miércoles, 30 de septiembre de 2009

El libro del frío



Hace tiempo que no leía poesía. Una eternidad.
Sin pensar, como casi todo, o porque me esperaba desde hacía tiempo en la estantería de la biblioteca cogí al azar este libro de Antonio Gamoneda, “El libro del frío”.
¡Qué revelación¡ Lo devoré con avidez, justo como no se debe leer poesía. Pero me sentía tan ávida de cada palabra, tan extasiada con cada uno de los versos que pasaba de uno a otro sin llegar nunca a saciarme.
Ahora lo leo de nuevo, lentamente. Deleitándome en cada palabra.
No sé nada de este poeta, como he dicho, perdí la pista a la poesía hace tiempo. Ahora es el momento de retomarla. No podía venir a mí de la mejor forma ni en el mejor momento, abierta como estoy a lo esencial.
En El libro del frío cada verso es un cuento, una historia y una imagen. Recorro, el paisaje de los sentimientos en un pueblo abandonado. Oigo el rumor de los árboles y el correr del agua en los manantiales. ¿ qué más puedo pedir a un libro?
No hay nada accesorio. Cada palabra es esencia, como los elementos de la naturaleza: luz, agua, árbol con los que el corazón del poeta se identifica. Aquí les dejo algunos para su deleite.

Esta casa estuvo dedicada a la labranza y la muerte.
En su interior cunde las ortigas, pesan las flores sobre las maderas
Atormentadas por la lluvia.
…….. ……

Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza y
La lluvia.
Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría si
dijese su nombre.
…… ……
Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón.
Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,
Pero, ¿qué hago yo delante del abismo?
Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.

domingo, 27 de septiembre de 2009

El día después



Silvia conoce a Carmen en un encuentro de profesores y estudiantes. Una es profesora de francés y la otra de educación física. Cuando sendas clases deciden debatirse en duelo frente a una pelota y un terreno pedregoso donde ya han resbalado más de un estudiante, ambas se sientan sobre un tronco de almendro bajo el sol de media tarde. La mitad de los profesores andan borrachos pero ellas dos permanecen serenas, no se lo dicen pero saben que han compatibilizado magníficamente. Silvia acaba contándole que hace un año se separó y que tiene dos hijos. Carmen le cuenta que está en crisis pero que aún vive con su compañero que no es el padre de su hijo. Silvia sonríe todo el tiempo y a penas presta atención a sus chicos que van perdiendo estrepitosamente. Se encuentra en un estado de conexión con Carmen que hace desaparecer todo el entorno, música, muchachos sudorosos detrás de un balón, compañeros que se acercan con copas a escondidas. Todo se desvanece y desparece quedando solo ellas dos sentadas en aquél tronco debajo de un árbol.

Pero el partido termina, y el autobús llega. Se intercambian precipitadamente los números de teléfonos y los emailes y se prometen llamarse para que sus hijos, de la misma edad, se conozcan.

Esa misma noche, Silvia, después de acostar a los chicos escribe un email a Carmen agradeciéndole esa maravillosa tarde. No pasan ocho horas antes de que Silvia reciba la respuesta. Ella también está encantada de haberla conocido y de “encontrar por fin a su alma gemela”. Silvia se precipita a releer de nuevo su correo nada más levantarse. Despierta a sus hijos con una sonrisa y se va a trabajar en un estado de flotación constante. Piensa si será muy pronto para llamarla y decide, finalmente, devolverle el email y quedar esa misma tarde para que los niños se conozcan. Los chicos de doce, once y diez años compatibilizan bastante, se suben al cuarto y no salen de él en toda la tarde.

Silvia y Carmen permanecen en el salón hablando de todo y de nada, ansiosas por desvelarse. Silvia se siente completamente absorbida por cada palabra que dice Carmen. Todos sus sentidos están expectantes al menor movimiento, al balanceo de sus manos al hablar, a los gestos de su cara. Carmen, por su parte está fascinada por esa mujer tan cándida, de corazón tan blanco y puro y una de belleza serena. Las horas pasan y son los chicos quienes finalizan el embrujo, las mujeres se sonríen mientras meten una pizza en el horno.

Se vuelven a ver al día siguiente y al otro. Tienen mucho qué contarse como les pasa a las almas gemelas que se encuentran después de toda una vida de buscarse. Esa noche Silvia le escribe un email a Carmen donde le dice todo el bienestar que siente cuando la ve, el deseo de que no pase el tiempo, de que la vida se detenga, de que nada se interponga en ese espacio en el que están las dos.

Silvia se encuentra en un estado que define de iluminación. Hace lo de siempre, despierta a los chicos, los lleva al colegio, imparte sus clases, regresa a la casa, pero se siente otra mujer nueva, que no conoce, que renace y que sufre cada momento que no está con ella. A la vuelta del colegio pasa a comprar comida en el supermercado, espera encontrársela, en su cabeza repasa una y otra vez cada una de sus palabras. Regresa, prepara la cena de los chicos y espera que Carmen y su hijo vengan. Esa noche hablan de sentimientos, de la intensidad de su amor, entre lágrimas y temblando. Carmen le dice que ella siente lo mismo, que siente que todo es muy intenso y bello. Se abrazan y sienten cada uno latir el corazón de la otra de forma inusitada.

