jueves, 27 de agosto de 2009

Codo de pajillera



El hombre divisó a través de los cristales del parabrisa a su madre esperándole en el porche. La mujer atareada en el jardín había oído el ruido del coche. Se lavó las manos de tierra y raíces en el fregadero y corrió hacía la entrada.

- Mírala ahí, como si nada- dijo el hombre a la mujer que lo acompañaba. La mujer que se había ido sumiendo durante el trayecto en un ligero letargo abrió los ojos.

- Es una mujer fuerte- dijo el taxista en un español que Henry comprendió

- ¿La conoce Ud? Preguntó Henry al taxista que no había pronunciado una palabra durante la media hora del trayecto. Pero el hombre no respondió sino que se dirigió su madre en un inglés con fuerte acento.

- - Buenas, doña- le gritó el conductor- ¿Cómo anda?

- Mejor que nunca y ahora más con mi hijo y mi nuera aquí – gritó la mujer como si estuviera a una distancia considerable mientras bajaba los peldaños.

La mujer, una anciana de aspecto frágil y de ojos vivarachos, abrazó al hijo y a la nuera de igual forma. La pareja seguida de la madre entró en la casa. Henry identifico el olor de su madre, Un olor a sol y a invernadero, a café caliente, y a cosas guardadas en el ropero durante mucho tiempo.

- ¿Por qué vives tan lejos mamá? – preguntó el hombre.

- Ah… yo pensé que eras tú el que vivía lejos….- dijo sin dejar de abrazarlo.

- Han desaparecido nuestras maletas.

- Vaya…ya te llamarán.

Tenía sed, pero no encuentró cervezas, solo agua y zumo maracuyá. Henry pensó que su madre probablemente había olvidado su llegada. Estaba cansado había salido directamente de la oficina, recogido a su mujer y almorzado un bocadillo antes de coger el vuelo. Claudia subió a darse un baño. Henry miraba a su madre que le cuenta una historia que no escucha de indígenas y de un mapache y un gato perdido. Se detiene sobre todo en sus manos, envejecidas, plagadas de manchas marrones, de venas casi transparente.

- ¿Y los niños?

- En un campamento de verano…

- Ah…me hubiera gustado verlos….bueno- dijo la madre como si hubiese hablado y oído suficiente- Date una ducha tú también si quieres, voy a acabar de plantar unos bulbos que dejé a medio plantar en el jardín.

Henry sube al cuarto. Su mujer, envuelta en una toalla sale del baño.

- No va a querer, lo sé- dice mientras se desabrocha el cinturón y se deshace de los pantalones.

- Bueno, al menos lo intentas. En el ropero hay ropa de hombre y una camisa de tu madre que te puedes poner…

- Siempre ha hecho lo que ha querido… dice.- mirando a través de la ventana. La sombra va cubriendo el desierto pronto llegará hasta “Codo de palillera”, que coño significará ese nombre.

- A mi me gusta como es.

Pero Henry no la oye ya porque ya se ha metido en la ducha, mientras el agua fría le cae piensa que sólo ante su madre no sabe qué decir. Como si ella lo supiera todo o como si no le interesara nada. Siempre tuvo en sensación incómoda ante ella. Después de la cena es un buen momento, piensa.

- Anda hija, ponme una copa de vino a mí antes de que venga el aburrido de mi hijo.

Claudia ríe, piensa que su suegra está algo loca pero la respeta porque es la única persona a la que su marido teme. Es fácil entablar confidencias con ella, siempre le pregunta cuando están a solas cómo le va a su marido como si todas las respuestas que pudiera decirle él no tuviesen la misma validez que cuando ella responde.

- Bueno estresado, como siempre, pero bien, preocupado por ti.

- Bah… vaya idiotez… debe ser que se aburre. Échate un amante, o acabarás divorciándote de él en menos que canta un gallo.

