martes, 1 de junio de 2010

Último deseo


Días antes de morir decidí que iba a vivir intensamente. Por lo que ideé un plan sofisticado de placeres a mi medida. Mi defunción se iba a producir a mitad de mi vida por lo que tampoco podía quejarme. Había vivido intensamente, había viajado, había amado, habías sido amada, y había hecho la mayoría de las cosas, que una persona de mi edad, tan sólo desea pero y yo sin embargo, las había llevado a cabo. No podía quejarme. Eso fue lo que les dije a mis asombrados compañeros de trabajo cuando el viernes por la tarde me despedí de ellos. Algunos me abrazaron sorprendidos, otros me desearon suerte, tan sólo yo sabía que la suerte estaba ya echada. Lo curioso de todo aquello era que no veía mi muerte como una desgracia ni como una tragedia sino como algo tan natural como el día después de la noche o el arco iris después de la lluvia.
Además contaba con todo un puente, justo hasta el martes por la tarde, fecha exacta de mi defunción en la mesa de operación de un hospital, para despedirme por todo lo alto. Para ello había organizado un plan de vivencias febriles, en torno al goce de los sentidos. Había dispuesto, no sin cierta meticulosidad, poco propia de mi carácter un elaborado propósito.
Lo primero que hice al presentir mi muerte inminente fue preguntarme a mi misma cuál era mi último deseo y, no pude más que decirme, que lo único que deseaba era tener un romance. Uhm, me dije, difícil, a cierta edad, cuarenta y cinco recién cumplidos, no se encontraba uno a alguien en disposición a ser objeto de romance tan fácilmente. Aún así, aquél era mi último deseo y debía facilitármelo. Probé en algunos lugares de ambiente, pero la rapidez de la entrega y el poco esfuerzo que requería me llevaron a una rápida decepción. Necesitaba mayores escollos, necesita el placer de la conquista, el deleite de la zozobra, la cadencia de las palabras. Una buena amiga me recomendó utilizar Internet, todo el mundo lo hacía ya, me dijo, es más fácil y tiene su morbo.
Me puse a ello, mi amiga me ayudó en estas tareas en las que me sentía muy ajena. Exigí ser sincera, nadie lo era, me respondió. Yo sí, no quiero hacer creer a nadie lo que no es. En el fondo no quería que nadie me quisiese, para qué, si me iba a morir. Me sorprendió ver que algunas mujeres acudían solícitas a mi llamada de un romance para un fin de semana. Elegí a tres de ellas. La primera, a la que llamaremos la indecisa, era dulce y pasional, la segunda independiente y decidida, y la tercera, lejana y misteriosa. Sucedía todo tal como lo imaginé y cuanto más se acercaba el día de nuestro único encuentro, más se acercaba el día de mi muerte.
Los días pasaron deprisa, me sentía fuera de mí, en ese estado de arrobamiento y suspensión que da todos los síntomas del enamoramiento, aún el ficticio, el intercambio de fotos, las llamadas a media noche, la impaciencia del encuentro. Pero sobre todo, el dulce placer de la demora, los subterfugios, las elipsis, encubriendo una soterrada carga de pasión y deseo. No obstante, con cada una de ellas fui sincera, y así lo manifesté, todo debía ser eventual y transitorio, ésa era la condición, no debían existir ni compromisos ni ataduras. La cita se llevaría a cabo en un terreno intermedio, en un restaurante, conversaríamos y si, por ambas partes surgía la llama del deseo nada nos detendría a culminar el encuentro.
Dicen que uno sólo se lleva puesto lo que vive, y juro que, esa emoción del primer encuentro vale para el resto. Pero como dice bien el refrán, el hombre propone y dios dispone. La dulce indecisa, haciendo honor a su nombre, no apareció. Entre ayes y perdones me explicó que no estaba sola, lo sentía, pero se había dado cuenta de que aquel encuentro le podría suponer más de lo que quería. En efecto, ya me lo había dicho mi amiga, todas mienten.
Afortunadamente, la independiente y segura apareció al siguiente día, tan nerviosa como yo misma, era afable y sabía que estaba dispuesta, sin embargo, tan sólo charlamos distendidamente, como viejas amigas que se reencuentran. Pero, ¡yo no quería una amiga¡ Quería romance, por lo que es fácil deducir que la llama de la pasión no surgió, al menos en mi. Después de comer, nos despedimos y nos encaminamos cada una hacia su casa.
Es misma tarde, mi hermana me llamó para recordarme que debía quedarme con mis sobrinas. Mierda, me había olvidado de aquello, tan absorta estaba en mis propósitos. Era mi penúltimo día de vida. Me resigné a aquél contratiempo, mi hermana trabajaba hasta el día siguiente. Me dirigí a buscarlas a su casa, las voces de las niñas gritaron desde el telefonillo, nos vamos a la playa, les dije. Te quiero me dice la pequeña niña perro, llamada así por su afán de imitar el comportamiento de los perros, nada más llegar. La miro desconfiada, porqué le pregunto, porque sí, responde. Dime porqué le obligo a darme una respuesta, olvidándome de sus cuatro años. Porque eres guapa responde. Uhmm, ella sí que sabe conquistarme.
Me sumergí en el agua por última vez agradeciéndole al mar tan buenos momentos. En el camino nos detuvimos en una gasolinera a comprar golosinas. Cuando vi aquella paleta roja, dulce pensé que hacia días que estaba deseando una de ésas, compré tres, extremadamente dulces, nos tiramos unas fotos lamiendo la paleta roja de azúcar, pensé que finalmente todo se desenvolvía como tenía que ser. La tarde se fue entre risas, cantamos canciones, hicimos el tiburón y el barco en la bañera, me acordé de mis hermanas mayores, en si yo había hecho lo mismo con ellas, en lo que se parecía la niña perro a mi; y pensé, finalmente, que el destino me había preparado esa inocente tarde de lunes festivo porque en algún lugar, si existe ese lugar para los muertos, quizás, me hubiese remordido la conciencia por no haber pasado mi penúltimo día con ellas.
A las diez de la noche, el ruido de sus respiraciones dormidas inundaba la casa. En absoluto silencio llegué a la conclusión de que morirse debía ser algo así, algo tranquilo y sin grandes cambios. El teléfono sonó, sólo una vez, la esperaba, era la tercera mujer. Hablamos en voz baja, como si estuviésemos en la antesala o entrando en una iglesia. Mientras la oía, supe que con ella todo hubiese sido distinto, su voz invitaba a un romance dulce y cálido, sus palabras inteligentes a una solidez de años. Ella hubiese sido, pero yo ya no tenía tiempo y ella estaba demasiado lejos.
Mañana después de la operación te llamó me dijo antes de despedirse, sin saber que ya no oiría más su voz, sin imaginar que a partir de ahora nada sería ya posible. Me fui a la cama, serena y cansada, apagué la luz, sabía que en breves minutos me dormiría, mañana martes, ni te cases, pero me embarcaba, a un viaje desconocido. Sentí los párpados pesados y el sueño que me invadía, me gustaban los martes guerreros, a fin de cuentas me dije, la muerte era sólo eso.

