de asombrarme la poca asistencia de público, siendo la mayoría de ellos extranjeros y me pregunto a qué es debido el hecho de que un acto de esa categoría haya tenido tan poca promoción en la isla.

Ya sea porque aquí todos nos conocemos o porque todo se acaba conociendo me informan de que la organización del acto ha sido llevado a cabo por Lanzarote Bissnes, y que, gracias a la recaudación hecha en los comercios de la zona, ha sido posible que el evento salga adelante, pero sobre todo, a la ayuda voluntaria y desinteresada de jóvenes artistas de la isla (entre ellos, la escuela de baile Antonio de Playa Honda de prestigio internacional) y a la contratación de algún grupo traído del extranjero.

Indago el porqué no se ha promocionado como se debiera desde el ayuntamiento más turístico de la isla este día del Orgullo cuando este mismo evento ha sido aprovechado con absoluto éxito por grandes ciudades como Madrid y Barcelona o festivales como el Gay Pride Maspalomas, que han apostado por celebrarlo y convertirlo en un magnífico reclamo turístico, conociéndose como se sabe, que al turismo que atrae es de elevado poder adquisitivo y un alto nivel de consumo.

Es por ello, por lo que no salgo aún de mi asombro cuando me informan de buena tinta, que la aportación del ayuntamiento de Tías, en donde gobierna el partido socialista, (es decir, el mismo que ha aprobado y defendido distintas leyes tendentes a la consecución de la igualdad entre géneros y los derechos del colectivo gay) se ha reducido al montaje de un eximio escenario y a otorgar la licencia del lugar de encuentro , hecho al parecer suficiente, para hacerles llevar como estandarte la bandera del partido como cabecera de la cabalgata.

Y no puedo menos que acordarme por contraste, en los 300 mil euros que se ha gastado este año la Consejera de Turismo, Rita Martín, de Lanzarote ella, en hacer una compaña publicitaria de las islas en Islandia, país que arrastra una grave crisis económica y que tiene sólo 300 mil ciudadanos o los 12.000 euros mensuales por el alquiler del inmueble en un barrio céntrico de Madrid para un no sé sabe bien qué Centro cultural que promocione Canarias en la península.

Y es que sucede lo que casi siempre por estos lares, que la cortedad de miras del político local ha ido a buscar fuera lo que tenía que promocionar desde dentro, dejando pasar otra oportunidad de oro de promocionar las islas y de sacar el máximo rendimiento a nuestras potencialidades.

Por lo que, si este acto del Orgullo celebrado en Lanzarote ha demostrado algo, es que es posible hacer promoción turística sin grandes gastos presupuestarios y con tan sólo un mínimo de inteligencia. Sirva este ejemplo para constatar una vez más que la economía, la nuestra, ésta de la cual depende tanto el turismo, va por un lado y la clase política por otra. De otra forma no se entendería cómo es posible que se deje pasar una oportunidad como esta para promocionar el turismo en la isla, y que sean precisamente los empresarios de la zona los que tengan invertir en ello.

Y es que, cada vez más, se precisa en esta época amplitud de miras o visión de futuro para ser un buen político sino, sucede, por sólo poner un solo ejemplo, que dejamos a 8.000 alumnos sin plaza de FP, porque la Consejería de Educación, cuando precisamente los expertos señalan como una de las causas del paro la escasez de formación de los trabajadores canarios y la necesaria formación entre los futuros trabajadores de Canarias.

Confirmamos, una vez más, adónde nos lleva la falta de perspectiva de nuestros políticos locales, de otro modo, no entenderíamos porqué en esta época de recesión y crisis andan ellos tan preocupados en cuestiones tan peregrinas como en qué grado y medida debe regularse una ley protocolaria de los ex presidentes para seguir continuando con sus privilegios de casta.

Mientras los políticos andan preocupados considerando qué primas o cuántos coches oficiales deben de tener los ex presidentes, los demás mortales, los que no andamos en el limbo nos dedicamos, con voluntad y esfuerzo a hacer por lo nuestro, sufriendo, eso sí, la ceguera y el poco talento de aquellos que nos gobiernan.