Las mujeres ríen y preparan la cena al estilo italiano, tomates al pesto y un pastel de atún y camarones que sabe que es el preferido de su hijo. La madre le pregunta por algunas conocidos, por los niños, se ríe especialmente con las anécdotas de éstos. Henry piensa que ha llegado el mejor momento.

Alguien toca a la toca a la puerta.

- Anda hoy es el día de la canasta- dice la madre abriendo los ojos y riéndose.

En la puerta aparece una pareja de ancianas indígenas portando lo que parece un pastel cubierto con una servilletas de cuadros rojos y verdes. Las mujeres saludan en español y abrazan a los invitados. Henry se siente incómodo. La madre les habla en un español fluido y les convida a sentarse.

- No sabíamos que tenía visita ... –dice Henry

- Se me había olvidado… les he enseñado a jugar a la canasta y no veas qué divertido, pero mejor, así seremos más. Te apuntas¿ no?.

El teléfono suena, es del aeropuerto, sus maletas estarán de vuelta en un día. Bueno, algo es algo. Se sirve una copa de whisky, al menos queda algo de whisky de la última vez. Ojea alguno de los libros de la estantería. Sin embargo, no deja de estar atento a la escena de las mujeres. Luego llegó una pareja de americanos a la reunión. Se saludan. Henry se acaba el whisky

- Bueno, voy a descansar que estoy reventado. Sabes que los juegos no son lo mío, mañana hablamos.

- Yo me quedo un poco más – dijo Claudia.

Henry desde el cuarto oye a los de abajo. Hay momentos de absoluto silencio y momentos de cháchara festiva. A veces, alguien levanta la voz, señal de una buena jugada. Le cuesta conciliar el sueño, se siente un niño enfadado sin saber bien por qué. Cuando su mujer llega lo encuentra aún despierto.

- Que fiestas que se monta tu madre - sonrié, tiene la voz tomada.

Henry, con la luz apagada comienza a contarle a su mujer que lo más seguro es que su madre lo hubiese preparado todo para no hablar del tema, es más astuta que tú y que yo juntos, le dice. Pero su mujer no le hace mucho caso, el vino y el whisky le han hecho efecto y está a punto de dormirse.

Se despierta sobresaltado. No oye nada. Sin embargo tiene la sensación de que ha dormido demasiado .Baja hasta la cocina y encuentra todo limpio y reluciente, huele a café recién hecho. Se sirve una taza y va hasta el jardín. Su madre está allí arrancando las malas hierbas.

- buenos días

- Buenos días, tu mujer fue al pueblo… ven, tómate aquí el café conmigo.

- Mamá…- ¿ Qué significa “Codo de pajillera”

La madre lo mira. Su hijo parece a veces tan triste, tan serio. A quién habrá salido se pregunta muchas veces, a cuál de sus amantes…

- No lo sé. La verdad. Se lo pregunté una vez a mis amigas mejicanas y se rieron tanto que decidí no cambiarle el nombre a la finca.

- Claudia y yo queremos que te vayas con nosotros, no puedes vivir sola en este desierto.

La madre que lleva un sombrero que usan los campesinos mejicanos ladea la cara para mirarlo.

- Gracias cariño- pero estoy bien aquí, me gusta la soledad y tampoco estoy sola- dice mientras se limpia las manos en el delantal naranja lleno de tierra.- Hay un sombrero detrás de la puerta de la cocina. Póntelo quiero enseñarte una cosa.

Henry duda un instante. Luego descuelga el sombrero de detrás de la pared. Con aquellos pantalones, demasiados pequeños para él, con aquella camisa de su madre se ve aún más ridículo

- En los Ángeles me moriría…Hay demasiada gente… Demasiado ruido - comienzan a caminar dejando atrás la casa. - Aquí soy feliz. La vejez no es una enfermedad es sólo el principio de un estado florido…si lo has cultivado el huerto durante toda tu vida, ahora las ves florecer.