Esa noche a Silvia le cuesta conciliar el sueño, se despierta en mitad de la noche sudando y le escribe un largo email a Carmen. En él, le declara abiertamente su amor, ella nunca ha tenido experiencia con mujeres pero siente que su cuerpo está preparado que eso es lo que desea y que espera que ella sienta lo mismo. A las seis suena el despertador y lo primero que hace es mirar su correo. Pero no hay respuesta. Tiene miedo. Siente que las palabras como la flecha enviada no vuelven. Está agotada. Ese día no recibe ningún mensaje, ninguna llamada. Al caer la noche el cansancio y el sentimiento de pérdida la tortura, no sabe qué hacer ni por dónde andar… Escribe un nuevo email pidiendo disculpas, no quiere perderla.

El día después recibe un mensaje de Carmen donde le dice que todo se ha complicado, la ama muchísimo pero a un nivel espiritual y afectivo. Quiere volver a la normalidad, habla de entrar en los marcos de la amistad, de límites, de que no la abandonará nunca pero, en cuanto al sexo, se ve incapaz de dar ese paso. Espera que lo entienda y entenderá si, después de esto, no desea continuar la amistad.

Silvia cree morirse, puede sentir como se rasgan sus músculos y como se deshace por dentro. Por fuera se deshilvana en un llanto silencioso y lento a escondidas de sus hijos que aún no entienden. Su amor le duele, piensa desesperadamente que para ella no hay límites, ni sabe cómo podrá controlarse a partir de ahora, le duele terriblemente el cuerpo, los huesos, los besos que no da y los abrazos que no recibe.

sábado, 26 de septiembre de 2009

¡¡Qué mala soy¡¡



Río. Me he levantado con una gran carcajada. Y es que debo rebobinar para que entiendan el motivo de esta risa maliciosa que me entra desde buena mañana.
Mi centro es un pequeño instituto del sur de la isla, de alumnos muy humildes, cuyos padres trabajan en el campo como jornaleros o como camareros en los establecimientos turísticos del sur. Muchos están en paro, hay mucha inmigración asentada, por lo que los chicos que acuden al centro son hijos de inmigrantes ya nacidos en la isla. Hay un crisol de nacionalidades sudamericanas, colombianas, ecuatorianas, cubanas, árabes… En mi tutoría hay 26 alumno, por el momento (siempre es posible que se añada alguno durante el curso) y el 20% son inmigrantes, no son ni mejores ni peores, todos comparten la misma apatía y desgana por aprender.
Lengua y literatura es considera históricamente una asignatura “rollo” lo primero que preguntan cuando les dices que hay que leerse tal libro para el trimestre es ¿cuántas páginas tiene? En fin, difícil hacerle ver el mundo que encierra un buen libro. Me he propuesto, y así se los he dicho que lo único que aprenderán en este curso es a leer y a escribir.
¡Pero nosotros ya sabemos hacer eso¡ dice uno.
Ay ¡ qué atrevida es la ignorancia¡ Pues venga todo el mundo a escribir. Después de explicarle las diferencias entre un texto con un fin literario y otro que no lo es. (Aproveché par esto una hoja de instrucción de un a caja de tampax, ¡ Qué quieren a veces se improvisa y es lo único que tenía a mano¡) les mande a crear pequeñas composiciones sobre lo que quisieran para luego trabajar sobre ellas en clase.
¡Desastre total¡
Como les asusta tanto el volumen de hojas de lo que leen les he dicho que cada semana les voy a proponer una poesía para que la trabajen el fin de semana, sólo que la expliquen con sus palabras y que digan lo que les sugiere.

He elegido una preciosa de Gamoneda y esta mañana me he imaginado a mis alumnos delante de ella con los ojos como platos, algunos llamando a las madres y diciendo.

- Maa.. mira lo que me ha mandado la de lengua, a ver si tú lo entiendes.


Vi la serenidad en los ojos de las reses destinadas a los cuchillos
Industriales y los caballos inmóviles en la tristeza;
Después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas habitadas
por lamentos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Dr. Frankenstein


Voy a sufrir. Lo sé. He pasado por esto antes. Dos veces para ser exactos. El doctor se sienta delante de mí con su cara casi sonriente. Quiere ser simpático pero a mí no me hace ni puta gracia. Tiene en sus manos el tubo de plástico que me va a meter por la nariz y hará llegar hasta mi estómago. Lo modela con las manos, creo que con auténtico placer. Está muy cerca de mí.

- No sé cómo hay gente que puede elegir este trabajo- le digo. Me callo la segunda parte. Donde haces sufrir a los demás.

