miércoles, 23 de junio de 2010

El secreto II



La seguí como una autómata, como una sonámbula que se dirige a un destino incierto. En mi caminar fortuito no me dí cuenta de que las zarzas de un rosal me habían rozado la mano haciéndome sangrar. Cuando llegué al baile, algunos hombres se acercaron a mí, pero yo no oía nada, no veía nada. Fue mi primo Víctor quien se dio cuenta de mi inquietud, me aparté con el hacia un rincón, dejando a los demás a la espera de un siguiente baile que no vendría. Entonces la vi, estaba al otro lado del salón, aún ahora creo verla como aquella primera vez, los ojos como dos llamas, negrísimos, la tez brillante, morena, la sonrisa amplia, aquella manera de echar la cabeza hacia atrás cuando se reía, sentí escalofrío, su rostro me pareció de una belleza animal, sentí miedo.
Le pregunté a mi primo por aquella mujer, titubeo, no creo que debas frecuentar su compañía, me dijo, no es una buena mujer, es viuda, creo y forastera, llegó aquí hace unos meses y ya tiene revolucionado a medio pueblo. Preséntamela, le dije sin dudarlo. Mi primo no pudo decir nada porque yo ya iba a su encuentro, con la determinación del despierto que camina entre sueños. Entonce llegué hasta ella, podía tocar la fuerza que transmitía aquella mujer. Cuando mi primo dijo mi nombre me miró fijamente a los ojos con una curiosidad extraña, pensé que no era para menos, debía tener cara de loca, aún así, noté que le inspiraba simpatía. Nos rodeaban varios pretendientes, éramos el centro de atención del baile, todos hablaban a la vez, pero yo ya no oía nada, porque todos se iban difuminando hasta casi desaparecer, las caras de los demás, las voces, la música. Siempre sucede así, cuando alguien le habla a tu corazón, todo desaparece y queda sólo el objeto amado y tú.
Agradecí cuando nos dejaron a solas, no recuerdo de qué hablamos, de cosas de mujeres supongo, hubiese estado toda la noche allí, conociendo a aquella mujer que presentía que no me era tan extraña. Fue ella la que se dio cuenta de la rasgadura del rosal, cogió un instante mi mano para indicármelo, sentí el tacto de su piel ardiente, nunca he vuelto a sentir tanto calor en unas manos, mi cuerpo reaccionó al instante, primero una convulsión silenciosa, luego una fuente de lava ardiendo que se derramaba.
Duro sólo un instante, porque enseguida vino mi marido a buscarme, estaba cansado me dijo, teníamos que irnos. Fue entonces cuando noté que Fernanda, así era como se llamaba, miraba con una especie de reto a mi marido. Antes de marchar le dije si quería que nos viéramos al día siguiente en mi casa a las cinco. Acepto sin dudarlo.
Camino de casa mi marido me recriminó aquella excesiva confianza con una desconocida, con una mujer de afuera, de la que no sabía nada de su vida. Fue la primera vez que lo veí enfurecido, con una rabia sorda que desconocía. Le hablé de intereses comunes, de prestarnos novelas, de mi necesidad de ver a gente que hablara como yo, que fuera como yo. Como tú, me dijo exasperado, no sé parece en nada a ti, ella es el otro extremo. Le recriminé que hablase así de alguien al que no conocía, me sentí ofendida, no tanto por lo que quiso decir sino por descubrir lo poco que mi marido me conocía.
Me costó dormir, en mi cabeza seguía resonando las palabras de Fernanda, su rostro encendido me quemaba. Al día siguiente, esperé con impaciencia su llegada. Llegó puntual a la cita, estaba aún más bella que la noche anterior. Jamás había tenido un sentimiento de ese tipo, no sabría qué nombre darle a aquello.
Mi tía abuela se incorporó, le alcancé un poco de agua, me lo agradeció con la mirada. Antes no era como ahora, antes no sabíamos nada, me dijo. Sólo sé que sentía una necesidad desmedida de conocerla, de que me conociese, de que supiese de mí, contarle toda mi vida y conocer la suya. Le dije que había oído su conversación en el parque. Entonces se sobresaltó, un rayo de temor pasó por sus ojos. Me asusté, con qué rapidez había aprehendido todos los matices de su rostro que podía incluso leer la mínima expresión de su rostro y conocer su significado.
¿Por eso me ha llamado me preguntó? Sí y no, respondí decidida. No sabía qué responder, de pronto se había convertido en una mujer fría que me miraba desde una distancia inalcanzable. Cuando estaba a punto de explicarle que había sentido que sus palabras hablaban a directamente a mi corazón, que nunca antes había conocido a nadie que hablara así, que nunca había pensado en querer así, pero que había descubierto que era como realmente deseaba amar, apareció mi marido.
Al principio no entendí nada, normalmente a esa hora él estaba aún trabajando. Sin embargo, mi extrañeza, mi sobresalto, no fue tanto por esa hora temprana en que llegaba sino por sentir cómo el rostro de mi amiga se demudaba. De pronto, había adquirido la dulzura de una gacela, y sus ojos brillaron con más intensidad si cabe. Mi marido, en cambio, me miraba con aprensión, pálido, quizás estaba enfermo, buscaba sin consuelo mi mirada, pero yo sólo tenía ojos para ella.
Entonces lo entendí todo. Aquella mujer estaba enamorada de mi marido, estaba escrito en su rostro, en el brillo de sus ojos. Noté en los ojos de mi marido que me buscaban como un naufrago perdido, tuve que sentarme de nuevo, ahora comprendía sus palabras, si fuera de otra lo robaría.
Fernanda me miró fijamente, expectante, sabiendo que había conocido su secreto. Creí perder en un instante la cordura porque comprendí con horror que, a pesar de saber que ella amaba a mi marido nada de aquello me importaba, tan sólo lo engrandecía a mis ojos, si cabe, pero lo peor de todo era reconocer que, si ella me lo hubiese pedido se lo habría cedido sin dudarlo. Cómo podía explicar aquel caudal de sensaciones que me invadía. Envidié a mi marido por suscitar en aquella mujer ese tipo de sentimientos que quería para mí.
Estaba a punto de desmayarme, asimilar, comprender todo lo que me sucedía me llevó un instante de lucidez y de terror inusitado. Todo se volvió claro y oscuro en mi mente, había nacido al amor a través de aquella mujer, a un amor implacable, tumultuoso, capaz de romper barreras, de saltarse todas las leyes, un amor fiero y certero, y ella, amaba a mi marido.


