No puedo con Marías. Lo reconozco sin complejos, le he dado un margen de duda de cien páginas. Pero no seguiré más, no en esta temporada, no en este tiempo, en esta etapa de mi vida. Más adelante quien sabe, dentro de cien años quizás o cuando ya esté muerta o no. Porque una muerta no puede leer pero puede tener conciencia de que lee o al menos proyecta su propia muerte. La muerte es sólo un devenir constante en la epifanía de nuestro ser.
Bromeo, las últimas cinco líneas son una parodia de la prosa de Javier Marías, diletante de filósofo. Así pueden visualizar el tipo de prosa que utiliza, es decir, constantes interrupciones filosóficas, disertaciones sobre los entresijos de ser un negro, (un escritor que escribe en la sombra para otro) o las preocupaciones del rey, Don Juan Carlos, por parecer una buena persona delante de su pueblo.
Marías eres tan pesado como Pombo, y eso ya es decir. Qué le vamos a hacer, es que cuando quiero leer un tratado filosófico o un ensayo me preparo para tal, pero cuando me reclino en mi sofá o en mi cama para deleitarme con una novela, espero sólo una novela, no una disertación filosófica sobre el ser y la nada.
En Mañana en la batalla piensa en mi, no pasa nada, pero ese no es el problema, hay muchas novelas donde no pasa nada y son grandes novelas. El problema es justamente que sólo transcienda el continuo discurrir de la conciencia de un protagonista que es el mismo autor. Es más, no hay protagonista ni personaje, sólo el autor Marías disertando sobre lo divino y humano en una prosa petulante, plagada de digresiones y disensiones, en una sintaxis confusa, sin punto, con exceso de comas, con un léxico histriónico y frases chirriantes como estas. “en el lenguaje de un adolescente un guarro” “ léxico voluntariamente plebeyo”. Sé que gano con lo que digo enemigos y algún fans de Marías que me crucificará, acepto la ofensiva.
Cuentos perverso de Jaime Tomeo es, sin embargo, todo lo contrario breves historias narradas en una prosa sencilla que, por exceso de simplicidad, cae fácilmente en el prosaísmo. Historias cotidianas contadas con cierto ingenio en frases simples, y en un humor predecible. Tomeo es una autor ocurrente, pero no pasará a los anales de la historia ni por aportar nada a la literatura española ni por evitar que me duerma con el libro en las manos. Sencillamente no entendemos la perversión de la misma forma.
Esta semana, definitivamente, no he tenido suerte con mis lecturas. A Javier Tomeo le agradezco el que me haya hecho pensar que si a él le editan yo no puedo estar lejos de hacerlo y Javier Marías algunas sonrisa a lo Gioconda.