- Ay no sabes ni la mitad de cosas que hago a diario.

- No me las cuente, por favor. – Le digo.

Y me tumbo en la camilla boca arriba como me indica. Comienza a introducir lentamente el tubo por mi nariz. Lentamente. Tengo los ojos cerrados y siento que mis lágrimas fluyen sin cesar. Llorona, me dice. Le podría dar una patada pero me dolería aún más. Urga en mi nariz mientras va introduciendo lentamente el tubo que no avanza, que se estanca. Lo quita. Dolor se agudiza. Aún tengo fuerzas para decirle.

- Tengo un poco desviado el tabique, prueba el otro- le digo.

Empieza de nuevo la operación, tubo dentro de la nariz, descendiendo lentamente, lentamente. Siento como recorre orodando mi garganta, provocándome nauseas continuas.

- Un poco, un poco más.- me dice- aún un poco más

La sonda va descendiendo. Vomito sobre el pañuelo. Ya ha llegado hasta mi estómago la sensación de ahogo me invade. Mis lágrimas no cesan. Aún queda lo peor.

- Bebe.

Debo tragar con con la sonda en la nariz, en la garganta, en el esófago.

- solo una vez, no dos.

Me ahogo. Trago dos veces.

- solo una, o tengo que volver a repetir.

Me asfixio pero permanezco como un pez fuera del agua conteniendo el deseo de tragar.

- ay chiquita pero qué has hecho tú para sufrir tanto.

El doctor Franquenstein urga en mi interior mientra continúa echando agua en mi boca.

- Traga. Una vez. Solo una. Tengo malas noticias, tu esófago no ha mejorado nada.

martes, 22 de septiembre de 2009

El soñador con insomnio intermedio



Todo empezó con los viajes. Recuerdo que mi primer viaje fue a Buenos Aires, es curioso nunca me había atraído la idea de viajar a Sudamérica. No obstante, siempre había pensado que si algún día lo hacía, el primer país que conociera sería Buenos Aires, por eso de ser la patria de mi admirado Byo Casares y Cortazar. La imaginaba como Lisboa, pero mucho más grande y así fue como la vi por primera vez en mi sueño.
Andaba con mi marido y no sé por qué razón o motivo me acabé enfadando con él en algún lugar de ese país. Un día me vi a mi misma recorriendo la ciudad a solas. Transité por algunas regiones con altos acantilados y rutas agrestes y escarpadas que me hicieron pensar que estaba, cuanto menos, en lo alto de la Pampa argentina. Luego recuerdo la sensación de búsqueda, de querer localizarlo sin éxito, o nos cruzamos sin encontrarnos en nuestro camino como aquella película donde la protagonista en una parada del tren pierde a su esposo en la estación, Stalingrado, creo que se llamaba, o algo así. Esa mañana me desperté con una impresión extraña, no sé, con la extravagante idea de que, en cierta forma, había hecho aquél viaje.
Mi segundo viaje fue a Israel, esta vez viajaba con el ex marido de una amiga al que no conozco. Recuerdo que subimos a lo alto del monte de Sión porque él quería rezar allí. Allí vimos a una mujer joven y atractiva a quien le dije, a modo de excusa, mientras él ascendía el monte a cuatro patas, que era un buen hombre pero my religioso, o algo así. A él no lo volví a ver más pero pasé todo el día con la joven israelita que insistía en enseñarme las mejores vistas de la ciudad desde lo alto del monte.
Qué extraño me dije esa mañana cuando me levanté, dos días seguidos soñando con viajes a países donde nunca he estado. Mi mente lógica enseguida encontró una respuesta; la vuelta a la rutina laboral y lo distante que aún quedaban mis vacaciones habían provocado esto. Sin embargo, ese día estuve más cansada que de costumbre como si no me hubiese aún recuperado del desajuste horario del viaje.
Antes de acostarme, esa misma noche deseé viajar a Reykiavik, ciudad de glaciares donde siempre había querido ir pero por diversas circunstancias nunca había tenido la oportunidad. Me encontré en la cama riéndome de mi propia idea absurda.
Esa noche no viajé, pero sí al día siguiente, aunque por más que lo intenté no pude recordar el lugar exacto a donde había ido, quizá estaba aún en Israel, porque la mujer que me arrastraba de las manos para enseñarme las vistas estaba allí de nuevo. Esta vez intimamos algo más, debo reconocer que profundamente, puesto que cuando me levanté antes del amanecer, las últimas convulsiones de un orgasmo aún me duraban. Permanecí en silencio y muda pensando en todo aquello, tratando de dar forma y cara a aquella mujer que ahora en la oscuridad de la vigilia se me escapaba. No pude volver a dormirme, mi corazón acelerado había sufrido una conmoción extrema.
Al día siguiente volví a viajar de nuevo a un espacio desconocido. Esta vez toda mi preocupación se centró en descubrir el nombre del lugar donde me hallaba. Dreyfus fue el nombre que por alguna extraña razón sonaba en mi cabeza una y otra vez. El lugar, estaba segura, coincidía con uno de esos países costeros en la parte oeste del continente Africano, como Senegal o Guinea, las casas eran de adobe y el color del aire era naranja y polvoriento.
A partir de ese cuarto viaje comencé a sufrir una insólita transformación que los demás achacaron a mi estado alterado a causa del insomnio. Pero yo, en mi fuero interno sabía que la única razón eran mis continuos viajes a países desconocidos: Porque tenía la certeza de que mi existencia en esos países se iba convirtiendo cada vez más en real, mientras que, la otra, la existencia en la vigilia se iba lentamente desdibujando. Mi vida se había convertido en un insomnio intermedio hasta la llegada del próximo viaje donde era realmente yo misma.
Fue entonces cuando comencé a informarme sobre los sueños y la posibilidad de quedarme allí para siempre. Había leído sobre viajes astrales o viajeros del tiempo, pero nunca de viajes espaciales a través de los sueños. Descubrí con alegría que había iniciado el proceso y que llegaría un día en que me acabaría yendo del mundo físico que había conocido hasta ahora. .
No echaré en falta nada, a decir verdad, desde que perdí a mi marido en el primer viaje a Buenos Aires, no lo he vuelto encontrar. Nada me ata aquí, ni mi trabajo ni mi vida, puesto cada vez más pertenezco menos a este mundo llamado real, por lo que me voy lentamente desvaneciendo mientras que, mi presencia en el otro lado, se hace cada vez más corpórea.
No sé cómo será mi partida, quizá un día no despierte nunca de este lado.
Ahora sé que pertenezco a esa raza errante de viajeras en constante tránsito, a la búsqueda de no sabemos bien qué, quizá la sombra de un recuerdo añorado, o tan solo un instinto de aventura implacable y superior a todo, llevada a perseguir en cualquier dimensión todos los espacios posibles.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Escritores de hoy



