lunes, 30 de noviembre de 2009

Liberia


Imagina que un día quieres volver a tu país. Llamémosle Liberia. Pero tu país ha sido ocupado militarmente por Dominia, un país vecino, por lo que para ir a tu casa necesitas pasar antes por Dominia.
Un policia en el aeropuerto te pregunta.
- ¿ De dónde eres ?
- De Liberia, respondes.
- Debes declararte en este preciso momento ciudadana de Dominia., Liberia no existe ya, como bien sabes Dominia lo ha ocupado.
- No- responde la mujer enérgica- soy de Liberia y no puedo declararme de otro lado.
- Si no te declaras ciudadana de Dominia en este mismo momento te quitaremos toda documentación y no podrás entrar en tu país nunca más. Reconoce de una vez que eres ciudadana de Dominia.
- Soy ciudadana de Liberia, no puedo afirmar lo que no es cierto.
El policía, tal como le habían ordenado, arrebata toda documentación a la mujer de Liberia imposibilitando así que puede entrar en Liberia. La mujer llamó a sus familiares y amigos. No tengo documentación, les dice. El rey de Dominia me ha dejado sin ella, no puedo volver a casa.
En esto entra Servilia en acción. Liberia había sido durante mucho tiempo colonia de Servilia hasta que la abandonó a su suerte, algunos dicen que simplemente la vendió a Dominia.
- La llevaremos de vuelta a Olvidada, dijo el ministro de Servilia al reino de Dominia.
Olvidada es una isla pequeña perdida en el atlántico y a sólo cien kilómetros de Liberia. Antiguamente ese archipiélago fue lugar de destierro de pensadores e intelectuales contrarios al regimen como Unamuno.
La mujer es trasladada a la fuerza a Olvidada, realizando así Servilia el trabajo sucio de Dominia. Pero la mujer, que sólo quiere volver a Liberia y ver a sus hijos y a su familia protesta, nadie le hace caso, no en vano ha sido desterrada a Olvidada con esa intención. Entonces comienza una huelga de hambre en el mismo aeropuerto hasta que pueda volver a Liberia.
En la isla de Olvidada comienza su sufrimiento y calvario. Apenas recibe más atención que la de algunos humanistas que se preocupan por ella y por el pueblo de Liberia. Mientras hay noticias más importante: el fútbol, el estatuto catalán, o la reiterada retahila etaina.
Pasan los días, la mujer pasa hambre, tormento y dolor físico pero, una inconmensurable determinación de volver a su tierra la sostiene en vida. Las mujeres de Liberia hacen un llamamiento al mundo, ellas también se pondrán en huelga de hambre hasta que la mujer pueda volver a casa. Pero Liberia es un país muy pequeñito en una esquina de África y sólo cuando el grave riesgo de morir de la mujer se avecina, Servilia reacciona.
- Te daremos el pasaporte como ciudadana de Servilia.
- Yo no soy ciudadan de Servilia, soy de Liberia- responde la mujer con apenas un hilo de voz.
Mientras la prensa de Dominia acusa a la mujer de terrorista, cada vez más se alzan las voces para que la mujer vuelva a su tierra. Hoy lleva quince días de huelga de hambre. Quien no conoce la determinación de los habitantes de Liberia no sabe que la mujer se dejará morir por volver a su tierra.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Quedada mañana en Lio



Quedamos finalmente en Lio, calle Pelayo, 58 sobre las 8 ó 9 en Madrid, para todas aquell@s bloguer@s que quieran conocerse.

martes, 24 de noviembre de 2009

Realismo sucio y disidencias



A veces me da por eso. A otros les da por tira piedra a los aviones. Lo mío es menos peligroso. Cojo un libro al azar de la biblioteca, normalmente de un autor desconocido, leo la contraportada y me lo llevo a casa. Esto sucedió con "animal tropical" de Juan Pedro Gutierrez.

No pude pasar de la página 60. También esto me ocurre frecuentemente. No continúo leyendo sino me convence. En lo que pude apreciar en esas sesenta páginas, cuenta la historia del autor, un cubano que no hace nada más que beber ron, pasear por las calles de la habana vieja y tener sexo con todo lo que se mueve. En medio, muchas pajas, mucho semen y coloquiales conversaciones escatológicas. A esto le llaman los críticos “realismo sucio”.

Esta escritura descarnada tiene algunos antecedentes como Bukosky y Henry Miller, en su época fué provocadora, sin embargo, actualmente, con los medios televisivos contando más de lo mismo, resulta hasta ingenua.

