sábado, 29 de mayo de 2010

La extranjera XIII

Con hastío arrancó la hoja después de quitar el seguro de la máquina y volvió a colocar una hoja de nuevo. Se acomodó en la silla y apoyó los dedos dispuesto sobre las teclas como una pianista. Esperó a que le surgiera la idea. Miró a través de la ventana que tenía delante. Un canario saltaba de un lado a otro dentro de la jaula. La radio de la vecina entonaba una canción antigua. Madrid… Madrid…Madrid, pedazo de la España Emperatriz. Arrastró la silla para mirar el hueco que quedaba entre la ventana y el cielo. ¿Cómo se llamaba ese espacio que descubría el cielo? ¿Patio?

Recordó los patios de su tierra. Ahora estaba en un quinto piso, en el hueco que queda donde se aprovecha para tender la ropa, podía a eso llamarse igual que los patios donde se conversa al sol, hablando pausadamente como un lagarto, embelesados en el ritmo candente pensó. ¿Hace la geografía la escritura o el sentimiento? Quien sabe. Sin embargo ni aquello era un patio cordobés ni estaba en su isla. El llanto monótono de un bebé en uno de los piso la hizo volar hasta el mar.

Contuvo la respiración, cerró los ojos, lanzarse al mar era como volver, el cuerpo hundiéndose en el líquido, sintiendo a la vez el placer y la angustia de entrar en el útero, y atravesar en un abrazo infinito todo lo que no tenía nombre. Buceaba ahora como un pájaro libre de esfuerzos, brazadas ligeras que transportan su cuerpo suspendido y libre, conquistando las profundidades, hacia la transparencia, el pulmón henchido, disgregada, pero viva, viva, persiguiendo banco de peces, en cruz, mar adentro, mar adentro. Pero ya no podía, un ruido sordo zumbaba en sus oídos, se impulsó con los pies desde el fondo para salir, ascendía, inspirando el último soplo de aire que le que le quedaba, que le obligaba a tomar aliento, aspirando sal, ahondando ahora en el aire a por partículas que se concentran, obligándola a tomar aliento.

Pero nada era verdad, los días caían como telones de fondo, sintió un impulso de llorar pero de su boca no salió un gemido. El canario y su brinco carcelario la hicieron volver al teclado. Entonces escribió:

Mientras en el subsuelo de la gran ciudad unos zapatos asoman roídos dentro de unos pies diminutos y escamosos, busco mi casa. He venido desde muy lejos, pero las calles están oscuras y no veo el molino por ninguna parte. Sólo estos hombrecillos sin tiempo ni gloria que recorren una a una la basura de mi misma que guardan, escondidos del frío con bolsa y cartones. Su universo es esto que veo, bolsas dentro de otras bolsas, mantas y cucharas, cartas y recuerdos. Celosamente atesoran trapos y cacharros, estrechan entre sus brazos el vino, dos agujeros y un calcetín. La mujer que arrastra la carretilla por Gran Vía luce un vestido de plástico, resto de desembalaje de unos grandes almacenes y unas medias de cartón. Yo no encuentro mi casa, ni sé por dónde he llegado hasta aquí. Los hombres uniformados entran en el metro detrás de mí gritando, hay que hacer desaparecer este olor infecto. La mujer de la carretilla ríe y aplaude, hay que mudar la casa, y protestan algunos, acurrucados al calor de los escaparates de zapatos nuevos que injustamente siguen intactos. Los que ya no esperan lloran desconsoladamente lagrimones sucios que caen por la boca del metro. Hay que sanear la ciudad bajo la potencia del agua, y arrastran las bolsas y los cartones, y se cubren con los deshechos que se llevan al hombro y es su casa. Mi madre me dijo que fuera por el camino recto, pero aquí, todas las calles se retuercen y van a dar al mismo sitio.

9 comentarios:

Pena Mexicana dijo...

Vaya ambiente sofocante...

alejandra dijo...

Seguramente me equivoque, pero me parece que es un hermoso homenaje a tu tierra (a un día del día de Canarias), mientra preparo frangollo, y tras comer un buen caldo millo, del que espero que te lleguen los olores.;)
Y una descripción exacta del sabor agridulce que se siente por las calles de madrid, por el metro de madrid.

la cocina de frabisa dijo...

Lo siento Ico, pero me he saltado algún capítulo de La Extranjera y ahora no me siento cómoda comentando este post sin contar con la información precedente.

Te dejo un besito y te doy la enhorabuena por lo bien que escribes

Beelzenef dijo...

Se ha perdido todo en este mundo que parece irreal, ¿dónde están las rectas veredas?

yo misma dijo...

Jooo..qué tristeza..y quizás ahora entienda un poco a aquellos que añoraban su tierra y no querían ni salir por esas calles de madrid..sólo volver..veían lo que querían ver..supongo..un poco como aquella peli de "un franco, catorce pesetas"..un saludo.

Ter dijo...

A mi me recordó a esta escena
http://www.youtube.com/watch?v=sfXUKdiAwXg
(para quien no quiera viajar, escena de la manguera de "la ley del deseo" de Almodovar.)

Raquel dijo...

Creo que ya te lo he dicho en otra ocasión: me asombra la plasticidad con la que dibujas el ambiente y el cómo el texto está lleno de ese ambiente.

Anónimo dijo...

¿A Roma?...

felicitat dijo...

Barcelona...La plaça del Diamant. Me has trasladado a ella!