Pintura: Mujer delante de la pecera de H. Matisse.

17 comentarios:

El Drac dijo...

En la fantasía creo que siempre existe ese morbo, el poder observar o participar de un trio con nuestra pareja y alguien más; creo que el temor nos asalta cuando la amamos y pensamos que la vamos a perder para siempre por el otro. O tal vez será que aún no estamos muy desarrollados moralmente porque he sabido de los Swinger personas que intercambian parejas. Un abrazo

Anónimo dijo...

Es este deseo inusitado al que llamamos amor... por el que somos capaces de romper hasta el firmamento si nos lo pidieran.
¿Y qué pasó?...se lo regaló? ¿se despidieron para siempre?...

emejota dijo...

Estas cuestiones han debido ocurrir siempre. Lo has narrado magistralmente.
Es todo tan relativo, la realidad bulle entrelazada con las emociones y la intensidad de estas últimas tiñe las cualidades de nuestra realidad. Un abrazo.

Begoña Leonardo dijo...

Para nada me imaginaba algo así, intrigante e intenso... Es difícil descubrir y asimilar tantas emociones y tan dura realidad, y a la vez ser tan sincera y generosa con sus sentimientos y con los ajenos. Una historia de donde podrías tirar para una novela.

Besitos.

Apate dijo...

Me ha gustado.

Beelzenef dijo...

Todos hemos sido sometidos alguna vez a la tiranía del amor no correspondido

Jirafas en Gerundio dijo...

Desconcertante final, apasionante lectura.

Victoria Dubrovnik dijo...

Uops, ha dado un vuelvo la historia! En ningún momento me esperaba un desenlace así :). Y ays... el amor... Supongo que el amor verdadero es ese del que hablas, el amor que da, el amor que entrega, tan sólo por ver la felicidad del otro... :)

Candela dijo...

En el "había nacido el amor a través de aquella mujer", no sé cómo entenderlo. Si es que ella se había enamorado de su propio marido o qué, pero en cualquier caso, en efecto, estamos hablando de pasión. No sé si es el corazón el que habla en la pasión o son otras vísceras, pero es pasión.

Anónimo dijo...

A mí me pasaba que los que se acercaban eran malintencionados: no era yo a quien buscaban. Pero a veces me pregunto si yo habré hecho lo mismo. En fin

Anónimo dijo...

A mí me pasaba que los que se acercaban eran malintencionados: no era yo a quien buscaban. Pero a veces me pregunto si yo habré hecho lo mismo. En fin

yo misma dijo...

No esperaba que el principio fuese como pensaba que debía ser..no esperaba que el final fuese como no pensaba que fuese..no sé qué he dicho, pero me encanta leerte..un saludo.

Lola - Aprendiz dijo...

aumento mis niveles de serotonina, mi mente eyaculo....

alejandra dijo...

Un final inesperado, un triangulo amoroso inusual, maravilloso y espontaneo

la cocina de frabisa dijo...

Me encanta como redactas, lo bien que construyes los personajes y lo bien hilada que está la historia.

Enhorabuena, Ico.

un beso

dintel dijo...

Todos tenemos secretos.

Dra. de Blanko dijo...

pues a mi me encantó!!!! que triangulo por dios!!!