Imagen tomada de internet.

miércoles, 14 de julio de 2010

Conversación entre manos pata


Manos pata ha dado un saltito al atlántico para encontrarse con una mujer manos patas en la isla del fuego. Se abrazan, se cenan, se fuman, se beben, mientras emprenden la tarea de contarse las novedades de todos aquellos meses sin verse.
- A veces me gustaría ser normal- le digo.
- ¿Que es ser normal?-me respondes sabia- no he conocido a nadie normal.
-Bueno, no tener toda esa agitación mental, ya sabes. Pero cuéntame de ti, cómo sabes que estás enamorada.
Manos pata de la isla de fuego reflexiona un instante con los ojos llameantes.
-Porque todos mis pensamientos están con él, a cada momento pienso en él, a todos los sitios que voy pienso, que a lo mejor, por casualidad me lo puedo encontrar. ¿Te acuerdas de P? cuando me empezó a enamorar me dijo que no tenía prisa, que sabía que iba a estar toda la vida conmigo. Esa seguridad, éso fue lo que me enamoró. Pues ahora soy yo quien tengo esa seguridad, ahora sé que el destino me lo puso ahí un día, luego lo vi dos días más, y sé que me lo volverá a poner de nuevo.
-Pero ¿Qué te gusta de él?
-Todo. La imagen que proyecta, lo que transmite, lo que dice de su vida, ah y su voz, su voz es todo.
-Y ¿ no crees que puede ser una obsesión ?
-Pero qué es el enamoramiento sino una obsesión
Las mujeres manos patas mueven los pies al son de la música mientras hablan, ya han empezado con Edith Piaff y el bizcocho de chocolate, la botella está casi vacía y las ideas saltan de un lado a otro como los pies.
-Hay quien enciende una vela, o quien hace un hoguera pequeñita, pero nosotras echamos gasolina al bosque y lo echamos a arder.¡ Somos unas incendiarias¡
Rien las mujeres manos patas incendiarias y hacen previsiones par este año.
-Este año celebramos el fin de año en Paris- le digo, solas o con compañia...
-Síiii…pero a lo mejor no tengo perras.
-Bueno, ya vemos cómo lo arreglamos
-Te imaginas, cuando lo vuelva a ver le diré, no sé si te acuerdas de mi nombre pero, ¿ Quieres pasar el fin de año en Paris conmigo ?

martes, 6 de julio de 2010

Al límite

No me gusta llorar en público. Pero la primera vez que leí aquellos informes no pude contenerme. No era un buen comienzo, sobre todo porque era mi primer día de trabajo y el director me miraba, probablemente preguntándose, cuánto tiempo iba a durar allí.

- Eso es lo único que no puedes hacer- Resonó su voz en el despacho.

- Lo sé, lo sé- repetí sin levantar la vista de los informes.

No podía haber empezado peor, no hacía falta que preguntase mi experiencia, para qué, era obvio que no había dado con una profesional, algo que al menos, podía haber intentado disimular. Seguí leyendo, intentando concentrar todos mis esfuerzos en aquella letra esculpida que se emborronaba por segundos. El director debió de compadecerse de mí porque, a los pocos minutos, me dijo que dejara aquello y que viniera a conocer las instalaciones. Lo seguí aliviada.

- Esto son los vestuarios del personal y el baño de los educadores, dijo señalándome un cuarto de dimensiones reducidas.

Apenas lo miré, mi interés se había detenido en aquella puerta verde, metálica al final del pasillo. De pronto, tuve la extraña idea de que si la traspasaba mi vida cambiaría para siempre. A veces ocurren momentos como esos, donde sabes que vas camino a la perdición pero eres incapaz de evitarlo, como si una fuerza superior te impidiera ya volver, pues sabes que no hay poder que te detenga. No obstante, hay quienes saben abstraerse a esta atracción de vacío por prudencia o miedo, mientras que otros, como yo misma, somos atraídos sin remedio.

Cuando el director tocó suavemente con los nudillos la puerta, una minúscula ventanilla se abrió de inmediato. Un ojo apareció por ese espacio, luego el resto del cuerpo. En el salón un grupo de adolescentes jugaba a la play station, al parecer éste era su único entretenimiento. El director me presentó a los chicos, sin mucho detenimiento, por su parte, apenas levantaron la vista para mirarnos. Observé en que los sillones estaban descarnados y las paredes sucias y con grafitos.

El guardián nos seguía detrás, enorme como un oso,, las llaves en la mano, sin decir nada, resollando fuerte.

- Estas son las habitaciones, me dijo el director. No hacía falta que entrara en ellas, desde la puerta abarcaba todo lo que contenía, pues eran de apenas dos metros de largo por uno y medio de ancho, y cuyo único mobiliario era una litera, una mesa pequeña y una silla. En las paredes, algunas fotos, algún poster de raperos, de mujeres o coches. Nada más.

No hace falta subir a la planta de arriba, tiene la misma estructura que esta, me dijo el director después de mostrarme las celdas. Al final del estrecho pasillo se encontraba el comedor, seis mesas con sus respectivas sillas. En el interior de la cocina se oían ruidos pero no entramos. Bajamos hasta la planta inferior donde estaba el taller de carpintería.