Aún así este tipo de literatura tiene sus adeptos, sobre todo, en el género masculino, por lo que hay de exaltación de la virilidad, “escritura macha” se podría llamar”, por ponerle un nombre. A mi, personalmente, me aburre soberanamente. Sobre todo creer que se puede sostenerse una novela mediante la gimnasia sexual de un personaje. Qué quieres que te diga, prefiero la gimnasia mental.

La literatura es para mí una fuente de placer, pero no es la lectura del placer físico lo que me da el placer de lectura. Un libro abierto debe ofrecerme una ventana abierta a la imaginación, a la reflexión, pero también a la posibilidad ideal de convertirme en otra y bucear en otros mundos o incluso a la posibilidad de transformarlo; todo esto, al menos mientras leo. Esto no lo consigue una novela mala como la de Pedro Juan Gutierrez.

Todo lo contrario me sucedió con “Jacob von Gunten”, de Robert Walser, novela profunda e inquietante donde las haya. Este volumen fue escogido de los estantes de la biblioteca con intención; tenía ganas ya de leer algo de este autor, extraño personaje que fue encontrado muerto sobre la nieve.

Jacob von Gunten es una novela corta donde se narra la estancia de un adolescente en un internado “donde se aprende muy poco”, en donde apenas hay profesores y los alumnos tienen muchas horas de ocio. Desde el inicio el protagonista y su particular visión nos va introduciendo en una extraña atmósfera fluctuante entre la realidad y el sueño mientras, se cuestiona el sistema social existente la finalidad del sistema educativo o el sentido de la libertad individual en la sociedad moderna. No hay respuestas, las preguntas quedan ondeando en el aire tras su lectura ¿ Es más feliz el hombre libre o el sometido? ¿Puede un ser extremadamente sensible al que rudeza de la vida se le hace insufrible, adaptarse a ella?¿Es posible la disidencia de un mundo que no te gusta? Cuestiones que quedan sin resolver para que el lector, busque en sí mismo y escoja su opción. Él autor supo hacerlo a su manera eligiendo, por voluntad propia, aislarse en un manicomio. Debo leer más novelas de Walser.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Se escapa

Una hermosa metáfora de cómo a veces en el proceso de creación la obra se escapa de la mano del creador.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La búsqueda



El hombre entró en el bar y dijo. Una cerveza. Nadie dijo nada. Tan solo lo miraron los dos únicos clientes del bar. Uno era Perry Mason y el otro Sherlock Holmes.
Me llamó Ton, el gato con botas, dijo. Estoy de paso y busco a Blancanieves.
- Pregunta a ese hombre de la mesa- dijo el hombre de sombrero gris detrás del mostrador, mientras limpiaba un vaso con un paño sucio.
El hombre de la mesa no levantó la vista. Soy Juan sin miedo. Busco a Blancanieves. No la conozco, dijo aquél a quien llamaban Perry Mason. No la he visto nunca, soy abogado de uno de los enanos, él fue el que me habló de Blancanieves, nada más. Y qué le dijo, preguntó Juan sin miedo. Naderías. Le invito a un trago. Vengo de lejos. Hecho. El hombre, al que llamaban Perry Mason, de una barba ampulosa fumó de la pipa entrecerrando un ojo. Por qué la busca. Cosas. Qué cosas. Alguien que la quiere, me pagan para que la encuentre. No sé. Gruñón dijo que entró un día a trabajar en su casa pero que se hartó pronto, que era una mujer muy tiquismiquis, se negaba a limpiar los baños y decía que a ella nadie le tosía. Se fue por el camino de enfrente. Sherlock Holmes que estaba oyendo a los hombres interrumpió. Yo se dónde está. Juan sin miedo se le quedó mirando. Elemental, mi querido Watson. Tú eres Blancanieves, lo sé porque tienes las patitas blancas de cabra. A mi no me la pegas.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Sin nombre



No hay animal más cruel que el ser humano. El hombre es el único animal capaz de abandonar a los mismos de su propia especie. ¿Cómo no iba a abandonar a otros de distinta especie?

Esta perra fue abandonada por algún cazador de una raza llamada humana. La encontré en el barranco mientras paseaba a mis perros. Estaba tan delgada que se le podían ver cada uno de los huesos de su maltrecho cuerpo. Me siguió hasta casa y le puse en la puerta un poco de pienso y agua. La perra agradecida no ha parado de venir cada día a vernos, aunque está tan débil que apenas come nada, se conforma con un par de caricias. Hoy hemos llamado a una asociación, "Adopta un amigo en Gran Canaria" centro de acogida para animales abandonados. Nos ha dicho que se necesitan familias que acojan a los animales abandonados mientras les encuentran a alguien que los quiera adoptar. Ellos se hacen cargo de los gastos de veterinario y nosotras lo acogemos mientras tanto. No ha quedado otra, somos incapaces de ver a este pobre animal abandonado.