“Antaño los escritores de España (y de Hispanoamérica) entraban en el ruedo público para transgredirlo, para reformarlo, par quemarlo, para revolucionarlo. Los escritores de España (y de Hispanoamérica) procedían generalmente de familias acomodadas, familias asentadas o de una cierta posición, y al tomar ellos la pluma se volvían o resolvían contra esa posición: escribir era renunciar; era renegar, a veces era suicidarse. Era ir contra la familia. Hoy los escritores de España ( y de Hispanoamérica) proceden en número cada vez más alarmante de familias de clase baja, del proletariado y del lumpenproletariado, y su ejercicio más usual de la escritura es una forma de escalar posicione en la pirámide social, una forma de asentarse cuidándose mucho de no transgredir nada. No digo que no sean cultos. Son tan cultos como los de antes. O casi. No digo que no sean trabajadores.¡Son mucho más trabajadores que los de antes¡ Pero son, también, mucho más vulgares. Y se comportan como empresarios o como gángsters. Y no reniegan de nada o sólo reniegan de lo que se puede renegar y se cuidan mucho de no crearse enemigos o de escoger a éstos entre los más inermes. No se suicidan por una idea sino por locura o rabia. Las puertas, implacablemente, se les abren de par en par. Y así la literatura, va como va.”

Extracto del libro “los detectives salvajes” de Roberto Bolaño.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Inmoral



La semana pasada se levantó una polvareda en las islas que levantó soterradas homofobias. El detonante fue un programa televisivo, la noria, creo que era, donde aparecía las Palmas y más concretamente las dunas de Maspalomas como lugar de esparcimiento y de cancaneo de los homosexuales de todo el mundo. Este comentario junto con imágenes de parejas en actitudes claramente sexuales despertó la polémica. Algunos políticos y empresarios se rasgaron las vestiduras en los medios valorando el desprestigio que suponía para la isla y para el turismo estas imágenes aparecidas en televisión.
Con la disculpa de defender el sagrado turismo, al que, desgraciadamente algunos consideran aún el único medio de vida de estos lares, salió todo tipo de comentarios homófonos, sobre todo por parte de políticos y empresarios que se despacharon a gusto en los medios.
El cruissing, que es como se denomina la práctica de sexo al aire libre, ha sido de siempre un deporte nacional, y más en estas tierras de tan buen clima durante todo el año. Se practica sobre todo cuando se es joven y sin casa donde acudir o se llevan a cabo prácticas fuera del matrimonio. Lo de lugar de picadero de Maspalomas por los gay lo sabe todo el mundo, y me atrevo a decir que, entre otros , es una de las llamadas más potentes al turismo gay como lugar de encuentro que ya ha dejado pequeñito a Sitges.
Y es que por mucho que lo intento, no acabo de ver la inmoralidad al tema en cuestión ni encuentro mal en ello, si cuando acaban se lleva sus detritus, (papeles o condones) y lo depositan en la papelera más próxima.
Sin embargo, si hay otras temas en esta república bananaria que sí me parecen inmorales. Como por ejemplo que el presidente del gobierno autonómico,Paulino Rivero, haga una llamada al alcalde de una localidad tinerfeña para que apruebe en una oposición a una sobrina suya. Este suceso, registrado porque precisamente el alcalde tenía escuchas en su teléfono móvil, en cambio no ha levantado ni la mitad de las declaraciones.
Inmoral es que los ciudadanos debamos pagar 103 millones de euros al empresario Bittini según sentencia, ya que se le otorgó una licencia de explotación en la piedra de la montaña Tebeto, y que luego se le negó por estar en territorio protegido. Entiende el juez que como concepto de indemnización la empresa deber recibir esta cantidad por la explotación no llevada en el terreno. Lo inmoral es que hace tan solo unos días se ha sabido que el valor real si dicha explotación se hubiese llevado a cabo no es de más de 2.5 millones de euros.
Que todos lo canarios debamos pagar los errores y connivencias del estado y ciertos empresarios no es inmoral.
Lo otro sí.

