domingo, 27 de septiembre de 2009

El día después



Silvia conoce a Carmen en un encuentro de profesores y estudiantes. Una es profesora de francés y la otra de educación física. Cuando sendas clases deciden debatirse en duelo frente a una pelota y un terreno pedregoso donde ya han resbalado más de un estudiante, ambas se sientan sobre un tronco de almendro bajo el sol de media tarde. La mitad de los profesores andan borrachos pero ellas dos permanecen serenas, no se lo dicen pero saben que han compatibilizado magníficamente. Silvia acaba contándole que hace un año se separó y que tiene dos hijos. Carmen le cuenta que está en crisis pero que aún vive con su compañero que no es el padre de su hijo. Silvia sonríe todo el tiempo y a penas presta atención a sus chicos que van perdiendo estrepitosamente. Se encuentra en un estado de conexión con Carmen que hace desaparecer todo el entorno, música, muchachos sudorosos detrás de un balón, compañeros que se acercan con copas a escondidas. Todo se desvanece y desparece quedando solo ellas dos sentadas en aquél tronco debajo de un árbol.

Pero el partido termina, y el autobús llega. Se intercambian precipitadamente los números de teléfonos y los emailes y se prometen llamarse para que sus hijos, de la misma edad, se conozcan.

Esa misma noche, Silvia, después de acostar a los chicos escribe un email a Carmen agradeciéndole esa maravillosa tarde. No pasan ocho horas antes de que Silvia reciba la respuesta. Ella también está encantada de haberla conocido y de “encontrar por fin a su alma gemela”. Silvia se precipita a releer de nuevo su correo nada más levantarse. Despierta a sus hijos con una sonrisa y se va a trabajar en un estado de flotación constante. Piensa si será muy pronto para llamarla y decide, finalmente, devolverle el email y quedar esa misma tarde para que los niños se conozcan. Los chicos de doce, once y diez años compatibilizan bastante, se suben al cuarto y no salen de él en toda la tarde.

Silvia y Carmen permanecen en el salón hablando de todo y de nada, ansiosas por desvelarse. Silvia se siente completamente absorbida por cada palabra que dice Carmen. Todos sus sentidos están expectantes al menor movimiento, al balanceo de sus manos al hablar, a los gestos de su cara. Carmen, por su parte está fascinada por esa mujer tan cándida, de corazón tan blanco y puro y una de belleza serena. Las horas pasan y son los chicos quienes finalizan el embrujo, las mujeres se sonríen mientras meten una pizza en el horno.

Se vuelven a ver al día siguiente y al otro. Tienen mucho qué contarse como les pasa a las almas gemelas que se encuentran después de toda una vida de buscarse. Esa noche Silvia le escribe un email a Carmen donde le dice todo el bienestar que siente cuando la ve, el deseo de que no pase el tiempo, de que la vida se detenga, de que nada se interponga en ese espacio en el que están las dos.

Silvia se encuentra en un estado que define de iluminación. Hace lo de siempre, despierta a los chicos, los lleva al colegio, imparte sus clases, regresa a la casa, pero se siente otra mujer nueva, que no conoce, que renace y que sufre cada momento que no está con ella. A la vuelta del colegio pasa a comprar comida en el supermercado, espera encontrársela, en su cabeza repasa una y otra vez cada una de sus palabras. Regresa, prepara la cena de los chicos y espera que Carmen y su hijo vengan. Esa noche hablan de sentimientos, de la intensidad de su amor, entre lágrimas y temblando. Carmen le dice que ella siente lo mismo, que siente que todo es muy intenso y bello. Se abrazan y sienten cada uno latir el corazón de la otra de forma inusitada.

Esa noche a Silvia le cuesta conciliar el sueño, se despierta en mitad de la noche sudando y le escribe un largo email a Carmen. En él, le declara abiertamente su amor, ella nunca ha tenido experiencia con mujeres pero siente que su cuerpo está preparado que eso es lo que desea y que espera que ella sienta lo mismo. A las seis suena el despertador y lo primero que hace es mirar su correo. Pero no hay respuesta. Tiene miedo. Siente que las palabras como la flecha enviada no vuelven. Está agotada. Ese día no recibe ningún mensaje, ninguna llamada. Al caer la noche el cansancio y el sentimiento de pérdida la tortura, no sabe qué hacer ni por dónde andar… Escribe un nuevo email pidiendo disculpas, no quiere perderla.