Hoy la he llevado al veterinario. Si pudiera me quedaría con ella, pero con dos perros y tres gatos creo que es suficiente. Mientras tanto esta perra sin dueño y sin nombre está acogida en mi casa.

Si alguien quiere adoptarla por favor escríbanme a este email nievesriver@yahoo.es Si hay alguien de Madrid interesado en Navidades estaremos allí. Ahora está muy escuálida pero el veterinario nos ha dicho que es una pointer. ¿Quieres ponerle el nombre tú?

( aquí en la puerta de casa aún sin entrar.)

Si de algo no me he arrepentido en la vida es de tener un perro como amigo. De momento esta bautizada como "Dana".

viernes, 13 de noviembre de 2009

Es un niño




Existe la maldad en los niños. Cómo no saber de ella, la veo, la he sentido aguijonearme. Sólo que es exquisita y se deja ver pocas veces, pero cuando eso sucede no lo olvidas nunca. Extraña sí, que la maldad pueda existir en el cuerpo de un niño, pero así es. Yo también creía como tú que los niños son siempre inocentes. Pero no es cierto, solo han tenido menos tiempo para aprender. Déjales tiempo. Espera a ver cómo la semilla anida en su ser emponzoñándolo todo y veras, y lo que un día creíste inocente y puro saldrá a la luz
¿Crees que un niño no puede ser perverso? ¡Ja¡. Aún tienes suerte, no has tenido la ocasión de conocer a uno como yo. Mírame, te mentiría acaso. Sí, creo que hay niños malos, niños perversos. Quizá el mal está más cerca de quien más sufre, contrariamente a lo que dicen los cristianos. Sufre y de ellos será el reino de los cielos. Mentira. No, sufre y estarás más cerca de ser atrapado por instintos destructivos y dañinos. Algunos, escapan a ella como Jonatah pero otros no, como Héctor.
Hector sufrió nada más nacer, los hospitales fueron su segunda casa. Es un niño feo, pequeño, de cuerpo enclenque. Tardé en acostumbrarme a su cara. Tiene el rostro alargado, las cejas juntas, la nariz fina, la boca pequeña de labios delgados y contraídos. Solo tiene un ojo, en el lado donde debía estar el otro no había nada, sólo una cavidad que a veces me parecía oscura y a veces una bola blanca. Digo que me cuesta mirarlo, suprimir el asco que me produce y no exagero. Hago grandes esfuerzos por controlarme y no apartar la vista de él. Hasta ahora lo voy consiguiendo.
Cuando supe que tenía cáncer y que esto le había llevado a perder el ojo, sentí lástima de él, no podía dejar de reprocharme no tener el suficiente estómago para mirarlo de frente y no detenerme en esa cuenca vacía. Sin embargo, esta conmiseración duró lo que tardé en descubrir que me hallaba ante un niño perverso y dañino.
Hector, era listo pero no era aplicado, tenía sin embargo una gran competitividad con sus compañeros y un afán de notoriedad que le hacía querer estar en todos los tinglados antes que nada, a costa de lo que sea y de quien fuera; por lo que no dudaba en copiar ostensiblemente de Internet, falsificar las firmas de sus padres o coaccionar a algún compañero para que le pasara los tareas de clase.
Al cabo de unos día comencé a darme cuenta que yo no era la única a la que producía ese sentimiento encontrado de repulsión y lástima. Los compañeros, incluso los mayores que él, los mismos que eran humillados e insultados por Hector, no osaban decirle ni una palabra más alta que la otra. Hector era un intocable, una especie de líder en la desgracia o en la maldad. Sabía detectar las debilidades de los otros y aprovecharse de ellas en su favor.
Por todo eso, el estado de piedad que suscitó en mí en un principio se ha ido convirtiendo en miedo y espanto al descubrir la verdadera personalidad de mi alumno.
- Eres muy astuto- le dije un día- porque no aprovechas esa astucia para aplicarla en tus estudios.
Me sonrió ladinamente, mirándome retador y fijamente a los ojos. Calculaba milimétricamente mis estados emocionales buscando inútilmente exasperarme. Esa mañana estaba especialmente tranquila, decepcionada quizás, después de ver lo poco que se esforzaban en los exámenes.
- Pero yo estudié- concluyó como todo argumento.
Lo miré un instante, tratando de desviar mi atención hacia el ojo derecho, si caía en el izquierdo corría el riesgo de hundirme en aquél pozo de podredumbre y espanto.
Le enseño el examen emborronado, tan oscuro y menguado como su propio rostro. Los rayones rojos como heridas son las faltas de ortografía.
De pronto entra en cólera y me arranca el examen de la mano. Grita enérgico. En ese momento el director se asoma.
- Métase el examen por el culo, zorra.
- ¡Fuera¡. ¡Póngase fuera de la clase¡- le digo temblando por dentro y tratando de atemperar mi estado.
Antes de marcharse mira sonriente a los alumnos. Victorioso. Calmado, extrañamente calmado. Se incorpora despacio, estira la cabeza erguida, el cuerpo menudo como un gallo de pelea, se pasea desde su asiento pavoneándose y me mira sonriendo.
Afortunadamente, ese trimestre llegó Jonahtan procedente de Cali. Era el extremo de Hector, amable, risueño, simpático. Como llevaba tanto retraso escolar lo senté muy cerca de mi mesa. Jonathan me contó su vida en Cali, la muerte de su madre a manos de unos pistoleros, la miseria que había sufrido.
Esa misma mañana en el patio tuvo un altercado con Héctor y del que solo supe de oídas pero esta vez, y contrariamente a lo que siempre sucedía, Jonathan no se amedrentó. En la clase noté que Hector lo miraba con su ojo atento y mezquino, entrecerrando fuertemente los labios, rojo de ira. Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal.
Al acabar la clase Hector vino a mi mesa sonriendo desde la cuenca del ojo vacío.
- ¿Seño, por matar a un negro hay la misma pena de cárcel?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Oficio a tiempo completo