martes, 15 de septiembre de 2009

Todo sobre mi madre


Nunca he querido a mi madre. Esta afirmación que sé bien que le puede parecer aberrante o anti natura es más común de lo que se pueda creer. Y esto lo he podido constatar de manera concienzuda a lo largo del ejercicio de mi profesión. Soy cirujano cardiovascular, por lo que, a diario realizo complejas operaciones, algunas a vida o muerte.

Desgraciadamente, en no pocas ocasiones, soy la última cara que un paciente ve. Esto lleva acarreado como consecuencia, el hecho de que algunos pacientes solitarios o en situaciones extremas me confiesen algún secreto a modo de alivio por si la vida futura se adelanta. En contacto diario con la muerte he podido observar que hay seres que entran en paz y con la conciencia tranquila de haber actuado de manera honesta y acorde a unos principios en la vida. Sin embargo, hay otros, en cuyo rostro se aprecia las huellas de una vida atormentada y que, a un tris de perderla revelan, a modo de excusa de su comportamiento, los más extraños secretos.

La última de estas confesiones me la realizó un preso que fue trasladado del penal para someterse a una operación de corazón de gravísimo riesgo. La intervención consistía en extraer las venas de las piernas y sustituirlas por las del corazón, era una operación novedosa y muy delicada, pero el preso, asumiendo que su muerte no podía ser peor que su vida, decidió someterse a ella.

El paciente, minutos antes de la intervención quiso hablar conmigo, le pregunté qué tal se encontraba respondiéndome que no muy bien, pero que, de todas formas, quería hacerme una pregunta. Le animé a ello esperando una pregunta relativa a la intervención que iba a realizar, sin embargo, no fue así.

- Quisiera preguntarle, porque usted es un hombre de estudios, si tengo la obligación de querer a mi madre, quiero decir, nunca la conocí, me abandonó cuando yo era un crío, desde que pude me busqué la vida y aquí estoy. No me quejo yo mismo me busque la ruina, pero mi madre no me quiso nunca, al menos eso dicen quien la conocieron antes de largarse con uno, pero ¿Es que tengo yo el deber de quererla? Mi compañero de celda dice que sí, que las madres son sagradas, pero yo no lo tengo muy claro… Usted qué piensa…

Reflexioné unos momentos y dudé si contarle mi experiencia, pero dado su estado y su extrema gravedad sentí que le debía una respuesta sincera.

Mi madre, comencé, siempre ha sido una mujer muy autoritaria, en casa se hacía lo que ella decía y no había opción a réplica. Nunca fue una mujer cariñosa y jamás le ví un gesto de afecto hacía mí o hacia cualquiera de mis hermanos. Su única preocupación era que estuviésemos bien alimentados y que sacásemos buenas notas. En esos dos aspectos nunca tuve dificultad en mi época juvenil, no obstante, sí que eché en falta el afecto propio de toda madre. Era un bloque de hielo con una lengua más afilada que mi bisturí, y de la que era mejor saber apartarse a tiempo. ´

Un día mi hijo, que ya estaba en el instituto, me comentó que la profesora de historia había ordenado como trabajo final de curso una entrevista a los abuelos preguntándole acerca de su infancia y su juventud.

Mi madre, que según envejecía se volvía más afable y afectuosa, sobre todo con los nietos, le concedió la entrevista. Mi hijo, agobiado porque debía hacer la transcripción me pidió ayuda para hacerlo. Receloso primero, ayude sin embargo a mi hijo, a quien no le agradeceré nunca lo suficiente, la ocasión que me dio de descubrir quién había sido mi madre.