Pintura: crepúsculo de Maunet

30 comentarios:

Lola Mariné dijo...

Un bello relato, te felicito.
Ver la muerte sin temor, sin dramatismo; deberiamos aprender a verla así.
Saludos.

Pena Mexicana dijo...

mmm... y ¿si abogo por tu personaje no lo salvarías?
Después de todo la mujer con la que habló per teléfono se merece una oportunidad y el no tener miedo a la muerte tampoco es razón para morir ;)

besitos

Anónimo dijo...

La tercera "lejana y misteriosa"...
(¿añado algo más?) ;-D

Ter dijo...

Yo también creo que esa tercera merece una oportunidad, tras la segura resurrección de la protagonista.

alejandra dijo...

Sin embargo, importante o no la tercera, sería solo un romance, de corta duración y pasional, pero la calidez y ternura que proporciona la niña perro a tu vida, eso durará mucho mas...
Hermosa historia.

Luis dijo...

Me ha encantado... gracias.
como se aprende a valorar lo que se está por perder.
besos.

Jirafas en Gerundio dijo...

Me haces elegir entre mis sentimientos fraccionados, porque perderse se pierde un sentir diferente a los sentires que las niñas le proporcionan. Es un "no se puede tener todo"? Hay que elegir? hay posibilidad de elección? muchas cosas de las que hablar, muchas para destripar con una buena copa de vino en las manos. Queda pendiente. Gracias.

Maga h dijo...

Me encantò Ico! Una buena manera de ver no solo la muerte, sino tambièn la vida. Estoy casi segura que ante ese inminente hecho, todos pensamos en el amor!

Abrazos!

Morgana dijo...

Já! Me ha gustado, mucho. Supongo que vivir el momento, que es lo que se suele decir para vivir intensamente, no es otra cosa que vivir dignamente la frustración...

jajaja pues no sé qué decirte! Estoy con Jirafa, esto da para una larga charla delante de una copita de vino.

Besos!

bur dijo...

a mi tambien me gusto... es una mirada muy inteligente de ver la vida... una vida, que no seria lo mismo sin saber que todo es pasajero

María dijo...

A ver... yo soy de "¡los deseos se cumplen!". No se puede morir una sin cumplirlos... Que salga de la anestesia y cumpla...

Anónimo dijo...

Y.... tras ese temor a la muerte que supone una operación..... ¿aparecerá la lejana y misteriosa?. De la anestesia saldrás para que la intriga de tus lectoras puedas despejar, je. Besos. Mar.

Belén dijo...

Bueno, la verdad es que cuando sabes que te mueres, debes ponerte nerviosa de tantas cosas por hacer...