Estoy cansada, cada día más. Creo que este cambio de horario no acaba de ajustarse a mi biorritmo. A fin de cuentas siempre es mejor echar las culpas de nuestros males a agentes tan inaccesibles como el cambio de horario y no pensar que es este oficio a tiempo completo lo que desgasta mis energías.

Porque esta es seguramente la profesión más absorbente del mundo y la más delicada, sobre todo si eres una docente a tiempo completo como casi todos los que nos tomamos en serio esto de educar. No son sólo las horas que damos clase sino las demandas que hacen cada día, las llamadas de atención en el aula, los constantes requerimientos, la absorción de tu energía vital y ruido, siempre mucho ruido, en los pasillos, en el patio, en el aula. Y yo que adoro el silencio, ando soñando con una isla desierta donde sólo oiga el mar.

Nuestro trabajo no acaba a las dos, en casa seguimos, preparando las clases, trabajando la mejor manera de hacerle amenos e interesantes los conocimientos, resolviendo conflictos. Aún cuando salgo soy capaz de ver en cualquier hecho ocasional la oportunidad educativa para aplicarla en clase. Trabajo durante el día, y a veces hasta durante el sueño, discurriendo, pensando en ellos, imaginando cómo hacerles llegar las enseñanzas. Trabajo incluso cuando hago verdaderos ejercicios de contención para no perder los nervios

Yo sueño con dormir largas horas los fines de semana, dormir y dormir días enteros. Pero no lo hago. Tengo una mente despierta. Los fines de semanas sigo pensando. Pensando.

Y, aún así, no dejamos de estar constantemente cuestionados por la sociedad ,por las familias, por los alumnos, por aquellos que piensan aún que tenemos muchas vacaciones.

A veces descanso y escribo o leo, alguna vez hasta libros sobre educación.

Qué será de nosotros los malos alumnos de Marchesi es uno de ellos. En resumen nos ofrece algunas de las claves para mejor llevar nuestro oficio.

El libro enfoca el tema sobre los malos alumnos y las dificultades para el aprendizajes, aportando estrategias para afrontarlo, entre ellas: la autoestima del alumno, la alfabetización emocional, la comprensión lectora, hacer interesante y cercano a sus intereses la asignatura, los acuerdos con el alumno, la participación de la familia…

En un lenguaje ameno Marchesi desgrana cada uno de los factores que inciden en la formación de un mal alumno y que viene bien ser recordado de vez en cuando.

Me quedo con algunas frases brillantes que me aplico.

“Es difícil gestionar el conflicto en una clase si los alumnos perciben que estamos sobrepasados”

“La profesores mantienen la autoridad por su saber hacer y por el equilibrio en sus decisiones, y no sólo por el hecho de ser profesor”

Finalmente, trata sobre la necesidad de cuidar el equilibrio emocional de los profesores tan tendentes a padecer “el síndrome del quemado” a través del cuidado de uno mismo.

