miércoles, 26 de mayo de 2010

Mujeres desesperadas


Las amigas salen esa noche con la intención de llevarse el gato al agua. Paloma comenta a Laura que la noche anterior estuvo el local a rebosar, le cuenta sobre algunas amigas en común, se toman dos cervezas más y se encaminan al lugar de encuentro. A esa hora todavía no hay mucha gentes, algunas amigas como ellas, dos o tres parejas, dos grupos en las mesas y una mujer sola en la barra.
En un momento de la noche, Paloma le comenta a Laura que le gusta la de la barra, Laura sonríe, sin decirle que la mujer solitaria de la barra la lleva mirando un buen rato a ella. La gente va llegando, la música no es mala ni buena, como en todos los lugares de ambiente y, visto que la noche cae, y que nadie se mueve del sitio, deciden abordar a la chica que está sola en la barra.
Hemos decidido que eres la chica más interesante del bar, le dice Laura con una media sonrisa que nada delata a la mujer de la barra, mientras coloca su bolso y su chaqueta sobre su respaldo. La chica solitaria tiene unos ojos bonitos y una sonrisa agradable, se presentan, se intercambian sonrisas y miradas, y siguen mirando a las mujeres de bar de vez en cuando. Laura piensa qué es una mujer interesante, habla poco y ha venido sola, eso le atrae. La chica solitaria mira de reojo a Laura que se da cuenta y se siente halagada, parece muy tímida, por lo que, Laura, que ya está contenta a causa de tantas cervezas le hace preguntas cada vez más arriesgadas.
Yo no podría le dice la chica solitaria, necesito sentir algo para estar con alguien. Cuánto tiempo necesitas para enamorarte, le pregunta Laura ya embalada, ¿una noche no te basta? La mujer le sonríe y Paula, comprende que en ese cruce de mirada, ella está de más, por lo que se da una vuelta por el local a ver qué caza.
Pues yo no quiero parejas, le dice Laura, no es mi intención volver a liarme con nadie. Cómo puedes predecir eso si aún no me conoces, le dice la mujer solitaria. No es una predicción, argumenta Laura, es un deseo, basado en razones. La mujer que estaba solitaria en la barra rodea tímidamente la cintura de Laura, quien, impulsada por esta señal, decide dar un paso más arriesgado y, cuando la chica que estaba sola en la barra le comenta que hace un año y siete meses que está sin pareja, se le acerca sibilante hasta su cuello y aspira su aroma. A qué hueles, a crema de coco responde sin retroceder la mujer solitaria. Laura gira la cabeza y la atrapa, sus bocas se encuentran en un beso de atraque y amarre.
Laura suspira, se limpia el labio superior y coge aire, mientras la mujer solitaria le aprieta contra sí en un gesto orgulloso que a Laura le parece arrogante, una especie de jactancia de la conquista que le desagrada. Pronto las tornas cambian ahora es la mujer solitaria, perdido ya todo pudor, quien aborda a Laura con preguntas del tipo, te irías a vivir a mi casa si comenzaran una relación. No, le responde tajante Laura, me gusta vivir sola, no quiero vivir con nadie. Bueno, insiste, pero imagínate al cabo de cinco meses o cinco años, no vendrías a vivir conmigo, le pregunta la mujer solitaria que estaba en la barra mientras le acaricia la espalda. No, le responde Laura cada vez más extrañada, necesito estar sola mucho tiempo y en mi espacio. Bueno, en mi casa tengo tres habitaciones, una sería para ti, un gimnasio para mi y otra para las dos.
Laura, deseando obviar una conversación cada vez más absurda con una solitaria cada vez más extraña se acerca de nuevo a su cuello que reacciona rápido. Te voy a hacer sufrir, le dice al oído la mujer solitaria que estaba en la barra. Esta frase hace enderezar la columna de Laura que no puede menos que preguntarle porqué. Porque tú quieres ir deprisa y yo despacio, responde la mujer solitaria de la barra. Ah, suspira aliviada Laura.
Mientras, su amiga Paloma da vuelta por el bar y le guiña un ojo de complicidad desde el otro lado de la pista de baile. Mañana nos vemos en la playa, le dice la mujer solitaria de la barra. Ni hablar le responde, Laura, no quiero pareja, le dice mientras la besa de nuevo, esta vez para que se calle. No me vas a dar tu teléfono, entonces. No, ni voy a ir contigo a la playa. Creo que lo voy a tener difícil contigo, suspira la mujer solitaria de la barra, aunque creo que te voy a ir convenciendo poco a poco. Entonces la alarma se activa y Laura se pone en tensión, entre la nebulosa del alcohol aún puede llegar a vislumbrar que la mujer solitaria puede llegar a ser un incordio. De pronto, advierte que sus manos son húmedas y su cuerpo excesivamente delgado. A esto se une la desagradable sensación que siente cada vez que tropieza con los huesos de sus costillas. Laura, a estas alturas, no sabe cuál de todas esas circunstancias ha hecho que el deseo por la mujer que estaba solitaria en la barra desaparezca. Mañana tengo a los niños, miente descaradamente mientras busca a Paloma con la mirada. ¿Niños? Abre los ojos la mujer solitaria, pero a mi no me importa estar con tus hijos, le dice con ojos tiernos. Pero a mi sí. Bueno entonces quieres ir a mi casa, le dice entonando los ojos y con la voz ronca la mujer solitaria de la barra. Pero ¿no decías que tenías que enamorarte para acostarte? Pregunta Laura buscando desesperadamente a Paloma.
Laura piensa, de repente, que todo aquello ha sido un error, y no sabe qué más decirle para que se vaya. Sabes tengo pareja, le dice ¿Marido? Bueno, no me importa, le responde, para su asombro la mujer solitaria de la barra. Finalmente, su amiga que ha comprendido su mirada de auxilio viene a rescatarla. Tenemos que irnos, tienes que llevarme a mi casa, le dice Paloma, aún así la mujer solitaria que estaba en la barra se empeña en acompañarla, todavía insiste por el camino por más que Laura le pide que vuelva al bar. Se empeña en un beso de despedida, se niega, insiste, repite que, la llamara mañana sin falta. Laura acelera, Paloma se ríe. Mientras, la mujer que estaba solitaria en la barra, memoriza la matrícula del coche.
Pintura: Mujeres en el bar de Toulouse-Lautrec