Mi madre, la séptima hija de diez hermanos había nacido en un entorno rural muy empobrecido. En la grabación con una voz de mujer que se ha hecho a sí misma cuenta cómo desde muy pequeña tuvo interés por aprender y saber y, cómo este derecho básico hoy en día, no pudo realizarlo porque no había maestra en el pueblo, más que unos pocos días cada cierto tiempo. Sigue diciendo que tenía siete años cuando comenzó la guerra civil española y no llegó a sufrir las contiendas bélicas pero si el racionamiento y la escasez de producto elementales. A las islas no llegaba nada por el bloqueo por lo que las gente, mayoritariamente campesinos empobrecidos, vivían de lo que las tierras desérticas y estériles les ofrecía, es decir, tubérculos, papas y batatas cuando había.

Mi padre entre risas cuenta como casi la mata a palos su padre cuando un día al volver de las tierras no le había preparado la comida porque, sencillamente no había comida. Y cómo su madre, deseando casar a las hijas porque no había con qué alimentarlas, la casó con un hombre al que no quería.

No lo quería, repite mi madre una y otra vez y su voz es como la punta de un iceberb escondido. No lo quería, vuelve a decir para asombro de mi hijo, remarcando cada sílaba, ojala hubiera sabido escribir para escribirle y decírselo. Pero era mi tía quien le escribía por mí. ¿ y por qué no se lo dijiste? Oigo la voz de mi hijo. Porque me mataban, antes, eran otros tiempo.

Como mi abuela mi madre también tuvo diez hijos pero desde el tercero intentaba abortarlos, tirándose de una silla, golpeándose el vientre, pero, ya ves, sin resultado alguno. La vida con mi padre no le dio mejor vida sino todo lo contrario, pues con él vino añadido el problema de la bebida.

Lo que he pasado sólo lo sé yo, finaliza mi madre,.... yo he aguantado mucho, recalca una y otra vez, pasa que lo que no se dice no se sabe, por eso yo te digo que no quiero que lo digas, ya está. Yo lo sufrí, la que lo sufrí fui yo, dice con la autoridad que el mucho sufrimiento otorga.

Ya ves, amigo, tampoco yo fui un hijo querido, fui el séptimo, le dije a mi paciente que seguía con interés la historia, pero le juro que desde ese día comprendo mucho más a mi madre, saque usted las consecuencias que quiera de esto.


viernes, 11 de septiembre de 2009

Yo no fuí



Estoy indignada, lo aviso.
Y es que no hay mejor para ponerse de mala leche que oír la radio y oír a algunas personas. Las declaraciones del padre de uno de los jóvenes detenidos durante los altercados en Pozuelo y de su hijo no tienen ningún desperdicio. Después de los actos vandálicos como fin de fiesta y diez policías heridos, vas y oyes estos argumentos.
El hijo:
- la policía me vio tirar una piedra pero yo no fui.
- La policía tiene que culpar a alguien pero yo no fui.
- Yo pasaba por allí y ya me iba.
- Yo respeto la autoridad paterna, no es cierto lo que se ha dicho.
Lo peor de todo no son estas opiniones auto exculpatorias del hijo, comprensibles a fin de cuenta, pero, el padre pone la guinda:
- mi hijo es buen chico saca buenas notas.
- a mi hijo es tan bueno que nunca lo castigo.

Pero vamos a ver, a dónde vamos a ir a parar. Es que ya nadie tiene la culpa de nada, es que ya nadie es capaz de tener el coraje de asumir los hechos. Y me indigno, porque luego los expertos salen diciendo que es cuestión de mayor educación en el hogar. Pero qué educación le va a dar un padre que sale diciendo que nunca ha castigado a su hijo. ¿Entonces cómo lo educó? Me pregunto, porque si a un niño le dejas hacer lo que quiera y no lo castigas, dejándole hacer lo que a lo mejor hasta sus hormonas y su instinto le piden, acabará tirando veinte piedras más.
Y lo peor de todo es que estos padre son los mismos que viene na quejarse al colegio, porque es que a mi hijo el profesor le tiene manía, porque es que no es culpa de mi niño, y el hijo le dirá mamá no sé lo que hacer pero el profesor la tiene cogida conmigo. Vaya, ahí va el padre enfurecido a cuestionar la autoridad del profesor una y otra vez.
¿Estamos educando a monstruos? ¿Por qué la autoridad paterna está tan denostada?. Y luego pretendemos que estos mismos hijos hagan caso a la autoridad escolar… ja. De risa.
Ya está bien de echarle la culpa a la sociedad, a los videos juegos, a las pamplinas…. No, algo de culpa tendrán los padres... porque que traer hijos al mundo es fácil ,educar no. Porque es difícil decir, no, castigar, poner límites…
Recuerdo que mi madre venía a la maestra y le decía si se porta mal “péguele” y vaya sí lo hacía, pero yo jamás ni nunca cuestioné a mi madre ni a la profesora. Simplemente me portaba mal. Hoy en día estos ángelitos son sagrados, son intocables, son niños de papá aunque sus padres sean obreros, sí.. Pero también son insalvables. Creen que el mundo les pertenece, que pueden hacer lo que sea, siempre habrá un padre o una madre que defienda a los cachorritos.. .
Ay, qué sabía era mi madre. No justifico los castigo corporales y menos en los colegios, ¡OJO¡ Pero cuánto me enseñó un cachete a tiempo y un buen castigo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Hojas muertas