Frases geniales y utópicas como estas:

“Primero hay que cuidar de los profesores y después será posible que ellos cuiden de los alumnos


domingo, 8 de noviembre de 2009

Lo que queda de la noche



Estaba a punto de servirme una copa e irme a la cama cuando oí que alguien tocaba a mi puerta. Era mi compañero de oficina. No me caía bien. Borja era el típico adulador y el guaperas de la oficina. Apoyé la mano en el quicio de la puerta poniendo cierta distancia entre su cuerpo y el mío. Te vienes a tomar la última, dijo guiñándome el ojo. Odio este tipo de camaraderías y hermanamientos en que acaban convirtiéndose las convenciones y los congresos, como si algo más allá que la empresa y el hecho de que viviéramos a tres mil kilómetros, nos uniera.
Sonreí falsamente. Insistió. Me resistí un instante sabiendo que era imposible con él. Casi todas sus conquistas las realizaba por puro cansancio, al menos así lo relataba cada lunes en la oficina sin una pizca de vergüenza. Me calcé los zapatos y cerré la puerta resignado a tomarme el último trago con él. A fin de cuenta, pensé, me daba igual tomármelo del minibar de la habitación que en el bar del hotel.
Por el camino Borja me iba hablando de los acuerdos llevados a cabo con otra empresa con un tono elevado que más me pareció dirigido a los huéspedes del hotel que circulaban por los pasillos y la recepción que a mí mismo. El bar del hotel era un sitio aséptico y aburrido como todos los bares de hotel. Una música de jazz sonaba muy leve. Al fondo se divisaba una pareja de ancianos jugando a las cartas. En la barra un hombre de mediana edad tomaba un café. Me alegré de que no hubiese gente, pues aquella tranquilidad presuponía el preámbulo de mi deseado descanso. Borja se acercó a la barra y habló con el camarero. Éste le sonrió diciéndole unas palabras que no oí.
Me disponía a sentarme en la barra cuando Borja me cogió del brazo. Vámonos, me dijo. Pero a dónde. Abajo hay una discoteca, esto es para ancianos. Protesté. ¡¿Una discoteca?¡ Estaba reventado. Solo una copa dijo mirándome con ojos de serpiente, venga hombre, es nuestra última noche. No quería discutir. Le seguí hasta el ascensor. No sé hasta qué piso bajamos. No recordaba haber visto ninguna discoteca en la entrada. Borja no paraba de hablar nervioso y excitado.
Está muy bien decía, da para el otro lado de la calle, como está a distinto desnivel no se oye nada desde el hotel. Vienen todas las chicas de la zona, parece que en este pueblo no hay otro sitio donde divertirse y las chicas vienen aquí porque sabe que vienen clientes distinguidos. Lo miré incrédulo, detestaba su vocabulario, seguro que toda aquella información la había obtenido mucho tiempo antes. Estaba seguro de que todo aquello no podía habérselo dicho el camarero en un instante. Caí en la cuenta de que la charla con el camarero no había sido más que un montaje para mí y que yo no era más que una pieza de todo aquello. No dije nada, en cierta forma, sentía lástima por aquél crápula necesitado de alguien tan aburrido como yo para que fuera testigo de sus conquistas. Me iría de allí cuanto antes.
Atravesamos un largo pasillo que torcía a la izquierda y luego a la derecha. El suelo y las paredes no estaban enmoquetados como el hotel sino pintadas, desde hacía mucho tiempo en un color gris viejo. Algunas tuberías de gas y de refrigeración sobresalían por encima de nuestras cabezas
Me preguntaba si aquellas instalaciones cumplirían la normativa cuando llegamos frente a un hombre negro y corpulento delante de una puerta metálica. El hombre nos saludó con una leve inclinación de cabeza. Al mirarlo de nuevo, observé que nos sonreía con una sonrisa extraña que rehusé analizar.
Nada más abrir la puerta me arrepentí de haber cedido a los intereses de mi compañero. Una música de salsa sonaba a un volumen ensordecedor. Debí tomar aire, la atmósfera se me hizo en un instante irrespirable a causa del la humareda del tabaco y de los efectos especiales que echaban a ráfagas en la pista. Sentí como algunas mirada caían sobre mí. El local estaba aún a medio llenar. Aquel era el mundo de la noche, pensé. Un inframundo tan básico, descarnado, y real como el de arriba, un mundo al que hacía tiempo había renunciado.
De buena gana me hubiese echado a correr en aquel instante hacia la tranquilidad de mi habitación de hotel sino fuera porque mi colega apareció en aquel instante con dos cubas- libre en la mano. Pronto descubrí que era imposible mantener una conversación. con él. Allí no se iba a hablar me dije. Borja se distanció de mi para acercarse a la pista, yo aproveché para sentarme en una de las mesas libres, dispuesto a terminar en breve mi bebida y largarme tan pronto como pudiera a la habitación.
