domingo, 18 de abril de 2010

La extranjera VI

De pronto su mirada me desarma, me deja sin habla, me mira sonriendo.

- Perdone que la moleste, tienes usted otra llave del buzón, es que Olvido se la llevó y era la única que tenía.

Las manos temblorosas, la cara maltrecha de la dueña de la casa que me mira en el rellano. Cómo decirle que en la casa hay alguien. Como empezar, señora, desde que Olvido se fue, pasan cosas extrañas, oigo ruidos por todas partes, un cacharro que se cae en la cocina, una sombra detrás del espejo, pasos en la terraza, pero no me mire así. Son los mismos que rompieron la mesa, los que hicieron que se me cayeran las cosas de las manos, incomprensiblemente. Pero ésos no, señora, ésos no me preocupan, son los otros, los que me sueñan, los que me están volviendo loca, los que me hacen gritar desesperada en la noche, tirándome del pelo de rabia, pegando puñetes doloridos en la cama, en los armarios. Son ésos, señora, que no sé cuando vinieron ni de donde llegaron.

Fue igual que cerrar los ojos, como los niños, contar hasta tres en silencio y desear fuertemente que apareciera ella ante mí, que me mirara como si no hubiese pasado nada, como si el aeropuerto, las lágrimas, el andar sola sin rumbos en otras ciudades, no hubieran sido nunca nada, o acaso una pesadilla que tiene que acabarse. Pero ella no apareció y el sitio donde la soñé estaba igual que antes, más profundo, más sólo.

Pero se quedó una presencia, quizá una esencia, un espíritu, no sé, señora, no me encuentro muy bien, no duermo casi nada. Tiene que creerme, no sé lo que pasa en la casa, a veces, me encuentro diciendo cosas a alguien que está a mi lado, quizás es la costumbre de hablarle siempre, de estar siempre acompañada, de caminar con su mano en mi mano, de dormir cuerpo a cuerpo, de respirar cara a cara.

Quien sabe, quizás es la costumbre, esa mujer despistada, que la cogió de imprevisto con su marcha, y aún está trastornada, y no sabe todavía bien que su sitio no es ahora y aquí, que ya se fue, que ya no vuelve, aunque yo corra siempre a mirar por la mirilla a ver si es ella la que sube, y yo insista y siga llamándola aunque sepa que no me oye, sólo por ver si ocurre, por si acaso un día de éstos entro en la casa sola y la encuentro…

- La llave señora, gracias.

( Pintura: habitación de hotel de Edward Hoper)

7 comentarios:

alejandra dijo...

"Tiene que creerme, no sé lo que pasa en la casa, a veces, me encuentro diciendo cosas a alguien que está a mi lado, quizás es la costumbre de hablarle siempre, de estar siempre acompañada, de caminar con su mano en mi mano, de dormir cuerpo a cuerpo, de respirar cara a cara".

El Drac dijo...

Pues tal vez Olvido haya muerto y esté penando. ¡¡¡qué miedo!!!

Pena Mexicana dijo...

Ahora que ya he leído todas las entregas de "La Extranjera" quiero más! besos, me está gustando mucho :)

La Maga dijo...

La Sombra tras la sombra de Olvido. Una mujer desencarnada. Un acertijo. El viento que golpea los postigones, ella, desmemoriada...

Anónimo dijo...

No todas las presencias son tangibles... (¿O sí?)

TARA dijo...

Extraña sensación, la de la ausencia presente.... Aunque coincido con Alejandra quiero extraer: "Tiene que creerme, no sé lo que pasa en la casa, a veces, me encuentro diciendo cosas a alguien que está a mi lado, quizás es la costumbre de hablarle siempre, de estar siempre acompañada, de caminar con su mano en mi mano, de dormir cuerpo a cuerpo, de respirar cara a cara"

No lo dejes Ico, me encanta.

Besos

sinblog dijo...

Yo creo que Ico no lo dejará, si lo hace, se encontrará a la extranjera detrás de las puertas, en los espejos, al abrir el buzón (si consigue abrirlo).
Besos, espero la VII