martes, 15 de septiembre de 2009

Todo sobre mi madre


Nunca he querido a mi madre. Esta afirmación que sé bien que le puede parecer aberrante o anti natura es más común de lo que se pueda creer. Y esto lo he podido constatar de manera concienzuda a lo largo del ejercicio de mi profesión. Soy cirujano cardiovascular, por lo que, a diario realizo complejas operaciones, algunas a vida o muerte.

Desgraciadamente, en no pocas ocasiones, soy la última cara que un paciente ve. Esto lleva acarreado como consecuencia, el hecho de que algunos pacientes solitarios o en situaciones extremas me confiesen algún secreto a modo de alivio por si la vida futura se adelanta. En contacto diario con la muerte he podido observar que hay seres que entran en paz y con la conciencia tranquila de haber actuado de manera honesta y acorde a unos principios en la vida. Sin embargo, hay otros, en cuyo rostro se aprecia las huellas de una vida atormentada y que, a un tris de perderla revelan, a modo de excusa de su comportamiento, los más extraños secretos.

La última de estas confesiones me la realizó un preso que fue trasladado del penal para someterse a una operación de corazón de gravísimo riesgo. La intervención consistía en extraer las venas de las piernas y sustituirlas por las del corazón, era una operación novedosa y muy delicada, pero el preso, asumiendo que su muerte no podía ser peor que su vida, decidió someterse a ella.

El paciente, minutos antes de la intervención quiso hablar conmigo, le pregunté qué tal se encontraba respondiéndome que no muy bien, pero que, de todas formas, quería hacerme una pregunta. Le animé a ello esperando una pregunta relativa a la intervención que iba a realizar, sin embargo, no fue así.

- Quisiera preguntarle, porque usted es un hombre de estudios, si tengo la obligación de querer a mi madre, quiero decir, nunca la conocí, me abandonó cuando yo era un crío, desde que pude me busqué la vida y aquí estoy. No me quejo yo mismo me busque la ruina, pero mi madre no me quiso nunca, al menos eso dicen quien la conocieron antes de largarse con uno, pero ¿Es que tengo yo el deber de quererla? Mi compañero de celda dice que sí, que las madres son sagradas, pero yo no lo tengo muy claro… Usted qué piensa…

Reflexioné unos momentos y dudé si contarle mi experiencia, pero dado su estado y su extrema gravedad sentí que le debía una respuesta sincera.

Mi madre, comencé, siempre ha sido una mujer muy autoritaria, en casa se hacía lo que ella decía y no había opción a réplica. Nunca fue una mujer cariñosa y jamás le ví un gesto de afecto hacía mí o hacia cualquiera de mis hermanos. Su única preocupación era que estuviésemos bien alimentados y que sacásemos buenas notas. En esos dos aspectos nunca tuve dificultad en mi época juvenil, no obstante, sí que eché en falta el afecto propio de toda madre. Era un bloque de hielo con una lengua más afilada que mi bisturí, y de la que era mejor saber apartarse a tiempo. ´

Un día mi hijo, que ya estaba en el instituto, me comentó que la profesora de historia había ordenado como trabajo final de curso una entrevista a los abuelos preguntándole acerca de su infancia y su juventud.

Mi madre, que según envejecía se volvía más afable y afectuosa, sobre todo con los nietos, le concedió la entrevista. Mi hijo, agobiado porque debía hacer la transcripción me pidió ayuda para hacerlo. Receloso primero, ayude sin embargo a mi hijo, a quien no le agradeceré nunca lo suficiente, la ocasión que me dio de descubrir quién había sido mi madre.

Mi madre, la séptima hija de diez hermanos había nacido en un entorno rural muy empobrecido. En la grabación con una voz de mujer que se ha hecho a sí misma cuenta cómo desde muy pequeña tuvo interés por aprender y saber y, cómo este derecho básico hoy en día, no pudo realizarlo porque no había maestra en el pueblo, más que unos pocos días cada cierto tiempo. Sigue diciendo que tenía siete años cuando comenzó la guerra civil española y no llegó a sufrir las contiendas bélicas pero si el racionamiento y la escasez de producto elementales. A las islas no llegaba nada por el bloqueo por lo que las gente, mayoritariamente campesinos empobrecidos, vivían de lo que las tierras desérticas y estériles les ofrecía, es decir, tubérculos, papas y batatas cuando había.

Mi padre entre risas cuenta como casi la mata a palos su padre cuando un día al volver de las tierras no le había preparado la comida porque, sencillamente no había comida. Y cómo su madre, deseando casar a las hijas porque no había con qué alimentarlas, la casó con un hombre al que no quería.

