domingo, 2 de mayo de 2010

La extranjera VIII


Llovía. Esa noche llovía. Y el Santa teresa en la oscuridad era como un castillo medieval hacia donde nosotras nos dirigíamos en esa noche fría. Llovía, tú llevabas tu abrigo largo y la boina ladeada y yo no lo recuerdo siquiera. Llovíamos y reíamos porque era ya medianoche y no sabíamos a quien dirigirnos cuando tocamos las puertas del castillo.

La puerta se entreabrió, y una cabeza asomó entre las sombras y nos conminó a dejar las maletas en el suelo y a seguirla. Fue entonces cuando descubrimos que en aquél castillo a esas hora, no debía haber nadie, o todos dormían. Seguimos a la mujer que nos dejó en medio de una especie de patio andalusí, en el centro, discurría una fuente de agua. La mitad de las paredes hacia el suelo estaban decoradas de azulejos de un azul añil, es curioso con qué extraños y pequeños detalles se queda el recuerdo.

El patio o vestíbulo era de forma octogonal o quizás en círculo, parecía un patio de luz por la frondosidad con la que crecían por doquier enormes y frondosas plantas en aquél recinto. En las paredes había grandes ventanales desde donde brillaban tras el cristal la oscuridad más absoluta. Sin embargo, en nada de esto me detenía, pues en medio del recinto una tribu de mujeres, en silencio, nos miraba desde la oscuridad. Llovía y parecía que el sonido de la lluvia continuaba repetido sobre los cristales o tal vez era la fuente lo que oía.

Una mujer alta, la que parecía ser la líder del grupo, comenzó a hablar; nos estaban esperando, debíamos saberlo allí había una jerarquía, nosotros éramos las recién llegadas, y ellas las veteranas, así que había que hace lo que ellas querían. Después de preguntarnos por nuestro origen y reírse de nuestras respuestas, dijeron que ya que los canarios cantaban, teníamos que cantar una canción porque si no iríamos bajo la ducha de agua fría.

Entonces pensé que no había atravesado tres mil kilómetros hasta una ciudad desconocida con la mujer que amaba y llegar a la Santa Institución, Colegio Mayor flor y nata de Moncloa, a base de becas y de una deuda inmensa que mis padres habían adquirido con el banco de por vida, al Santa Teresa corazón de Jesús, que no había llegado hasta allí, recién cumplidos mis diecinueve, dispuesta a empezar mi carrera de periodismo, para aguantar a aquellas niñas pijas que no habían tenido más emoción en su vida que esperar a que llegaran las nuevas estudiantes, sentadas en sofá del vestíbulo.

Y dije no. Que no sabía cantar ni quería, que no cantaba, pero tú si cantaste porque recuerdo tu voz lastimera cantando una Folía o era a lo mejor, una Isa. Pero yo no, porque precisamente para eso había salido de la isla, para no seguir las reglas ni las órdenes sin sentidos, para no someterme ni darme por vencida, para no ocultar nuestras manos que se entrelazaban bajo la mesa, para no escondernos en callejones y solares en ruinas.

Y entre varías me llevaron en volandas, me desnudaron y me metieron bajo la ducha de agua fría, recuerdo las baldosas blancas, los azulejos pequeños, los lavabos comunes y las letrinas, mientras oía la canción lastimera de Olvido en el patio como el gorgojeo de un pájaro que se moja o tiene frío.

Y entonces pensé o lo pensé ahora, que qué extraña entrada había sido mí primera noche en Madrid, nuestras primeras noches juntas, y yo, amordazada por siete brazos bajo la ducha fría y tú cantando o llorando Isas o folías. Y entonces pensé, o a lo mejor lo pensé ahora, que aquello era una premisa, un símbolo de todo lo que vendría en aquella ciudad desconocida.

Pero Santa Teresa también fue la primera visión de la nieve en el césped desde la ventana de nuestro cuarto de estudiantes. Fue allí donde llegué al éxtasis como Santa Teresa por primera vez bajo la litera y sobre la moqueta de la biblioteca también y en la sala de música porque habíamos desertado ya de toda institución, de la universidad y lo de afuera porque la vida en aquél tiempo era querernos y afuera hacía mucho frío y era otra cosa, ver los ojos asombrados de las estudiante que volvían del frío, los abrigos, las bufandas en el comedor y nosotras llegando del cuarto acaloradas y en camisillas, exhaustas, saciadas, desertando de todos y todo, salvo de nuestros cuerpos y el nuevo placer encontrado.

Hasta que llegó aquella carta blanca y aquella llamada negra de la madre diciendo, dios mío, dios mío, con una mujer. Y un espejo que se rompe, y un abismo que se abre y la voz viniendo del infinito en aquel aparato negro que grita, o ella o yo. Y entonces, descubrimos que habíamos sido expulsadas del paraíso, que había que salir corriendo del castillo, que se había acabado el suministro, porque yo había vuelto a decir no, y no quedaba otra que salir de allí, abandonando el cuarto de estudiante, cargando con las maletas, sin saber a dónde, y creo que aún llovía, porque debimos andar bajo la tormenta, atravesando la ciudad en medio de la noche y a escondidas.


Fotografía: movimiento ondulatoria de una mañana de lluvia del blog
http://dissenet.com


13 comentarios:

sinblog dijo...

Ahora no nos acordamos de lo duro que fue vivir esto siendo descubiertas o no siéndolo.Pero lo que no os puede quitar nadie es que "os llovíais".
Precioso Ico

María dijo...

Odio las novatadas. Yo iba a clase pero también viví "la lluvia" dentro del castillo. Y... ¡una de mis amigas fue a ese colegio mayor! Cuando te he empezado a leer digo... ¡no puede ser!

bur dijo...

seguimos leyendo a tu extranjera... :))

Amar no esta hecho para cobardes.

besos de domingo

alejandra dijo...

Un amor valiente, una hermosa extranjera

Anónimo dijo...

Joder...se me ha revuelto la memoria...

Victoria Dubrovnik dijo...

Qué tristeza de historia, que mal que la gente no las entendiera, que no comprendiera que el amor no entiende de sexos....

Espero con ganas la continuación :P

Bruja dijo...

Me encantó esta parte, el éxtasis, el deseo de libertad, la búsqueda, la fidelidad a sí misma...

Anónimo dijo...

Valiente, con arrojo y decidida tu extranjera... promete, sí señora...
Besos. Lenteja

dintel dijo...

Bueno, como llego tarde, como siempre, a todos los sitios. Me he copiado toda la Extrangera en un word, para poderla saborear de un tirón. Sólo leí la uno. Vuelvo a la vida bloguera.

Raquel dijo...

El mundo no podría ser sin gente fuerte.

Alf. dijo...

qué son mujeres manos pata?

Ico dijo...

Bienvenido a este espacio, espero que te guste lo que lees Alf, lee la sección a tu derecha y lo entenderás mejor porque es dificil explicar,son a fin de cuentas, mujeres de la tierra, algo salvajes,independientes,algo telúricas... todas llevamos dentro en mayor o menor medida, una mujer manos patas...

Lena yau dijo...

Sentí tristeza.

Será quizas culpa de la folía.

Como siempre, Ico, buenas letras...atrapan...

Besito, guapa!