Observé que la mayoría de los que estaban allí eran chicas y chicos muy jóvenes, algunos en parejas, otros en grupo. Me detuve a mirar con curiosidad el ritual del apareamiento como si viese un documental en televisión sobre la vida salvaje. Comprobé que las chicas no bebían o bebían muy poco, tal vez un refresco con pajita, mientras que ellos no paraban de pedir en la barra. También vi que ambos sexos, sin hablar, se lanzaban miradas ansiosas sin dejar ni un instante de mover las caderas. Pensé que si la música no estuviera tan alta y el local estuviese algo más ventilado no estaría tan mal permanecer allí viendo como aquellas mujeres bailaban con ritmos sensuales.
Miré a Borja que se había lanzado a la pista animado por una jovencita que le seguía los pasos intentando no ser pisado por él. Me pareció ridículo, pero al instante me di cuenta de que yo debía parecer igual de ridículo que él, salvo por el solo hecho de que aún no me había atrevido a lanzarme a la pista.
Miré a los hombres, tipos jóvenes, algunos con bigotes y zapatos blancos que parecían estar imbuidos por la música. De pronto viví un deseo repentino de ser uno de ellos y tomar a aquellas mujeres por la cintura Las luces azules y rojas daban al local un aspecto irreal y poco a poco me fui olvidando de mis ganas de huir para quedarme extasiado en aquel mundo de la noche. Sonreí de mi mismo y de lo que llamé espíritu de la noche que me impedía dejar de mirar los cuerpos de las mujeres, sus movimientos sensuales y felinos y, lo que era peor, de imaginar futuros escarceos. Bebí sediento, contemplando aquellos cuerpos que me parecieron hermosos, perfectos, de una belleza animal que había olvidado.
Me pedí una nueva copa para mí y para mi colega. La camarera, una joven con una falda minúscula y con blusa que dejaba ver gran parte de sus pechos ,me sonrió. Sentí que me excitaba al instante. Advertí que alguna de las mujeres me miraba. Borja bailaba ahora con una mulata en la pista. A su derecha divisé a una de las mujeres más bella que he visto nunca, su cuerpo zigzagueando al son de la música. Me detuve en observarla, sus rasgos eran de una belleza hiriente y su cuerpo se movía al son de los movimientos de una pantera. Me sentí hipnotizado. Estaba de espalda, por lo que sólo podía ver su cuerpo. Miré su nuca que me pareció de una elegancia hiriente,
Estaba atrapado. No podía dejar de seguir aquellos movimientos cadenciosos y sensuales. Me bebí la copa sin dejar de mirarla. Entonces se dio la vuelta y me vio mirándola. Entonces bailó para mí. Me tomé la copa de un sorbo. No volví a ver a Borja. La gente comenzó a llegar en bandada, jóvenes, animales perfectos en busca del apareamiento. Me aflojé la corbata, me sentía mareado. Comencé a beber de la copa de mi colega. El cuerpo de la mulata brillaba a la luz de los neones.
Entonces me levanté dominado por una fuerza oculta y superior a mi mismo. Nunca me había pasado aquello. Las caras a mi alrededor se deformaban tomando rasgos salvajes. Andaba tambaleándome en medio de las pieles que brillaban, los músculos henchidos a través de las finas telas, el olor a sexo. Me plante delante de ella. No sé lo que dije, ni que me dijo. Bailamos o me dejé llevar.
Me olvidé de Borja, de que no sé bailar, de que mi vuelo salía a las ocho de la mañana. Me sentí llevado y dominado por una fuerza superior que me llevaba y a la que no podía renunciar. Me abracé su cintura, descendí mi mano, aspiré su olor animal. Apoyó su mano en mi cuello, su piel me quemaba o era yo quien ardía. Sentí como mi cuerpo se desnudaba de las ataduras y era incluso capaz de dar algún paso, como si ése ritual olvidado fuese parte de mi mismo. Luego creí ver que me llevaba atravesando la pista, tropezando con cuerpos calientes y miradas de gente nativa. Recuerdo el cuerpo de aquél animal salvaje brillar en la oscuridad del cuarto, recuerdo mis gemidos arrancando palomas al vuelo del alfeizar de la ventana.
Me despertó la voz automática del recepcionista. Estaba solo. Me di una ducha rápida, tenía media hora para llegar al aeropuerto. Sentía mi cabeza vacía. Entregué las llaves en recepción. Tomé un café en el bar del hotel. Allí estaba el camarero de la noche pasada. Sonreí. Qué noche, le dije, vaya una discoteca que tienen abajo. ¿Discoteca, señor? Sí abajo, en el sótano. La discoteca de salsa. Abajo está el parking señor, no tenemos discotecas. Me tomaba el pelo. Anoche bajé a la discoteca con mi amigo. Estuvo aquí, preguntándole. Si, me acuerdo, me preguntó por un sitio animado y le dije que esto era lo que había. No entendía nada. Tenía que irme. Mi avión iba a salir. Cuando abrí mi cartera advertí que me faltaban doscientas euros.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La cima