18 comentarios:

Pena Mexicana dijo...

jo... menuda pesadilla...

María dijo...

¡Qué angustia!

emejota dijo...

Esas cosas pueden pasar por confiadas. Nunca suele ser muy recomendable un ligue de barra, aunque me imagino que existirán sus excepciones. Un abrazo.

Maga h dijo...

Peligrosa soledad! Se pone en contra de ella misma. Saber medirse es siempre un punto a favor.
Buen relato Ico. Real!

Lola - Aprendiz dijo...

Por algo andaba sola esta muchacha jejej insufrible.

BUR dijo...

las apariencias engañan ehhh!!!

Ter dijo...

y para qué querrá la matrícula?. Era de ciencias... seguro.

Ter dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Candela dijo...

¡Qué mujeres más agobiantes! Lo que se puede llegar a hacer para ligar, con lo fácil que es :)

felicitat dijo...

Yo a esto le llamaria así: Huyendo de una fea, me metí en el infierno!, jajajajaja, qué tia más plasta, claro que un año y siete meses sin comerse una rosca..., aguántala!

Beelzenef dijo...

Demasiada velocidad, acaba perdiéndose el control

Morgana dijo...

Recuerdo a algunos hombres que se me pusieron así de pesados. Ahora no lo soportaría, ni en un tío ni en una tía.

Besos!!

alejandra dijo...

Uff... creo que me he visto reflejada, pero no voy a contar en que papel ;)

Lena yau dijo...

qué miedo me da la gente solitaria de barra....en las barras y fuera de ellas...leía y me invadían la angustia y las ganas de salir corriendo!

Un besito, Ico-Ico!

Anca Balaj dijo...

Es que ir a ligar a una bar, o disco... bueno, no hay muchas posibilidades de encontrar algo especial.

Belén dijo...

No sé, yo conozco gente que ha acabado muy feliz con sus ligues de barra...

Besicos

la vecina del quinto dijo...

¿Paula? :S

yo misma dijo...

uf..qué mieditooo..pero como dice alguien por ahí arriba a veces acaba bien..menos mal.