jueves, 20 de mayo de 2010

La extranjera XII

Diario de un sartén

Se cae el perejil sin darme cuenta de que es el anís, que no el vinagre, y la comida de ayer se estropea, mientras, chochita (sic) perrita, abre grandemente su boca y engulle un sorbo de aire. La comida bombea y Olvido, como siempre, llegará demasiado pronto, demasiado muerta de hambre, y mis manos que se han repartido en tanto, derraman el café sobre una mesa demasiado chica para sostener la cintura de latón que duele constantemente, demasiado ocupada para oír la radio de los teleoyentes, demasiado cansada para pensar en reivindicaciones de los cacharros armados y las horas se derriten sobre el pan.

En el balcón de enfrente, se mustian a las flores de la vecina, estrépitos de colas y flanes regalados en el supermercado cuando Olvido se asoma encendiendo la palangana. Le contaré que soy casa frustrada, que soy de otra época, que me retiro de la sopa porque está demasiado fría, sin sabor a pollo, sólo al gran eterno ajo, que pica, que gusta, que aguarda, que retiene, que gime, que lame; y tú me hablarás de la patafísica de la neurosis escolar y se resolverá en el sofá acudiendo a los sexos y operando el orgasmo y; cual feligresa, te quedo pensando, sudor yerto y quieto, luego el libro del desespero antes de la hora mortal, de la hora intermedia, cuando ya no quede nada que hacer, porque no hay fuerzas para volver a repetir otra vez el gusto casi diario, ni hay ganas de preparar el café, y no se puede fumar un café porque ya te has fumado el último, ni de leer un libro porque ya hace tiempo que no se revelan las palafinas, sin ganas de escribir porque no hay pilas y la hora desganada interviene antes de suicidarnos, de achacarlo todo al biorritmo o a la falta de dinero.

Sí, hay que pensar que siempre aparecerán si conjugamos todas las letras del anagrama mil pesetas en una cartera olvidada, alguna amiga neurótica con una invitación, una salida esporádica, un azar fortuito, que nos descubra la clave alrededor de una mesa y escuchemos en silencio el espectáculo desolador de nuestra cárcel de palabras, del cuadrado de asfalto y palabra en que se convierten estas más de veinte palabras, con punto y coma, con seriedad, con deducción y encorsetamiento logístico, sin desviar la vena loca que haga cumplir el polvo, que empiece a romper el cascarón por las grietas que no dejamos escapar, que se queda entre el pulgar y el sartén, comme sí comme ça, sin ser, sin la posibilidad de llegar a convenir, si es huevo frito o guisante lo que echar al sartén para cenar esta noche y no soñar tanto, para que mañana cruja menos el estómago o follemos con más fuerza, para que mañana, porque hoy no lo recomienda ni los médicos ni el horóscopo podamos gritar más fuerte, lanzando carcajadas a destajo, cuando el aceite tenga color aceituno y la sopa no sepa a nada.


Pintura: la cocinera de Bernardo Strozzi


9 comentarios:

El Drac dijo...

Qué buena esa amalgamaque haces del erotismo con las cosas cotidianas y los utensilios, de esa forma cobran dinamismo y perspectiva en la mente del lector. Un abrazo

Unknown dijo...

qué pasada¡¡

felicitat dijo...

Chifladíiisima.... me encanta la olor de huevo frito, con sabor a nada de sopa sin pollo, jajaja!!!

Ter dijo...

A mi esta Olvido me empieza a caer mal... huye extranjera o hará el caldo contigo!

Precioso Ico, gracias.

Ter dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BUR dijo...

Si, Ico, si... genial

Capitán Tormentas dijo...

¿Fumo algo la susodicha sarten?... Demasiado surrealista para mi gusto este texto

mjromero dijo...

Qué gracia lo del horóscopo. A ver si va a ser cosa de consultar a los augures.
Lo has escrito de tal modo que hasta me ha llegado el olor del ajo, del aceite...
Un abrazo.

alejandra dijo...

Es muy bonito, pero eso ya lo sabes, está lleno de imagenes ternura y desdén, cada palabra tuya se mete entre los pliegues de mi piel y se va haciendo mia, y me encuentro en medio de alguna cocina, con el sarten en la mano...