- Hay que dejar siempre a buen recaudo los objetos punzantes, nunca sabe uno dónde pueden acabar- comentó el director antes de cerrar la puerta tras de sí.

En la última habitación estaba el aula. Observé con detenimiento la pizarra, los pupitres, el globo terráqueo sobre la mesa del profesor. Al instante se vino a mi mente el olor de la primera escuela a la que fui, ese olor tan especial, a lápiz, a goma de borrar. Pero allí no olía a nada de eso. Miré tras la ventana enrejada, un muro de cemento acabado en una valla metálica rodeaba el centro. El director pareció oír mis pensamientos.

- Aún así, algunos intenta huir-dijo cerrando tras de sí.

Una profunda tristeza comenzó a invadirme. Los días siguientes no fueron mejor. Tampoco el trabajo con los chicos era fácil, yo era el muro, la verja, todo lo que detestaban, por lo que, cualquier ocasión era idónea para mostrase ariscos, desconfiados, desafiantes y esquivos. Un muro más fuerte que aquellas puertas de acero separaba su mundo del mío. Aún así, intenté acercarme a ellos, ganarme su confianza, los oía hablar entre sí, se contaban las causas que cada uno tenía, las condenas que le quedaban por cumplir.

Durante los minutos que tenían de patio para fumarse el cigarrillo continuaban deleitándose en sus fechorías, de lo fácil que era entrar y saltar un apartamento, o cómo había robado un coche o hecho un puente. Se jactaban de sus hazañas, eran todo lo que les quedaba y de aquél recuerdo, suprema aventura última, habían hecho su razón de ser. Era el canon que se pagaba por estar en el grupo, por ser uno más. Asumían el delito como parte de su idiosincrasia, de su razón de ser, por lo que no cabía ningún tipo de culpa o remordimiento. Nosotros permanecíamos ajenos a sus charlas como si una línea divisoria invisible nos separara. A veces algún educador le recriminaba su actitud.

- ¿Te parece normal que un pobre desgraciado haya estado trabajando toda su vida para comprarse un coche y que vengas tú se lo robes y encima se lo quemes?

- Que se joda, respondían- y reían todos al unísono.

Cada día aprendía algo de aquellos seres tristes. Tenían un concepto del honor y la ley que ya pocos tenemos, pues para ellos, no había más ley que la de la amistad. Jamás rompían este lazo, costara lo que costara, el honor supremo era cumplir condena antes que delatar a un amigo. En aquel mundo fascinante aprendí a partir de la idea simple de que, ellos sabían más que yo, pues la vida los había hecho rápidos, astutos, huidizos como peces.; y siempre encontraban alguna manera de enredarme.

Porque mi debilidad no era otra que estar al límite, haciendo equilibrios entre un lado y el otro; y esto lo sabían los chicos con sólo mirarme a los ojos. Cada vez más comencé a saltarme las normas; les dejaba unos minutos más de patio, o hacía la vista gorda cuando se pasaba un cigarrillo a otro, había tantas leyes absurdas en el centro. Yo sabía que arriesgaba mi trabajo, que me exponía a ser sancionada o a que se me abriese un expediente si alguno de ellos hablaba. Pero era la única forma, el único medio, cuánto más fuera de la ley estaba yo, más se acercaban ellos. Nada más entrar en el Centro supe que era yo quien debía ganarse el respeto de ellos y no al contrario, por lo que debía a asumir ciertos riesgos.

Conseguí pequeñas confesiones, algunos me contaban retazos inconexos de su vida, como si les hubiese pasado a otros, pero la mayoría de las veces, llevada en mi afán de salvarlos o salvarme del abismo, acababa metiéndome en la misma boca del lobo. Sino qué hago yo aquí, esperando delante de un portal semi derruido, en este barrio donde nunca debí venir, a estas horas, con la incómoda sensación en el estómago de sentirme observada, engañada de nuevo por ellos Debía haber vuelto directamente de la playa al centro. Ahora que lo pienso, qué excusa tan tonta, que tenía que decirle una cosa urgente a su madre, que no tardaría nada, a saber si tiene madre. Pero cómo podía haber caído en esa trampa, pero cómo podía ser tan inocente.

Intento disimular mi nerviosismo, al menos dos de los chicos se habían quedado en el coche conmigo mientras los esperamos aparecer por el portal. La puerta de entrada está rota y desvencijada, como si hubiese sufrido una guerra. En el portla hay bolsas y papeles, basura esparcida que el viento ha arremolinado en sus esquinas. Me detengo a mirar el telefonillo inservible, incendiado.