¿Alguien se ha cuestionado alguna vez los fundamentos de la disciplina que imparte? Yo lo hago constantemente. Incluso, antes de que mis alumnos me pregunten para qué sirve lo que estoy dando ya me lo he planteado yo muchas veces antes.
Y es que la lengua no es una ciencia por mucho que se empeñen algunos, tiene tantas reglas como excepciones, es una asignatura especialmente compleja y abstracta. Tampoco ha ayudado a su comprensión el continuo cambio de terminología que se ha venido produciendo en los últimos años. Las editoriales, en su empeño de renovar los libros de texto no han hecho otra cosa que enmarañar el currículo cambiado la terminología de algunos conceptos y, de esta forma, justificar su venta. Quien haya estudiado lengua hace veinte años puede encontrarse muy perdido en esta jungla de nuevas terminologías lingüísticas.
Y en medio de todo esto, está el alumno que tiene un conocimiento intuitivo de la lengua pero al que le resulta baldío y poco atractivo la formalización y clasificación de la lengua a que nos obligan la programación didáctica y los manuales de textos.
El estudiante, comprensiblemente, se pierde constantemente en enrevesadas categorizaciones y sistematizaciones léxicas, sintagmáticas y funciones lingüísticas. A esto se añade que, todo lo que, supuestamente han aprendido en primaría, como por arte de magia se les ha olvidado repentinamente en secundaria. Precisamente porque no es un aprendizaje significativo, es decir, no está unido a sus intereses ni lo sienten como algo útil sino todo lo contrario, como una materia abstracta y densa cuyo fin no acaban de ver.
Estas disquisiciones vienen a cuenta del primer control realizado con una gran mayoría de suspensos. Descubro que mis alumnos no saben estudiar, ni hacer esquemas o resumir, y menos aún encontrar las categorías en un texto. Muy lejos queda pedir que hagan un escrito con cierta coherencia lógica.
Entonces me digo que tengo que empezar de cero, no puedo avanzar, pues sin la base es imposible que entiendan lo que está por venir; y mi pregunta es la siguiente: qué hago tiro la programación a la basura o me detengo a salvar a la mayoría. Mi asignatura, lengua y literatura entendida de esta manera es un rollo, tal como ellos dicen.
Creo que lo que de verdad sería importante, al menos en estas edades, ya antes del bachillerato, es que aprendieran a estudiar, discerniendo lo importante de lo que no, que comprendieran lo que leen, que sepan resumir, analizar, sintetizar y lo que es más necesario , que puedan un día leer y hablar con verdadero sentido crítico. Mientras, la programación oficial nos pide que los atosiguemos con complejas clasificaciones gramáticales.
Y yo me siento cada vez más como Sísifo, aquél que llevaba la piedra a la espalda y estaba condenado a subir una y otra vez la montaña sin nunca llegar a ver la cima. La piedra es la programaciones que debo cumplir y yo soy el condenado a no ver la cima. Alguien dijo una vez que nuestra escuela es del siglo diecinueve, los profesores del XX y nuestros alumnos del XXI. ¡Qué gran verdad¡

martes, 3 de noviembre de 2009

La mujer que un día fuí

El otoño ha llegado sin darme cuenta. La tarde está tan cálida y apacible. Me gustan los colores del otoño cuando cae el sol sobre los árboles.