Besicos

Victoria Dubrovnik dijo...

Mmmm, no sé si me gustaría saber la fecha de mi muerte.... Mmmmm... no sé si acabaría angustiandome por querer hacer un montón de cosas, o de lo contrario optaría por exprimir la vida al máximo.... Mmmm, no, creo que no... que mejor no saberlo, que lo diga el destino, que sea el mismo quien decida y se lo quede para él, en silencio.... Eso sí, mientrastanto, yo viviré la vida al máximo, apurando hasta el último minuto, al fin y al cabo, la vida es eso ;-).

Bonito relato Ico ;-). Llegas a la gente, y haces reflexionar....

Lenteja dijo...

Reflexionar o resignarte a una posible muerte inevitable no implica que tu deseo de vida, amor, aventura, esperanza se difumine... o desaparezca; ni siquiera que idealices aquello que no conseguiste o que aún teniendo sabes que perderás... Creo que en algún momento la iluminación de ser consciente de que todo es efímero realmente , te llega; así como la absoluta certeza de que todo es eterno cuando lo tienes...

Besos. Lenteja
Cómo te pones por una operación de ná...anda revive al personaje, mujer qué te cuesta...

emejota dijo...

Me está llevando tiempo saber que comentarte. El concepto de muerte es tan particular que todos los comentarios me parecen acertados. Ahora bien, si yo eligiera morirme, como podría ocurrir en su momento, no me quedarían fuerzas para otra cosa que despedirme. No tendría energía para desear otra cosa que no fuera descansar eternamente.
Si el personaje tiene miedo a morirse a causa de una intervención quirúrgica es otra historia. Vuelvo a mi propia referencia, el temor no me permitiría hacer otra cosa que no fuera dejar las cuestiones pendientes organizadas por si las moscas, no creo que me quedaran ganas de "jugar a las mentirijillas" y menos aún de aguantar críos. Mira tú que prosaico. ¡Me parece que este comentario lo ha escrito una vieja! Ja,ja, es verdad, y esa es emejota.

Susana Peiró dijo...

Chica lista y talentosa. Muy bueno tu relato! Y con un final...que se desvanece, se hace humo entre las letras. La muerte es sólo eso? Quizás.

Lo seguro es llegar hasta el punto final? con el mismo entusiasmo de la primera letra. Algo llamado: "escribir Muy Bien".

Un Abrazo Ico!

Anca Balaj dijo...

Mala cosa eso de saber la fecha exacta. Mejor de esta otra manera, saber que de todos modos estás a unos días de la muerte, que no son dos ni tres, pero tampoco son muchos miles y no tener prisa y creer en los posible. Luego ya dispondrán desde arriba.

la cocina de frabisa dijo...

Es una opción muy buena la de seguir "viviendo" hasta el último momento y no dedicar los últimos momentos a lamentarse.

Triste pero intensa historia.

besitos

Beelzenef dijo...

No abandonar la vida aunque se esté en la culminación de la misma. Que gran incerteza, saber que sería la unión con la tercer amante...

Lola - Aprendiz dijo...

Bueno si, genial como transmites pero estas toa caga ...

TARA dijo...

Siento que tras la muerte y resurrección que sufriste, aquella que te mal leyó poemas de J.E.Pacheco no fuera ese romance ansiado quien sabe con esa mujer lejana y misteriosa...

Me deja un sabor levemente amargo este relato, pero me encanta como escribes Ico.

Xun dijo...

Me ha atrapado de principio a fin. Y que bueno que no opte por el romance. Lo que no se es por que se operara si sabe que se va a morir, pues mejor que no vaya a esa operacion que tiempo para morirse siempre le quedara!

Ico dijo...

Gracias por los comentarios.. salí viva, sí, pero aún ando en el limbo, dolorida, desfallecida...y asada de calor.

Anónimo dijo...

Pues mimitos veraniegos...

Lola - Aprendiz dijo...

Un besito en la barriguita, mejorate

Isabel dijo...

¿y porqué no sigue?, ¿y si saliera de la operación y pudiese tener su romance?, podría morir la semana siguiente, de alguna complicación o algo, pero no tendría que morirse sin tener ese romance. Es muy bueno el relato, pero te deja con ganas de mas. Un beso guapa

yo misma dijo...

No sé si debo entender por los comentarios que ha pasado usted por quirófano..si es así..que las huellas remitan pronto..y sepa usted que su forma de escribir sigue siendo igual de magnífica..si no es así..sepa usted que su forma de escribir es magnífica..

Minombresabeahierba dijo...

Me quedé pensando en tantas cosas...

que con 45 años es joven para un romance...

que lo que se planea a veces sale distinto...tanto le romance como la muerte...

que de lo que uno se preocupa en un 90% de los casos no sucede o se resuelve...

besos

leito dijo...

Tu eres buena, si si, tu eres buena...ico premio nobel de literatura 2011