Un hombre baja con camisa de pijama a pasear a un perro que hace sus necesidades delante de mi coche sin recogerlos. Por un momento creo que vienen mis chicos, pero no lo son, son otros de su mismo estilo, las mismas gorras de marca, los mismos pantalones de chándal, las mismas playeras; desgarbados, balanceando sus cuerpos. Se saludan con la mano abierta en el aire.

Por fin aparecen, sonrientes, conduzco a toda velocidad hacia el Centro sabiendo que estoy al límite, a punto de cruzar la frontera, de pasarme al otro lado. En la autopista mientras los chicos me gritan que acelere más, me pregunto sino estaré ya en otro lado, sino estoy ya de este lado.

Sé que lo acabaré cruzando si sigo aquí. Cada noche antes de irme a casa, después de que el guardián cierre las celdas minúsculas y el sonido de los cerrojos resuena en el pasillo como un eco de acero, me detengo a observarlos desde la cortina metálica de la puerta.

Los miro, ninguno duerme, algunos miran el techo con los ojos abiertos, pensativos, otros, en cambio, están en posición fetal, sobre la cama sin deshacer. Hay quien me reconoce detrás del cristal y me da las buenas noches, con un agradecimiento en la voz, como una despedida desde el otro lado y hasta mañana.

Conduzco veloz hacia casa, liberada del Centro, sin límites ya, abro las ventanas y respiro el aire fresco de la noche. Pero cuando llego me cuesta dormir. Nada tiene sentido, sus ojos me persiguen. Pienso en el asmático, en el que duerme con la luz encendida porque tiene miedo, en el que llora en la oscuridad, en el que se golpea contra la pared, en el que veré un día en los periódicos, en el que quemó su colchón para poder escapar y se asfixió con el humor. Veo sus ojos de niños suplicantes. Pienso en todos ellos y doy vueltas en la cama, miro al techo, insomne, doy vueltas sobre en la cama dentro de mi minúscula celda.


Pintura: " El Castillo" de R. Magritte.



viernes, 2 de julio de 2010

La mujer justa



“No es cierto que el sufrimiento nos purifique y nos haga mejores, más sabios y comprensivos. Nos vuelve demasiado lúcidos, fríos e indiferentes.”
Esta es una de las memorables frases que nos encontramos en “la Mujer justa,” del escritor Sandor Marai, quien debe saber de qué habla, nacido en 1900 debió exiliarse de su país y para siempre en 1948 con la llegada de los nazis y del comunismo ruso a Yugoslavia. La mujer justa está estructurada en tres partes, tres monólogos, cada uno de ellos narrado desde la perspectivas de cada uno de los protagonistas, un triángulo amoroso donde los personajes reflexionan sobre cómo vivieron esa relación y las consecuencias que de ella se derivó. No hay apenas acción, la lectura es por lo tanto lenta pero no por ello menos interesante, porque donde radica su verdadero acierto es en la voz interior de cada uno de ellos, en sus continuas digresiones acerca del amor, los sentimientos, la pasión, pero también sobre la pérdida de los valores, los condicionamientos sociales, la cultura, el dinero.
Así nos encontramos confidencias, pensamientos, citas arriesgadas,“El amor existe o no existe. ¿Qué más hay que saber?¿En qué se convierte el sentimiento humano cuándo detrás de él hay la intención y la conciencia? ¿Sabes?, cuando uno se va haciendo viejo se va dando cuenta de que todo es diferente de lo que pensaba; hay que ser mañoso en todo, hay que aprenderlo todo, incluso a amar.”
Una novela intensa, de un profundo pesimismo, que no hace concesiones a la superchería ni a los convencionalismos, una obra contundente de un hombre de conciencia, independiente y libre; en ese mismo ejercicio de libertad decidió quitarse la vida a los 89 años, al que vale la pena conocer a través de sus libros.
“Yo siempre he sufrido más por el contacto con las personas, por la vida social que por la verdadera soledad. Hasta cierto momento en nuestras vida, la soledad nos parece un castigo, nos sentimos como el niño al que dejan solo en un cuarto oscuro mientras los demás conversan y se divierten en la habitación de al lado. Pero un día nosotros también nos hacemos adultos y descubrimos que, en la vida, la soledad, la verdadera, la elegida conscientemente, no es un castigo, ni siquiera es una forma enfermiza y resentida de aislamiento, sino el único estado digno de ser humano. Entonces ya no es tan difícil soportarla. Es como vivir en un gran espacio donde siempre respiras un aire limpio. ”
Para leer a Sandor Marai no hace falta prisas sino ganas de escuchar a un hombre íntegro que tiene mucho que decir porque como el autor dice “sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir qué sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir o ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo a construir algo en la vida o en el trabajo.”

Pintura: "Tres estudios deIsabel Raws" de FrancisBacon