Llevaba tres horas apostado delante de aquel anuncio publicitario con una sola idea fija. Cuando se acabó los cigarrillos comenzó con las uñas. Pero no se movió un centímetro de su posición. De vez en cuando, alguien pasaba, entonces simulaba escribir un mensaje en el móvil.
La noche no tardaría en caer. Cuando vio llegar a la mujer renqueando vio la ocasión. Simuló hablar por el móvil, apretando contra su muslo el acero frío.
La mujer no se detuvo en el hombre de traje gris que hablaba acaloradamente y sonreía. Empujó la puerta de la entrada y arrastró las bolsas hasta el ascensor. El hombre, rápido, como un gato acorralado dejó su móvil en el quicio de la puerta, impidiendo, de esta forma, que la puerta se cerrase del todo.
Esperó unos segundos, sintiendo como su corazón bombeaba frenéticamente. Antes de subir se cercioró de que la calle estaba desierta y de que nadie lo miraba. Ascendió las escaleras sobre la punta de los zapatos sin hacer ruido.
Cuando llegó al tercero sonrió al certificar su sospecha. Sabía que estaba allí. Había luz debajo de su puerta. Sigiloso, sacó la llave que tenía guardada desde hacía mucho tiempo, tanto como su venganza.
La puerta apenas crujió. Agudizó el oído, sabía que estaba allí, la podía sentir. Siempre había sido así, esa especie de comunicación animal que ella nunca debió acabar. También sabía que ella lo había oído y que ahora temblaba de miedo refugiada en la cocina.
El hombre atravesó el salón vació en dirección a la cocina, la sentía respirar desde el pasillo. Abrió la puerta con cuidado dispuesto a acabar con el dolor. Pero ella se adelantó. Lo último que oyó fue como un crujir de hojas muertas que no pudo asociar con el sonido de de su cerebro resquebrajándose.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Literharturas



Mi amigo Fidel, sabedor de mis inclinaciones literarias, me preguntó un día si quería escribir en una columna en la última página de su periódico. El columnista, que se había ido inesperadamente a trabajar a Madrid lo había dejado de la noche al día en palanca. Qué se te ocurre, me dijo. Le dije que lo mío no era el periodismo sino la literatura. Pues escribe literatura, me respondió. Pero no puedes sobrepasar el espacio de lunacolumna me dijo. Pues no sé, le dijo, como no sean relatos cortos, y él me dijo, vale.

Entonces inventé, siempre con la idea de que los lectores participaran, que éstos me enviasen títulos con los que yo construiría un relato. La idea funcionó, bueno, en realidad, al principio sólo me mandaba mi mujer y mis amigos, luego, la gente se fue animando.

Al comienzo, todo fue bien, la gente me llamaba y me decía anda tía, sorprendente historia, qué facilidad tienes y este tipo de cosas, que para mí no lo eran tanto, siempre se me ha dado resumir; y buscar historias en cualquier parte era lo de menos, de esta forma, al menos no perdía la práctica de escribir cada día.

Los títulos que los lectores enviaban eran remitidos por el periódico a mi email y en poco tiempo comencé a recibir avalancha de títulos, pero también de críticas de todas clases Había todo tipo de títulos, algunos muy fáciles de convertir en relatos y otros, realmente difíciles, más de una noche me acosté pensando en la trama y más de una vez me levanté en mitad de ésta con la idea resuelta en mi cabeza.

Sin saberlo, fui absorbida por mis propios relatos y su construcción y elaboración fué abarcando muchas horas de mis días

Luego empezaron los problemas. Un día escribí una historia basado en la vida de la persona que me envió el título, como estaba claro que no tenía muy buen concepto del tipo de vida que llevaba la protagonista, la historia se convirtió una parodia de una vida parasitaria. La protagonista y dadora del título me llamó una noche a mi casa. Oye, ésa que has descrito no seré yo, dijo con voz lastimera. Tragué saliva, no claro que no, hay retazos de realidad pero todo es pura fantasía, ya sabes cómo es, literatura.

Decidí, con el fin de no buscarme más enemigos, apartarme del crudo realismo, inclinándome hacia el lado fantástico de la narrativa. A su vez, me esmeraba laboriosamente en encubrir en lo posible a los personajes para que cualquier parecido con la realidad fuese el mínimo. Aún así con esto, la cosa tampoco mejoró.

Algunos lectores comenzaron a enviarme email francamente descontentos, para nada su título se merecía ese relato ni, bajo ningún concepto, había sido enviado con la intención que yo le había dado finalmente. Estos comentarios me dejaron francamente desconcertada. No sabía qué hacer, cómo podía hacerle comprender a la gente que un título es abierto y puede sugerir mil y un relatos, que la literatura es metáfora y poliédrica y las palabras bailan distinto ritmo según quien la lea o haga. Todo se complicaba, si bien, es cierto que las felicitaciones y agradecimientos llegaban en cuentagotas, la mayoría, eran lectores insatisfechos a los que no había podido saciar con el relato.

