sábado, 26 de diciembre de 2009

Un cuento sin clichés



Érase una vez un hombre. He de confesar que tuve serías dudas acerca de si debía comenzar este cuento con “Érase una vez una mujer” pero, finalmente, desistí al llegar a la firme convicción de que, en primer lugar algunos de mis lectores no seguirían adelante y, lo que es más importante, el cambio de género presupondría en la mente de muchos de ustedes un relato tendente al sentimentalismo y/o a la expresión de sentimientos íntimos que no venían al caso.
Por lo que, desestimé que fuese una mujer la protagonista del mismo, ni tampoco un adolescente o un joven, ambos todavía con preocupaciones propias de la edad y de identidades que preferí, al menos en este relato, sortear.
Así que, lo que tenemos delante es un hombre, de mediana edad, de condición social media-baja. Nada de la clase alta o burguesa, que se me escapa a mi entendimiento y que suele tender fácilmente a la depresión o a la depravación. Un simple hombre, un peón de obra, casado, con dos hijos en edad escolar, una mujer, una hipoteca y un canario.
Un hombre, pues, muy normal, sin grandes sueños ni ambiciones, y lo que es mejor aún, sin grandes preocupaciones. Lo que se podría denominar un hombre práctico, que trabaja, que llega a la casa y besa a los hijos, que toma una cerveza fría frente a la tele y que cada año en su mes de vacaciones viaja invariablemente a la playa, para sentarse en la misma terraza al sol mientras se repite que eso debe ser la felicidad.
Pero un día, ah, siempre tiene que llegar un día, ése día, precisamente el que lo cambiará todo, el que abrirá un brecha, el que nos colocará indefectiblemente en una dirección emborronada con dos caminos o más por tomar, llega.
Y llega cuando el contratista junto con su jefe de obra reúne a todos los trabajadores y les comunica que se va a producirse una regulación de empleo. Todos entienden por el tono que eso implica despidos, ya no pueden pagar a los proveedores, dice el contratista. La crisis les ha llegado a ellos también.
Nuestro hombre, llamémosle, Abel, sueña esa noche con que es él uno de los afectados, y así sucede. Él, junto con cincuenta, más es despedido esa misma semana. Abel entra en un estado de angustia que antes jamás conoció, imagina su futuro en un instante, la cara de su mujer, sus hijos llorando, a sí mismo mendigando o lo que es peor, rogando una prórroga al director del banco. Se siente culpable, miserable, derrotado.
No necesita decir nada cuando llega a la casa, su gesto desenfadado se ha convertido en una máscara pétrea. La mujer, llamémosla Adela no sabe qué decir, jamás ha visto a su marido en tal estado de postración.
Adela, gracias a un carácter resuelto, se sobrepone enseguida. Le anima a que se tome un descanso y que luego busque por otros lados, con el paro y con su trabajo de media jornada irán tirando. Sólo hay que reducir gastos, apretarse el cinturón, ya verás como salimos a delante, le dice.
Pero Abel no se recupera, sale a la calle sin rumbo fijo, el camino a la oficina del desempleo es tortuoso y amargo. De pronto la vida ha dejado de tener sentido, a su mente vienen escenas desgarradas. Se hunde en la tristeza, se avergüenza de sí mismo, ya ni siquiera entra al bar para no consumir. Mide el tiempo en el dinero que se va, en el sueldo que no tiene. Pasa las noches en claro, y los días en oscuro, a veces, piensa en la muerte y no siente nada.
Entonces, siempre hay un entonces que rompe el continuo, que engarza las piezas o desbroza el camino, su hijo enferma gravemente. Los médicos no aciertan a saber qué le ocurre. Abel desespera en la habitación del hospital. Nunca ha rezado pero ahora lo hace, con verdadero ahínco, con las manos muy juntas.
No me quejaré de nada, pero no te lo lleves, le dice con el gesto constreñido de dolor. Prometo no quejarme nunca más de mi suerte. Abel entiende que no hay nada peor que perder a su hijo, todo se vuelve insustancial e indiferente frente a la pérdida de su vástago más querido.
Finalmente, el hijo se recupera, no es cuestión de ser cruel, a fin de cuentas, esto es un cuento de Navidad. Abel debe cumplir su promesa. Ese mismo lunes se apunta en un curso de reciclaje en la oficina de empleo y otro de informática.
Al final de la tarde decide ir a buscar a su mujer a la salida del trabajo. Compra un pastel de chocolate y un ramo de flores, de camino hacia el trabajo de ella se sienta en un banco del parque. Ha salido un rayo de sol entre los árboles. Abel, piensa que, a pesar de todo, la vida vale la pena vivirla. La felicidad, se dice ya no será nunca más la misma que creyó entonces, pero piensa que, ésta que vendrá nueva, será más profunda y verdadera puesto que se la va a ganar a pulso.

13 comentarios:

mjromero dijo...

Me ha gustado esa disertación sobre los porqués de la elección del personaje, y lo que más cuando entre sus "posesiones" personales descubro un canario... El resto es un buen cuento como suele ser habitual en Ico.

María dijo...

Un buen cuento para estas fechas. ;-)

Candela dijo...

y siguiendo el comentario de María: y para estas circunstancias. Basta la salud y la vida de quienes queremos. Lo demás si está, bien, y si no está ya estará más adelante. Un abrazo.

Isabel dijo...

Lo primero son los tuyos, el trabajo se puede recuperar, el dinero es sólo un medio. Un beso

yo misma dijo...

Por desgracia hay mucho de realidad en ese cuento..por suerte también de esperanza.

dintel dijo...

Me ha encantado que la clase alta o burguesa se escape a tu entendimiento. Lo he encontrado genial.

Mari Triqui dijo...

Es verdad, Ico, siempre nos queda algo más importante que también podemos perder. Ya se encarga la vida de recordárnoslo...
Besos volados

Belén dijo...

Saldrán de esta,. como todos, pero ostias lo que vamos a sufrir...

Besicos

Tantaria dijo...

Para ser vacaciones no paras con tu prolífica existencia! Besotes y pásalo todo lo bien que puedas en godolandia.

Anca Balaj dijo...

Cómo siempre un placer leerte. Me ha encantado, lo que cuentas y como lo cuentas.

Un beso y mis mejores deseos para 2010. Y para los siguientes también.

Pena Mexicana dijo...

Me ha gustado mucho la escena con el rayo de luz... yo la he vivido algunas veces y está llena de verdad :)
Besos y feliz 2010

Ico dijo...

Gracias a todos.. Tantaria en las vacaciones hago sobre todo lo que más me gusta, escribir, sino para qué serían las vacaciones... ?? feliz año a todos...

1600 Producciones dijo...

Buenísimo el comienzo!!! Las situaciones límites nos ponen en el centro, pero, generalmente, la cotidianeidad vuelve a tirar de costado.

Saludos y deseos de buen año!