Ja, escenas campestres a mí. A quién vas a mentir. Disimulas, sabes bien que estoy aquí. ¿No te decidirás a hablar? Esperaré. Desde aquí puedo ver al jardinero encorvado sobre los jazmines. Cuánto ha envejecido. Aún lo recuerdo alzándome en volandas por el aire. Pero de qué vas, jardinero, armonía. Pero a quién quieres engañar. Estoy aquí y te conozco mejor que ti misma. Cómo transcurre el tiempo. Ahora yo soy tan vieja como cuando él me levantaba por el aire. Buff...qué letanía. Seguirás así mucho tiempo. Siento el otoño en mis huesos y en mi piel que ya no es la de antes. Aburres al más pintado. Te vas a dejar de monsergas, soy yo, no te olvides, yuhuuu, hola, estás ahí, soy yo. Aunque es en mi corazón donde noto mi envejecimiento, ya no siento los arrebatos de juventud. Bueno, algo es algo, a ver si esto empieza a ponerse interesante. ¿Hablaremos de sexo? Me pregunto si aún amo a Albert con aquél frenesí de los primeros años. ¿Quieres que te responda yo? Sin lugar a dudas, no. Siento su amor como algo dulce y plácido pero, de lo que en cualquier momento podría prescindir. Evidentemente, pequeña, qué creías. Qué extraña es la vida. ¿Es esto envejecer? Desde luego que sí¡ ¿Vas a seguir mucho tiempo con el tema? Tengo que estar aguantando esto. Me voy, definitivamente, me voy, cuando te decidas volveré.

Espera. Ah, por fin.

Pero déjame explicarte. ¿No quieres saber mis razones? Si insistes. Sí. Hace años toda mi voluntad se centraba en querer a Albert, en mostrarme solícita y atenta, deseando cubrir todas sus necesidades. Luego eso no fue suficiente. Con el tiempo aprendí a dejar esa labor a las criadas o algunas amantes y así poder tener realmente tiempo para mí. Piensas demasiado. Sí. Albert dice lo mismo. Pienso en cómo será mi muerte y cuando me sobrevendrá. Tú has elegido. Sí, elijo libremente, por primera vez, irme contigo. Es un duro precio, pero así lo has querido, despídete de tu jardín. Será pecado desear haber nacido en el futuro. Probablemente. Ser realmente libre. Estar ahí. Solo podrás verlo un día. Luego se acabó. Un día. No podrás volver jamás. Sí, ése es el trato. Viajar en el futuro y ver a la mujer liberada. Por eso me has llamado. Sí. Por eso has invocado mi presencia, acaso pensabas que no vendrías. Tengo miedo. Aquí dejarás los temores. A partir de esta noche abandonarás el mundo de los mortales. No quiero sufrir. No te prometo eso. Sólo un instante más. Espera. Está tan bonita la tarde.


lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Donde están las mujeres manos patas? En las nubes ( aire)



Las mujeres manos patas no son mujeres refinadas.

Nadie en el mundo las podrá convencer de que una puesta de sol no es el cuadro más hermoso del mundo.

Fascinada, por ese inmenso lienzo cambiante, practican el arte de estar largo tiempo mirándolo.

En las tardes de otoño, cuando el cielo es rosas y lila podrás verlas ahí, en medio de ese paraje solitario, contemplando absorta el desfile de nubes blancas sobre sus ojos. Entonces piensa en cosas dulces como un pastel de cumpleaños o un vestido de niña bien que nunca tuvo.

Otras tardes de asueto, estará detenida en ese espacio infinito y variable como si éste albergara todas las respuestas.

Cuando el sol abandona la tierra dejando su reflejo iridiscente sobre las montañas, y los colores se tiñen de ocres y naranjas es muy probable que acontezca en las mujeres manos patas ese sentimiento arrebatado de pertenencia a la tierra que tanto anhela, por lo que suelen mirar el descalabro del cielo como si fuese la primera vez.

Es, en esta observación metódica y plena, donde su espíritu aventurero descansa y la mente parece reposar del frenesí de las ideas.

Sin embargo, no se dejen engañar. Como las nubes, su pensamiento nunca permanece igual: ora, persigue a las gacelas o al elefante que se ha formado en las nubes, ora piensa en la mujer primitiva que fue hace siglos y que contempló con el mismo éxtasis que ella el cielo.

La tarde policroma se difumina desflecándose en jirones añil y ámbar.

En ese momento, las mujeres manos patas sienten que el cielo las envuelve en su manto gris acogiéndolas en su útero celeste.

Cuando los árboles negros forman figuras planas con las montañas como si el mundo sólo fuera luz y sombra, las mujeres manos patas saben que es la hora de volver a casa.