No lo quería, repite mi madre una y otra vez y su voz es como la punta de un iceberb escondido. No lo quería, vuelve a decir para asombro de mi hijo, remarcando cada sílaba, ojala hubiera sabido escribir para escribirle y decírselo. Pero era mi tía quien le escribía por mí. ¿ y por qué no se lo dijiste? Oigo la voz de mi hijo. Porque me mataban, antes, eran otros tiempo.

Como mi abuela mi madre también tuvo diez hijos pero desde el tercero intentaba abortarlos, tirándose de una silla, golpeándose el vientre, pero, ya ves, sin resultado alguno. La vida con mi padre no le dio mejor vida sino todo lo contrario, pues con él vino añadido el problema de la bebida.

Lo que he pasado sólo lo sé yo, finaliza mi madre,.... yo he aguantado mucho, recalca una y otra vez, pasa que lo que no se dice no se sabe, por eso yo te digo que no quiero que lo digas, ya está. Yo lo sufrí, la que lo sufrí fui yo, dice con la autoridad que el mucho sufrimiento otorga.

Ya ves, amigo, tampoco yo fui un hijo querido, fui el séptimo, le dije a mi paciente que seguía con interés la historia, pero le juro que desde ese día comprendo mucho más a mi madre, saque usted las consecuencias que quiera de esto.


14 comentarios:

Tantaria dijo...

Es difícil ponerse en el lugar de los demás. Quizás, si lo hiciéramos más a menudo, podríamos comprenderlo todo, hasta nuestros miedos.
Me ha gustado Ico! Besotes

muchacha en la ventana dijo...

Ico, me ha encantao.Qué dificil es entender a los demás, hay que ponerse en el lugar del otro.

un beso, grandísimo relato

Cris dijo...

Soy docente y veo que detras de cada niño con trastornos de conducta hay un drama familiar donde generalmente él es la víctima. Muy bueno tu relato y tu blog. Saudos cariñosos

Beelzenef dijo...

Las circustancias en la vida son las que nos hacen como somos, por eso no debemos juzgar sin conocer antes.
Hace pensar...

Anónimo dijo...

buen relato.....pero...demasiado duro, siempre hay algo bueno, hasta en lo mas malo, me ha faltado eso, aunque, me quito la pamela Ico, me he hecho adicta! ya ves, esperando tu proximo post

TARA dijo...

Buenisimo el relato Ico, me ha gustado mucho. Siempre deberiamos pensar antes de juzgar, que hay detras de esa cara y ese cuerpo, porque siempre hay una vida, que unas veces habra sido dura y otras no tanto...

Muy bien llevado, me ha encantado

Sigue asi ico

María dijo...

A mí me ha tocado en suerte una gran madre.

Isabel dijo...

Un relato muy bueno, una mujer que sufrió toda su vida, tanto que no pudo disfrutar de sus hijos. Un beso

Belén dijo...

Hay veces que la química la encuentras fuera de la familia, eso si es cierto, si...

Besicos

mjromero dijo...

Cada madre debe de llevar un mundo, como cada hijo o cada padre, nunca se sabe qué puede haber detrás de cada mundo.
Un abrazo.

frida dijo...

Las madres llevan un mundo adentro, un mundo a cuestas y, además, són las que mueven el mundo...Y detrás de cada una de ellas hay una historia, un porquè, una explicación, un motivo que no siempre es el que quisiéramos o desaáramos que fuera...Yo tuve la suerte de tener una madre coraje...y la inmensa pena de que no ésté ya conmigo.

la cocina de frabisa dijo...

Es una historia dura pero suena muy real. Menos mal que ese hombre tuvo oportunidad de comprender el carácter arisco de su madre. Hay personas forjadas en entornos primarios, rudos y casi me atrevería a decir que salvajes que no han conocido el cariño y por tanto no saben tampoco darlo.
Me apena esa mujer, esa pobre mujer cuyo sufrimiento fue tan intenso que no supo hacerle llegar el cariño a sus hijos, porque quiero creer que si los quiso y los quiere.
También me apena ese hombre que no ha podido querer a su madre, aunque posiblemente haya empezado a hacerlo.

un beso

Candela dijo...

Ico, muy buen relato. Uno más de tus buenos relatos. Me alegro de haber conocido tu blog y de esperar y disfrutar tus regalos. Un beso.

PATSY SCOTT dijo...

Precioso relato. Todas las madres guardan algunos secretos. Y muchas son grandes desconocidas para sus hijos.
Me ha gustado mucho tu blog. Volveré.
¿Son tuyos los pies?