Para más INRI mis amigos más cercanos se percataron de que me había convertido en una esponja o una planta carnívora que absorbía ansiosa cualquier anécdota o historia que me contasen para luego volcarla en forma de relato. Algunos dejaron de contarme nada de sus vidas por miedo a que los volviera un relatos, otros me prohibían tajantemente convertirlas en historias. Pero, y entonces, pregunté, de dónde saca un escritor las historias sino es de la vida, de lo que oye y ve, y siente, decía quejándome de mi suerte. A la mayoría les importaba un carajo la literatura, no querían verse reflejados en mis historias ni que sus vidas fuesen públicas. Esto me hizo pensar una vez más que la gente confunde la vida con la literatura.

Para colmo, mi mujer, que trabajaba como enfermera en una planta de desahuciados en el Hospital y que tenía la soberana costumbre de comentarme las múltiples enfermedades y las bajas sufridas por sus enfermos, cada noche ya en la cama se atrevió a llamarme dramática, sarcástica y asesina, por qué me decía, mis historias eran tan tristes, por qué mataba a tanta gente, por qué todo acaba tan mal. En más de una ocasión, me vi forzada, antes de publicar a cambiar el destino de algún personaje sólo para darle el gusto.

Un día llamé a mi madre y le dije cómo andaba, después de un minuto de silencio me dijo si algo de lo que ella me contara saldría algún día en el periódico, le dije que no abatida, así lo esperaba, insistió, además arguyó con un hilo de mala leche, a quien carajo le importaba su vida. No dije nada o dije que no se preocupara que todo era inventado.

Fue un duro golpe, a fin de cuentas, fue ella quien propicio este gusto por las historias, cuando, cada noche antes de acostarnos, nos narraba distintas versiones de un mismo cuento que ella misma inventaba.

Mi vida se estaba yendo al traste, me sentía, por momentos, incomprendida, zangoloteada por todos lados e incapaz de satisfacer a nadie.

Pensé seriamente en dejarlo, pero mi amigo Fidel me rogó que no lo hiciera que la sección tenía cierto éxito y que si quería me pondría en nómina o me aumentaba las palabras.

No sé, Fidel, le dije, creo que necesito unas vacaciones, me estoy hartando. Y me dediqué a leer autores muertos, al menos a éstos no los repica nadie.

(Cualquier parecido con la realidad es sólo pura coincidencia)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La profesora chiflada en acción



Se acabó las vacaciones, y vuelvo de nuevo al ataque.
Despedí las vacaciones yéndome de tapas con unas amigas. En el bar entre copa y copa hacemos una constatación: todas las que se dedican a la enseñanza hacen el mismo ritual antes de empezar el curso: limpieza de ropero y planchado de la ropa de verano-primavera e invierno.

Al día siguiente, me dirijo al instituto con falta de sueño y el producto de una mala noche (idas y venidas al baño a vomitar por no haberme tomado las pastillas del estómago) reflejado en la cara . Mis buenos deseos de causar una buena impresión en el primer día se han ido al traste.
Algo bueno: no me perdí en el camino.

Afortunadamente la mitad del centro llegaba de nuevas como yo, en mi departamento tres nuevos y dos antiguos. A pesar de mi estado anímico saludé y me presenté a todo el mundo o casi.

Mi primer día, no sé porqué lo juro, no pasó desapercibido. A mitad de la mañana me confundí y entré en el baño de profesores y cuando salía me encontré con el jefe de estudios subiéndose la bragueta:
- creo que me he equivocado de puerta- dije saliendo sin mirar.

Sobre las once y después de llevar un tiempo mirando hacia el suelo, me vuelvo a tropezar con el mismo y le comento si por casualidad (ya que había estado en su despacho antes) había visto un anillo.
¿ Un anillo?
Sí, me he dado cuenta esta mañana que no lo tenía, y he saludado a tanta gente.- le digo señalando la marca blanca dejado por mi anillo.- que creo que lo he perdido.
El director que me escucha se permitió un chiste.
- A lo mejor en el saludo alguien se lo llevó, hay especialistas en eso.

Doy por perdido mi anillo de casada. Pero no dejo de mirar al suelo. Llamo a casa, en el centro falla la cobertura tanto como en mi casa, ya sé, hay gente que esto no lo entendería, pero estamos en Canary Island.

A última hora repartimos los grupos, escojo dos terceros, un cuarto y biblioteca, me dan también una tutoría de tercero. Bien.

Recibo una llamada, el anillo, lo dejé junto a los otros en la mesa del salón....buff…Bieeen.
Salgo chiflada ( en las dos acepciones: loca y alegre) del instituto.