El día después recibe un mensaje de Carmen donde le dice que todo se ha complicado, la ama muchísimo pero a un nivel espiritual y afectivo. Quiere volver a la normalidad, habla de entrar en los marcos de la amistad, de límites, de que no la abandonará nunca pero, en cuanto al sexo, se ve incapaz de dar ese paso. Espera que lo entienda y entenderá si, después de esto, no desea continuar la amistad.

Silvia cree morirse, puede sentir como se rasgan sus músculos y como se deshace por dentro. Por fuera se deshilvana en un llanto silencioso y lento a escondidas de sus hijos que aún no entienden. Su amor le duele, piensa desesperadamente que para ella no hay límites, ni sabe cómo podrá controlarse a partir de ahora, le duele terriblemente el cuerpo, los huesos, los besos que no da y los abrazos que no recibe.

19 comentarios:

María dijo...

Yo esperaba un final feliz... :-(

sempiterna dijo...

Vaya, final no feliz. Como la vida misma a veces. Qué sensación de desconsuelo.

Nosu dijo...

Yo tampoco esperaba este final, un buen golpe de realidad

dintel dijo...

"...a sus hijos que aun no entienden..." :)

Belén dijo...

Claro.. es que muchas veces el amor no es correspondido, da igual sea entre mismo sexo o distinto...

Besicos

muchacha en la ventana dijo...

Me has dejado helá, increiblemente real Ico...se ve que se lleva eso del amor no correspondido.

Me quedo con esa frase "le duele el cuerpo, los besos que no da, el abrazo que no recibe", que dolor más intenso...

magnifico....muchos besossss

Pena Mexicana dijo...

muy bueno, me ha gustado mucho. No hay como una dosis de realidad para darle verosimilitud a un relato.

la cocina de frabisa dijo...

A veces el miedo se convierte en un muro y paraliza, impide vivir y uno opta por refugiarse en la rutina previsible de la infelicidad.

un beso

maslama dijo...

¡cómo duele el deseo insatisfecho!

besos,

Anónimo dijo...

lamentablemente, muchas veces la aplastate realidad supera a la ficción, aunque el relato podría continuar...

Ico dijo...

Lebasi, lo siento, así fue, así me lo contaron, acabó ahí.

yo misma dijo...

Ooooooh..qué forma más fantástica de narrar ese amor impaciente que se crea en un principio y qué trastazo me he dado al final. la cruda realidad..las dos, menos mal..

Anónimo dijo...

¿Donde andarán los límites entre una amistad intensa y el amor?

Anónimo dijo...

¿Qué queda, entre ellas, el día después de haberle declarado su amor no correspondido?

Ico dijo...

Anónimo... quedó una necesaria separación por parte de Silvia( nombre inventado por mí) para poder olvidar ese enamoramiento. Actualmente hay amistad entre ellas... pero Silvia ha optado libremente por el amor de otras mujeres...

mgab. dijo...

hablando claro: una gran putada (es que nadie se atrevía a decirlo?) no encuentro mejor calificativo al desenlace de tu relato, real como la vida misma..

Lola - Aprendiz dijo...

A quién se le ocurre plantear sexo la 1ªvez por e-mail? Esta chica no Tiene mucha habilidad social...esas cosas se provocan, surgen y sobre todo hay que saber seducir a las mujeres para que sin darse cuenta den el paso del cuerpo que tanto tabú les supone o represión religiosa o yo que sé....más libertad

Anónimo dijo...

A lo largo de mi carrera por la vida, me he encontrado con varios episodios espirituales que me han dejado dolorida y desconcertada. Pero, imagino igualmente que yo también he decepcionado. En fin un beso espiritual a quienes algún día me rechazaron.

Anónimo dijo...

La realidad del miedo se impone...