Un estado florido. Su madre, debe estar chocheando. Henry piensa que una americana loca y vieja como aquella debe ser conocida realmente por todo el pueblo.

- Mama, no te entiendo.

- Siéntate aquí.- el sitio que escoge su madre es un lugar cualquiera en medio de la nada. Su madre señala una piedra llana que está en el suelo. Ella prefiere sentarse al estilo de los indígenas.

- Escucha- le dice su madre.

Henry aguza el oído pero no oye nada. Si el viento que azota y hace rodar las ulagas por la tierra puede ser considerado algo. El paisaje es desolador, una polvareda amarilla recubre incluso las piedras. El calor comienza a subir desde la tierra.

- No oigo nada.

- Pues eso…Mira esto ahora- su madre coge su mano y deposita en ella un puñado de tierra.

- ¿ Ves este puñado de tierra? Si le añades agua y un poco de estiércol puede nacer cualquier planta...

Henry permanece así, con la mano abierta contemplando la arena. Mira al horizonte. Siempre le ha gustado el horizonte del desierto con esa línea borrosa y temblorosa en medio de la tierra como si se derritiera bajo el cielo.

Claudia llegó tocando el claxon de la vieja furgoneta de su madre, cargada de artesanía de Tijuana, de comida y la maleta del aeropuerto.


Un gritó agudo despertó a Henry en la hora de la siesta. Bajó las escaleras de tres en tres sin saber qué pasaba.

- Henry, Henry….¿dónde te habías metido?

Henry está de píe sin comprender nada. Su madre acaricia a un gato arisco que lo mira desafiante. Su mujer en el bajo de la escalera sonríe al verlo de aquél modo.

- ¿A que no sabes qué nombre le ha puesto tu madre al gato?

- Eres un arisco, un desconfiado…un aburrido, pero cuánto te quiero- le dice su madre al gato.

Henry prepara un vaso de café fuerte. Son casi las seis. Del jardín llega un aroma a flores dulzón y agradable. El gato ronronea satisfecho sobre el vestido de su madre.

- Henry, gato malo- le dice una y otra vez su madre al gato, mientras pasea por el lomo la pequeña mano cuarteada, cubierta aún de el polvo y tierra.

12 comentarios:

Pena Mexicana dijo...

Una historia universal en un escenario de mi tierra. ¿Has estado?. Salvo un par de detalles muy bien logado el ambiente de esa región, me gusta :)

pepe pereza dijo...

Me encanta como escribes. Estos días no he podido leerte, pero me pondré pronto al día.
Insisto, es un placer leerte. Aprendo de ti.
Un besazo

TARA dijo...

Por qué sera que al final todos queremos desarraigar a nuestros mayores de su entorno para arrastrarlos a nuestro lado y a nuestra vida, con la falsa creencia de que es mejor para ellos.

Bonita historia Ico.

Besos

dintel dijo...

Jajajajajajajajajajaja!!!

Carina Felice, Photography dijo...

nuevamente haces gala de la creacion de climas. Impresionante, me he devorado cada oracion sin moverme, personajes exquisitos....
gracias spor publicar este lujo, Ico.
un beso.

María dijo...

...eterna duda de los/as hijos/as...

Lola - Aprendiz dijo...

Como si hubiera visto y escuchado un buen largometraje, así me he quedado.
Que manera de purificar un codo de pajillera.

Anca Balaj dijo...

De mayor quiero ser así. Escribes muy bien, Ico, un placer leerte siempre.

without dijo...

Palabras que traspasan las barreras del silencio. Buen relato.

Besos

Isabel dijo...

Vaya texto!, que bien lo haces guapa. Me ha encantado que le pusiera Henry al gato. Un beso

Tantaria dijo...

Qué manía que tenemos los hijos de organizar la vida de nuestros padres...

errante dijo...

Siempre que me paso por aquí me sorprendo de lo bien que escribes. Siempre vuelvo y siempre me voy mejor de lo que he venido. Muchas gracias.